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Autobiografía Gay, Part 3

by Reinaldo


Jotauve, mi jefe, había descubierto que yo me había pasado el fin de semana encerrado con el alemán, en una habitación del Hotel Hilton. El sospechará lo que quiera pero no me lo podrá nunca probar. Acaso creerá que yo me fui para el Hilton desde la mañana, cuando le pedí permiso para ir a hacerme los exámenes de laboratorio. Eso debe ser, porque si no creyese eso no me hubiera mencionado lo de los exámenes en el Hilton. Pero si eso fuera así, que es lo que quiere conmigo. Que admita que le mentí y despedirme. No creo, el puede hacerlo sin tenerme que pagar nada, yo soy el que le debo. Estos y otros pensamientos o elucubraciones brotaban a cada instante a mi mente. Estaba tan absorto en mis pensamientos que en varias ocasiones, no me di cuenta que me hablaban o que se dirigían a mí. Tan sólo reaccioné cuando escuche que uno de mis compañeros decía a los otros: ? MANOTEAO, no está enfermo ni le pasa nada, sólo que se pasó de mano en el fin de semana. José Vicente, Jorge Venancio, Julio Víctor, Juan Vladimir, o alguna otra combinación ha debido ser el nombre verdadero de J. V. España, como se firma mi jefe, pero para todos es simplemente Jotauve. El es un hombre que pasa de los cuarenta, mide una talla normal; ya luce algunas canas en las sienes, pero está bien conservado, tiene un rostro agradable y una sonrisa y una mirada atractivas. Como jefe es exigente de que todas las tareas se realicen a perfección, es enemigo de lo mediocre, Tiene el don de saber reprender enseñando corregir los errores para evitar se repitan, está siempre dispuesto a enseñar lo que le preguntes y anima a todos a superarse. Sabe delegar exigiendo responsabilidades. Es cariñoso con todos, leal y fiel con los amigos, y sobre todo muy sentimental, Sinceramente creo difícil conseguir un mejor jefe., especialmente cuando se es joven y se tiene poca experiencia laboral. Conmigo ha sido muy comprensivo y me ha brindado todo genero de ayudas. Espero que lo sucedido no vaya a cambiar su actitud para conmigo, Creo que me conviene reconocer que si estuve en el Hilton, pero negar que estuve hasta el lunes. Le diré que estuve donde el alemán buscando unos papeles, haciendo un favor que alguien me pidió. Yo no creo que haya puesto un espía todo el tiempo, podría haber salido sin que me vieran. Eso es lo que haré, lo esperaré y le diré eso. Jotauve llegó poco antes de la hora de cerrar la oficina, al verme me dijo: ? Tenemos que hablar pero estoy muy cansado, llevo más de tres horas en una cola de automóviles que no se movía, estoy con un stress bárbaro, quizás mejor lo hacemos mañana. Luego recapacitando, me dijo: ? Pensándolo bien, mejor me llevas a mi casa , manejando tú mi auto y así yo voy descansando. Te viene bien? Asentí, y así lo hicimos. Durante el viaje no me trató el tema, sino que se limitó indicarme el camino. Al llegar a su residencia me invitó a subir a su apartamento. Su apartamento era el pent-house del edificio más alto de toda la zona, o sea que nadie podía ver lo que allí ocurriera. Me dijo que estaba sólo, su familia de viaje y el servicio tenía día libre. Me dijo que era la situación ideal para que habláramos francamente y sin testigos. Yo intente comenzar a decir el discurso que tenía mentalmente preparado, pero me interrumpió diciendo: ? Nos has estado mintiendo. Engañaste a tus compañeros y a mí mismo pidiendo dinero prestado para la operación de tu madre. Sé que es falso, porque ella vino el viernes a la oficina mientras te hacías los exámenes de compatibilidad sanguínea. Ella no sabe que haces con el dinero ni en enredo estás metido. Pero esto es para segundo término. Primero vamos a resolver un hecho más grave: He descubierto que tomaste dinero de la caja sin autorización, y que falsificaste mi firma para hacer efectivo un cheque. Eso es un delito que se paga con cárcel. Le pregunté: ? ¿Me va a denunciar a la policía? Mirándome fijamente me dijo: ? Ganas no me faltan. Te mereces un castigo ejemplar. Pero sé lo que te pasaría al entrar a una de las cárceles. Serías el colchón de todos los presos y de unos cuantos guardias también, y a lo mejor sales retratado en la última páginas de los periódicos, como uno de los tantos presos que mueren todas las semanas. Debería decírselo a tus padres. Le interrumpí.: ? Por favor que mis padres no se enteren. Prefiero ir a la cárcel ? ¿Como quieres que no se enteren si vas a la cárcel, me contestó? Me dijo: No quiero tener un muerto en mi conciencia, pero tendrá s que recibir un castigo ejemplar que no olvides jamás. ¿Estás dispuesto? Le conteste: Gracias. haré lo que Usted quiera. Me dijo que lo mío era falta de madurez, que el me haría madurar dándome las pelas que mis padres seguramente no me habían dado, empezaría como a los niños pequeños sobre las piernas y dándome nalgadas, luego me daría las adecuadas a cada una de las edades. Me hizo desnudarme y acostarme sobre sus piernas, estirar mi brazo izquierdo, y doblar el derecho sobre mi espalda, el cual asió fuertemente con su mano izquierda. Con sus piernas entrelazadas con las mías, me hizo abrir las piernas de forma que mi culo estuviera a su disposición. Me dijo que mientras más relajado estuviera menos me dolería, y de inmediato comenzó su trabajo. Primero, fueron palmadas suaves, diciéndome: estas son para niños de meses hasta los dos años. Luego comenzó a incrementar la fuerza de nalgadas, meticulosamente repartidas por toda la superficie de las nalgas, a la vez que anunciaba las edades: tres, cuatro, cinco, seis años. Al llegar a los siete años me dijo que se decía que a esa edad los niños tenían uso de razón y que a partir de entonces debían sentir el sabor del cuero. Tomó una correa y comenzó a repartir correazos recorriendo en forma sistemática toda la superficie, y aumentando la intensidad de los golpes en la medida que anunciaba cada nueva edad. Al llegar a los trece años me dijo que ya era un teenager, y ya no sería castigado sobre las piernas, a partir de esa edad recibiría 12 golpes por año que yo debía ir contando, sin llorar, gritar ni decir otra cosa que el número que correspondía, cualquier violación de estas normas o cualquier intento de proteger las nalgas significaría el reinicio del conteo. Me hizo pararme al borde de la butaca y doblarme sobre el brazo de ella, luego comenzó a acomodar mi posición, colocó un cojín bajo mi abdomen haciéndome levantar más las nalgas, me abrió las piernas hasta que consideró que era la posición correcta. Con una correa gruesa como la que utilizan los barberos para asentar las navajas, comenzaron los golpes de los trece años, yo contaba: uno, dos, tres, cuatro, .... A los catorce años sentía mi culo arder y cada golpe que recibía me dolía más que todos los anteriores juntos, cuando recibí el número seis instintivamente moví mis brazos y cerré las piernas para cubrirme. Me hizo volver tomar la posición y se reinició el conteo. Para los años 16 al 17 utilizó una paleta alargada de metal muy liviano, posiblemente aluminio, forrada en cuero y que tenía unas perforaciones. Al moverlas para asestar el golpe el aire que atravesaba las perforaciones emitían un sonido que aterraba. Fueron tres años dedicados a golpear la parte de las nalgas próxima al ano. Celebró los 18 y 19 golpeándome con una raqueta de ping-pong, En los 20 perdí la cuenta y volvió a empezar., recibí como veinte golpes, eso es: uno por año. Los 21 mi mayoría de edad los celebró con una paleta de madera, que continuó en los 22 y 23. Nunca he estado tan contento de mi edad , si hubiera sido mayor a lo mejor mi culo hubiera probado un bate de base-ball. Al terminar me hizo ver en el espejo, mi culo estaba de un color rojo encendido, mi dolía de sólo pensar en él. Me acosté boca abajo en un sofá, con las manos trataba de que no me viese llorar. Lloraba de dolor y también de remordimiento. Mientras él me decía: ? ¿Te lastimé mucho? - Créeme que yo he sufrido con esto más que tu, pero espero que hayas aprendido la lección. Ya salimos del primer punto, ahora dime por qué inventaste lo de la operación y que hacías con el dinero? Jotauve, busco una crema y comenzó a frotarla sobre todo mi culo. Al principio sentí un ardor, que luego se transformó en alivio. Yo sentía como sus manos recorrían mis nalgas, como sus dedos jugaban con mi culo, jugueteaban en su alrededor y lo tocaban como pidiendo permiso para entrar. Con estas caricias comencé a excitarme y a sentir como mi verga comenzaba a inflarse. Era una sensación deliciosa. Dirigí mi mirada hacia él y lo vi absorto contemplando mi culo y noté que sus ojos estaban llorosos y que sin duda tenía una erección. Su paquete estaba inmenso. No pude aguantar el deseo de besarlo, lo hice en forma apasionada diciéndole: Gracias Esto lo tomo de sorpresa. Pero no sólo aceptó mi beso, sino que introdujo su lengua en mi boca, y me abrazó mientras nuestras lenguas se entrelazaban. Estuvimos así largo tiempo. Ambos estabamos totalmente excitados pero ninguno de los dos se atrevía a proponer nada al otro. Entonces le dije: ? Le debo una explicación. Y tomando las fotos que mantenía en mi chaqueta se las entregué y le conté mi vida. Jotauve, me escuchó atentamente. Luego me atrajo sobre su pecho, diciéndome: ? Yo también debo confesarte algo. Cuando te vi por primera vez, me gustaste y me propuse seducirte. Por eso, te contraté a pesar de que no tenías ninguna experiencia y había otros candidatos con mayor preparación. Te puse a trabajar a mi lado para verte, para ver ese culo divino que posees. Te imaginaba desnudo en mis brazos. Sentía por ti un amor platónico. No me atrevía a decirte nada, por temor a que me rechazaras y se descubriera que soy gay. Nadie en Venezuela, excepto ahora tú, conoce mi secreto. En mis viajes al exterior buscaba llevar a la cama a chicos que se parecieran a ti, para imaginarme que estaba contigo. Pero cada vez salía defraudado. Solamente tu estabas en mi mente/ Lo vi que lloraba. Debía ser muy fuerte para él, la confesión que me hacía. Veía que no se atrevía a proponerme nada. Así que decidí tomar la iniciativa. Comencé por desabotonarle la camisa y besar su cuello, chupar su tetillas. Mis manos se dirigieron a su cintura, desabrochando su pantalón. Mientras el pantalón se deslizaba por su piernas, mis labios descendían hacia su pubis, hacia su verga, hacia sus bolas. Mi lengua recorría sus genitales. El se deshizo de toda su ropa, entonces ambos desnudos me condujo a su dormitorio, abrió totalmente las cortinas de un amplísimo ventanal, diciéndome: ? Quiero que las estrellas sean los testigos de este amor Me condujo a la cama y se acostó de espaldas y me hizo colocarme sobre él en posición invertida para hacer un 71, le dije que no sabía que era eso y soltando una carcajada me contestó: ? El 71 es un 69 donde cada uno le mete un dedo en el culo al otro. No sabes matemáticas 69+2=71 Esa noche hicimos todo lo que sexualmente era posible sin que mis nalgas se apoyasen en nada. El sólo roce de cualquier cosa con ellas me causaba dolor. Por eso aunque deseaba ardientemente sentir su verga dentro de mi culo, tuve que postergar mis deseos para una ocasión posterior. Esa noche prácticamente no pude dormir, el sólo roce de las sábanas me hacían despertar de dolor. Jotauve a mi lado dormía sonriente, con la cara iluminada por la felicidad. Había encontrado el compañero que tanto había anhelado. Yo también me sentía feliz, ya no tenía preocupaciones, ni secreto que ocultar. Ambos comenzábamos una vida juntos con las estrellas como testigos de boda. reinaldo-v@usa.net

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Web-01: vampire_2.0.3.07
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