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El Paquete de Hector

by Zorba


Siempre me han gustado los hombres y cuando hablo de hombres me refiero a un tipo bien macho, sin amaneramientos, alto y velludo. Es decir, alguien que transmita seguridad, que me haga sentir indefenso en su presencia. En término generales soy un tipo de estatura media, algo atlético sin llegar a ser delgado, blanco y velludo, de rostro agradable y con 28 años encima. Conocí a Hector en la oficina, era yo un recién llegado y no conocía a nadie, por poco tiempo, ya que siempre he sido bastante sociable, lo que me ayudó a entrar pronto en confianza con el resto de mis compañeros. Nadie pensaría de Hector (tampoco de mí) que somos gays. El siempre tan serio llamó mi atención desde el principio. Sus cabellos negros, la barba de dos días y la camisa azul añil que él cargaba en mi primer día en la empresa lograron cautivarme. De verdad que era glorioso ver como se asomaba el tupido vello de su pecho por la camisa entreabierta, sus jeans ajustados no disimulaban para nada un buen paquete que se complementaba con uno de los traseros más lindos que he visto. Hector no es delgado, es mas bien robusto, de espalda ancha y un vientre plano. Por encima de la camisa podía yo darme cuenta del buen grueso de sus brazos, sin llegar a ser excesivamente musculosos. Traté de ser discreto durante la primera semana, pero era inevitable que yo, sentado en el escritorio vecino al suyo pudiera disimular demasiado. Sospechar que se levantaría de la silla era para mi un sobresalto, me desconcentraba de mis labores tratando de mirar sin ser descubierto. Creo que nunca había visto yo un bulto tan bien formado dentro de unos jeans, Claramente puede cualquiera diferenciar lo que son las bolas y lo que es la verga de Hector cuando anda vestido así. Las bolas, abajo y la verga siempre del lado izquierdo. Un día trabajaba yo sentado en mi escritorio tan concentrado que no me fijé que Hector se había levantado de su silla, cuando me di cuenta era por que estaba parado frente a mí, amenazándome, prácticamente con su descomunal paquete. Perdí la concentración y la discreción, mis ojos estaban mirando justo allí y a decir verdad no tenían ningunas ganas de desaprovechar la ocasión. Me preguntó por algo de la oficina y como pude le respondí, durante nuestra breve conversación mantuvo una sonrisita pícara que me decía que era mi momento de actuar. No fue sino hasta el día siguiente en que me decidí a ponerle manos a la obra de conquistarlo. Traté de conversar con él de todo, supe que es divorciado, tiene 2 niños y tiene 42 años muy bien escondidos. Al salir de la oficina, finalizando la tarde, salimos juntos a tomar el bus. Había tanta gente que el viaje lo hicimos de pié, uno al lado del otro, pero al irse llenando más el bus el se fue acercando más, al punto de que estaba detrás de mí, en cada frenazo podía notar como se apretaba más a mí, sentía yo su verga apretada a mis nalgas, por su puesto yo me acomodé mejor para poder sentirla en medio de mi raja que lo deseaba tanto. En un frenazo brusco casi me caigo, él soltó una de las manos del tubo del que iba agarrado y la apoyó de mi cintura para que yo no me cayera, eso me excitó tanto que ya sentía que cualquier brisa en mi verga me haría acabar. Hector aprovechó a ocasión para acercarme más a él, y a pesar de que ya no había riesgo de caerme él me seguía abrazando, movió su mano hasta mi ombligo de tal manera que me tenía a su merced. Me apretaba fuertemente, respiraba en mi cuello y restregaba su verga en mi culo, de un lado a otro y de arriba abajo. No sé si alguien nos observaba, pero ni me importó en ese momento y ni me importa ahora. Yo disfrutaba demasiado ese momento. Sin querer zafarme, rápidamente me di la vuelta, quedando frente a frente. El se alejó un poco hacia la derecha, quedando a mi lado, yo solté una de mis manos del tubo del bus, Hector la tomó y la llevó directo a sus bolas, me movió la mano con fuerte presión de arriba abajo enseñándome lo que quería que yo hiciera, y lo complací, después de acariciarlas largo rato subí hasta el tenso tronco que luchaba por salir del ajustado pantalón. Se veía hermoso allí dentro. Lo acaricié tanto que hice que se viniera, como pudo disimuló su orgasmo pero ya la enorme mancha de semen se notaba en el pantalón. Acaricié la mancha y me llevé los dedos a la boca, el sabor acre de su esperma me sabia sensacional, ahora deseaba más que nunca que me penetrara. Un minuto después al llegar a su parada me tomó de la muñeca y me dijo “vamos”, yo obedecí y caminé tras de él en silencio. Llegamos a un espacioso apartamento sin muebles, aún en silencio se quitó la camisa, los zapatos y los calcetines lentamente, mirándome a los ojos, se acercó a mí, me quitó la mía y me besó en la boca, su lengua y la mía jugaban maravillosamente en la humedad, mordí suavemente sus carnosos labios y él hizo lo mismo con los míos, Tomó mi mano, obligándome a bajar, hasta quedar arrodillado en el piso, con su pantalón aún húmedo en mi cara, la cual trajo hacia sí, para hacerme limpiar con la lengua el desastre de semen que a leguas se podía notar, lo hice con gusto, solté su cinturón, desabotoné el pantalón y bajé la bragueta, dejándole solo en unas tangas blancas que sostenían un enorme verga aún dormida por el cansancio de lo anterior. Lamí sus bolas sin sacarlas aún de la ropa interior mientras que acariciaba su hermoso pecho velludo. Lentamente bajé las tangas descubriendo ante mí el monstruo dormido, no dilaté más y sin tocarlo con las manos lo tomé entre mis labios, descubriendo con lentitud una cabeza bastante proporcional al resto del miembro, ¡cielos que grandioso!, En mis labios y en la lengua lo sentía latir, lo sentía crecer, sentía el sabor del semen aún fresco y en mi nariz el olor del sexo masculino cuando ha sudado durante todo un día. Empezó a mover su cintura a un ritmo que me gustaba mucho, tanto como a él, así estuvimos largo rato, hasta que me levanté a besar su pecho y morder sus tetillas, me besó nuevamente mientras se ocupaba de quitar el resto de mi ropa. Apretó mis nalgas e intentaba meter uno de sus gruesos dedos en mi culo. Yo gemía de placer, lo deseaba en ese momento más que nunca, me hizo darme la vuelta para mamar mi culo, lo ensalivó muy bien, se acostó en el suelo invitándome a sentarme encima de él, lo hice, y fui dejando que la preciosa verga entrara poco a poco, pulgada a pulgada, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez; diez pulgadas enteras dentro de mí, yo sudaba como un animal, el dolor y el placer se equiparaban descontrolando mis sentidos. Él estaba dentro de mí gozando mi culo, diciéndome cosas sucias, hablando de lo caliente y apretado del huequito que se estaba gozando. Yo tiraba con delicadeza de los pelos de su pecho y él controlaba mis movimientos con sus dedos bien clavados en mis nalgas. Lo hice acabar dentro de mí luego de largo rato, como notó que yo estaba próximo al orgasmo me acostó en el piso y empezó a mamarme, hasta que me vine en su boca. Con mi semen en su lengua vino a besarme, lo compartimos en el más tierno beso. Aún trabajo con Hector, somos buenos amigos, casi todas las tardes viajamos en bus, nos calentamos y terminamos en su apartamento aún sin amoblar haciendo el amor. No puedo decir que somos pareja porque jamas lo hemos discutido, simplemente somos muy buenos amigos. Puedes enviarme tus historias más intimas, que yo te enviaré las mías. docv@cantv.net

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El Paquete de Hector

Siempre me han gustado los hombres y cuando hablo de hombres me refiero a un tipo bien macho, sin amaneramientos, alto y velludo. Es decir, alguien que transmita seguridad, que me haga sentir indefenso en su presencia. En término generales soy un tipo de estatura media, algo atlético sin llegar a ser delgado, blanco y velludo, de rostro agradable y con 28 años encima.

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