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La Despedida de soltero de mi amigo Martín

by Tácitus


Due to international translation technology this story may contain spelling or grammatical errors. To the best of our knowledge it meets our guidelines. If there are any concerns please e-mail us at: CustomerService@MenontheNet La despedida de soltero de mi cuñado había transcurrido sin ningún sobresalto, si es que puede decirse eso de cualquier despedida de soltero. Hace rato que se habían marchado las strippers y las putas contratadas para la ocasión. Estábamos todos borrachos como cubas y el ambiente era distendido y muy alegre. Mucho ruido, mucha confusión y mucha oscuridad. Todo fue demasiado rápido, pues me quedan pequeños flashes de lo ocurrido. Sólo recuerdo que la peña ya estaba disminuyendo pues ya quedaban pocas horas para que amaneciera y además el plato fuerte ya había pasado: todos habíamos visto a mi cuñado Martín desnudándose sobre la barra del Bar de Jorge y bailar con las strippers, y luego la habitual ceremonia de despedida, follarse a la tía más maciza de las putas contratadas en medio de los gritos y el frenesí de la pandilla. Aullábamos como lobos en celo, después mientras todos se dedicaban a recibir felaciones por turnos yo me encargaba con Jorge y Sebastián, nuestros amigos de la infancia, Esteban, mi otro cuñado y hermano de Martín, los preparativos para el final de la celebración. Tal como era nuestra nueva tradición, que había empezado hace tan solo un año y medio atrás cuando fui el primero en casarme de la pandilla, lo mejor lo reservábamos para el final de la fiesta entre los allegados. En mi caso se había tratado de teñirme con tinta indeleble negra mi pene y mis testículos en la víspera de mi boda. No importó entonces todo los esfuerzos que hice por impedirlo, estaba borracho y los cuatro cabrones a los que llamo amigos pudieron con mis fuerzas mermadas por el alcohol. Fui objeto de burlas durante al menos 6 meses entre mis amigos y de ello guardan las debidas pruebas gráficas, y me costó mi primera pelea conyugal. Todavía recuerdo cuando me presenté con mi polla ennegrecida delante de mi mujer... Al menos ahora Martín tenía la ventaja de que no le tomaría por sorpresa lo que a continuación vendría. Y para ello tuvimos que utilizar más alcohol y técnicas de distracción. Para ir ahuyentado a "la clientela" contratamos los servicios de unas Drag Queens, eso calmó la sala por unos instantes y le dio un punto inesperado e inusual a la Despedida de Soltero de Martín. Mientras él era zarandeado y sobado por las Drags nosotros hacíamos los preparativos en la trastienda del bar. Ya cuando pudimos quitarlo de las manos de las Drags lo llevó Esteban con cualquier excusa a la trastienda donde le esperábamos. Juro que todo lo que sucedió a continuación fue algo que se nos escapó de las manos. Solamente queríamos afeitar el vello corporal de Martín, pues sabíamos que la bruja de Mariana, su mujer odiaba a los lampiños y estaba muy orgullosa del espeso vello que cubría a nuestro amigo. Realmente lo hacíamos más por molestar a su mujer que por gastarle una broma a Martín o por si alguno lo llega a pensar por una venganza personal por lo que me hicieron a mí. Era parte del juego y éramos todos amigos desde hacía tiempo. Había confianza y camaradería. Tal como lo habíamos previsto había llegado tambaleándose y cantando a viva voz, no se enteró de que estábamos detrás de la puerta y de que lo agarramos entre todos hasta que no estaba bien sujeto boca arriba sobre una mesa del almacén. Luego de mucho griterío y jolgorio, empezamos a quitarle las pocas piezas de ropa que le quedaban luego de su ajetreada noche. Jorge y Sebastián se encargaron de sujetarle cada uno una mano y una pierna. Mientras Esteban, el hermano menor de Martín, y yo buscábamos los botes de espuma de afeitar y las máquinas de afeitar. No habíamos planificado nuestras posiciones pero el azar nos repartió de esa manera, así que Esteban se encargaría de afeitarle el pubis, el pecho y las axilas, mientras que a mí me tocó sus testículos, perineo y nalgas. Era menos superficie pero los pliegues y la sensibilidad de la zona requerían mayor detenimiento y precisión. Cuando sintió el olor mentolado y el ruido de los sprays de espuma de afeitar Martín se dio cuenta de por dónde iban los tiros. Pero creo que fue sólo cuando se le cruzó por primera vez en la noche la figura de la bruja de Mariana su odio por los hombres pelados cuando empezó su lucha por liberarse. Pero éramos cuatro y no estábamos tan borrachos como él. Mientras cantábamos y él nos gritaba todas las malas palabras registradas en nuestro idioma y parte de otros, su voz se ahogaba entre nuestros cánticos y la música que venía del bar de Jorge en donde continuaba la fiesta. Todo seguía su curso normal, y hasta alguna risotada entrecortaba las protestas de Martín de cuando en cuando al escuchar las cosas que le decíamos, pero seguía resistiendo como un toro. Esteban fue quien lo cogió por el prepucio para facilitar la maniobra de afeitado. Estiró el pellejo y levantó su fláccido miembro. Yo aproveché para rociar y luego untar sus testículos y sus nalgas con la espuma. Jorge y Sebastián tiraron hacia ellos las piernas y brazos de Martín para dejar mejor expuesto el área de trabajo. Yo aproveché y coloqué un cojín debajo de su culo para tener una mejor perspectiva. Entonces es cuando comienza lo que me hace vivir intranquilo desde entonces. No era la primera vez en que lo veía desnudo, pues nuestra amistad y camaradería era antigua y nunca había sentido lo que sentí esa madrugada. Yo era el único que no había descargado los testículos en aquella fiesta. Después de todo era un hombre recién casado y me había prometido no tener un problema con mi mujer por una chupadita. Pero los demás ya habían tenido su ración de sexo esa noche, especialmente Martín. Pero todo el ambiente que se respiraba esa noche era sexo, sexo y más sexo y me había sido muy difícil mantenerme al margen. Recuerdo que nunca había visto su ano tan de cerca, es más nunca había visto el ano de ningún otro hombre tan de cerca, y mientras trabajaba repartiendo bien la espuma lo toque un par de veces y luego a su alrededor, en ese momento fue cuando empezó martín a tener una erección, cada vez mayor, tanto que Esteban con un poco de apuro, a pesar de ser su hermano ya no pudo seguir sujetándolo por el prepucio y tuvo que cogerle el rígido pene con su mano izquierda y cada vez tenía que abrir más el puño pues crecía. Y estoy seguro que lo hacía cada vez que yo rozaba en las cercanía de su ano. Yo empecé a afeitar sus testículos tratando de no mirar su ano, de pronto dejé de escuchar a Sebastián y a Jorge quienes en cambio parecían hechizados con el espectacular crecimiento del miembro de Martín. Sin embargo todos procuramos disimular nuestra confusión ya que nadie hasta entonces ponía en duda nuestra heterosexualidad, allí no había nadie escondido en el armario. Esteban ya había terminado con su pubis y continuaba con su estómago pero a pesar de que era innecesario que continuara sujetando el pene de Martín, pues este desde hacía tiempo que se sujetaba solo y que no impedía el afeitado, lo mantenía aferrado en su puño. Fue entonces cuando yo cogí sus testículos en mi puño izquierdo, esta vez sentí el impulso de cogerlos con fuerza, y mientras lo hacía sentía mi pene reclamando atención, estaba creciendo dentro de mi pantalón apoyé la muñeca de la mano derecha sobre superlleno para poderle afeitar debajo de los testículos y fue entonces cuando Martín empezó a gemir, primero era un sonido atenuado por la música y el griterío de la fiesta, pero cuando ya me dedicaba a afeitarle las nalgas cerca de su ano, fue cuando advertí que su agujero arrugado estaba moviéndose, eran pequeñas contracciones que se hacían más pronunciadas y más seguidas conforme iba acercándome hacia él. Para ese entonces no estaba pendiente del resto de la pandilla, ellos por alguna razón estaban entretenidos con lo suyo y yo solo tenía ojos para su apretado agujero. Empecé a pensar que después de todo, una vez bien afeitado y no mirando otros detalles era exactamente igual que el culo de una mujer, y el recuerdo del culo de mi mujer, tantas veces deseado como rechazado para cualquier cosa que se relacionara con sexo empezó a atormentarme. Martín ya empezaba a gemir descaradamente y la punta de mis dedos sin darse cuenta ya empezaban a introducirse en el ano de mi amigo, mis manos se movían solas mientras fantaseaba con el culo de mi esposa, recuerdo haberme sentido culpable al tropezar con la mirada reprobatoria de Jorge, ¡pero qué coño!, al interesado parecía estarle gustando y la prueba eran esas contracciones que apretaban mis dedos y los suspiros de mi amigo, así que utilizando parte de la crema que rodeaba su culo, la unté en mis dedos y empujé, simplemente presioné y fue tan fácil, sentía que Jorge empezaba a aflojar la sujeción de Martín para intervenir, pero en ese momento desvió la mirada al oír que Martín empezaba a gritar repitiendo lo que cuarenta minutos antes decía la puta que se estaba follando: "Métemela toda, fóllame hasta que reviente" y no paraba de hacerlo, en ese momento el pene de Martín empezó a moverse por su cuenta, yo desde adentro supe lo que pasaba, estaba eyaculando, el muy bestia lo hacía por segunda vez en la noche pero esta vez fue algo sorprendente. Siempre pensé que eso que veíamos en las películas porno eran trucos o en todo caso personas que tenían unas "cualidades" especiales y que por eso estaban haciendo películas porno, después de todo en las Olimpíadas sólo se ven atletas de élite, pero ese día me di cuenta de que no era cierto, sólo se trata de tener el estímulo necesario para que ese tipo de cosas se haga realidad. Pude ver al incorporarme que la polla de Martín escupía leche como una manguera, y que los primeros chorreones caían sobre la nariz de su hermano que ahora le afeitaba las tetillas, éste reaccionó quitándose de la trayectoria de los lechazos y el resto de los correones terminó cayendo sobre el rostro del mismo Martín, uno de ellos sobre sus labios y fue poco lo que duró sobre ellos, pues una ávida lengua lo hizo desaparecer rápidamente dentro de su boca. Estábamos perdiendo los papeles y todo sucedía de forma muy rápida, lo siguiente a esta escena es que oí mi propia cremallera bajarse y la libertad que ahora sentía mi polla, que muy pronto el calor que rodeaba a mis dedos índice y medio que habían estado clavados hasta los nudillos se trasladaba primero a la punta de mi polla chorreante de babas. Ya había cruzado el límite y no había marcha atrás. Sebastián y Jorge soltaron a Martín pero este no cambió de postura siguió con sus piernas abiertas en el aire ahora exigiéndome por mi nombre que terminara lo que había empezado. Todos miraron entonces hacia mí, y yo me oí ordenar a Jorge y Sebastián que siguieran sujetando con fuerza a Martín, más por su propia comodidad que para que escapara y no sé cómo sucedió pero todos obedecieron, yo ya estaba con los cojones míos sobre los de Martín y con mi polla toda dentro de su culo. Dios que gusto, era tal como lo había querido hacer con mi esposa, tal como lo había hecho con putas antes de casarme, no había ninguna diferencia, no era malo, ni contra natura como nos habían dicho. Es más, era mucho mejor, era estar con un amigo, al cual quería como no se puede querer a una mujer y ahora estaba haciéndolo mi mujer, y le gustaba y me pedía más. Mientras tanto el semen que había en la nariz de Esteban ya chorreaba viscoso sobre sus labios y yo con la mirada le dije "bébelo", no hizo falta palabra alguna, y él obedeció. Ahora era él quien masturbaba con frenesí a su hermano quien volvía a tener una instantánea erección y mis amigos ya no miraban con desaprobación, habíamos traspasado todos el límite con el calor de momento, y después de todos éramos camaradas, que compartíamos siempre lo que alegraba a los demás. Empezaron a alentarme para que lo follara con más violencia, y ahora todos coreaban cada empujón que yo daba sobre Martín, fueron unos instantes pero duraron siglos, en ese momento todo parecía correcto, estábamos haciendo lo que nos pedía el cuerpo. Y en recuerdo a todas las pelis pornos vistas, no terminé dentro de Martín. Esta vez fui yo quien quería ver si podía emular su proeza, saqué mi polla y la seguí trabajando con mi mano mientras iba eyaculando y la dirigía a la cara de mis camaradas, a todos una ración de leche y todos recibiendo con ganas. El momento se rompió cuando también se rompió la barra del Bar. Demasiada gente sobre ella durante mucho tiempo, y el estruendo y el griterío que se escuchó al cesar la música nos hicieron reaccionar. Fue el pacto más silencioso y rápido de la historia. Yo limpié los restos de leche de mi polla sobre los muslos de Martín y guardé mi polla, subí mi cremallera, al subir los ojos, ya la leche había desaparecido de las caras de mis amigos y estaba empapada en las mangas de sus camisas, Martín se incorporaba más sobrio que nunca. Les miré a los ojos para sellar el pacto, y luego de ello sólo dije: "Iré a cerciorarme de que no haya heridos, ya vuelvo". Al regresar todos estaban compuestos y Martín debidamente vestido. Todos regresamos al bar para despedir a los amigos y recoger lo que se había caído. Los otros amigos en común nos hicieron dispersar y terminamos yéndonos de la fiesta sin despedirnos. Seguimos reuniéndonos en le Bar de Jorge todos los jueves como hemos hecho desde entonces, en nuestro pacto tácito establecimos que todo tenía que volver a la "normalidad" pero me he enterado que Martín lleva 6 meses asistiendo a un psicólogo desde entonces y yo no logro comprender bien lo sucedido entonces, pero esto no parece que acabe aquí, noto que este pacto es solo provisional y que todavía tenemos que enfrentar algunas cosas antes. Comentarios a no_subjet@yahoo.com

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