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Detonador, Parte 1

by Cyrano IV


Detonador La salida del vuelo a la capital tenía varias horas de retraso ¡Qué raaaro! Todas las semanas era lo mismo, si bien ahora el paso de una tormenta tropical empeoraba las cosas. Como de costumbre, para matar el tiempo me había dedicado a estudiar a los otros pasajeros, al igual que hago en el metro, en el banco, en la cola del cine, en el restaurante, en la iglesia, en la funeraria, en el supermercado, en el parque, en la piscina y en cualquier otro lugar donde haya hombres apuestos y no me cobren por ver. Había un tipo al cual no podía quitarle los ojos de encima. ¡Mamma mía! ¡Parecía que lo habían construido según mis especificaciones! (y eso que mis especificaciones son casi tan complicadas como las del tren de aterrizaje delantero del Concorde; cuando de soñar se trata, no veo por qué tengo que limitarme). ¿Se acuerdan del "Hombre de Cro-Magnon"? (no confundir con el "Pithecántropus Erectus", estuve saliendo con uno y puedo asegurarles que era un cerdo), pues, por ahí va la cosa. Era alto, naturalmente ("Barco grande, ande o no ande"), a finales de sus '20 o principios de sus '30, como yo; con las espaldas como el ropero de mi tía Rosetta, cabello ondulado, más o menos largo y casi platinado, de esos que encanecen prematuramente y lo más importante: ¡Tenía cara de hombre! Ustedes me entienden, no se hagan... Hay hombres con rasgos delicados, muy apuestos, cómo no, pero yo prefiero quijadas prominentes (no necesariamente Popeye), narices con presencia, cejas pobladas, frentes anchas, orejas... bueno, las orejas no me importan tanto, con tal el tipo no luzca como un Volkswagen con las puertas abiertas... No, mejor orejas pequeñas y en ángulo cerrado en relación a la cabeza, así si. Bueno, como les contaba, el tipo tenía además todo lo que necesitaba tener para ser el hombre de mis sueños: bellos ojos, mostachos y barba de "candado", hombros anchos, buenos brazos, grandes manos, buenas piernas, grandes pies sin llegar a ser "Big Foot"... Merecía un "10" olímpico, pero como estaba sentado todo el tiempo, no podía "scannearle" el bulto, así que le di 8.5 ¡No veo por qué protestan! ¡Yo rara vez le doy a un tipo más de 7.5 si sólo puedo verlo vestido, las reglas deben ser respetadas! ¿Qué sé yo si no llega a 4 "inches" aún erecto? ¿Cómo quedo yo? ¡Tremendo chasco! (rugidos) ¡Ok! ¡Ok! ¡Le di un 9.0 después de reconsiderar el caso! ¿Conformes? Además... ¿Cómo darle el "10", así no más, si el tipo andaba con su hembra? (¡Pero qué rencoroso!). A su lado estaba una mujer muy bella, de unos 25 años, tan bella, que si no me gustaran tanto los hombres, algunos hombres, creo que me gustaría una mujer así. La propia "Barbie Girl". Cabello castaño claro rojizo, ojos grandes, verdes y luminosos, nariz respingada, labios carnosos, alta y delgada pero con un buen par de (.)(.) y bastante con qué sentarse (ella si se levantaba cada cuanto a beber agua). Se notaba a leguas que estaban muy enamorados, ustedes saben, las miradas, los gestos, los besitos... Era agradable ver a esos dos tan acaramelados, tomados de las manitas en un lugar donde todo mundo andaba malhumorado y antipático. No obstante su evidente gran amor, durante las largas horas que estuvimos en el área de espera, él casi todo el tiempo tuvo la vista clavada en una revista, yo la tuve clavada en él y a "Barbie Girl" se la tuvieron clavada casi todos los tipos que estaban en la sala (¡la vista, por favor! ¡pero qué mal pensados, coño!). Al llegar a mi casa -si es que salía de ese "fucking" aeropuerto algún día- me masturbaría como un puerco desquiciado imaginándome a esos dos desnudos y haciendo el amor a lo bestia, pues a menudo me excita mucho pensar en parejas heterosexuales enfrascadas en tales faenas, sobre todo si el tipo es tan guapo, como en este caso. En fin, una estampa más para mi colección de imágenes anónimas, probablemente no los volvería ver en ninguna otra parte. Al fin llamaron para abordar y como de costumbre, se formó una pelotera en el túnel de embarque. Más parecía el abordaje de un galeón español por los piratas que el de un avión por sus pasajeros. Cuando empecé a viajar semanalmente por razones de trabajo, que no por gusto, me encantaba meterme en esos despelotes. ¡Es increíble las cosas que puedes tocar (y las que te tocan) en una multitud enardecida como esa! Pero ya me dejé de eso, ahora más bien me embarco al último momento. "Dream Man" y "Barbie Girl" como que pensaban igual que yo al respecto, pues fuimos los últimos en subir a bordo. La azafata nos asignó tres asientos juntos, Barbie en el del pasillo, el tipo en el del centro y yo en el de la ventanilla. El vuelo fue agitado a causa de la tormenta y yo iba sufriendo el 'Suplicio de Tántalo' (cuyo castigo consistía en padecer hambre y sed sin poder alcanzar la comida y la bebida que aparentemente estaba a su disposición), al estar sentado y atado al asiento hombro con hombro con el villano que me tumbaba la empalizada. A sus muchas cualidades visuales había que añadir ahora el olor... ¡El olor de aquel tipo me estaba volviendo loco! Tal vez sólo usaba desodorante, pero eso, combinado con su aroma natural y con todo lo que ya sabemos, comenzó a provocarme una erección de esas que duelen. No podía cerrar los ojos porque mi mente echaba a rodar la película y me veía abriéndole la bragueta, sacándole la verga con dificultad debido a su gran tamaño (mera especulación mía) y pegándome a mamar como esos aviones de combate que recargan combustible en pleno vuelo desde un avión nodriza a través de largo, largo, largo tubo. El cinturón de seguridad, cruzando sobre mi bajo vientre, hacía que mi erección resultara aún más notable. Yo no sé a ustedes (ya sé que a algunos no), pero a mí me da vergüenza andar por ahí con la verga como un pararrayos, máxime cuando me daba cuenta que "Barbie Girl" lo había notado y le lanzaba miradas que denotaban algo más que un mero interés científico. No sé si "Drean Man" también lo notó, al menos no mostró evidencias de ello y continuaba con la vista clavada en su revista. Tratando de distraerme, me pegué a la ventanilla como los peluches aquellos del gato que traían ventosas en las patas y uno los veía asomados en los vidrios de todos los carros. Los destellos de la tormenta ofrecían un espectáculo extraordinario, pero yo tenía la mente en otras cosas, sólo veía vergas, bolas, culos y nalgas entre las nubes. En eso, el tipo me tocó en el hombro y yo salté que casi pego la cabeza contra el portaequipajes. "Disculpe amigo... ¿Lo asusté?" (¡Qué voz, Dios mío, qué voz!) "¡No, no hay cuidado!" le respondí "Tenía la cabeza en las nubes...". Lo que "Dream Man" quería decirme era que la azafata estaba repartiendo café, y quería saber si me gustaba solo o con crema. Agradecí y lo pedí solo, pero cuando él me lo dio (¡el café, por favor!), el contacto de su mano con la mía casi me provoca un orgasmo, tan mentalizado tenía yo el asunto que no quería soltarlo. Las violentas sacudidas del avión al entrar en una zona de turbulencias nos alarmaron y dieron pie para que comenzáramos a conversar, ustedes saben, pláticas insulsas de avión, criticar al Gobierno, quejarse de la economía, criticar al Gobierno... Nada personal. Al llegar a nuestro destino, los perdí de vista en el despelote del desembarco. Mejor así, mi verga podría descansar en paz (al menos por 45 minutos, el tiempo que tardaría en llegar a mi casa). Me dirigí a los baños de caballeros para refrescarme. Así pues, me encontraba de lo más Tarzán, sin camisa (he visto cosas peores en los baños de los aeropuertos), cuando de pronto... (¿Qué comen que adivinan?) ¡Entró él! ¡El mismísimo "Dream Man", el hombre de mis sueños! Se me quedó mirando un segundo y me dijo: "¡Hola! ¡Cómo que hace calor! ¿No?" Acto seguido se dirigió a los urinarios y a mí me entraron unas ganas terribles de orinar (no sé por qué.... acababa de hacerlo...). No les miento si les digo que en aquel baño había al menos seis urinarios, pero a mí se me antojó mear... ¡Exacto! ¡En el urinario al lado del que escogió él! (al lado izquierdo, para más señas, pues el tipo era diestro y si se agarraba la verga con la derecha, yo no podría ver mucho de lo que me interesaba ubicándome de ese lado). No me conformé con bajarme el zipper, sin pensar lo que hacía me desabotoné los pantalones y ellos, por decisión propia, siguieron su camino hasta mis rodillas. Yo estaba tan azorado que me hice el loco y comencé a orinar como si nada. (¡Miento! Cuando estoy ansioso no puedo mear, pero no pienso ir al siquiatra por eso). "Dream Man" volteó y se me quedó mirando, asombrado, lo cual me dio pie para mirarlo yo a él descaradamente, o sea, la cara no se la vi en ese momento, pero... ¡Verga! ¡Qué verga! Los ojos se me pusieron como el dos de oros de la baraja, le otorgué el "10", Medalla de Oro, corona de laureles, baño de champaña y hubiese querido también darle unos besitos de felicitación. ¡Las maravillas que se pueden hacer con las proteínas! ¡Qué obra maestra! Afortunadamente el tipo tenía sentido del humor y me dijo: "¡Vaya, amigo, para usted si que resulta complicado orinar! ¿No?" Ese comentario me hizo dar cuenta de lo ridículo que me vería y rápidamente me subí los pantalones sin haber meado. Al mirarlo de nuevo a la cara, él esbozó la sonrisa más bella que yo haya visto en hombre alguno en mi puñetera vida y me preguntó a quemarropa, en tono confidencial: "A usted... ¿le gustan los hombres?" Me quedé de una pieza. ¿Qué coño podía responderle? Pues le respondí como los curas jesuitas, con otra pregunta: "¿Por qué lo pregunta?" Mientras sacudía tres veces aquel animal al que yo no dejaba de vigilar, "Dream Man" continuó: "Mi novia me dijo que en el área de espera usted no me quitaba la vista de encima" (¡Bruja acusona! ¡Y pensar que yo la encontré tan bonita!) "...y ahora, con esta variación sobre el tema de cómo bajarse la bragueta para mear y su forma de mirarme la verga... la impresión de mi novia (¡Y dale con la novia!) se confirma: ¡A usted le gustan los hombres!" (¡Ay si, Colón, descubriste América!). "Bueno, no tooodos los hombres..." le aclaré mientras iba a buscar mi camisa y lo observaba a través del reflejo en los espejos. "Verá... Supongo que a otros hombres les pasa, cuando ven a una mujer tan extraordinariamente bella como su novia, no pueden dejar de verla, aunque lo intenten, ha de ser una cuestión de hormonas, no sé. A mí también me ocurre, pero cuando veo a un hombre extraordinariamente apuesto, como usted, sin duda alguna, uno de los hombres más guapos que he visto en mi vida." "Dream Man" se sonrojó visiblemente y me respondió: "¡Gracias! ¡En verdad esperaba... más bien deseaba que me dijera algo así!". Al oír eso, a mí me dio un paro cardíaco, llamaron al 911, me llevaron al hospital y nunca más volví a ver al hombre de mis sueños... (¡Los engañée! ¡Lero lero...! Ahora si, vamos a enseriarnos). ¡Demasiado bueno para ser realidad! Sentí algo así como vértigo, la sangre se me bajó toda a las piernas y me faltaba el aire. "¿De verdad deseaba que yo le dijera algo así...? ¿Quiere decir que usted... eh... que TÚ también...?" "¡No!" me respondió "No me malinterpretes, por favor. Estoy consciente de mi atractivo, como tú lo estarás del tuyo, y a menudo recibo propuestas tanto de mujeres como de hombres. Tengo algún que otro buen amigo gay ... pero nunca he tenido ese tipo de experiencias, es más, nunca me han interesado..." Al ver mi fugaz ilusión desplomarse estrepitosamente, le pregunté, ya molesto: "Entonces... ¿Qué quieres de mí? ¿Estás buscando donantes de riñón? ¿Quieres venderme una enciclopedia o vas a invitarme a una reunión en tu iglesia para 'salvar' mi alma del vicio nefando?" El tipo se acercó a los lavabos y mientras se enjabonaba las manos, me explicó: "Tú nos simpatizaste a primera vista. Hasta por radio, desde la cara oculta de la luna, se te nota que eres... ¿cómo decirlo?... ¡Un buen muchacho! Pareces un profesor distraído. Laura, mi novia... ella... tiene curiosidad por participar en un "ménage a trois" ¿sabes lo que es eso? (yo asentí con las cabezas)...pero con dos hombres. Ya en ocasiones hemos estado con alguna chica, pero Laura es revanchista y dice que si yo he gozado tanto viéndola en los brazos de otras mujeres, ahora es su turno de verme a mí en los brazos de un hombre. Por una razón u otra hemos ido descartando a todos nuestros amigos y desde hace meses buscamos a alguien que nos agrade a los dos, pues preferimos que sea un desconocido. Al verte en el área de espera, instantáneamente coincidimos en que tú serías el indicado, digo, si estuvieses de acuerdo y si tuvieras tus... 'papeles' en regla. Por cierto..." me dijo tendiéndome la mano, "...mi nombre es Alonso". ¡Una propuesta indecente! ¡Claro que acepté! Chocamos las manos y me presenté yo también, sin apellido, como él. Quedamos en vernos los tres en media hora, en la galería donde se toman los taxis fuera del aeropuerto. Me acicalé lo mejor que pude, compré una rosa roja y salí a esperarlos... y nada, no estaban allí. Como a la hora llegaron con su equipaje. Laura lucía radiante: "¡Hola, Sergio! ¿Cómo estás?" y me estampó sendos besos en las mejillas, al estilo europeo, como si fuésemos amigos de toda la vida y como si no acabáramos de vernos en el avión. Al tenderle yo la rosa me dijo "¡Gracias! ¡Qué detalle! ¡Qué rosa tan linda!" (para ella casi todo era lindo). Le respondí que ya quisiera cualquier rosa ser tan linda como ella y me correspondió sentenciando que la galantería hace más apuestos a los hombres. El que no parecía muy contento de verme de nuevo era Alonso. Evidentemente había discutido con Laura y carecía del "charme" y el "glamour" de nuestra entrevista previa, pero aún así estaba como para comérselo. "¡Bueno, bueno, bueno, ya ustedes se conocen, dejen la guerra floral para el carnaval, no sean cursis! ¡Vámonos al hotel! Por última vez, Laura, ¿estás segura de esto?" Ella asintió enérgicamente, aspirando con coquetería el aroma de la rosa sin quitarme la vista de encima y sin dejar de sonreír como el gato que se comió al canario. Tomamos un taxi y en quince minutos estábamos ante un hotelucho cuya dirección tenía apuntada Alonso en una tarjetita. El lugar era sórdido y sucio como la mente de un político (valgan las redundancias). Si te descuidabas allí, las ratas te llevaban con todo y cama y las arañas te caminaban por encima. Las cortinas -por poner un ejemplo- eran unos acartonados guiñapos que mostraban manchas y lamparones ancestrales, evidencia inequívoca del uso alterno que innumerables amantes fugaces les habían encontrado durante eones. Un retrete y un lavabo dentro de la misma celda, perdón habitación, le daban un deprimente aire carcelario al cuartucho ese, que además olía a jaula de gorilas... Mi idea de una atmósfera romántica era (y sigue siendo) algo muy distinto. Yo hubiese preferido el Hilton y no siento empachos al decirlo. Si puedo elegir, opino como Susanita (la adorable pequeña reaccionaria amiga de Mafalda): "Porque la vida es linda para arriba y no para abajo. ¡Zanahoria!". Pero en fin, sobre gustos y colores... Laura se desvestía mientras me miraba fijamente con aquellos fabulosos ojos felinos, en tanto que Alonso se arrancaba la ropa cual si tuviese hormigas rojas encima, lanzando las prendas y rezongando. Yo estaba como quien deja de fumar, no sabía dónde poner las manos, así que me las metí en los bolsillos. Ya Laura estaba completamente desnuda... Bellísima, parecía la Venus de Boticelli, adaptada al gusto contemporáneo. Se acercó a mí, retiró los anteojos de mi cara y me dijo, con una voz y una entonación tan cálidas que hubiesen fundido un témpano en 10 segundos: "¡Tienes unos ojos lindos! Deberías usar otro tipo de lentes... Deja que te ayude...¿te quito la camisa?" Por primera vez en mi vida una mujer hacía que se me bajaran las medias de puro arrobamiento. "¡Vale! Pero no vayas a arrancarle los botones a mordiscos, eso será muy "sexy" pero... ¿sabes? no tengo muchas camisas, ni acciones en la Van-Heusen. Voltee a mirar a Alonso mientras Laura me desnudaba. ¡Dioses! ¡Clonen a ese tipo un millón de veces en vez de perder más tiempo con las ovejas! ¡Ahora le toca al lobo! ¡Guauuu! Había pelos bien visibles por todas partes, desde los dedos de sus pies hasta sus clavículas y hombros. Y si bien su cabello era casi plateado, el vello (¡más bien pelaje!) de su escultórico cuerpo de deidad guerrera era castaño oscuro como sus cejas. Su pálida piel denotaba que no era adorador del Sol, pero a mí igual me va el marfil que el bronce (y el ébano que el cobre) y en todo caso, era una palidez saludable, un rosa cremoso que destacaba todo aquel pelero aún más. La cara de gafo que debo haber puesto hizo que Laura soltara la carcajada y se sentara en el borde de la cama, presa de un ataque de risa, dejándome sólo los calcetines y diciéndome entrecortadamente: "¡Qué cara boba pusiste! ¡Qué lindo!". Pero Alonso no veía motivos para reír ni estaba cómodo. Parecía futbolista en la barrera de penalty, tapándose la verga con las manos, mas las miradas de Laura, quien ejercía un curioso dominio sin palabras sobre él, hacía que las retirara. Me quité un calcetín, y cuando iba a sacarme el otro, ella me dijo: "No, por favor, Sergio, déjate uno puesto ¡Lo encuentro excitante!" Bueno, todos tenemos nuestras manías. La novia de un amigo mío no podía llegar al orgasmo si él no se metía el pico de una botella de Pepsi Cola en el culo cuando la montaba... ¡Es cierto! ¡Es una de las pocas cosas ciertas que les he contado...! (Continuará)

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