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Asombroso Debut Anal

by Fredy Altahona


Asombroso debut anal. Para ese entonces yo tenía doce años, me faltaban pocos meses para cumplir los trece, pero ya tenía mi cuerpo desarrollado, era alto para mi edad, aún no tenía vello púbico y poseía un culo bastante pronunciado para un muchacho de contextura delgada, que formaba parte de las fantasías eróticas de muchos hombres que lo codiciaban. Nalgas sin vestigios de vellosidad, con redondeces que incluso muy pocas mujeres poseen y que contrastaban notablemente con el aspecto viril del resto de mi cuerpo; además, un color rosado en el huequito, que también era algo poco común también en un hombre. Aún no estaba sexualmente definido pero; sin embargo, en los últimos días comenzaba a sentir sensaciones extrañas en mi cuerpo que me llevaron a descubrir la masturbación y mis primeros orgasmos, aún sin emisión de semen. Igualmente, unos dulces y placenteros calores me invadían a veces, y cuando esto ocurría me provocaba ir al baño de la escuela y contemplar disimuladamente el pene de los muchachos mayores que yo mientras orinaban. El día de mi primera vez fue cuando por fin me admití a mí mismo que eso me gustaba, dejé de luchar contra mis impulsos y decidí que me masturbaría desde mi escondite, contemplando, los penes a través de una pequeña ranura que tenía la puerta de uno de los waters. Ese día vi el pene más hermoso y descomunal de todos, me parecía increíble que en estado de reposo tuviese tal tamaño e imaginaba la dimensión que alcanzaría en estado de erección, pensando a la vez que una verga así no podría con su propio peso para levantarse. No vi bien la cara del muchacho, pero no era estudiante pues no llevaba uniforme. Me extasié tanto en la contemplación de su pene que lo reconocería entre un millón de penes, pues me hizo alcanzar el orgasmo en los escasos segundos que duró su emisión de orina. Por otro lado, las sacudidas que se dio para expulsar los restos de líquido, producían un ruido bestial que delataba la magnitud de aquella cosa, aún sin verlo. A pesar de haberme masturbado, las extrañas sensaciones seguían inquietando mi cuerpo y cuando llegué a casa tomé la difícil decisión de ofrecer mi virginidad anal a alguien, pero tenía que ser ese mismo día, el deseo era demasiado fuerte, necesitaba sentir dentro de mi culo, por primera vez, la verga de un hombre; la curiosidad me mataba, el deseo era irresistible y salí de mi casa en bicicleta, sin rumbo definido, dispuesto a regresar con el culo perforado. Un sudor frío invadía mi frente pese a ser una tarde fresca y sin sol. Me alejé bastante de mi casa y cuando divisé a los lejos a unos muchachos bañándose en una piscina, decidí acercarme; eran unas instalaciones de la YMCA, entré y me senté en unas gradas a contemplar las protuberancias que dejaban ver los trajes de baño de los muchachos cuando salían del agua para lanzarse de nuevo en clavados. Uno de ellos me dejó fascinado pues su traje de baño apenas podía tapar el enorme bulto de carne que se escondía detrás de la delgada tela blanca de licra que transparentaba al contacto con el agua y dejaba ver la forma patética de un gigantesco pene que parecía que se iba a desbordar a través de la elástica lateral superior de la trusa de baño, pues lo tenía acomodado hacia un lado. El silbato del entrenador indicando que ya había terminado la sesión de entrenamientos me trajo de nuevo a la realidad pues, en mis fantasías, me imaginaba tratando infructuosamente de alojar todo aquello dentro de mi culo. Todos salieron a las duchas menos él, pues se quedó un rato más dentro del agua; tiempo suficiente para que algunos de los muchachos ya comenzaran a salir rumbo a sus casas cuando él apenas iba a comenzar a ducharse. Un temblor incontenible invadía todo mi cuerpo; sin embargo, pude vencer mi timidez y cuando pasó por mi lado, rumbo a las duchas, le dije: “Se te va a salir”. Él me miró, sonrió, y en tono de chanza dijo: ¿Quieres verlo? Al mismo tiempo bajó la parte lateral superior de la elástica del traje de baño para dejar libre un enorme pájaro marrón que me mostró durante breves segundos, sin dejar de caminar hacia los baños, pero que fueron suficientes para darme cuenta de que se trataba del mismo pene que había visto horas antes en el baño de la escuela. El temblor aumentaba, esta vez acompañado de taquicardias; estaba seguro de que ya no había más nadie en las duchas, esperé unos pocos minutos y cuando escuche el ruido del agua saliendo de la regadera, decidí entrar. Fue un espectáculo maravilloso contemplar aquel atlético cuerpo moreno totalmente desnudo y, sobre todo, aquella inmensa verga que ahora le colgaba casi hasta la rodilla pues, al parecer, el contacto de las manos enjabonadas con su pene, lo había puesto semierecto mientras se restregaba. Era un muchacho de unos 19 años, de rasgos negroides y piel achocolatada que denotaba algún vestigio de sangre blanca en sus venas. ¡Parecía un Dios de Ebano! ¡Sin duda alguna un hombre hermoso cuyo cuerpo de musculatura definida delataba familiaridad con el trabajo fuerte! Lentamente me fui acercando; él no se percató de mi presencia hasta que le hablé para decirle: - ¿Tu fuiste el que me enseñó el pene allá afuera? El muchacho creía que yo le estaba haciendo una recriminación y en tono desafiante respondió: - Si, yo fui. ¿Por qué? ¿Te gustó? No pudo evitar poner cara de sorpresa cuando le respondí casi tartamudeando que su pene me gustó muchísimo; tanto, que deseaba sentirlo dentro de mi culo, aunque creía que tal vez no podía aguantarlo. Me respondió que el solo había estado con mujeres, que en la actualidad vivía con una mujer y que nunca se lo había metido a otro hombre por el culo. Yo le contesté que esa también sería mi primera vez pues yo nunca antes había sido penetrado por nadie. Se quedó pensativo, como dudando en hacerlo; fue entonces cuando decidí ponerme de espaldas a él, bajar mis pantalones y decirle mientras le mostraba el culo: ¿Acaso esto podría ayudarte a decidir? Su pene reaccionó primero que su mente y me quedé pasmado al ver como una cosa tan descomunal se levantó como un resorte, en fracciones de segundos, apuntando hacia arriba, erguido, duro como un hierro y formando un ángulo de 45 grados con su vientre. Al verme contemplando extasiado su pene me dijo: ¡Tócalo! ¡ No tengas miedo! Acerqué mis manos temblorosas hacia la base de su pene y comencé un lento recorrido hacia la punta. Parecía interminable el recorrido de mis manos por esa enorme verga empapada de jabón. Estaba tan extasiado que apenas oía cuando me decía que su mujer por el culo apenas le aguantaba la mitad, que otras mujeres ni siquiera lo intentaban por detrás, que yo era casi un niño y que no quería hacerme daño. Yo le contesté para tranquilizarlo que más daño me haría si no intentaba al menos metérmelo un poco, que yo trataría de ser valiente para aguantar lo más que pudiera. Acto seguido me bajo los pantalones, me quitó la franelilla que llevaba puesta y una vez desnudo, me inclinó sobre un muro de concreto frisado que había dentro del baño y que los atletas utilizaban para pararse o sentarse mientras se secaban y se cambiaban de ropa. Me acostó boca abajo; me dijo que colocara una de mis piernas sobre el muro y con la otra me apoyara en el piso. Era una posición que dejaba a merced suya mi culo para dominarlo a su antojo. Con sus dos manos abrió mis nalgas, contempló largo rato el huequito que iniciaba el camino hacia la tibia cueva en la que intentaría alojar su enorme animal, al tiempo que señalaba asombrado: “Tienes el culo más hermoso que he visto en mi vida, más lindo aún que el de mi mujer, y eso que ella posee un culo espectacular”. Sus manos recorrían lentamente las redondeces de mis nalgas y cuando terminó de jugar a su antojo con ellas posó su lengua sobre mi orificio anal y lo besó apasionadamente al tiempo que lo chupaba y lo ensalivaba. Perdí la noción del tiempo, creo que estuvo mamando mi culo por mas de quince minutos o quizás media hora, cosa que nunca antes en su vida él había hecho. Inició varios intentos fallidos de penetración, yo me sentía frustrado, no quería irme sin sentir por lo menos una parte de aquella enorme cantidad de carne dentro de mí. El se quitó los restos de saliva del pene y luego sacó del maletín una crema que acababa de comprar en la farmacia y con la cual solía penetrar a su mujer por detrás. Fue todo un ritual ver como se untaba aquel gel transparente con el que cubrió toda la vastedad de su pene. Luego, con la punta del dedo, comenzó a untármela en la entrada del ano; lo hacía con suavidad y logré una dilatación tal que no sentí dolor cuando su dedo entró totalmente para masajear con la crema las paredes de mi ano. Sentí luego el contacto de su glande con la entrada de mi ano, mientras sus manos, temblorosas de emoción, no cesaban de acariciar mis nalgas; era quizás otro de sus trucos para que mi ano dilatara aún más. Y en efecto lo logró porque mi culo cedió y su glande entró repentinamente; fue algo así como cuando la aguja de una inyectadora rompe la carne y penetra repentinamente en ella. Un leve escalofrío invadió todo mi ser, al tiempo que sentía bajar hacia mis testículos un hilillo de sangre. El muchacho se dio cuenta que acababa de destrozar mi virginidad anal, paró por un instante la penetración y me dijo que le avisara cuando dejara de dolerme para entonces proseguir. Segundos después le dije que continuara y su gigantesco falo comenzó una lenta marcha hacia los más recónditos lugares de mis entrañas, desgarrando, a medida que avanzaba, las paredes de mi cavidad anal. Yo soportaba estoicamente toda aquella arremetida dejando que el placer que sentía superara al dolor, pero cuando la mitad de su asombrosa verga logro entrar, sentí que mi cavidad anal había concluido y que me tropezaba algo adentro que me dolía cada vez que él empujaba. Pero yo quería más, lo quería todo dentro de mí, quería superar a su mujer, quería ser la primera persona que lograra alojar dentro de su culo todo ese increíble tolete de carne. Sentía el esfínter anal prensado, tenso, una sensación de llenura, de plenitud, dentro de mi cavidad anal y le dije que no desistiera en su afán de meterlo todito, que esperara unos segundos a que se me pasara el dolor para que continuara metiéndomelo. En esos escasos segundos busqué casi instintivamente la manera de terminar de meterme todo aquello y casi como un acto reflejo, moví hacia mi pecho la pierna que tenía montada sobre el muro de concreto. Apenas hice eso sentí como si su pene hubiese abierto un segundo hueco dentro de mí, quizás era el orificio que comunica la cavidad anal con el intestino. El dolor cesó por completo y la otra mitad de ese asombroso miembro viril terminó por alojarse totalmente dentro de mi ser. ¡Qué inenarrable sensación! Me sentía totalmente atravesado por aquella inmensidad de pene, creo que la punta de su verga la sentía casi en el pecho. Por otra parte, fue increíble sentir su abdomen golpeando mis nalgas, al igual que sus testículos, en un frenético movimiento de vaivén que me transportaba hacia paraísos desconocidos. El estaba totalmente asombrado de la capacidad de aguante que yo mostraba en esa, mi primera vez, pero a la vez estaba como enloquecido de placer porque mientras meneaba su gigantesco pene dentro de mi, suspiraba y gemía de la felicidad que le producía el sentir por primera vez toda esa monstruosidad de pene dentro del culo de alguien. Sus movimientos al principio eran acompasados, pero en la medida en que veía que yo ya no sentía ya dolor, iba aumentando la velocidad y le iba imprimiendo un ritmo muy propio de la gente de su raza. Yo sentía que su cintura se movía magistralmente en movimientos redondos de derecha a izquierda y luego de izquierda a derecha, luego de arriba hacia abajo, mientras el resto de su cuerpo reposaba encima de mi espalda. No sé cuanto tiempo pasó fustigando mi culo con su exagerada verga, perdí la noción del tiempo y a ratos sentía que todo se me empezaba a poner oscuro como cuando a uno se le baja la tensión, como si estuviera a punto de desmayarme, pero me sobreponía y le pedía que siguiera, que no se preocupara por mi, que yo estaba bien y que aguantaría hasta que él llegara al orgasmo. De repente sentí que separó su pecho de mi espalda, me agarró desesperadamente por la cintura y comenzó a menearse como nunca, con movimientos frenéticos, ansiosos, desesperados. Dentro de mí algo comenzaba a manifestarse, algo que venía de adentro de mi culo, de mi próstata; un calorcito que se iba intensificando a medida que avanzaba hacia la punta de mi pene. En ese momento un incontenible grito de placentero éxtasis salió de su boca, al tiempo que un río de semen ardiente inundaba todo mi ser. El delicioso calorcito que sentía, ya estaba llegando a la punta de mi pene y dos o tres segundos después de su grito vino el mío, tan intenso como el de él, al tiempo que sentía como de mi pene se desprendían, por primera vez, enormes chorros de semen. Era mi primera eyaculación blanca y, cosa extraña, sin masturbarme, sin tocarme siquiera el pene, era el primer guebo dentro de mi culo. ¡Y qué guebo! Está de más decir que adoré a ese hombre con toda mi alma, que durante muchos meses fui totalmente pasivo con él (aunque yo deseaba a ese hombre todo, total y entero), al extremo de que desatendía sexualmente a su mujer porque toda su atención se centraba en mi. El también me adoró, sin duda alguna, y la mayor prueba de su amor vino casi un año después cuando dejó entrar mis 19 cms de pene en su musculoso y sabroso culo, luego de yo decirle que entonces buscaría en la calle lo que él no quería darme. Después de eso mi dicha fue total y absoluta durante todos los años que seguimos juntos. Hoy en día nos separa un océano, él vive en otro continente, ya somos cuarentones; pero cuando él viene a Venezuela, cada dos o tres años, hacemos el amor tan intensamente como en esa, mi primera vez. Toda esta historia es absolutamente verídica y me gustaría que me escribieran para contarme sus impresiones y, si quieren, contarles otras experiencias tan excitantes como esta, a la siguiente dirección: fredy_altahona@starmedia.com Due to international translation technology this story may contain spelling or grammatical errors. To the best of our knowledge it meets our guidelines. If there are any concerns please e-mail us at: CustomerService@MenontheNet

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