Gay Erotic Stories

MenOnTheNet.com

Encuentro a Ciegas

by Jotauve


Nos conocíamos desde tiempo atrás por el Internet, y nos habíamos comunicado con cierta frecuencia, pero nunca nos habíamos visto; por eso iba con cierta expectativa e inquietud a su encuentro. Cómo será, en realidad, me preguntaba, nos entenderemos bien, funcionaremos bien en la cama, nos sentiremos a gusto mutuamente… eran algunas de las preguntas que me formulaba sin poder dar una respuesta satisfactoria. Me esperaba en el hall del hotel y nos reconocimos inmediatamente. Me impresionó su presencia. Alto, fuerte, agradable de cara, y en un segundo me asaltaron de nuevo mis temores. El saludo fue protocolario por el lugar en que nos encontrábamos, pero cordial. Inmediatamente hubo una corriente de simpatía mutua. Tomando una cerveza en el bar del hotel, pronto nos distendimos los dos. La mirada a los ojos y una sonrisa sirvieron para darnos mutuamente la aprobación y expresar tácitamente nuestro deseo de conocernos más allá de las entretelas y nuestra disposición de pasar juntos un buen rato. Nuestras rodillas se tocaron y comenzamos un suave frotamiento de nuestros muslos por debajo de la mesa. “Está bien”, dijo, “vamos ya arriba”. Cuando nos quedamos solos en el ascensor, me atrajo a su cuerpo y me dio un cálido y corto beso en la boca. “Estoy encantado de conocerte”, le dije; “yo también; vamos a pasarlo muy bien”. Nada más cerrar la puerta de la habitación me abrazó. Me sentí completamente dominado por él; estaba perdido aprisionado por aquel corpachón que me envolvía del todo. Pasó su lengua por mis labios humedeciéndolos. Agarró con fuerza mi cabeza para inmovilizarla y meter la lengua en mi boca. Fue una exploración en toda regla, lenta, jugosa, hasta que no pude más y mi lengua fue al encuentro de la suya para iniciar un juego sabroso de roce de las lenguas, de chupeteo de nuestros labios, de traspaso de nuestras salivas. Yo emitía pequeños gritos de placer, mientras le apretaba sus nalgas, y sentíamos crecer nuestros paquetes entre nuestros vientres. Empezó a desabrocharme la camisa y a pasar su mano por mi pecho. Aquella caricia tan suave me tenía hipnotizado. Sus dedos se escurrieron por debajo del pantalón y alcanzaron mi culo. Me besó el cuello lentamente. Su lengua pasaba de una parte a otra de mi cara, lamía mi nuez y subía a la barbilla. Oggg qué maravilla. Al poco fui consciente de que mis pantalones y mis calzoncillos estaban caídos hasta las rodillas, y mi polla completamente alzada rozaba sus pantalones. Su lengua pasaba incansable por mis mejillas, por mis ojos, chupaba los lóbulos de mis orejas, se metía en mi boca. Joder, vaya principio… Al fin se separó de mí. Mi excitación continuaba al verme desnudo frente a él, que seguía vestido, mirándome y sonriéndome, como tomando un respiro. Entonces tomé yo la iniciativa. Me acerqué a él y lo comencé a desnudar. Su pecho era inmenso, cubierto con una fina lámina de vello castaño, con los pectorales bien pronunciados. Sin dejar de sobar sus pezones, me arrodillé delante de él. Apreté mis mejillas contra su rabo, cubierto todavía por el pantalón, lo masajeé así. Notaba cómo la polla se le iba endureciendo y aumentando de tamaño y oía sus gruñidos de aprobación. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al desnudarlo completamente descubrí que estaba totalmente rasurado. “Qué impresionante, tío, qué maravilla”, le dije. “Espera”, me contestó. Se dio media vuelta, se abrió de piernas y dejó su culo, colgándole los cojones y la polla, ante mi cara . Uauuu! Estaba también afeitado!!! Siempre he soñado con esto y nunca había tenido la oportunidad Metí mi cara entre sus nalgas, que apretaba codiciosamente con las manos. Lamí bien toda la superficie del culo. Era de una suavidad exquisita. Mi lengua se enseñoreaba de toda aquella zona y al fin salió disparada buscando su agujero: pequeños picotazos para empezar, suaves pasadas a su alrededor y en círculo, y, por fin, presioné para que entrara por él la punta. Tenía agarradas sus bolas y jugaba con ellas. Pasé mi lengua del ano a los huevos: era de lo más exquisito que había probado, eran grandes, muy redondos, suaves. Estaban para comérselos, y metí primero uno en la boca; luego el otro, finalmente los dos. Casi no me cabían, pero no podía despreciar aquel bocado. Dentro de la boca, la lengua los iba lamiendo con cuidado y placer. Ufff, tío, me estás poniendo a cien; qué buen mamón eres, me decía. Me hizo reír, y eso me animó a buscarle más placer. Cogí su polla y empecé a masturbarle arriba y abajo. Notaba cómo iba creciendo y sus huevos se ponían más rígidos dentro de mi boca. Mi mano subía y bajaba por su rabo lentamente, como se ordeña a una vaca y queriendo hacerle experimentar todo el gusto del masaje. Solté sus huevos; estaban húmedos, turgentes; les pasé la lengua y me dediqué a toda la zona perineal y a lamer su culo. La excitación de los dos se iba haciendo evidente: yo me dedicaba a su polla y a su culo con más pasión, mis movimientos eran más rápidos y más incontrolados. Nos hubiéramos corrido si él no me hubiera cortado casi en seco: para, cabrón, que no nos hemos de correr todavía. Efectivamente me detuve y noté lo cansado que estaba, pero también lo ansioso que estaba de más. Se giró y me dio un fantástico beso, quizá como premio, quizá para relajar la tensión. Ven, vamos a la cama, me dijo, que aún nos queda mucho que hacer. Siempre me ha gustado el desnudo e ir desnudo cuando he tenido oportunidad. La polla se me había puesto dura al estar así, sin nada que tapara nuestros cuerpos, los dos desinhibidos, y disfrutando de nuestra vista. Parece que lo intuyó porque me propuso beber algo antes de seguir en la cama. Nos sentamos en las butacas, uno frente al otro. Un cigarrillo me alivió la tensión. Extendió una pierna y alcanzó mi verga con su pie. Lo dejó sobre ella, presionándola, masajeándola suavemente. Ufff, estaba en la gloria. Acaricié su pie, su pierna para expresarle mi gusto y mi gratitud. Cuando acabamos la bebida y el cigarro, le propuse: “oye, por qué no me afeitas los huevos y el culo? Sé que así te gusta más y a mí me da mucho morbo…”. “Eres un cochino vicioso”, me respondió, “pero es verdad que me gusta más. Ven”. Me tumbó sobre la cama y fue a buscar el jabón y la maquinilla. Me estremecí al sentir el contacto con el agua y el jabón sobre mi piel. Extendió bien la crema por todas mis partes que quería afeitar. Me mordí el labio de gusto. Poco a poco fue desapareciendo el jabón y con él todos mis pelos desde el ombligo. Me tenía que acostumbrar a verme así, pero me preocupaba la irritación de mi piel y no disfrutar del sexo en ese momento. El agua fría y una crema resolvieron la situación. “Estás más atractivo así, cabrón, te voy a comer entero”, me dijo. Quedó un momento pensativo y continuó: “Espera, te voy a hacer un regalo”. De un mueble sacó una pequeña correa de cuero que pasó por debajo de mis testículos: “quiero que resalten bien tus poderes…” decía mientras me la colocaba. La presión aumentó el tamaño de los huevos y de mi nabo y me excitó muchísimo. Montó sobre mí. Sentía todo el peso de tu cuerpo aprisionándome, y el calor y la excitación de su verga junto a la mía. Inmovilizó mis brazos tras mi cabeza, y comenzó a besarme. No me podía revolver; sus piernas junto a mis costados, todo mi cuerpo estaba bajo el suyo, sólo podía mover los pies, y en su movimiento expresaba –o daba salida- a la excitación que sentía al pasar su lengua por mi cuello, al penetrar en mis orejas y sentir su aliento, y al lamer mis mejillas o mi nariz. “Agggg, bésame en la boca, dame tu lengua, necesito algo para mamar, ufffff, por favor…..”. Mi boca estaba ansiosa y preparada para recibirle. Su lengua, puntiaguda, húmeda, entró como un ciclón en mi boca; se la apreté con mis labios para chupar con placer aquella sabrosa carne y permitir que mi lengua jugara con la suya. Cuando se liberó de esa prisión, me mordió los labios, se los metió en la boca y los fregó bien con su lengua. Qué maravillas se puede hacer con la boca! Yo deseaba descansar un poco antes del siguiente envite, pero estabamos los dos demasiado excitados para parar. Y ciertamente no paró. Soltó mis brazos y se escurrió hacia abajo de mi cuerpo. Agarró mis pectorales, y los apretó para formar unas buenas tetas. Mordió mis tetillas sin llegar a herirme, pero yo notaba que su lengua rondaba por mis pezones. Hubiera deseado en este momento tener unas preciosas tetas que ofrecer a su boca. Me gustaba ese sentirme al borde del dolor y con el placer de una buena mamada. Su lengua se movió juguetona en mi ombligo por un rato, y los lametazos en los laterales del vientre me hicieron escapar un gemido, espasmos, contracciones que no podía controlar. Me había dado en un punto débil. Pero yo estaba deseando que bajara más abajo. Bajó, sí, pero dejó mi polla como novia compuesta y sin novio. Estaba rabiando porque se la comiera toda, y quise forzarle guiando su cabeza con mis manos, pero me las sujetó fuertemente con sus puños de hierro y las mantuvo en mis costados. Metió su cabeza entre mis muslos y comenzó a lamerlos y a morderlos. Su cara rozaba mis huevos, pero él seguía entretenido en los pliegues de mis genitales y en mis muslos. Por fin me lamió los cojones. Nunca había sentido tanta suavidad y tanta excitación ahí. Un efecto del afeitado, sin duda, y de su maestría en mamar. Su lengua se deslizó hasta la base del pene y siguió recorriéndolo hasta la punta. Y sin más preámbulos se la engulló entera. Aggg, uffff, sólo podía emitir suspiros de placer. Me abandoné completamente. Mi polla estaba bien guardada y atendida. Él la saboreaba moviendo en torno a ella la lengua. Qué rico estaba siendo aquello. Se incorporó un poco y con los labios bien apretados empezó un mete saca lento y agradable. La presión de sus labios y de su lengua hizo que mi verga se hinchara más y más. Estaba para explotar y paró. Echó mis piernas hacia adelante y me lamió el culo. Estabamos de nuevo exhaustos. Te ha gustado?, me preguntó. Le sonreí y acerqué mi boca a la suya para besarle y expresarle así mi satisfacción y mi agradecimiento. Un gesto vale más que mil palabras. Aún así, le dije, ha sido maravilloso. Quedamos un rato tumbados uno junto al otro, acariciándonos el cuerpo y dándonos superficiales besos. Nos habíamos relajado ya suficientemente, pero los dos esperábamos y deseábamos más. Me puse sobre él para mamarle la polla, y dejé la mía ante su cara. Nuestras erecciones, a pesar de la distensión, no habían desaparecido, aunque sí había descendido el volumen de las pollas. Metí la suya en mi boca, y fui sintiendo como poco a poco iba adquiriendo mayor dureza e iba penetrando más y más hacia lo más profundo de mi garganta. Mi lengua iba lamiendo aquel tronco inmenso y ayudándole a crecer. Me sentí en la gloria, pero más aún cuando comprobé que se había metido él mi rabo en la boca. Me alcé un poco para que pudiera mamarme más cómodamente. Era un 69 espléndido. Acompasamos nuestros ritmos en el mete y saca recíproco en que nos habíamos embarcado. Nos apretábamos las bolas, nuestros labios subían y bajaban a lo largo de nuestros penes Ogggg, qué bueno….. Separé sus piernas y las eché para atrás: tenía el campo libre para pasar de la polla a los huevos y llegar al ano. No dejé un centímetro sin chupar. Me encantaba el sabor de aquel cuerpo sudoroso y cada vez más húmedo por mi saliva, el olor de su virilidad, el tacto de una piel tan suave. Me encantaba sentir la fuerza de su polla en mi cara y frotarla contra mis mejillas, tratar de penetrar por su ano con la punta de mi lengua. Me encantaba la mamada que me estaba ofreciendo en un modo que nunca había probado: forzaba mi polla a que saliera por detrás del culo. De pronto me sobresalté: “tranquilo, voy a prepararte el culo para follarte”, me dijo. Sin dejar de chupar la polla, me metió un dedo por el ano. Me molestaba un poco pero quería satisfacerle en todo. Notaba cómo su dedo iba penetrando poco a poco en mi interior y moviéndose en pequeños círculos. Tenía el esfínter demasiado cerrado y tenso. Iba escupiendo saliva para engrasar bien y facilitar la penetración. “Bájate”, me ordenó; “túmbate boca abajo”. Se echó él encima de mí. Se puso a recorrer mi cuello, mi espalda, mis brazos, con su lengua, la metió en las axilas (joder… qué gusto), siguió hacia abajo hasta los glúteos. Los masajeó bien, los abrió y dejó mi ano completamente expuesto para lo que quisiera. Lo trabajó con su lengua bien mojada, comenzó una nueva perforación con su dedo y me dijo: “me gusta ver cómo te vas relajando y dejas que te meta cada vez con más facilidad mis dedos”. Ya no era uno, sino dos los dedos que tenía en mis entrañas. Ya no me sobresaltaba por el dolor; sólo deseaba que me empalmara con su cola. “Fóllame ya, por favor, fóllame”, le comencé a pedir. Al ir a ponerse el condón, le pedí que no lo hiciera: no estabamos contaminados de SIDA y yo deseaba sentir el roce de su piel en mi interior y quería que su leche regara todos mis conductos. Al fin consintió por la seguridad de estar limpios. A pesar de toda la preparación y de la buena lubricación, no fue fácil penetrarme. Me levanté un poco, me puse un cojín bajo mi vientre para estar más cómodo y lo intentó de nuevo. Ahhhhh! Me metió el capullo y paró para que me acostumbrara, pero yo estaba impaciente de tenerle a él dentro de mí. “Jódeme, jódeme, rómpeme el culo, mete hasta los huevos… quiero todo….” Forzó la penetración y poco a poco su carne se iba metiendo en la mía. Noté sus cojones presionando mi culo: la tenía toda dentro ya. Uauuuuu estaba excitadísimo, totalmente salido de mis casillas, y perdí todo mi control cuando empezó a moverse. Atraía mi cuerpo hacia él agarrando mis caderas: eso es eso es más, más. Me alcé, y mi espalda tocó su pecho, me abrazó sin que su polla dejara de bailar dentro de mí. Pellizcó mis pezones, me mordía el cuello. Jodíamos como locos. Me tienes como una zorra en celo, cabrón, cabrónnnnn, le dije suspirando; eres un puto de mierda y te voy a convertir en mi putón particular, me contestó sofocado; oh, sí, sí, fóllame siempre, todos los días, no salgas de mí. Me echó hacia delante y caí en la cama, me levantó una pierna y me dio completamente la vuelta. Quedé empalmado con él boca arriba con las piernas completamente abiertas; las flexioné para pasarlas por sus caderas y atraerlo más a mí. Siguió moviéndose rítmicamente. Mi polla liberada de toda presión estaba completamente enhiesta. Quise masturbarme pero no me dejó: no te toques, ya le llegará su hora. Yo estaba ya al borde de mis posibilidades; y él también. Aflojó un poco para retardar nuestra corrida. Me separó una pierna de su costado, la alzó más, la pasó por encima de él, y sin salirse de mí, quedó tumbado a mi lado. Precioso, me estás poniendo en el séptimo cielo, me comentó. Estoy feliz de estar fundidos en uno solo; te quiero. Nos besamos en la boca y eso nos volvió a animar a la acción. Lo tenía a mi lado, sobándome el pecho, y dentro de mí, estábamos completamente borrachos el uno del otro. Siguió con el mete-saca, cada vez más intenso y violento. Se irguió y se puso de nuevo frente a mí. Sus embestidas eran tremendas. Nos estaba llegando el orgasmo a los dos. Soplaba como un oso y empujaba cada vez con más fuerza. Agggggg, agggggg, grité, me había tocado no sé dónde que puse los ojos en blanco, perdí la noción de todo; aquello ya no era un placer; estaba en éxtasis. Ugggggg, ugggg, gritó él. Noté mis entrañas completamente mojadas: se estaba corriendo dentro de mí, me estaba dejando dentro su leche.. De mi polla brotó también mi jugo. Soltábamos todo lo que teníamos dentro. Era incontenible, inconmensurable lo que expulsaban nuestros penes. Nos veíamos gozar, sentíamos nuestros espasmos. Cuando nos quedamos vacíos y agotados, se tumbó encima de mí sin salirse de mi culo; le puse encima mis piernas y lo apreté contra mí, aunque me semen actuaba de pegamento entre los dos. Nos reímos cuando se lo comenté, pero no nos movimos. Sacó después su polla de mi culo: estaba chorreando el jugo que me había metido dentro, que seguía fluyendo al exterior. Me quedé medio vacío y necesitaba imperiosamente llenarme de algo. Fui a buscar su pene: estaba fláccido, pero seguía manteniendo un buen tamaño, y me lo metí en la boca. El sabor era distinto: estaba enriquecido con su leche, y me resultaba delicioso. Le dejé completamente limpio y reluciente, tanto la polla como sus huevos. Eres un estupendo maricón, me dijo; me gusta ser tu puto; eres un gran macho follador, le contesté. Me estás poniendo otra vez caliente, mamón. Vamos a la ducha Después de una ducha, y de un buen masaje mutuo nos fuimos a la cama. Estábamos los dos satisfechos, relajados, contentos, agradecidos. Había que reposar y prepararnos para los dos días que nos quedaban de estar juntos y de practicar el sexo. Y no pensábamos desaprovecharlos. Yo tenía morbosas ideas para no aburrirnos, quería con él todo tipo de experiencias y de placeres Jotauve@hotmail.com Due to international translation technology this story may contain spelling or grammatical errors. To the best of our knowledge it meets our guidelines. If there are any concerns please e-mail us at: CustomerService@MenontheNet

###

5 Gay Erotic Stories from Jotauve

Deliciosas Vacaciones

El encuentro fue por internet. Coincidimos en una chat varias veces y charlamos de temas muy variados, y la química funcionó entre los dos. El morbo de conocernos y el deseo de follarnos fue importante para tomar la decisión de hacer una escala en su ciudad, en un viaje que tenía planeado a otro lugar. Me puse en sus manos para que me arreglara el hospedaje y confió en mí al

Encuentro a Ciegas

Nos conocíamos desde tiempo atrás por el Internet, y nos habíamos comunicado con cierta frecuencia, pero nunca nos habíamos visto; por eso iba con cierta expectativa e inquietud a su encuentro. Cómo será, en realidad, me preguntaba, nos entenderemos bien, funcionaremos bien en la cama, nos sentiremos a gusto mutuamente… eran algunas de las preguntas que me formulaba sin poder dar una

Mi Primera Orgía, Parte 1

Mi Primera Orgía He disfrutado tanto y me han calentado tanto las historias que he leído en Menonthenet, que por corresponder a quienes han escrito y para animaros a los demás, no me resisto a contaros alguna mía, de las que me han sucedido en la realidad. Son historias de una persona normal en todos los sentidos. No soy un veinteañero que provoca el deseo de carne

Mi Primera Orgía, Parte 2

Mi Primera Orgía, Parte II No habían pasado dos meses desde mi encuentro con Alberto y Arturo, que tuve que ir a su ciudad. Les llamé por teléfono para encontrarnos. No me respondió ninguno de los dos, sino Héctor, antiguo novio de Arturo, que vivía en su casa, y actualmente estaba liado con Carlos, un compañero de trabajo y amigo de Arturo. Héctor tenía ya

Mi Querido Masajista

SEXO TIERNO Llevaba ya una temporada, que se me antojaba larga, sin gozar del placer del sexo, al menos sin tener una buena polla en la boca. Y aquel fin de semana se me hacía largo, demasiado largo, en una ciudad extraña y sin conocidos. En un arranque de rabia me fui a una sauna. Esperaba encontrar allí entretenimiento, satisfacer mi apetito y calmar mi soledad. En

###

Web-02: vampire_2.0.3.07
_stories_story