Gay Erotic Stories

MenOnTheNet.com

Enculado Uno, Envergado el Otro

by DAVE


No acababa yo de salir de la perplejidad. Estaba tirado en un cama vieja, adolorido de todo el cuerpo por la madriza recibida, con la cara hinchada y la boca partida, atado de manos y de pies. Me sentía, además, mojado, muy mojado. Del miedo o qué se yo, me había orinado encima de mi mismo... Y, aunque no me guste admitirlo, me había cagado también, de tal suerte que apestaba de modo insoportable. Había muy poca luz. El canto muy lejano de un gallo podía indicar que era muy de mañana, pero ya sé que los gallos pueden cantar a cualquier hora. Me habían secuestrado unos tipos. Posiblemente estaban pidiendo a mi familia un pago elevado por el rescate. Una voz me hizo sobresaltar. - Ya abriste los ojos, cabrón... Pude ver una enorme silueta a mi lado tapando la ventanita por donde se colaba un rayo de luz. - ¡Cómo apestas! -exclamó el tipo. De mal modo me desató los pies. Estaba yo en calcetines. Alguno de los secuestradores se birló mis zapatos de seguro, porque eran fínisimos. - Levántate, cabrón, ya no aguanto tu apeste... Pero yo no podía moverme tan fácilmente. Estaba atado con las manos atrás y de plano muy adolorido. El tipo al ver que no obedecía me tomó con una de sus manazas de los cabellos y me levantó de la cama, poniéndome de pie. El terrible jalón de cabellos me hizo soltar las lágrimas contenidas en mis ojos. - Camínale, buey... -me empujó a un cuartucho. Era el tipo aquel un hombretón moreno, alto y robusto, con tipo de obrero de la construcción, o sea de albañil. Sus modales no indicaban otra cosa además. Incluso cuando me tomó del brazo para colocarme en medio del cuarto, bajo una enorme regadera, sus manos asperas y velludas parecían lijas al rozarme. Abrió entonces la llave del agua y se alejó unos pasos. Había yo recibido una lluvia de madrazos al momento del secuestro que me hicieron perder el sentido. Todavía me dolía la cara y las costillas y cerca del coxis donde un culero me pateó caído. Así que el agua fría, que normalmente me disgustaba cuando me daba un baño, no me hizo saltar ni estremecerme. Tan jodido me sentía que estaba resignado a recibir otra paliza. - Limpiate bien, pendejo... -decía el tipo mientras tanto. El mismo se rió de sus palabras, pues era obvio que no podía yo limpiarme con las manos atadas. La ropa mojada, sin embargo, se había aflojado y el agua comenzaba a limpiar la suciedad. - Muévete para que te entre el agua bien... -insistía el tipo. Me jaló para voltearme hacia él y al ver mi cara hinchada y los ojos entrecerrados, exclamó: - ¡Te tundieron con ganas esos valedores! A ver... Vamos a aflojarte la ropa... El pantalón mojado cayó a mis pies apenas zafó el botón principal (el cinturón también me lo habían robado), lo que hizo reir al tipo. - Eso es, zafate los puercos pantalones... Acabé por sacar los pies de la ropa mojada y quedé solo en un boxer blanco transparente por lo mojado, luciendo al aire mis piernas recias de muchacho. El tipo entonces se me quedó viendo con los ojos muy abiertos. Movió la boca como si quisiera decir algo, pero en realidad estaba pasando saliva, como mi perro cuando sabe que le voy a dar de comer. No supe como interpretar eso, pero enseguida el tipo me sacó de abajo de la regadera y con una voz muy diferente, como que se le quebraba en la garganta, dijo: - De una vez te bañas bien, ¿he? Con su mano rasposa me tocó el pecho, donde resaltaban mis tetillas pegadas a la camisa mojada. Quiso tocarme el pezón y lo pellizcó torpemente. Luego me desbotonó la camisa, descubriendo mi pecho. Nuevamente sus labios se despegaron llenos de baba y sus ojos se clavaron en la blancura de mi pecho y en lo prieto de mis pezones. Como no podía quitarme la camisa sin desatarme de las manos, la rompió de las mangas para que pudiera sacármela. Quedé desnudo, cubierto solo con una pequeña truza y unos calcetines flojos que ya casi se me salían solos. Mi cuerpo joven era recio y bien constituido. Tenía una alfombra de vello casi imperceptible en el pecho y otra también como de terciopelo bajo el ombligo, mis piernas se pintaban levemente, los mismo que mis brazos, por un vello apenas oscurecido, razgos de virilidad que contrastaban con la tersura y blancura de mi piel y con la cara de niño golpeado. No me cabía duda: al tipo aquel se le hacía agua la boca al ver mi cuerpo desnudo. Por unos segundos se quedó boquiabierto, babeando de plano, mirandome fíjamente. Luego reaccionó y exclamó como si dijera un chiste: - ¡Ah, faltan los cal...cetines! Y del modo más natural se agachó a bajarme la truza. Al sacarla de mis piernas aprovechó para acabar de quitarme los calcetines. Tiró la ropa mojada a un lado. Abrió mucho más los ojos cuando quedaron mis nalgas y mi sexo al desnudo y de plano se llevó el dorso de la mano a la boca para limpiarse la baba. Buscó en la jabonera jabón y estropajo, los empapó de agua, hizo jabonadura, cerró la llave de la regadera y el tipo comenzó a enjabonarme. Sin poder disimular las ganas que me traía, empezó por la espalda, frotándola rápidamente y luego pasó el estropajo a mis nalgas. Por un rato las estuvo tallando con la mano desnuda, sobándolas, buscando como sin querer el agujero del ano. - Era lo que faltaba -pensé con miedo de ser violado. El tipo respiraba de modo entrecortado, excitado, mientras yo temblaba horrorizado. Me inquieté más cuando pasó a enjabonarme los muslos, frotándolos con rudeza. De golpe, encontrándose atrás de mí, metió su mano por entre mis piernas, tallándome desde las rodillas hacia arriba hasta alcanzar mi sexo marchito, pegando su hombro a la raja de mis nalgas. Ya no me cabía duda, el hombre aquel se iba a aprovechar de mi situación para acabar de una vez con mi hombría. Me hizo girar hacia él, quedando frente a frente. Me enjabonó el pecho, las áxilas, el abdomen y volvió a pasar el estropajo en mi sexo. Abrió de nueva cuenta el agua de la regadera. El hombretón afuera del chorro de agua se salpicaba de vez en cuando, lo que pensé iba a ser el pretexto que buscaba para quitarse la ropa. Pero no lo hizo, sino que bruscamente me comenzó a enjabonar la cabeza y la cara y entonces, mientras dejaba que el agua me quitara el jabón, susurró: - Creo que se les pasó la mano... -se refería al aspecto de mi cara. Me acordé que antes no había visto al hombre este. Él no estaba entre quienes me secuestraron y golpearon. Me alegré, porque de haber estado con ellos un solo golpe suyo me hubiera terminado por partir la madre del todo, si es que les faltó algo a los otros. Por fin cerró la llave y yo quedé escurriendo en medio del cuarto. - Tendrás que secarte a brincos -se rió-. No dejaron una pinche toalla... Sin embargo, cuando salimos a la otra pieza, el tipo me envolvió con una sábana y comenzó con ella a secarme el cuerpo. A pesar de la brusquedad natural en él, era evidente que lo hacía con cuidado, tratando de no lastimarme, o mejor dicho tratando de acariciarme. Había mucha sensualidad animal en cada uno de sus gestos. Bajo cualquier pretexto me tocaba, me ponía sus manos rasposas encima, descaradamente se aprovechaba de mi indefensión, mientras que le salía una voz suave, como el ronroneo de un león: - Te pegaron en las costillas... Mira aquí se nota. A ver, volteate. Mira, tienes un morado en el hueso arribita de las nalgas, eso no se vale... No tenían por qué patearte así... El tipo estaba excitado con mi presencia, con mis desnudez, con mi desamparo. Mientras examinaba los golpes que se me habían marcado en el cuerpo, los tocaba con la punta de sus dedos y se quedaba un rato acariciando mi piel. Yo trataba de no verlo, de ignorarlo, pero sentía su excitación en la mirada, en la forma en que me secaba, en su respiración, en su modo de hablar, y, cuando me dí cuenta, en su endurecida entrepierna. Una vez se sobó descaradamente los testículos sobre el pantalón, como exhibiendo su enorme bulto genital para provocarme; pero yo trataba de ignorarlo y ponía la mirada ausente. En una de esas volvió a interesarse por mis tetillas. Me pellizcó una y luego la otra, sonriéndome. De pronto dijo: - Te voy a traer algo de árnica... La prepara mi abuela. Es buena para los golpes estos que se ven y para los que no se notan... El tipo salió. Me imaginé que iba a conseguir su paquetito de condones, pero al poco rato regresó con una bebida de árnica como lo prometió y hasta con un ungüento de lo mismo que me puso cuidadosamente en la cara, mientras seguía hablando: - Tienes ojos verdes, muchacho... Debes ser muy guapo... Lástima que te hayan dejado todo hinchado... Ahora era más descarado. Estaba cerquita de mí, echandome encima su respiración agitada, acariciandome a ratos un brazo, un hombro, un muslo, el pecho, la espalda. - ¿Fumas? -me extrañó su pregunta- Este es un tabaco fuerte, es bueno para medio emborracharse y no sentir el dolor... - Está bien, así -rechacé el cigarro-. Ya no me duele mucho, nomás cuando estoy en mala posición... - No -me obligó a ponerme el cigarro en la boca-. Chúpale bien. No es por eso, es que, ¿sabes qué, muchacho? Pues que te voy a cojer... - Nomás me faltaba eso... -pensé al tiempo que chupaba el horrible tabaco. - El patrón me dio permiso... Mátalo, Filemón, si quieres, me dijo. Que de todos modos no te van a entregar a tus padres cuando paguen el rescate. Pero yo no te mato, muchacho. Eso se te lo garantizo. Mientras estés en mi poder, vas a estar seguro. Que quede en manos de ellos. Nomás que, ¿sabes?, ahora que te estaba bañando, se me antojó probar el culito de un hombre... Tú estás tan lindo, a pesar de lo golpeado, que me hago la ilusión de que me voy a cojer a una muchacha de la alta... Y una oportunidad así, ¿cuándo se me vuelve a presentar? Soy tornero, de los pobres, ¿cuando vuelvo a tener para mí un culito como tú? Filemón era un hombre hecho y derecho, de unos veintinueve años de edad, diez más que yo. Debía medir cerca de 187 cm de estatura, pero además era recio y robusto como un toro. Cuando se bajó los pantalones un bulto enorme saltó entre sus calzones blancos de algodón entre sus morenas piernas velludas. - Fúmale otra vez, para que aguantes la cogida, no te me vayas a desmayar... La precaución no estaba de más. Filemón tenía un miembro viril enorme y tremendamente grueso. Yo no quise apreciar en detalle sus características, sino que miré a otro lado cuando Filemón, muy excitado, blandió su pene ante mis ojos. - Desde que te metiste al agua empecé a calentarme -confesó el tipo-. Cuando te enjaboné, ya estaba yo con la tranca bien parada, y luego cuando te estaba yo secando, pues casi me vengo... Me tenía empinado, con el culo expuesto a su curiosidad y sus caricias. - Mira nomás que hermosura de culo... Con razón hay hombres que se envician con los muchachos como tú... Filemón no dejaba de hablar, mientras me acariciaba las nalgas y el ano sonrosado. Decía primores de mí, se deshacía en elogios de la suavidad de mi piel, del olor de mi culo, del vello dorado que cubría mis nalgas, del sabor de mi cuerpo... Pero tanta palabrería a mí solo me causaba miedo. Temblaba yo, al grado que, cuando el tipo se lanzó con su enorme falo a enterrarse en mi cuerpo, no me pude controlar más y empecé a sollozar. Mi llanto solo acrecentó la excitación del tornero que comenzó a penetrarme con determinación y fuerza. La vigorosa punta de su lanza encontró tenaz resistencia en mi ano, pero al fin y al cabo el tremendo empuje del hombretón logró meterme la punta de la verga. Al notar Filemón la tensión que había en mi cuerpo, me plantó dos fuertes nalgadas que lograron relajar la entrada. Entonces ya de plano metió la verga en mis intestinos. Mis lágrimas ahora tenían una verdadera razón para saltar de mis ojos ante el dolor. Estaba yo partido en dos. No era un hombre el que me tenía ensartado, era un macho, un burro, un toro... Estaba yo a punto de desmayarme. No podía ya llorar porque mi llanto me ahogaba y solo soltaba un gemido cada vez que el falo se me enterraba más y más. El dolor pasó de pronto, como si me hubieran anestesiando el culo roto. Pude sentir entonces la gruesa verga enterrada en mi cuerpo. Era una sensación aterradora, como si una culebra se hubiera introducido en mi cuerpo, a través del ano, como si un animalito estuviera ahí adentro acurrucado a ratos, con ganas de meterse más y más adentro, excarvando en mi interior. La sentía claramente, como si la tuviera en la mano y no en el culo, con su largura monumental, sus venas hinchadas, su boquita entreabierta. Podía palparla horrorizado. Era una pesadilla que duró largo rato, un sufrimiento que parecía que no acabaría nunca. Pero al fin, luego de largas embestidas que me hicieron gemir a gritos, sentí los chorros de su leche inundarme por dentro. El tipo había gozado fabulosamente de mi cuerpo y acabó rendido tirado en la cama a mi lado. Todavía el hombretón, desnudo de la cintura abajo, me abrazó y pegó su pene húmedo a mi trasero, mientras sus manos acariciaban mi cuerpo. Yo de plano, me solté a llorar a moco tendido. - ¿Qué pasó, mi rey? -su voz era suave, cálida, amorosa-. No chilles. Tu culito se lo van a comer los zopilotes, ¿por qué no gozarlo? Mientras me abrazaba, Filemón empezó a susurrame palabritas amorosas, a morderme suavemente la oreja y a pellizcarme las tetillas y a tratar de calmarme. - Ya pasó, chavo... No te acongojes, cálmate. Y no tanto porque le hiciera caso, sino porque tenía que calmarme en algún momento, dejé de llorar. Entonces, el tipo empezó con otra cosa: - No creas lo que dije de los zopilotes, nadie te va a hacer daño, palabra... A ver, dame un besito... Por supuesto que yo no se lo daba, pero al cabo de un tiempo él volvía a insistir. - Andale, se me antoja que me beses... - No soy puto -contesté en una de esas. - Pues, no, pero ya te cogí... Y si sales de esta, pues ya estás marcado. Además, para qué te pones roñoso: puedo violarte todas las veces que quiera... - Ni sentí nada... -me burlé de Filemón. - ¿No te dolió, buey? - Eso sí, pero ¿crees que me gustó, que sentí mucho placer? Ni madres, yo no soy puto como tú. - ¡No mames, chavo! Puto no lo soy; pero fue una cogida fenomenal. Tu culito aprieta sabroso, y aguantaste como los machos... - Pues chinga a tu madre y déjame en paz. - Eso sí que no. Hasta que me des un besito. Era Filemón insoportable. La única forma de deshacerme de su abrazo era acceder a su petición. - Está bien -dije. Puso su cara cerca de la mía y yo le lancé un beso en la mejilla. - No, buey. Así no: en la boca -paró la trompa. Se lo dí en la boca, pero ya no pude separar sus labios de los míos. Empezó a meterme la lengua adentro de la boca. De nuevo sentí que era aquello una violación y las lágrimas volvieron a inundar mi rostro. - No seas chillón... Sécate las lágrimas. Si seré buey, tienes las manos atadas, ¿cómo vas a secartelas? -tomó una esquina de la sábana y me limpió la cara. - Mejor suéltame -sugerí. - Te suelto, pues... -se levantó el hombretón de la cama. Yo me alegré. Pensé que se acaba mi tormento. - Pero con una condición, ¿eh? - Lo que sea, ya se me adormecieron los brazos... Y la cogida fue más fea por eso. - Conste. Te voy a desatar. Te advierto que es inútil que trates de escapar. En la otra pieza no hay nadie, pero afuera están los pistoleros del patrón. Yo solo me encargo de atenderte. De bañarte, de cojerte, de servirte los alimentos, ni siquiera estoy armado... Los otros se encargan de cuidar el lugar. Me estaba ya desatando cuando añadió: - Mi condición para dejarte las manos libres es que, como te voy a volver a cojer, quiero que colabores, que no te estés resistiendo, ni haciendote la señorita apretada... - No mames -le dije. - ¿Qué te cuesta, cabrón? -insistía- A lo mejor hasta te gusta. ¿Y quien lo va a saber? A menos que tú lo andes contando. Ya tenía las manos libres. Me alegré como si hubiera recobrado la libertad entera. Filemón volvía a salivar, a echar espuma por la boca. Me fijé entonces en su pene. Colgaba flácido entre sus piernas como una gran manguera morena. El notó la mirada y se alegró. - Ayúdame a quitarme la camisa -me pidió-. Siempre es más rico cojer desnudos. Lo que pasa es que hace rato yo estaba urgido, ya se me disparaba la leche. Pero, ahora vamos a estar desnudos los dos... Tuve que obedecer una a una las órdenes de mi guardían. Su cuerpo desnudo era imponente y bien formado no por las horas de gimnasio sino por el duro trabajo, de modo que no se veían los músculos suavemente modelados, sino de otra manera que los hacía parecer más poderosos. Que bésame, que empínate, que pásale la lengua a mi pene, que chúpalo, que dale lengua a mis huevos, que para el culito que te lo voy a lamer, que abre bien las piernas porque te voy a cojer... Y así poco a poco yo mismo comencé a excitarme, a desear las caricias de sus manos ásperas en mi cuerpo, a desear su boca en mi pecho chupando las tetillas, a desear tocar su verga con mis manos ávidas y arrodillarme ante Filemón para mamarle su enormidad de verga... Y así, poco a poco, Filemón fue llevandome del rechazo total que sentía por él al placer absoluto y la entrega plena. Mi propia verga estaba anhelosa de caricias y de placer y Filemón la masturbó cuando me volvió a cojer. Penetró en mi ano destrozado y esta vez la sensación aquella de que su verga era un animalito que se me había metido fue totalmente excitante. Me calenté como nunca me había calentado en la vida, y la cogida me condujo al cielo mismo del placer. Acabamos rendidos, abrazados los dos, llenándonos de besos, prodigándonos caricias y palabritas amorosas y obscenas. - ¿Ya viste que rico es ser putito por un rato? -me decía y yo me reía. Pero al rato yo estaba muy confundido. Después descansar un rato, sentí nauseas, ganas de volver el estómago, ganas de escupir el sabor de la verga del tipo ese. - Te voy a traer de comer -se levantó Filemón después. Yo me quedé dormido, desnudo como estaba y no sé cuanto tiempo tardó Filemón en regresar. Cuando lo hizo me despertó y puso el almuerzo en una mesita. Filemón se había vestido para salir. Y regresaba con una actitud cambiada. Parecía como si no hubiera ocurrido nada entre nosotros. Eso me pareció que era lo mejor que podía pasar. Pensé que mi suplicio se había acabado. Comí en silencio, observado de vez en cuando por un Filemón indiferente. - Quiero ropa para vestirme. - Lavala, buey -respondió-. Ahi está en el baño. Lávala y ponla a secar. Pero eso hazlo mañana. Ahorita quiero que te acuestes a dormir. Voy a venir mañana muy temprano a despertarte. Hasta entonces tuve una idea de la hora que era. - ¿Adónde vas? - Qué te importa, buey. Ya estás advertido de no intentar una chingadera -y diciendo esto salió cerrando la puerta tras de si con llave. Me alegré que Filemón adoptara esa actitud distante, pero cuando me metí en la cama no me quitaba la sensación de su verga adentro de mi cuerpo abriendose camino hasta el fondo de mi ser. Me reprochaba yo mismo el haber gozado esa relación sexual, pero acabé por aceptar que era inevitable, que no podía ponerme en otro plan con aquel hombretón. Además, me repetí, cuando salga de esto, trataré de olvidar lo que pasó. Nadie tiene que saber nada. Y solo así, con la conciencia medio tranquilizada, pude dormir. Muy temprano en verdad, yo tenía todavía mucho sueño, me despertó Filemón al meterse en la cama a mi lado. Iba en calzones nada más, pues sentí su pecho desnudo y sus piernas velludas al hacer contacto con mi cuerpo. Le dí la espalda, como para ignorarlo, pero eso era lo que él deseaba, pues mis nalgas quedaron entonces de su lado. Se pegó a mi cuerpo y pude sentir su sexo flacido acomodarse a mi culo. - ¿Descansaste bien, mi rey? -me mordió levemente la oreja. - Estaba descansando a gusto, hasta que llegaste... -dije. - ¿Te molesto entonces? -siguió mordisqueando mi oreja mientras con los dedos rasposos comenzó a jugar con uno de mis pezones- Yo pensé que estasbas ansioso de verme... - No mames -traté de quitarle su mano de mi pezón, pero era una manota tan fuerte y recia que debió creer que mi intento por librarme de ella era una caricia y no un empujón- Colaboré porque era la condición para que me desataras de las manos... - Qué culero, saliste... -pegó más su pubis en mis nalgas de modo que pude sentir que tras el calzonillo traía una media erección-. Creía que este culito era ya mío, que lo había conquistado... Y me sales con que lo hiciste obligado... - ¿O no fue así...? El hombretón dejó de mordisquearme la oreja y de juguetear con mi pezón. Guardó silencio, como si estuviera pensando la respuesta. Puso entonces la mano de nuevo en mi pezón, volvió a mordisquear mi oreja y con su otra mano recorrió mi pecho, mi abdomen, mi sexo y luego, con esa misma mano, aplastó mi cuerpo contra su pene, acomodándolo en la raja de mis nalgas. - Mira, muchacho, el caso es que tu culito no voy a dejarlo en paz, mientras estés aquí prisionero... Por las buenas o por las malas, te voy a hacer mío, cuantas veces lo quiera... Volví a ponerme a temblar presa de temor, volvieron las lágrimas a escurrir de mis ojos, pero algo también ocurrió adentro de mí. Algo que no entendía bien y que me llevó a responder con voz temblorosa: - Pues quitate el calzón para sentirte mejor... Mi respuesta hizo saltar la verga del hombretón, pude sentirla claramente pues estaba pegada a mí. Rápidamente se quitó el calzón y volvió a pegarse, ahora con una erección más firme, a mi cuerpo. Se dio cuenta que temblaba y que sollozaba. En un arranque de ternura, inconcebible para mí en un tipo así, me volteó hacia él y comenzó a besar mi rostro y a lamer mis lágrimas. - Calmate, mi rey... -me consolaba y apretaba en sus brazos-. Estas nervioso, no por la cojida, sino por el secuestro y toda esa violencia... Seguramente algo había de eso, pero el miedo que me llenaba se iba transformando en brazos de aquel hércules moderno en excitación creciente, de modo que empecé a corresponder a las caricias de Filemón con mis propios besos y caricias. Le tomé el rostro con mis manos y le acaricié la cara como si fuera yo ciego y quisiera aprenderme sus razgos de memoria con mi tacto; busqué su boca con mi boca y dejé que me llenara de saliva y me metiera la lengua como si fuera otro miembro viril que me estuviera desflorando. Acaricié su pecho, lamí y chupe sus negros pezones, sus brazos, las almohadillas de su abdomen... No me quise precipitar sobre su sexo que ya estaba erguido a toda su potencia, porque en esos momentos yo sentía deseos inmensos de todo el hombre, no solo de su verga musculosa. Sentía ganas de sus piernas poderosas, de sus propios pies, de sus manos y brazos, de sus axilas velludas, de su ancha espalda, de su boca carnosa, de sus glúteos sin grasa, de sus ingles, y con mis manos y mi lengua fuí explorando cada centímetro cuadrado de su lustrosa piel, tratando de memorizar el cuerpo entero, para llevar eternamente su recuerdo conmigo. Así estaba yo de caliente. Mi hombre jadeaba, trataba de conducir mis labios a su entrepierna, pero yo, al final, me lancé a lamerle la zona que está entre el ano y el escroto, paladeando con mayor intensidad el sabor acre de su culo y de su perineo, antes de tocar mi lengua sus huevos de toro. Filemón aullaba de placer y gemía diciendo: - Andale mi rey, mámame la verga... Tomé su miembro en mis manos y me quedé contemplandolo un largo rato, saboreandome con los ojos, apreciando sus verdaderas dimensiones, palpando con la mirada y sopesándolo con mis manos. El hombretón se quedó paralizado mirandome a la vez, expectante y ansioso. - Qué cosa más hermosa, Filemón... -dije. - ¿Te gusta, mi rey? -respondió con ese ronroneo de león en brama. - Es tan bello, tan fuerte y tierno a la vez... -e incapaz de resistir más le estampé un beso en la boquita donde escurría un líquido viscoso y transparente. Filemón respingó. Tuvo que apretar muy fuerte el culo para impedir que un violento orgasmo sacudiera su sexo, a pesar de lo cual una gotita de semen asomó por el meato urinario. Se la lamí y luego le chupé la punta de la verga. Y a partir de ese momento le prodigé la mamada de verga más sensacional que jamás hubiera él recibido en toda su vida. Mi boca y mi lengua se fueron aprendiendo desde la punta hasta la raíz toda la musculosa anatomía de esa verga formidable que acabó después de mil caricias orales por soltar poderosos chorros de semen que inundaron mi boca y tragué excitado. Todavía seguí pegado a la verga por unos momentos más, hasta que estuve seguro que había exprimido hasta la última gota de su semen. En mi garganta el viril licor dejaba una huella como rasposa que me hacia carraspear un poco. Pensé si no sería dañino tragarlo, me acordé de haber leído alguna vez que tragarse una eyaculación era semejante a engullir un buen bistec, y estuve paladeando el sabor que seguía en mi boca y el fuerte olor sexual impregnado en mi naríz. El hombretón satisfecho y agradecido, me pidió que me pusiera de cuclillas encima de su cara, con las nalgas bien abiertas, para lamerme el ano mientras me masturbaba con una de sus rasposas manos. Yo, para entonces, estaba convertido en una caldera a 450 grados centígrados. Al sentir la lengua de mi macho clavarse en mi culo, casi me vengo. Aguanté, traté de pensar en cosas que no venían al caso y pude bajar un poco el fuego que me consumía. Sin embargo, las lamidas y la chaqueta que me estaba haciendo, se encargaban de nuevo de llevarme a la locura de la excitación. Mi ano estaba todo afuera, como culito de gallina, distendido y anheloso, después de la lengua que Filemón me daba. Cuando me metió uno de sus dedos, yo brinqué. - Cójeme... -supliqué-. Andale, mi culo te desea... Filemon no acababa de recobrar toda su erección, pero ya se levantaba su verga con cierta dureza, de modo que estuvo presto a cumplir mis deseos. Mi petición le excitó más y su tolete cobró el vigor necesario para cumplir honrosamente su trabajo. Entró el pene en mi ano con dificultad al inicio, pero luego se deslizó todo entera, hasta la mera raíz. Y esta fue la cogida que por primera vez gocé totalmente, a pesar de ciertos dolores al comienzo, y me hizo desear que nunca se acabaran los momentos así. Yo eyaculé copiosamente estando ensartado hasta el fondo y Filemón, aunque retrasó lo más que pudo la fenomenal cogida, acabó en chorros de leche que inundaron mis intestinos. El gigante volvió a tirarse en la cama a mi lado y yo me acurruqué en sus brazos. Se me hacía increíble la ternura de aquel hombre, los cuidados que me prodigaba, sus palabritas amorosas. - Gracias, mi rey -ronroneaba en mis brazos-. Fue una cogida deliciosa gracias a tí. - Me gustas, Filemón... -admití- Me gustas un chingo. - Te gusta mi verga... - Un chingo, la verdad. Nos quedamos un rato dormidos. Luego se levantó, se vistió sin decir una palabra y salió del cuarto. Una hora después regresó con el desayuno, pero su actitud volvió a ser distante e indiferente. Eso me hizo sentir ahora muy mal, pues creía haberme descarado más de la cuenta. Me sentí incómodo, burlado, y puse cara de enfado. Apuré la comida, que no estaba mal, y cuando terminé, el hombretón salió sin decir nada. Regresó como al mediodía. Traía en las manos una baraja y se puso a jugar un solitario mientras yo me aburría sentado en la cama. Pasó el tiempo lentamente, pues yo no podía hacer nada y aquel ojete ni siquiera me invitaba a jugar cartas. Ya había lavado mi ropa, pero todavía no me la podía poner, pues estaba mojada. Cuando volvió a salir y regresó con la comida, la relación siguió en el mismo tono anterior. La cara de enfado que yo traía se transformó en enojo. Cuando Filemón recogía los trastes exclamó de pronto: - ¿Y ahora, no te gustó la comida? - Estuvo bien. - ¿Entonces? ¿A qué viene esa cara? - Se me hace que eres un culero de mierda... - ¿Y ahora por qué, mi rey? - ¡Mi rey! - Pues sí, eres mi rey, ¿o quieres que te diga "mi reina"? ¿A qué vienen esos insultos? - Pues a que me has hecho un puto de verdad... Ahora me gustas, te me antojas. Hasta creo que... Me callé no quería decirle lo que había en el fondo de mi ser. No quería decirle que me había enamorado de él y de su cuerpo enorme y de su verga gigante y de sus manotas... - Lo puto ya lo traías dentro, chavo... Yo nomás te dí la libertad que necesitabas... - No, cabrón, me pusiste una trampa... Que colaborara, que no me resistiera y no sé que más... Y ahora que ya lograste que me guste la verga, estás actuando como si ni me conocieras... - Y tu estás actuando como vieja -se dispuso a salir con los trastes-. Ya me estás reclamando como señorita que hubiera perdido la virginidad. ¿Y qué quieres que haga, que te prometa matrimonio? La situación se había vuelto dramática y de pronto tenía partes cómicas. Sus palabras me hicieron sonreir y mi sonrisa, grotesca por mi cara hinchada, apagó un poco el coraje que Filemón empezaba a sentir. - Lo que quiero Filemón que hagas -dije entonces- es que me cojas. Que me estés cojiendo todo el tiempo... Me acerqué a él, desnudo siempre, sobándome las nalgas provocativo. - Quiero que me cojas todo el tiempo que dure esto -insistí. - ¡Mi rey! - abrió los brazos para recibirme en ellos y con sus dos manotas encallecidas, se prendió de mis nalgas con tal fuerza que me lastimaba y era una delicia a la vez. - Yo quisiera vivir prendido a tu agujero... -confesó Filemón-. Con la boca o con la verga, pero quisiera estar siempre pegado a tí... Me derrumbe a sus pies, para desabrocharle los pantalones y tomar en mis manos su pene celestial. Volvimos a hacer el amor. Esta es la palabra exacta: no hicimos sexo, no tuvimos solo relaciones sexuales de hombre a hombre, sino que nos amamos plenamente, nos entregamos amorosamente uno al otro. Filemón quiso que yo me lo cogiera. Dijo que

###

16 Gay Erotic Stories from DAVE

Another Real Experience

You may remember me from a story (which was a true experience) that I submitted a few weeks ago (called 'My Model' under 'First Experiences") . My name's Dave and I'm 18 yrs old , 19 next year I had my experience when I was 17 and haven't been able to get enough man cock since. Anyway I've dumped the girlfriend now and would like to share another of my experiences

Enculado Uno, Envergado el Otro

No acababa yo de salir de la perplejidad. Estaba tirado en un cama vieja, adolorido de todo el cuerpo por la madriza recibida, con la cara hinchada y la boca partida, atado de manos y de pies. Me sentía, además, mojado, muy mojado. Del miedo o qué se yo, me había orinado encima de mi mismo... Y, aunque no me guste admitirlo, me había cagado también, de tal suerte que apestaba

Fantasy Eastenders

It had been a hard day at school for Jamie and Martin. Both boys had just finished a PE lesson, thankfully the last lesson of the day. They arrived back home at Albert Square and headed for Martins house. The Fowlers house was deserted. Pauline would be at the launderette for at least a few hours yet. The two boys headed up the stairs to Martins room and slumped on the bed.

Fun At The State Fair: Day Four

You may remember in my first story I mentioned that three of my four sexual experiences during the Fair were with guys named Charles, or variations thereof. First there was Chaz; on the third day was Charles (in between was TeeJay); and on the last day I attended, I linked up with a hot dude who liked to be called either Chuck or Charlie. He was back behind the midway, shirtless,

Fun At The State Fair: Day One

I got unusually wild the weekend before the 9/11 tragedy hit. My partner was away for a family funeral, and I got bored, so I decided to drive down to the south end of town, have a couple of cold ones, and check out the State Fair. And I am way fucking glad I did! This is really strange, too, because over the course of the weekend, it involved four carneys, three of whom were

Fun At The State Fair: Day Three

After work, I got to the Fairgrounds around 5 PM and spent a lot of time cruising the carneys, playing at seducing three gorgeous ones ... ranging in age from around 20 to right around 40. All three of these dudes disappointed me, answering my suggestion with a) "I'm gonna pretend I didn't hear that. Please don't repeat it." ... b) "No, I ain't into that kinda shit." ... and c) "If

Fun At The State Fair: Day Two

On the second evening of the State Fair, I went in to look for Chaz again. But at his booth, instead of Chaz, there was this really nasty hefty ugly lumpy dude. So I walked around and cruised the crowds a while. There was some very nice cock walking around there. After an hour or so, I was getting hungry (for food). Something smelled really good -- smoky and fragrant -- and soon I

Keeping "Score"

***The following is a work of fiction*** The seats themselves weren't that great: the view of the basketball court was barely viewable, and I couldn't make out most of the players I was looking for, Nick Carter in particular. He was so fine, that was for sure, and as I sat in the bleachers watching for him I suddenly found my eye-candy. I squinted. So, it was he in that white

Lunch Break, Part 1b

There was something about the story "Lunch Break, Part 1" on www.menonthenet.com that made me do something I had never done before: I wrote the author. HotRod and I hit it off right away. Imagine my surprise to find out we worked in the same town. After a week or so, he agreed to meet me for drinks. I suggested a place I knew near his office and told him I'd pick him up after work.

Mi Idolo Deportivo, Parte 1

Primera parte de Mi Idolo deportivo Un muchacho puede estar enamorado sin darse cuenta de su idolo deportivo. En este episodio lo acabo de descubrir. (Yollotl50@hotmail.com) El Pantera estaba acabado. Sus años de gloria en el ring se habían esfumado y ahora los golpes le caían una y otra vez con ganas de romperle todita la madre. Él se enconchaba y resistía indómito, mientras

Mi Idolo Deportivo, Parte 2

La segunda pelea preliminar ya había acabado y se anunciaba un atractivo combate entre dos peleadores mexicanos. Mi padre me preguntó si estaba mi estómago mejor y yo aseguré que sí. Cuando empezaba el tercer round de la pelea sentí de pronto un piquete en el trasero, por abajo del asiento. Al mismo tiempo una mano me tocaba con fuerza el cuello y una respiración calida me

My Life In The Adult Book Store, Part 1

This is a true story. I won't take time to tell you all the "stories" as then we would have a novel. If you like this one, I may send in supplements. It all started when I was hired in as a clerk at one of our better Adult Book/Video stores that has an Arcade. Being single I had enjoyed my share of female partners, and an occasional male. Not that I was all that

My Model

I was 17 when I had my first experience with another man (I'm 18 now). Let me tell you about it... I was at school all of last year , taking my A levels and was a frequent visitor to gay pubs and clubs in London , though I had never actually been approached by or approached anyone before . Well , this time it was different as almost as soon as I got to a club , on a wet

Pemijat Dadakan

Pemijat Dadakan Aku adalah seorang pemuda berusia 16 tahun. Walau masih lumayan muda aku mempunyai tubuh yang cukup bagus karena sering latihan di gymnasium. Aku memang menyukai olahraga. Namaku Anton, walaupun banyak cewek di sekolah yang suka atau naksir kepadaku, entah kenapa aku tidak merasa tertarik kepada satupun diantara mereka. Aku menganggap mereka semua sebagai teman. Di

Staying After School

I'm taking Global3, I'm a good student. I always hand in the homework and I get high grades in every test. I sometimes sit in class and observe people in my class; I seem to do that alot. Now I'm straight but I also check out guys. There's this one guy who caught my eye; he's in my class and his name is Steve. I thought he was pretty good looking and not to sound stuck up but the

Walking on the Beach

It had been a long day at work and I couldn't be bothered cooking so I decided to go for a walk on the strand down the road from my house. It was a very warm evening and I had been feeling particularly horny so I got into my shorts and t-shirt, the kind of tight shiny Adidas shorts that accentuate my bulge and ass. I may be in my thirties, but I keep trim and, if I may say so, look

###

Web-04: vampire_2.0.3.07
_stories_story