Gay Erotic Stories

MenOnTheNet.com

Homo Meccanicus

by Cyrano IV


HOMO MECCANICUS por Cyrano IV Desde hace años llevo el auto al mismo taller mecánico. Siempre he usado autos italianos y soy de los que piensa que sólo un mecánico italiano puede reparar bien un auto italiano (por eso no uso autos japoneses). El taller en cuestión es propiedad de Gianni, un gigantón fornido como de mi edad, bello como un querubín y con más pelos en el cuerpo que un gato de angora. Tiene rostro de escultura clásica (la nariz tal vez un poco grande para los cánones clásicos), melena hasta los hombros color rubio oscuro cobrizo, que usualmente se ata detrás en forma de "cola de caballo", grandes mostachos del color del cobre recién pulido, ojos grises, unas manos enormes... ¡Y es una bestia! Un perfecto patán grosero con sus empleados y sus clientes. Salvo conmigo, tal vez, que sólo es... seco. A través de los años, nuestro trato siempre ha sido secamente cordial, siempre nos hemos tratado de "Usted", nunca le he discutido los precios (que además no son altos) pero tampoco he tenido nunca la más mínima queja. Cuando llevo el auto por cualquier tontería (porque yo de mecánica no sé ni cómo se agarra un destornillador) Gianni, quien ahora que tiene varios empleados pasa más tiempo en la oficina del taller que en el área de reparaciones, se encarga personalmente. Y otra cosa, cuando voy a buscar el auto, siempre lo encuentro lavado y pulido, sin aumento alguno en el costo del trabajo, rara fineza de un hombre que maneja tan mal sus relaciones públicas y al que sólo la reconocida excelencia de su trabajo salva del abandono de sus muchos clientes. Siempre he pensado que la deferencia conmigo se debe a que yo fui uno de los primeros que se atrevió a llevarle el auto a reparar cuando recién llegó al país. Sin embargo, cuando tengo que ir al taller, lo pienso dos y tres veces... ¡Es que ese hombre me vuelve loco! ¡Por eso es que siempre he tratado de mantener cierta distancia! Cuando estoy cerca de él, siento electricidad en el aire, los vellos se me erizan, mi corazón se acelera... Un hombre tan tosco, tan volátil... ¡tan bestia!...me imagino cómo se pondría si se me escapa alguna mariconería con él... y el riesgo es grande, porque hasta su voz de tenor ¡por teléfono! me excita tanto... ¡Una vez lo vi sin camisa y tuve que fingir que estaba mal del estómago y pedir el baño para poder masturbarme dos veces seguidas! Sus pectorales cuadrados, sus brazos musculosos y velludos, sus pezones rosados como corales, el vello tupido que alfombra su pecho y su abdomen, resaltando aún más su piel bronceada, esas espaldas de estibador, la cintura estrecha, las piernas largas y sus grandes pies... Los ojos se me van saltando solos detrás de él como en las caricaturas y tengo que asumir un aire cordialmente aristocrático, flemático, circunspecto, para disimular que se me pegan los platinos cuando tengo que hablarle. Temor y deseo constituyen una pésima mezcla. ¡Y Gianni debe creer que soy tartamudo! Mientras se realiza mi sueño (¡algún día!) de tener un Ferrari, compré otro Fiat y lo llevé donde Gianni para que le instalaran más sistemas anti robo y de alarma que los que tiene el Batimóvil. Al mostrarle los documentos de propiedad y las planillas del seguro para que me las avalara, él me comentaba, curiosamente más interesado en mis datos personales que en los del auto y con un trato menos seco que lo habitual: "¡Usté tiene la misma edad que yo, nacimo el mismo año!... Ma, ¿cóme? ¿Usté non e casado? Peró... Tendrá una pareja...¿No?... ¡Vive solo! ¡Que peccato! Un hombre serio, bien plantado, ingegnere... sería un buon marito... Bueno, tiene con qué ser exigente, ma non espere tanto... ¡La donna perfetta non existe! Aunque dicen por ahí que la gente inteligente non se casa..." Serio...bien plantado...exigente con derecho...inteligente... ¡No me lanzaban tantas flores desde que en el colegio me otorgaban las medallas de fin de curso por ser el niño modelo!... ¿Qué bicho lo picaría? Todo eso como que se le "salió" sin darse cuenta, como si hablara él solo, pues al percatarse de lo dicho, me miró a los ojos, se puso colorado como un tomate, me dijo "¡Scusi un´attimo, dottore!" y salió disparado. Al levantarse, pude notar la "tienda de campaña" en sus pantalones. De algo se acordaría... Volvió 10 minutos después, trayéndome café con "grappa", pidiéndome disculpas y con una expresión tan angelical en la cara... que cualquiera hubiese pensado que había ido a meter la narizota no precisamente en la caja del detergente. Pero la mancha de humedad en sus pantalones sugería que había hecho algo muy distinto (¿Se estaría meando y regresaba aliviado?). Me dijo que pasara a buscar mi auto a última hora de la tarde, que él en persona se encargaría de la instalación. Al salir del taller iba pensando que tal vez Gianni no sería tan patán después de todo... Pero al escucharlo gritando a lo lejos, "comiéndose crudo" a uno de sus empleados...descarté esa posibilidad. Cuando fui a buscar el auto a la tarde, ya casi a la hora de cerrar, Gianni me pidió 20 minutos más para tener todo listo y a punto. Al terminar la instalación, comenzó a probarla, con el consiguiente escándalo de sirenas y cornetas y el cintilar de las luces. "¡Perfetto, dottore!" (prefiero que llame así y no "ingegnere", o sea, "ingeniero", aunque igual... ¡ya me tenía harto! El debía de saber muy bien cual es mi nombre.) "Si va a andare de rumba por ahí el fine de semana, puede dejar el auto donde quiera sin preocuparse... ¡Sólo con una grúa se lo roban!" "Seguro estará todo el fin de semana encerrado en el garaje...como yo." le respondí. "Ninguna rumba, ningún compromiso... Leer... ver televisión..." (Y me quedé callado, pues a pesar de mi laconismo, ya estaba hablando demasiado. No quería que se me "soltara el yo-yo" y salir a contarle que había estado los últimos cinco años viviendo un largo y ardiente verano...sin rumbas, sin compromisos, sin un abrazo... por estar buscando algo más estable, un alma como la mía... ¡En un cuerpo como el suyo!) Dieron las seis y los empleados comenzaron a recoger las herramientas y a cerrar los portones del taller. Le dije a Gianni de sacar mi auto y me respondió que para él no era ningún problema volver a abrir y cerrar luego y que todavía faltaba algo. Daba la impresión de no tener ninguna prisa, de querer alargar las cosas. Procedió a explicarme con toda calma cómo y dónde se activaban y desactivaban los distintos sistemas a control remoto, mientras los empleados terminaban de cambiarse de ropa, saludaban y salían hasta que sólo quedamos Gianni y yo en el taller cerrado. Para desactivar las alarmas en caso de falla o extravío del control remoto, Gianni había colocado un botón "secreto" debajo del tablero, el cual no era fácil de alcanzar si uno no es contorsionista de circo. Así que tuve que acostarme boca arriba apoyando la espalda en el piso del auto, el culo en el aire y los pies en el piso del taller, pero en la oscuridad no encontraba el dichoso botón al no tener idea ni de cómo era ni hacia dónde podía estar (claro...¡era secreto!). Gianni metió medio cuerpo en la cabina, la panza sobre el asiento, para explicarme dónde estaba, pero el espacio era tan reducido que en una de esas estiró el brazo, se deslizó y terminó quedando sobre mí. ¡Porca miseria! como diría él ¡Qué maldito botón ni qué puñetera alarma! ¡Noventa kilos de italiano divino sobre mí! ¡Me iba desmayando! ¡Si por verlo sin camisa casi me masturbo en público, al tenerlo encima no sé lo qué sería capaz de hacer! El como que se hacía el sueco, tampoco encontraba el botón, pero entre tanto frotaba su verga contra la mía y para apoyar el brazo metía una mano bajo mis espaldas. ¡Perbacco! Su respiración en mi cara, su aroma, mezcla de sudor con disolvente, su voz retumbando en mi pecho...En una de esas, ambos volteamos simultáneamente y nuestras caras se encontraron frente a frente. Me jugué el todo por el todo, me lancé al vacío, ya nada me importaba... Me ufano de mi autocontrol, pero desperdiciar esa oportunidad hubiese requerido que no tuviera ya sangre en las venas... Lo besé en la boca como si fuese la cosa más natural del mundo. ¡Y él me correspondió incluso con más entusiasmo que el mío! ¡Como enloquecido! ¡Me metió la lengua hasta dónde quiso, me mordió suavemente los labios, me besaba toda la cara y volvía a mi boca en tanto se meneaba sobre mí como si me estuviera cogiendo, gimiendo y jadeando! Sentía tanta electricidad en el aire que podía "ver" las chispas. Eyaculé sin tocarme siquiera, sólo por sentir la lengua de Gianni en mi boca y por la fricción de su enorme salami erecto contra mi verga. Aun así continuábamos, su barba de tres días raspaba mi cara y mi cuello deliciosamente y yo hubiera querido ser un pulpo, tener ocho brazos como Shiva para tocarlo y apretarlo por todas partes, aunque de poco me hubiesen servido allí dentro, apenas podía mover los dos que tengo... El por su parte repetía jadeando "¡Dottore! ¡Scusi dottore! ¡Non puedo evitarlo, stoy como loco!", pero continuaba besándome el cuello y abriéndome la camisa y sacándomela de los pantalones para luego retirarse un poco y besarme el pecho, chuparme los pezones y meterme la lengua en el ombligo. El lugar donde estábamos no era lógicamente el más cómodo, así que lo empujé como pude para salir de allí y una vez fuera del auto, bajé el largo cierre automático de esa cosa azul marino de una sola pieza con la que se visten los mecánicos para trabajar, la cual tiene tantos nombres que ya ni sé cómo se llama ("abrefácil" le dicen algunos) y al bajársela junto con los calzoncillos hasta los pies, quedó expuesta una de las vergas más maravillosas que hubiera visto en mi vida, gruesa, maciza y masiva con un glande ojival que se asomaba tímidamente dentro del prepucio y sus grandes bolas claramente perceptibles en un escroto rosa violáceo, además de muchas otras cosas bellas, de las cuales, la fiesta de pelos castaño dorado en el pubis era una de las más notorias. Me le abalancé encima con claras intenciones de meterme su verga en la boca, pero casi casi me voy de cara contra el piso, pues Gianni retrocedió unos pasos al tiempo que levantaba los brazos para olerse las axilas, mostrando dos exuberantes matas de pelo color cobre y me decía en "espaliano" o como pueda denominarse esa endiablada mezcla de los dos idiomas en la que él habla: "No, dottore, scusi, mi dispiace, ma tengo tre día sin bañarme, mi da vergüenza, sono così tanto sucio (¡sniff!), con mal olore, usté, dottore, cosa va a pensare di me... ¡Questo Gianni è un vero porco!" No me tragué la excusa. Mejores que esa había atajado en otras ocasiones y en peores circunstancias. Tipos que se rajan en el último minuto... los "Si pero No"...Matan al tigre y huyen del cuero y luego hasta le retiran a uno la palabra. Y no es que yo tenga una verga de 12 "inches" ni mucho menos... Me acerqué y lo abracé por la cintura, muy suavemente, apoyando mi mejilla en su hombro... Si iba a darme un coñazo, esa era su oportunidad...pero no la usó. Otra vez sentía la electricidad restallando en el aire ¡Alto voltaje! Todos los vellos y pelos de mi cuerpo y de mi cabeza se erizaban, en tanto que mi corazón latía muy rápido. El también tenía la "carne de gallina" y el contacto de mis manos con la piel de su espalda y sus nalgas fue una sensación inenarrable, única. En sus ojos había captado la misma mezcla de temor y deseo que yo siempre he sentido al estar cerca de él...pero...¿Sería Gianni otro "Si pero No"? Percibí que él no había hecho algo así con un hombre nunca antes, al menos no físicamente y tal vez sentía escrúpulos. Me decía con un hilo de voz suplicante, hiperventilándose, mientras débilmente trataba de separarse de mí: "Aquí no, dottore, per pietà, éste non è un buen lugar...aquí...non se escucha il mare" "¿Que aquí no se escucha el... qué?" En tantas veces que he sido rechazado me han dicho de todo, desde "¡Yo también te quiero mucho... pero como a un hermano!" hasta "¡Fuera de mi vista antes que te mate a coñazos! ¡Maricón!", pero esto del mar...era absolutamente original, debo admitirlo. "¡Don Giovanni, por favor, estamos por lo menos a 30 kilómetros del mar! ¡Claro que no se escucha! Quien pueda escucharlo desde aquí, tiene asegurado un buen empleo en la Fuerza Aérea...como radar." "No, dottore, tendría que explicarle, no me siento de estar...preparado para esto, aquí non resultaría algo bueno...nunca he hecho algo così con un hombre, quizá en otro ambiente... Dottore, yo lo aprecio tantoa usté..." "¡Si si si, ya sé!...¡Como a un hermano, como a un padre y como a la puta de su tía abuela Anacleta!... Pero lo que soy yo, con ambiente o sin ambiente y así usted sienta que comete incesto... ¡Me fumo ese cigarro con "la candela pa´ dentro", aunque lo tenga como el tubo de escape del camión recolector de basura... y así no se escuche el mar ni metiéndose una caracola en el oído! ¡Quieto ahí, que pa´ luego es tarde! " Y arrodillándome frente a él, le corrí hacia atrás el prepucio y me pegué a mamar como si la vida me fuera en ello. Gianni en verdad estaba ahí, pero no participaba para nada ¡La bestia estaba congelada! Algo dentro de su cerebro debía de estar sonando así como "¡craaack!" ¡El derrumbe de viejas estructuras decadentes ante el luminoso amanecer de un nuevo orden! ¡Felatores del mundo, uníos! (¡Gracias, Marx!) A mí no me importaba la complejidad de sus procesos mentales en ese momento, en tanto su verga permaneciera rígida y me permitiera hacer mi "trabajo". Pero él se dejaba hacer. Yo le agarraba el escroto y la base del pene y con la lengua le bordeaba la corona del glande, luego abatía la lengua y trataba de llevarme esa cabezota preciosa hasta el fondo de la garganta, pero ¡qué bah!, no me daba abasto, era demasiado para mí. Lo fui masturbando con la boca hasta que eyaculó, lanzando un largo quejido y sacudiéndose con los espasmos de un orgasmo memorable, al tiempo que las alarmas del Fiat se disparaban. Su semen inundó mi boca de tal forma que el exceso corría por las comisuras de mis labios y empapaba mis bigotes. Y las sirenas sonando... Mientras yo me relamía su esperma como un gato, él salió corriendo de lo más cómico, con la cosa azul marino y los calzoncillos a la altura de los tobillos para desactivar las alarmas con el famoso botón de emergencia, pues ya eran casi las siete de la noche, oscurecía y el escándalo llamaría la atención de los vigilantes de la ahora solitaria zona industrial. Gianni se arrodilló ante la puerta abierta del auto y metió medio cuerpo dentro para oprimir el botón secreto (cuya existencia yo comenzaba a dudar ¡Que mal pensado!), dejando el culo expuesto y abierto a mi vista (y a mi olfato, gusto y tacto. Al oído no, no escuché nada ¡Lo juro!) ¡Ay, Dios mío! (¡Lo siento Marx!) ¡Si a mí no me dio una embolia o un infarto ese día, es que voy a morir de cualquier otra cosa menos de accidente cardiovascular! ¡Ese culo con las nalgas al aire, blanco, turgente, peludo! ¡Aquel sole mío que me imaginaba brillando en el fondo! Me arrodillé detrás de él, separando sus nalgas con mis manos, ya con la boca abierta y la lengua afuera, aspirando aquel aroma que no era precisamente de rosas pero que me excitaba cada vez más...Ahora el dubitativo era yo... Muchos "heterosexuales" no tienen inconvenientes en dejarse practicar una buena mamada, pero tratándose del culo, de SU culo, quiero decir...la canción es otra. Con la estampida de Gianni a saltos de pingüino, yo no había tenido oportunidad de conocer a qué conclusión había llegado después de su período de hibernación relámpago, si había alcanzado el nirvana o si me echaría a coñazos de su taller... pero en el momento en que las alarmas callaban, escuchamos que alguien abría la ruidosa reja exterior de la puerta de la oficina. "¡Lo vigilante! ¡Y ya casi son la siete y aquí non debería estar nadie! ¡Van a entrar!" gritó Gianni en voz baja y nos pusimos de pie. Yo cerré los botones de mi camisa y metí los faldones en mis pantalones mientras él se subía la cosa esa azul marino de dos manotazos y cerraba el largo "zipper" apenas al tiempo que al área de reparaciones entraba un joven moreno uniformado, armado con una bazuka o algo así y acompañado de un perro pastor alemán. Yo subí los brazos como si se tratara de un asalto, lo cual permitiría explicar mi palidez, causada en realidad por el susto que había experimentado cuando casi somos sorprendidos en situación tan comprometedora, pero el vigilante soltó la risa y me dijo: "¡No se asuste, señor, tranquilo, más bien lo estamos cuidando, discúlpeme si lo asusté, puede bajar las manos!" Pero el perro, que a pesar de su corpulencia y aspecto feroz era del tipo amigable y que de guardián tendría sólo el nombre, estaba olisqueado el semen que manchaba mis calzocillos por dentro y pegaba el hocico de mi verga, incluso dándome unos lengüetazos, poniéndome aún más nervioso, por lo cual yo no bajaba los brazos ("¡Perro mama huevo, muérete!" le decía yo mentalmente. Nunca he tolerado de buen grado a la competencia, aunque si tuviese con los hombres el mismo éxito que tengo con los perros, sería la persona más feliz de este... perro mundo). Gianni le armó tremendo follón al guardia: "¡Ma, qué bolas tienes tú! ¿Quién te crees de ser? ¿Rambo? ¿Por qué tienes que entrar così, apuntando al signore con questo cañone come si fosse un criminale y echándole encima questo perro maricone que se parece a ti, sin saber ni qué carajo está pasando? ¿Tú non reconoce a la gente que non è delincuente? ¡De seguro que entra un verdadero ladro e tú y el perro lo ayudan a llevarse hasta la cañería! ¡El lune voy a hablar muy serio con el tuo supervisore!" En vano el negrito trataba de explicar que él sólo había entrado a ver si había alguna irregularidad y que no me había encañonado ni me había echado al perro, pero Gianni no lo dejaba hablar, tampoco a mí, que trataba de defender al pobre muchacho y volteándose, me gritó en la cara, como un salvaje (energúmeno, grosero, soez, rudo, basto, tosco, vulgar, incivil, descortés, desatento, insolente, ¡Uff!), agitando las manos como director de orquesta: "¡Y usté también, dottore, ya me tiene las bolas cuadratas con tanta reclamadera stúpida! ¿Non le dije cien vece que llamara per teléfono antes de venire per saber si el auto estaba listo? ¿E que usté non entiende lo spañolo? (!) ¡Non le puedo encender el auto! ¡Io sono un bravo meccanico, ma non puedo hacer milagro! ¡Mire la hora que es y estamo todavía aquí discutiendo stupidece! ¡Yo debía estar ya a medio camino de la playa, pero ahora, con tanto tránsito, llegaré allá a la mezzanotte! ¡Cazo!... ¡Dottore... se lo dico per l´ultima vez y delante de este cretino!... (inspiró como si tratara de controlarse) ¡El lune en la tarde será cuando le pueda tener l´auto reparato, si consigo el maledetto repuesto en la mañana y despué de hablar con el supervisore di este otro mascalzone! ¡Si le da la gana, va bene, yo lo llevo ahora hasta el centro en mi auto, si no, pídale al suo amico que le consiga un taxi! ¡Ciao!" Yo casi meto la pata diciéndo: "¡Pero si sólo le instalaron unas...!" Gianni no me dejó terminar la frase, pues nos empujó al guardia y a mí por las espaldas, al pasar por la oficina tomó su billetera y sus llaves y una vez en la calle, cerró de nuevo el taller, mientras mascullaba cuanta blasfemia conocía (¡que no son pocas!) más unas cuantas que debe haber creado especialmente para la ocasión, le dio un manotazo en el hocico al perro huele vergas y arrancó a caminar hacia su auto. Yo, perplejo, me despedí del guardia y le pedí disculpas por lo que había sucedido, y él me dijo: "No se preocupe, señor, ese italiano es medio loco, pero es buena gente en el fondo. Ese no va a hablar con ningún supervisor... ¡Pero apúrese, que ahorita que está furioso es muy capaz de dejarlo botado y por aquí es difícil encontrar un taxi a esta hora! Mire... ¡Corra, que ya arrancó!" Tuve que correr para que Gianni no me dejara a pie en las afueras de la ciudad. Me subí al auto jadeando y cuando arrancó nuevamente, Gianni me dijo, acariciándome la rodilla: "Mi scusi dottore, por el teatro... Io siento tanta vergüenza de haberle hecho esto a usté, pero se non hago cosí, el lune tutta la zona industriale se desayunaba con huevo revuelto... con mucho picante... Usté entiende... con el chisme grosso de que usté y yo estábamo los dos solos ahí adentro encerrado, haciendo... bueno, usté sabe, iban a decir que estábamo haciendo...¡Lo que estábamo haciendo!..." Puse mi mano sobre la suya en señal de que todo estaba bien, que yo entendía esas situaciones mejor de lo que él imaginaba. El me miró a los ojos y esbozó una sonrisa de complicidad. La impresión fugaz que tuve cuando él estudiaba con tanto interés mis planillas del seguro comenzaba a confirmarse después de todo: El patanismo ramplón de Gianni no era más que una careta, una pantalla blindada que protegía a un hombre sensible y cariñoso, un alma de Dios que había tenido que aprender desde muy temprano el axioma napoleónico aquel: "La mejor defensa es el ataque" A medida que dejábamos atrás la zona industrial, Gianni se iba transformando. Era la encarnación misma de la felicidad y la ternura, un loco divino, con una bella sonrisa, tan grande, que casi se mordía las orejas, lo cual no impedía que en lo cruces viales y semáforos bañara a los otros conductores con una catarata de insultos y maldiciones en dos idiomas oficiales y otros tantos dialectos regionales. Metió un CD en el equipo de sonido e iba coreando a voz en cuello una canción en particular, alcanzando más o menos 120 decibeles en la frase "adesso che mi vuoi così anche tu" ("ahora que me quieres así también tú") al tiempo que me apretaba el muslo, subía la mano y me palpaba la verga, en la zona húmeda de mis pantalones donde se mezclaban semen de hombre por dentro con babas de perro por afuera. ¡Me salió romántico el italiano, como sólo un italiano puede serlo! En una de esas me dijo, con el entusiasmo de un niño que le adelanta a un amiguito las maravillas que verá en un parque de diversiones: "¡Me parece de estar soñando! ¡Il dottore conmigo en mi casita de la playa todo el fin de semana! Aquel pueblito è la cosa más simpática, mucha gente de la capital tiene casa allí, usté sabe, è come un "club", tutto il mondo vive e deja vivir, cada quien se ocupa sólo de sus asuntos... Yo voy al menos una vez al mes, casi siempre solo, perque a la mia sposa il sole le hace male en la piel y no le gusta que lleve a los niños...dice que no los cuido bien, que comen mal, que los dejo solos en el acqua, que hay mucho mosquito... usté sabe. Pero yo adoro il mare...lo necesito... me hace soñar... En la casita hay tutto lo necesario... ¡E por la ropa non si preocupe... allá no necesitaremo para nada la ropa! El lune en la mañana regresamo tempranito e usté recoge su auto, o regresamo domingo en la tarde, come usté prefiera." Nuevamente yo casi meto la pata "¿A su casa... de la playa? ¿No dijo que iba a llevarme al centro?" Gianni pegó un frenazo que por poco provoca un choque múltiple. Aparcó en la orilla de la calle. "Mi scusi, dottore, yo ho debido preguntarle antes, cuando me dijo que el fine de semana no tenía nessun compromesso... e con lo que pasó luego en el taller...mi sono ilusionato tanto e quería proponerle esto... Mi esposa e los niños están de vacacione en Italia e yo stoy solo en la ciudad, iba a decirle, pero despué llegó il guardia con il cane d´il porco di... Dottore... yo tengo tantos deseos de usté desde hace tanto tiempo... Desde la primera vez que lo ho visto... Cuando estoy cerca de usté, sento...siento... ¡Elettricità n´el aire, el pelo se me eriza e il mio cuore bate forte!... Ma... nunca me atreví a decirle nada hasta oggi porque... Usté é un hombre tan callado, tan serio, tan corretto... Non sabía come lo tomaría... Se si ofendía e dejaba de ir por el taller, yo lo extrañaría tanto... Tantas noches en la playa ho pensato en usté, escuchando il mare a lo lejos... que lo abrazo e lo beso tutto, los dos desnudo en la cama, que usté me toma...e hacemo l´amore tutta la noche e dopo, cuando mi despierto a la mañana e usté non está... me doy cuenta que tutto ha sido un sueño e mi siento tan solo e triste...yo quisiera que usté estuviera allí, para abrazarlo forte...caminare per la playa...e..." Con expresión abatida me dijo: "Si quiere... lo llevo al centro, a su casa...o a donde usté mi dica..." Puse mi mano izquierda sobre su enorme salami, el cual pulsaba como un corazón. "¡Vamos a la playa más rápido que inmediatamente! Y... Gianni, por favor, no me trates más de "Usted" ¡Ni me llames más "dottore", por piedad! Tú sabes bien cuál es mi nombre... ¿Va bene?" "¡Va bene, dott...caro mio! ¡Va benissimo!" ¡Meteoro y su Mack 5 se quedarían pendejos ante Gianni y su Fiat 1tomando las curvas en dos ruedas!

###

10 Gay Erotic Stories from Cyrano IV

Ábrete, sésamo!

Cuando "Las Sombras" asesinaron al embajador Kosh de los Vorlons en "Babilonia 5" (Tercera Temporada, Episodio Número 315, "Interludes and Examinations" ) quedé tan desolado que sólo con mucho esfuerzo lograba controlar el llanto. Como es mi costumbre, había grabado el episodio en VHS y, después de ver por quinta o sexta vez a la Mayor Ivánova cuando,

Cuentos de Cazadores

Mis cuñados Gregorio y Rubén son dos grandes cazadores. Bueno, eso es lo que dicen ellos. En sus correrías ecocidas, las únicas piezas cobradas por ese par que yo haya visto han sido unos cuantos racimos de plátanos y miles de garrapatas (tengo la impresión que las presas han sido ellos). Aun así, ¡Ay del desprevenido que se les acerque a menos de dos metros cuando están bebiendo

Detonador, Parte 1

Detonador La salida del vuelo a la capital tenía varias horas de retraso ¡Qué raaaro! Todas las semanas era lo mismo, si bien ahora el paso de una tormenta tropical empeoraba las cosas. Como de costumbre, para matar el tiempo me había dedicado a estudiar a los otros pasajeros, al igual que hago en el metro, en el banco, en la cola del cine, en el restaurante, en la

Detonador, Parte 2

Detonador, Parte II Bueno, seguimos. Por primera vez en años me encontraba desnudo (salvo por el detalle del calcetín) en presencia de una mujer, en una habitación que no fuese un consultorio médico, desde aquellos no tan remotos días de estudiante cuando mis amigos "straight" se confabulaban (a estas alturas no sé si contra mí o a favor mío) y se las

Donde Hubo Fuego...

"¡Ayayayayay! ¡Cómo me duele la cabeza! ¡Por las sagradas bolas de Nerón lo juro! ¡No volveré a beber nuuunca jamás nada que contenga alcohol!" (¡No vayan a creerme eso...! Ese juramento es tan ficticio como esta historia, pero siempre juro lo mismo a la mañana siguiente... ¡Pobrecitas las bolitas de Nerón!). Como pude, todavía medio dormido, me senté en el borde de la cama.

El Desquite

Eduardo y yo tenemos poco más de un año viviendo juntos y ya tenemos serios problemas. Eso es lo malo de los matrimonios "mixtos", según lo veo yo. El ya estuvo casado en dos ocasiones (casado con mujeres, quiero decir) y debe estar pensando que yo soy la tercera en su lista. Desde un principio yo quise dejar muy en claro que no estaba dispuesto a montar una parodia de un

En el Muelle de la Bahía

(FICCION-ROMANCE) Mi trabajo me somete a tales presiones, que en cuanto tengo la oportunidad, busco de estar a solas, pues a menudo corro el riesgo de morder a más de uno, ya que casi siempre ando malgenioso, con los nervios de punta y no quisiera terminar trabajando en un circo de pueblo, presentándome encerrado en una jaula como "¡El Asombroso Hombre Bestia!". La culpa es

Homo Meccanicus

HOMO MECCANICUS por Cyrano IV Desde hace años llevo el auto al mismo taller mecánico. Siempre he usado autos italianos y soy de los que piensa que sólo un mecánico italiano puede reparar bien un auto italiano (por eso no uso autos japoneses). El taller en cuestión es propiedad de Gianni, un gigantón fornido como de mi edad, bello como un querubín y con más pelos en el cuerpo que un

Mamá Tiene Razón

MAMA TIENE RAZON por Cyrano IV Mi padre es propietario de un autobús con el cual sirve, en combinación con una agencia de viajes, a grupos de turistas extranjeros que visitan la isla. El mismo lo conduce y ha ganado fama de ser uno de los que mejor servicio presta...sobre todo entre las damas visitantes, quienes al regresar a sus países lo recomiendan ampliamente con sus

Suéltame, gorila!

Cuando yo tenia unos 19 años, mi distracción favorita de los días domingo era espiar con mis binoculares a mi vecino de la casa de enfrente, el Profesor Rossi. El profe no era un hombre muy alto, mediría un metro setenta, no era ni gordo ni flaco, estaba en su punto justo en relación a su estatura, tendría unos cuarenta y dale años, era rubio, con ojos color de ámbar, como la miel,

###

Web-02: vampire_2.0.3.07
_stories_story