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Buena Decisión

by Gabriel


Las leyes de mi país establecen que cuando en un accidente automovilístico hay heridos o lesionados, los conductores son detenidos para averiguaciones sobre la culpabilidad que pudiesen tener en el hecho. Normalmente en las ciudades importantes existen retenes especiales a los cuales llevan a los detenidos por estos accidentes de tránsito, pero en los pueblos y ciudades de menor población todos los detenidos, por cualquier motivo que sea son llevados a una dependencia anexa al cuartel de policía. Estos retenes comunes albergan tanto a los detenidos que están siendo procesados en los tribunales de la región, a los que cometieron crímenes y van a ser procesados, a los detenidos por drogas y hasta los simples borrachos que alteraron la paz pública. Es decir, hay de todo como en la viña del Señor. Los policías, normalmente mal pagados por el Estado, complementan su remuneración con favores que realizan a los detenidos, cobran por cualquier cosa que desee un detenido. Todo tiene su tarifa, tanto por darle un colchón para que no duerma en el piso, tanto por una frazada para el frío, tanto por llevarle droga, un café o una botella de ron. Si en algún lugar puede observarse lo que verdaderamente significan las diferencias económicas es en las cárceles y retenes de mi país. Un detenido con dinero puede estar con todo genero de comodidades, cuarto propio, televisor, teléfono celular, comida de restaurante y otras cosas más. El que carece de dinero sufre cualquier genero de vejaciones. Hace unos años 4 amigos decidimos irnos a pasar el fin de semana en la finca de un familiar y celebrar allí que habíamos aprobado todos los exámenes. Salimos el viernes temprano para aprovechar más el tiempo. Habíamos hecho planes de salir de noche de cacería, celebrar partidas de dominó, bañarnos en el río y tomar unas cuantas cervezas. Todos éramos de la misma edad 17-18 años, chicos sanos, deportistas, bien parecidos. Decidimos viajar en dos automóviles, ya que dos de nosotros seguiríamos luego a otra parte y los otros dos se regresarían a la capital. Todo el camino lo estabamos recorriendo en caravana, ya que el conductor del vehículo posterior no conocía el camino y requería seguir al que yo conducía. En una parte del camino, de fuerte pendiente, un camión que venía en sentido contrario, a alta velocidad y sin frenos, se estrelló contra un automóvil que marchaba delante del mío, seguidamente chocó mi auto y al de mi compañero que venía detrás, y terminó saliéndose de la vía y cayendo por un barranco. El conductor del camión sufrió serias lesiones, el amigo que me acompañaba en mi auto sufrió unas heridas en la cara al golpear su cabeza con el parabrisas de mi auto y el otro amigo que iba de copiloto en el auto trasero sufrió fractura de la clavícula. Ninguno de los tres conductores sufrimos lesión alguna. Intervino tránsito, levantó el expediente, nos tomo declaraciones a todos e inclusive a vecinos que habían presenciado el accidente. Llevaron a los heridos al hospital y nos indicaron que los tres conductores quedábamos detenidos para las averiguaciones y nos condujeron al retén policial de la ciudad. El comandante del retén nos pidió le entregásemos cuanta cosa de valor cargáramos, bajo el pretexto que era por nuestra seguridad pues dentro podrían atacarnos para quitarnos algo. Llenó un papel haciendo un inventario de lo que entregábamos. Al solicitarle nos permitiese telefonear a nuestras casas para avisar lo ocurrido, permitió que el conductor del primer vehículo, hombre bastante mayor, realizase la llamada desde el teléfono de su escritorio, en cambio a mi amigo y a mí nos envió acompañados por dos policías a llamar desde el teléfono monedero ubicado dentro del retén. Tuvimos que atravesar todo el retén, nos condujeron en forma separada primero a uno y luego al otro y la vía utilizada para ir, no fue la misma que la empleada al regreso. Al volver a la oficina del comandante, a mi se me ocurrió comentar ese hecho a mi compañero, y el comandante que escucho el comentario me dijo: Eso es para que ustedes vieran todo y todos los vieran a ustedes. Si notamos que el conductor del primer vehículo no estaba, preguntamos por él y nos dijo que estaba declarando ante el juez. Nos mantuvo sentados en su oficina, supuestamente esperando la llamada del juez para enviarnos a declarar. Al solicitar ir al baño nos envió, una por vez, escoltado por un policía a recorrer nuevamente el retén. Los policías que nos había escoltado al ir a telefonear entraron al despacho, le entregaron un dinero diciéndole: Jefe, ya todo está arreglado ya cobramos y esta es su parte. El comandante nos dijo, voy a llamar a ese juez de mierda a ver que pasa. Realizó una llamada y comentaba con su interlocutor: No puede ser estos muchachos tienen toda la tarde aquí. Que se está yendo, deténgalo , que se espere un momento, yo se los mando de inmediato. Y después de una pausa prolongada. Cómo, que ese hijo de puta se fue. No puede ser y tiró el teléfono. Dirigiéndose a nosotros nos dijo: Malas noticias muchachos, tendrán que permanecer aquí hasta el lunes, yo los dejaría ir pero ustedes saben, que si lo hago me puedo meter en un lío. Déjenme pedir les traigan unos emparedados y unos jugos pues la comida dentro es muy mala. Estarán aquí hasta que yo me vaya, luego tendrán que pasar adentro, pues es contra las reglas el que un detenido permanezca en el despacho y además el que me sustituye me está buscando cualquier detalle para denunciarme y quitarme el puesto. Cerca de la nueve de la noche, se despidió de nosotros deseándonos una buena noche y que nos vería el lunes, que había encargado a los policías que conocíamos nos llevaran a los mejores sitios. Ambos le dimos las gracias y estrechamos su mano. Al recorrer el retén vimos que había muy poca iluminación y que los presos estaban encerrados por grupos en calabozos de rejas metálicas. A nosotros nos llevaron hacia dos celdas, una frente a la otra, ubicadas junto al teléfono monedero. En cada una de ellas habían 8 personas. Los policías nos dijeron estos son los semi-privados, en los otros hay 20 presos o más. Al llegar a los calabozos los policías abrieron la puerta de una celda y me dijeron que entrara, uno de los presos gritó desde la otra celda: Estás equivocado para acá es el catirito, refiriéndose a mí, blanco de pelo rubio. El moreno es para la otra. En eso quedamos. Los obedientes policías hicieron el cambio, ingresaron a mi compañero en esa celda y a mí en la otra. Ambos entramos a nuestra primera noche en un retén. Apenas ingresé uno de los presos me pasó una botella de rón diciendo: Bienvenido, a tu nuevo hogar, aquí no tienes de que preocuparte, si cooperas no sufrirás daño alguno, todos te defenderemos de cualquiera que quiera golpearte a hacerte daño. Los demás se acercaron y me rodearon, me estrechaban la mano y me pedían que me tomará un trago con cada uno de ellos. Después de la primera ronda vino una segunda, yo no estaba acostumbrado a ingerir tanto alcohol. Me ofrecieron que fumara un pito de marihuana que ellos se estaban pasando, les dije que yo no fumaba pero me dijeron que allí tenía que fumar. Para ser uno de ellos tenía que fumar. Yo aún no me acostumbraba a ver con la poca luz que arrojaba el tubo de neón colocado sobre el teléfono, estaba aturdido por el alcohol y la marihuana, cuando oí gritar a mi amigo, volteé y vi que alguien sostenía una navaja contra su cuello, era agarrado por 4 de los presos, y otros le golpeaban, le habían quitado los zapatos, arrancado la camisa, le metían las medias en la boca y le estaban bajando los pantalones. Lo colocaron al borde de la mesa y un preso se le aproximó por detrás, si bien la luz no me permitía apreciar detalles, podía ver que tenía una verga enorme y totalmente erecta, y pedía a dos de sus compañeros que le abrieran las piernas para cogérselo bien cogido. Cuando ese terminó, otro de los presos tomó su lugar. Yo estaba absorto pegado a la reja viendo lo que le pasaba a mi amigo, cuando sentí que dos manos fuertes me agarraban por los hombros, y una voz ronca pero suave, me decía al oído: No te preocupes, esos son unos bárbaros, nosotros no actuamos así. Quieras o no, vas a ser cogido, no tienes escapatoria. Los guardias no harán nada por ustedes. Para eso les pagamos. El comandante es el primer cabrón de aquí, el se lleva la mitad de todo. Cuando los trajeron al teléfono y al baño era para que los viéramos, y ofreciéramos plata por ustedes. Aquí la carne fresca se subasta. Si te resistes y no cooperas, recibirás golpes como tu amigo y hasta puede que resultes herido, nadie sabe. En cambio, si cooperas y haces lo que te indiquemos te trataremos bien. La cabeza me daba vueltas, no sabía que hacer, por una parte veía lo que le hacían a mi amigo y por otra me negaba a no ofrecer resistencia. Uno de los presos de mi celda mi jaló bruscamente, separándome de la reja y lanzándote al piso, dándome una patada, a la vez que me gritaba: Decídete carajito de una vez, no podemos esperar toda la noche por tí. O nos das el culo por las buenas o te cogeremos a coñazo limpio. Yo me resistía en el piso tirando patadas y tratando de evitar que me agarrarán, pero eran demasiados para mí. Dos me sujetaron los brazos y otro dos los pies. Yo pataleaba, pero era inútil. Yo gritaba: Yo no soy marico, búsquense otro que lo sea. El de la voz ronca, que era el jefe del grupo, soltó una carcajada a la vez que me decía: Eso no nos importa, nosotros pagamos por tí y te vamos a coger. Además sólo sabrás que no eres marico cuando habiendo probado veas que no te gusta. Antes que pruebes no puedes decir nada. Dirigiéndose a los otros les dijo: Prepárenlo, ya saben como lo quiero, no lo golpeen más de la cuenta, lo quiero entero para mí. Mientras unos me agarraban, otros me desnudaban totalmente. Una vez desnudo me colocaron boca arriba sobre la mesa de la celda, uno me colocó una navaja sobre la garganta mientras cuatro de ellos se sujetaban los pies y las manos. El de la navaja me dijo: Carajito, si te mueves vas a salir cortado, mejor te quedas quieto, yo soy barbero de profesión y el jefe te quiere bien peladito. Otro comenzó a vaciarme un pote de crema de afeitar por todo el cuerpo, mientras el de la navaja me iba despojando de todos los vellos del cuerpo, piernas y brazos. Luego me colocaron boca abajo y repitieron la operación por toda la parte de atrás de mi cuerpo. Separándome las nalgas me afeito toda el área del culo y entre éste y el escroto. Luego tomó más crema de afeitar y comenzó a masajearme con ella el culo, introduciéndome primero un dedo y luego dos. Me decía al oído: Esto te servirá de lubricante y me lo vas a agradecer, espero te acuerdes para cuando llegue mi turno. Yo veía como los que no me estaban sujetando se habían desnudado y jugueteaban con sus vergas, las cuales comenzaban a crecer. Me hicieron arrodillar en frente del jefe, mientras el barbero también de rodillas al lado mío me agarraba fuertemente mis bolas y colocaba encima su navaja. El jefe me dijo: Abre tu boquita y comienza a mamarme la verga, pura lengua y labios, no quiero sentir ningún diente. Cuidado si tienes alguna mala idea, pues saldrías capado, el barbero no falla, ya ves como te dejó. Sentí como su verga se inflaba dentro de mi boca, el me agarraba la cabeza moviéndomela hacia delante y hacia atrás, con lo cual sacaba y metía su verga en mi boca hasta llegar a mi garganta Luego cuando lo consideró conveniente dio orden que me colocaran en posición para meterme su verga por el culo, mientras el se colocaba un condon. Comenzó haciendo presión con la cabeza de su verga sobre mi orificio, este gracias a la crema de afeitar y a los masajes con los dedos que me había impartido el barbero fue aceptando la invasión. El dolor era intenso, sentía algo inmenso que me quemaba por dentro, por unos minutos se mantuvo así con muy pequeños movimientos, luego de repente hizo un movimiento brusco y me lo introdujo de golpe, de nuevo sentí un dolor desgarrador. Se quedó inmóvil con toda su verga dentro de mi culo, yo sentía sus bolas contra mis nalgas. Después de un rato y sin sacarme la verga del culo me acostó boca abajo en su cama, la única que había en la celda, él estaba sobre mí. Entonces empezó a meterme y sacarme la verga, primero con movimientos lentos y cortos, y luego fue incrementando tanto la frecuencia como el recorrido. Yo me sentía abochornado, había perdido mi hombría, pero notaba que a medida que me follaban, mi verga crecía, al punto que al sentir el semen caliente dentro del culo, yo también tenía una eyaculación. Después de acabar estuvo largo rato sin sacármelo, como esperando que su verga resucitara, me manoseaba y a la ves que me decía: Carajito pagué caro por tí, pero no me arrepiento eres el culito más rico que ha pasado por aquí. Ahora vendrá Pablote y luego el barbero, quienes aportaron plata. Los demás tendrán que esperar a mañana o pasado. Pero tu estarás conmigo cuando yo te requiera, para eso pagué bien caro por tí. Me indicó que no le había gustado nada que yo me hubiera ido ensuciando su cuerpo. Que tomaría medidas para que eso no volviera a ocurrir. La medida fue hacer que sus secuaces mamaran mi verga hasta sacarme la última gota de leche, antes de cada vez que el requería mis servicios. Pablote me hizo poner en cuatro patas como un perro y cogerme desde atrás agarrándome por los hombros para tomar impulso. Era un negro con una verga descomunal, el condon sólo le cubría la mitad del largo y de ancho se veía a punto de estallar. Cuando me la metió por el culo sentía como si se me desgarraba, y cuando me la introducía completa creía que me iba a salir por la boca. El barbero en su turno fue muy diferente, comenzó por frotarme todo el cuerpo con un trapo con agua y colonia, no quería sentir los olores a sudor de sus compañeros. Se acostó al lado mío pidiéndome la mamara la verga, a la vez que el comenzó a trabajar con lengua todos mis genitales y el culo, me produjo una erección y eyacule en su boca. Luego haciendo que me besaba me pasó mi semen a mi boca. Me dijo: Es tuyo, te lo devuelvo Luego colocó mis piernas sobre su hombros, de forma que mi culo estuviera totalmente a su alcance para una penetración profunda, pidiéndome que fuese yo el que me moviera. Lo complací y apoyándome en mis brazos movía mi culo hacia adelante y hacia atrás, haciendo que su verga se desplazara dentro de mi culo. El con sus manos jugueteaba con mis tetillas, aprisionaba mis bolas y estimulaba mi pene. El barbero me hizo dudar si yo sería marico, me gustaba lo que me hacía. Esa noche debí dormir en la cama con el jefe, quien me hizo mamarlo y me cogió nuevamente. El sábado y domingo pasaron por mi boca y por mi culo los demás. Sólo Pablote y el Barbero podían usarme cuando quisieran siempre que el jefe no requiriese mis servicios. Cuando vi a mi amigo, con moretones producto de golpes recibidos y que estaba siendo obligado a mamar las vergas o a dar el culo a cualquier recluso que pagara por él. Vi que había hecho una buena decisión. gabbol@hotmail.com

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