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Hotel de Paso

by Spider Man


Ibamos de viaje por la carretera mi hermano y yo. El Sol cayó pronto, teníamos muchísimo sueño y aun faltaban como siete horas para llegar a nuestro destino. El retraso : una avería en el auto que areglamos sin contratiempos en un pueblecillo a la orilla de la carretera. No era bueno continuar manejando, dijo él, así que buscamos refugio en un pequeño hotel situado en las afueras de una localidad desconocida. Sólo había una habitación disponible, de pura suerte, con una cama matrimonial justa para dos personas, y un baño con regadera que ni siquiera tenía puerta ni cortina ; estábamos tan agotados que ni nos importaba. Yo estaba recostado en la cama, mientras mi hermano, sin camisa, totalmente sudado y con algo de tierra y aceite en el cuerpo (porque habíamos estado arreglando el auto), estaba descansando en el dintel de la ventana. Su pantalón estaba a medio desabrochar, y asomaba una pulcra trusa blanca algo húmeda de sudor y del agua que se había rocíado unos instantes antes. No teníamos siquiera un cambio de ropa para bañarnos, así que habría que sacrificarnos un poco. Yo no podía contener mi erección, acostado en la cama, pero el parecía como si nada. "Me voy a dar un baño" me dijo, y así se quitó el pantalón frente a mí y pude ver su diminuta trusa blanca y preciosa escondiendo debajo una voluptuosidad a medio erectar. Como ya dije antes, la regadera estaba a la vista inmediata, sin siquiera una cortina, así que penosamente se quitó la trusa frente a mí. Justo al bajar su elástico, saltó inmediatamente a mi vista, de una manera bastante veloz, un pene enorme como de 30 centímetros colgante y bailando como si fuera una mecate. Tenía punta circuncidada, esa belleza de figura de hongo, de un color rosado. Debajo, asomaban dos enormes, voluptuosas bolas contenidas en dos sacos arrugados y finos de piel, colgando. Eran tan grandes que la boca se me derretía sólo de imaginármelos en mi boca. Todo esto, cubierto por una fina capa de vello castaño y abundante. Camino hacia la regadera, y en el camino se le cayó la trusa que llevaba en la mano, y así se agachó completamente dejándome ver su culo rosado y velludo, amplio, y de apariencia suave. Un poco debajo, las enormes bolas de sus testículos colgando. Así entro, y comenzó a enjabonarse, mientras yo me revolvía en mi cama de placer. Curiosamente, el me pidió que también me bañara, pero con él, para ahorrar agua, porque nos habían advertido que la cortarían temprano, debido a los problemas de sequía. Así fue como me desnudé totalmente y me dirijí a la regadera con él. Ahí, juntos, en un movimiento suyo de pronto sentí su pene enorme y semi erecto rozar contra mis nalgas, y fue cuando inevitablemente se me vino la erección total. El observó y se ruborizó, aunque trató de sordearse, y comenzó a enjabonar mi cuerpo lentamente mientras yo sentía como su enorme carnosidad crecía. Pasó sus yemas sobre mis testículos y la punta de mi pene, con mi ayuda, y pronto sus dedos inquietos estaban en mi ano, deslizándose suavemente. No dijimos nada y acabamos pronto. Nos dirigimos a dormir, yo seguía con mi erección, y él con la suya. Sentados en la cama, ambos, totalmente desnudos, apagamos la luz, y nos miramos a los ojos sintiendo nuestras rápidas respiraciones y nuestro calor. Acercamos nuestros rostros suavemente, y sus labios se plantaron en los míos tan despacio que estiré mi lengua para alcanzar con su punta la suya. Así nos fundimos en un largo juego húmedo de lenguas ardientes. Mi miraba a los ojos, y su boca comenzó a bajar por mi cuello, mientras yo recorría toda su espalda y cabeza, jalando sus cabellos. Una vez más su boca volvió a la mía, y el lengueteo se hizo más intenso. El se abrió de piernas, y dirigí mi boca despacio hacia su pene enorme, espantosament enorme, y comenzé a mamarlo tan rápido y fuerte como pude. Escuchaba sus gritos de placer, y estiraba su carne tan fuerte como podía. Traté de tragarme sus testículos enormes, pero no pude, sólo logré estrirar su piel tan intensamente que parecía que se los iba a arrancar. Mis manos ya estaban en su ano, navegando, y pronto cinco dedos míos penetraron a su fondo en contracciones tan rápidas como el sudor que salía de todo su cuerpo. Ahora era mi turno, y me hinqué frente a él. El succionaba mi falo, y a cada escupitajo de presemen, el lo lamía como un perro que bebe agua, y entre sus dientes entrelazaba la cabeza de mi pene erecto y a punto de explotar. Me senté en su cara para que se comiera mis testículos hirvientes, mientras la punta de mi verga derramaba presemen entre sus ojos, dejándolo casi ciego. Me recosté hacía atrás y tenía su palo gigante frente a mí, el cual comenzé a chupar y a morder suavemente. En eso el paró, y desesperadamente me abrazó y me comenzó a besuquear como enfermo, y a beber mi saliva tal como bebía mi pre-semen. Su lengua entraba, salía, recorría mi cuello, mis ojos, mis oídos, mientras sus dedos jugueteaban en mi ano, salvajemente. Se volvió a sentar en la cama, abierto de piernas, y me hizo que lo mamara hasta que casi se venía, pero me detuvo a tiempo. Dijo que primero quería darme un piquete, así que me puso de gatas, y abrió mi trasero a lenguetazos, penetrando con dedos, dientes, labios y lengua, atravesando mi vellosidad anal, mi culo hambriento de su pasión. Entonces, ya bien lubricado, puso la punta de su pene en mi ano y penetró con una fuerza increíble y pasional que me sacó gritos. Sentía como se estrujaba su falo dentro de mi, y las cálidas gotas de presemen salir. Una vez más se detuvo justo antes de orgasmear en mí, y dijo que pensándolo bien, quería eyacular en mi boca, así que penetró su súper pene en mi cavidad bucal, y yo comenzé a comérmela toda. El abierto de piernas, yo chupando hasta donde podía, pronto comenzé a sentir sus latidos golpéandome la garganta más fuerte, y, no mucho tiempo después, chorros gigantes de semen caliente por toda mi boca, luego en mis labios y mi cara. El se recostó, sudando, con su pene reduciéndose cada vez más, humedísimo en semen. En su agitación respiratoria, me acercó a él y me abrazó y besó con una intensidad y ternura que nunca había sentido. Yo aún no eyaculaba, así que me sentí en su pecho y con sus dos manos comenzó a masturbarme, estrujándome cuanto podía. Acercó un poco sus labios, hasta que por fin eyaculé en su cara. Poco después nos encontrabamos chupándonos los rostros en busca de nuestro pegajoso y salado semen. A la mañana siguiente, suficientemente descansados, nos paramos y bañanos juntos de nuevo, y partimos hacia nuestro destino, no sin antes darnos mutuamente un nuevo orgasmo.

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Hotel de Paso

Ibamos de viaje por la carretera mi hermano y yo. El Sol cayó pronto, teníamos muchísimo sueño y aun faltaban como siete horas para llegar a nuestro destino. El retraso : una avería en el auto que areglamos sin contratiempos en un pueblecillo a la orilla de la carretera. No era bueno continuar manejando, dijo él, así que buscamos refugio en un pequeño hotel situado en las

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