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La Importancia de Follarse a Ernesto, Part 1

by El Gran Danakil


"Llegó el momento" pensé mientras cogía por los cabellos a Ernesto para obligarlo a levantar la cabeza y mirarlo fijamente a los ojos. "Sí, todo está a punto. Me pertenece" Empujé vigorosamente al suelo su desnudo y sumiso cuerpo hasta tenerlo de rodillas ante mí. Mi polla empezó a erguirse y a apuntar directamente a su objetivo. Muy pronto Ernesto vería cumplidas sus fantasías con creces, pero a mi manera. Y es que había recorrido un largo camino desde su temperamento de Mustang hasta este momento. Yo lo había domado y ese proceso era para mí mucho más excitante que el mero contacto físico que estaba por acontecer. Debo admitir que también supuso para mí el descubrimiento de una fuente de poder hasta ahora ignota; y no me arrepiento, pues ha resultado ser el origen de inagotables y promisorios placeres. Fue entonces cuando, a raíz de estos acontecimientos, tomé como nombre de guerra el de "GRAN DANAKIL". Me dije que algún día lo escribiría y lo titularía: "La importancia de follarse a Ernesto", y así comienza mi historia: Me senté desnudo frente al borde del escritorio y abrí mis piernas para darle un amplio margen de maniobra. Él se acercó tímidamente a observar el espectáculo de mi polla, que surgía como una columna de carne, venas, sangre y piel sobre la base de dos grandes huevos, peludos, pesados y carnosos. "Arrodíllate ante tu amo y echa una mirada cercana" Usando sólo su lengua, lamió suave y cuidadosamente a lo largo de la parte inferior de mi órgano erecto; comenzando por la base y deteniéndose donde la corona del glande y el prepucio se unen, golpeteando y lamiendo en ese punto. Mi glande se hinchó aun un poco más y un espasmo incontrolado hizo que mis caderas se movieran hacia adelante con lo que la punta de mi polla se deslizó sobre su labio superior tropezando con su nariz y llegando hasta la altura de su frente. Ernesto retomó todo desde el comienzo volviendo con su maravillosa lengua a la base de mi polla, y luego hasta la parte inferior de los huevos y comenzó de nuevo el proceso, con más fruición que lo que la haría un niño con una chupachups. Lo veía absorto y concentrado, analizando la estructura de su boca, sus labios, lengua y dientes para poder resolver este problema de biomecánica que suponía tratar de engullir tantos decímetros de carne palpitante de manera que nadie resultara dañando. A pesar de ser un novato era obvio que utilizaba sus experiencias tratando de recordar lo que más disfrutaba y la forma como se lo hacían. Al fin lo veía enfrentarse a un verdadero desafío. "Acepta un consejo: Tómate tu tiempo. Explora bien el área primero, para que te hagas una idea." Empezó enfocando su mirada en la parte más protuberante de mi polla. Luego deslizó sus ojos a lo largo de ella y se detuvo a observar con detenimiento mis testículos. Levantó su mano derecha y arropó con sus dedos mi falo, que al sentir su contacto dio un respingo, su otra mano pronto la acompañó. Luego acariciando con la punta de sus dedos recorrió toda su extensión, de un lado a otro, replegó mi prepucio y hurgó entre los intersticios. Se untó la punta de sus dedos con la viscosa materia que encontró allí y se lo llevó a la boca paladeándola. Acercó su nariz, cerró ojos e inició su segundo tour de sensaciones, esta vez olfativo, no quedando lugar que su fisgona nariz no olisqueara. Ernesto empezó su primera mamada cerrando sus labios alrededor de mi polla y lamiendo la base, hasta que toda estuvo empapada por saliva. Entonces empezó a sorber y lamer mis huevos. Al hacerlo mi dura verga rozaba y botaba en su cara, que se impregnaba de una mezcla babosa y chorreante de saliva y líquido seminal. Lamió mi escroto, estrujando con su lengua los más recónditos pliegues, arrugas y surcos que mi piel le ofrecía, sentía su succión profunda y constante, junto con el chirriar del aire que se colaba por las hendiduras de sus labios. "Este chico está demostrando al fin todo lo imaginativo y competente que es para acometer cualquier 'trabajo' por nuevo o desconocido que le sea. Tal como lo haría un profesional." Me dije. Con mi testículo derecho aun en su boca, alejó su cara hasta que, a pesar de la succión, se le escapó de sus labios haciendo un ruido húmedo y chispeante. Sacó su lengua colocando la punta en la base de mi polla y la deslizó a todo lo largo, recorriendo valles y montañas producidas por mis palpitantes venas a toda presión, hasta llegar al borde del glande en donde se detuvo para recorrer en redondo a través de su canal. Su intención era saborear los pequeños residuos que en ella se encuentran lo cual pareció agradarle mucho, por el gemido de aprobación, o más bien debiera decir de deleite. Los chorros de líquido seminal lo alcanzaron en este proceso y se detuvo un pequeño instante para reconocer primero, para diferenciar después, y para cambiar de ruta hacia el origen de ese nuevo sabor. Al llegar al esfínter aguzó la lengua y la empujó con fuerza dentro de él, luego aplicó sus labios a su contorno y succionó con mucha presión, como un crío chupando de su tubo de leche condensada. SU boca se fue abriendo, más y más, sus labios fueron ocultando poco a poco la parte superior de mi glande y su lengua comenzó a trabajar la base de éste con suaves y rítmicos lengüetazos. Sentía sus dientes incisivos alrededor de mi expectante carne, que obstaculizaban una más profunda penetración. No dejé de sentir esa pequeña desilusión que lo reducido de la abertura bucal tiene en la casi completa totalidad de las personas que me han chupado, o más bien han intentado chuparme, la polla. Claro que todo depende del punto de comparación y mi exageradamente gruesa polla, mi abultado glande no hacen fácil una proeza como ésta. Pero Ernesto no cejaba en su empeño, aunque la comisura de sus labios parecía a punto de estallar por la tensión y sus dientes ya empezaban a producirme un dulce dolor al clavarse en mi carne. Un ruido sordo de huesos y articulaciones acompañaron al maravilloso momento que cambió radicalmente la situación Su quijada de descoyuntó y abrió paso, cedió terreno. Sus dientes ya no fueron más un obstáculo. Aprovechando el momento pasé una mano por su nuca, le miré a los ojos, que lejos de expresar temor o dolor por lo que acababa de suceder a su mandíbula, me reían, me invitaban diciendo: "Sí, ahora sí, ¡Adelante!, ¡Métemela hasta que me asome por el culo!". La compañía me pidió que me encargara de la promoción del proyecto en la Feria internacional de Telecomunicaciones de Berlín con dos días de anticipación. Odio las improvisaciones, pero la reorganización de personal hizo necesario que yo cubriera el hueco ( y el tiempo ha demostrado que esa es mi especialidad, en todos los sentidos) que había dejado el anterior gerente de relaciones públicas quien había sido despedido por no haber hecho nada; y la compañía aunque reaccionó tarde, tuvo que enviar a la persona que era capaz de apagar las llamas de cualquier situación caótica y urgente: a mí. Para ello contaba con la ayuda de Ernesto, el senior más competente de su generación. Ágil, eficiente, decidido y ambicioso. Si bien es verdad que nos habíamos hablado en unas 4 ó 5 veces con anterioridad, pues no trabajábamos en el mismo departamento, sentía que de alguna manera me evitaba y que cuando nos veíamos en los pasillos se turbaba de tal manera que yo lo achacaba a su nada oculta antipatía que supe sentía por mí y a la fama de duro e implacable bien merecida, aunque debo comentar, que yo simplemente lo llamo mala leche. Cuando lo llamé a mi oficina para darle instrucciones sobre la agenda del viaje pude observar, y me precio de saber reconocer lo que pasa por el fondo de la mente de la gente, que además de su casi contenida furia por no haber sido elegido para el cargo vacante y que para colmo me tuviera a mí como jefe, fue una especie de rebeldía y rechazo hacia mí ( lo cual no me impresionó pues ya estoy acostumbrado ) y la experiencia me dice que es el primer síntoma de que pronto estará haciendo lo que quiero, pero lo que más me desconcertó es que por breves instantes sentí que afloraba debajo de esa antipatía un deseo que era todo lo contrario y no era precisamente admiración, ni siquiera esa condescendencia de subalterno trepa que te hace la bola. Era algo que le producía placer. Fue todo lo que le pude entrever entonces. Eso no impidió que me portara como un patán con él, o como en los cursos de gestión dirían un jefe que sabe imponerse a un subordinado hostil, y pedirle que se encargara de la reserva de los pasajes y del hotel. Pero con dos días para comenzar la Feria, los hoteles estaban todos ocupados, por lo que luego de un buen rapapolvo, logré hacer entender a Ernesto que alquilara un aparthotel en las afueras si era preciso y un coche a como diera lugar. Después de todo, no estaba en la portada de la revista de Gestión más importante del mundillo por nada y este mocoso haría, aun a su pesar y ya me aseguraría yo de ello, lo que tuviera que hacer para que todo estuviese como me gusta: Bajo mi control. Creo que ya han podido adivinar algo de mi carácter pero mejor sería que me describa físicamente para que le pongan una cara y un cuerpo a esa imagen. Tengo 29 años, mido 1,87 y peso 95 Kg. de los que no se desperdicia nada en grasa pues sé cuidar de mi imagen y por ello robo tiempo al sueño para dedicar 2 horas diarias de gimnasio. Tengo ojos color azul acerado, grandes y penetrantes a los cuales he entrenado para clavar en su sitio a la gente en unas ocasiones y en otras, para empujarlos a hacer cosas que no desean hacer, para lograr arrancar una confesión autoinculpatoria y finalmente para desnudar con la mirada a cualquiera que necesite saber quién es el jefe. A pesar de todo lo anterior, o más bien por todo ello, mis ojos son la parte más hermosa de mi cuerpo, sin desmerecer mi piel bronceada, piernas fuertes y torneadas.Toda la piel cubierta por abundante, negro y retorcido vello corporal y una polla a juego de talla XXL de largo y con un perímetro, alrededor de mi glande circunciso y cabezón, del mismo grosor que mi muñeca. Quizás el aspecto físico que después de mi mirada conmocionaba más a los que me rodean es un intenso olor particular, a animal cachondo que no pueden borrar las dos duchas que tomo al día, ni enmascarar el perfume que uso. Y aunque las partes de mi cuerpo tienen lo que es necesario para ser guapo, ese aura de agresividad hace que no mucha gente tenga tiempo ni disposición para verme tal como soy: Un pedazo de hombre rabiosamente atractivo, con gran éxito con las mujeres y respeto, odio o sumisión entre los hombres. Cuando nací y mi padre vio por primera vez al hijo que acababa de parir mi madre, su primera acción fue el quitarme los pañales y viendo mis hinchados genitales exclamó con orgullo y satisfacción: "¡Bribón, no cabe duda que sales a tu familia, heredaste los huevos y la polla de tu padre!". Mas tarde en mi temprana adolescencia, siempre me pareció extraño vivir en un mundo en que todos mis compañeros de clase sólo tenían una especie de pequeño cacahuete pegado entre las piernas. Y la diferencia pronto se hizo notar. Fui apodado por mis acomplejados compañeros como "la boa", "la trompa del elefante", "el hombre de tres piernas" y me preguntaban si en vez de comprar los calcetines por pares yo me los compraba por tríos. Mi primera experiencia sexual fue con la vieja puta del pueblo, en cuya casa me planté cuando tenía 12 años y de donde casi me echa a patadas. Lo que la hizo desistir del empeño fue la firmeza y resolución de mi carácter, pero fue al mostrarle mi polla que terminé de convencerla. Recuerdo sus palabras: "¡Mira que curioso!, ¡Una polla con un niño pegado a ella!" Confieso que fue una buena decisión haber comenzado con una puta vieja, de carnes fláccidas y distendidas. Como más tarde comprobé, el tamaño, pero sobre todo el grosor, que adquirió mi polla desde entonces no estaba especialmente adecuada para orificios vírgenes y apretados. Luego de un par de tropiezos con unas aterrorizadas y estrechas niñatas de mi edad, comprendí que yo era carne para gente viciosa, experimentada, con mente y orificios corporales amplios, distendidos. Gente que busca el último reto, la última frontera; avariciosos e insatisfechos seres que no se conformaban con lo "normal" y deseaban siempre más, mucho más. Gente con gustos depravados que querían que el sexo además de placentero les dejara algún dolor corporal, mucho más duradero que un efímero orgasmo para que les recordara y les incrementara el placer del coito, incluso días después de practicarlo. Comprendido que hube esto, me olvidé de vírgenes y estrechas y aunque una parte de mí deseaba experimentar esa primera experiencia, el desgarre de esa pequeña membrana era lo de menos, lo importante era el concepto de la virginidad perdida, el himeneo; me olvidé de ello y me dediqué a las mujeres que se habían convertido a mi medida. El sexo oral suponía otros tantos obstáculos pues a menos que lo hiciera con una hiena desdentada, anatómicamente hablando no tenía otra alternativa que conformarme con un tratamiento parcial y alternante de mi verga, sin haber podido sentir lo que era clavar mi verga hasta su empuñadura en la boca de alguien. Nos encontramos de madrugada en el aeropuerto. Yo le vi llegar con una hembra espléndida: morena, con porte, elegancia, con cierto aire de insatisfacción sexual y que a todas luces, y era obvio por su cadencioso contoneo, sabía utilizar muy bien su pelvis. Me dije que ya tendría tiempo a la vuelta de conocer mejor esos atributos. La pareja se acercó a mí y al llegar a donde estaba sentí que mi "fragancia" personal no había pasado desapercibida, pues las mujeres suelen tener mejor olfato que los hombre y la forma como me miraba cambió. Cosa que, a pesar de un intento de disimulo, molestó a mi joven ayudante. Nos presentamos, luego la mujer se despidió de mí y alejándose un poco, sólo un poco, besó de una manera demasiado exagerada para el lugar y el momento a Ernesto. Ambos me miraban con el rabillo del ojo mientras lo hacían. Trataban de desvelar mis pensamientos, de descubrir alguna emoción, de espiar mi reacción a su beso. Mónica, que así se llamaba la novia de Ernesto, se fuee y nosotros cogimos el avión rumbo a Berlín.Llegamos directamente al recinto ferial en donde estuvimos coordinando el equipo de azafatas locales y viendo que el stand estuviese a punto. Después de un día repleto de entrevistas, negociaciones y reuniones con los representantes de nuestros clientes, el primer día de la Feria estaba llegando a su fin. Fui a los servicios a echar la meada que largamente había pospuesto todo el día. Entré y me encontré a Ernesto quien ya estaba terminando con lo suyo. Me coloqué en el mingitorio vecino a él, bajé mi cremallera y saqué mi polla que estaba algo hinchada de las ganas de mear. Empecé a orinar y de pronto sentí que Ernesto se desplomaba junto a mí. Lo cogí por las axilas y lo levanté; lo abracé y lo llevé al lavamanos en donde lo senté. El chico se había desmayado y en mi reflejo por ayudarlo le había orinado todos sus pantalones. Abrí la llave del agua fría y le mojé la cara. De inmediato empezó a reaccionar, quizás más por mi olor tan concentrado y próximo que por el agua, y volvió en sí con sobresalto. Luego de asegurarme que todo estaba bien, terminé el abrazo con que lo sostenía y di dos pasos atrás. Fueron sus ojos los que me indicaron que todavía tenía mi polla fuera de mis pantalones y que estaba semi rígida . El chico salió tambaleándose del servicio, más pálido que si hubiese visto un fantasma. Yo terminé de orinar y al salir me encontré con dos viejos clientes quienes me invitaron a una recepción esa misma noche. Acepté y quedamos en reunirnos en una hora. Regresé al stand, despaché a las azafatas y a Ernesto, quien balbuceante se disculpaba por su desmayo y tartamudeando explicaba que no había tenido tiempo de comer desde nuestra llegada a Berlín y que estaba afectado por el jet-lag. Le dije que cogiera el coche de alquiler y que , inmediatamente y sin falta, fuese a cenar a un restaurante, que yo iría con los clientes a una recepción y que no estaría en el piso hasta tarde. Ernesto estaba hecho una calamidad y su penosa actitud junto al olor a orines no mejoraba su estado. Pero aún después de marcharse Ernesto todavía persistía el olor, fue entonces que reparé que mis zapatos también estaban manchados. Tendría que pasar primero por el piso a ducharme y cambiarme si no quería causar la impresión de ser un chivo en celo en la recepción.Recogí mi portafolios, la videocámara y media hora después, cogía un taxi que pronto me dejó frente a un edificio de 8 plantas y me dirigí al piso. Todo estaba en completo silencio y aparentemente sin signos de Ernesto. Entré y sin encender ninguna luz ( era noche de luna llena y su resplandor se colaba por los ventanales ) me dirigí a la primera habitación para comprobar si en ella estaban mis pertenencias. (EL encargado de la agencia se había llevado nuestros equipajes al piso en la mañana directo desde el aeropuerto y yo en ese momento no sabía en cuál había colocado el mío ) La puerta estaba abierta y si bien el umbral de ésta estaba cubierto por sombras, sobre la cama un gran chorro de luz me dejó ver el torso de Ernesto cuando ya empezaba a entrar en la habitación. Yo lo hacía en el restaurante y él a su vez me imaginaba rumbo a la recepción, por lo que me quedé junto a la puerta y sin ser apercibido, ya que no me esperaba. Empujé mi polla dentro de su boca, conteniendo con fuerza su cabeza que de otra manera hubiese retrocedido con el impulso, centímetro a centímetro se hincaba dentro de Ernesto. Pero con la mitad todavía afuera sentí sus primeras arcadas y dificultad para la respiración ahora entrecortada. Me detuve un rato para darle tiempo a que se acostumbrara. Sus labios apretaban con fuerza pero no lograban contener los chorros cálidos, babosos, espumosos y viscosos de líquido seminal que se deslizaban de su boca, recorriendo a todo lo largo de mi verga, goteando sobre mis testículos, empapándolos, pringando todos mis pelos, apelmazándolos. Mientras, sus manos extendían la mezcla por mis muslos, mi enladrillado abdomen, llegando hasta mis pectorales y deteniéndose en mis pezones. De haber continuado así quizás me hubiese podido colar por la cerradura de una puerta sin el menor esfuerzo.¡Y ni siquiera había comenzado la diversión! Esta vez, alguien sería capaz de engullir toda mi carne de una vez, aunque fuera por pocos momentos, si no quería terminar eyaculando dentro de un cadáver de rostro azulado y chorreando semen como una fuente romana por todos los agujeros de su cuerpo. Alguien con unas "habilidades" tan adecuadas y poco comunes para mis dimensiones corporales no era un objeto de usar y tirar. Antes bien, debía preservarlo para descubrir nuevas "destrezas" y gozar de lo que la experiencia y la profesionalización mejoran en cualquier actividad humana. Así que dije: "Mejor es que tome cuanto aire puedas, pues te aseguro que nunca lo necesitarás más que ahora. Desde hoy te podrás dedicar a fakir traga-espadas". Dibujando círculos con su cabeza atacó la punta de mi polla, sintiendo las diferentes partes de su anatomía bucal mientras lo hacía, y a la vez, con sus manos rodeo mi polla y apretando con fuerza las empezó a mover rítmicamente arriba y abajo, masturbándome. Posicionó su cabeza de manera que su boca y su garganta estuvieran casi en línea recta. Antes de comenzar relajó sus músculos, yo me mantuve quieto mientras él encontraba la mejor manera de proceder. Con dificultad realizó una larga y profunda inspiración y centímetro a centímetro fue desapareciendo engullida por esa profunda garganta hasta que la punta de su nariz tocó mis rizados pelos púbicos. Alcanzando su esófago, retiré mi verga permitiendo a su cuerpo ajustarse al tamaño de mi pene gradualmente. Nuevamente le enterré mi verga a través de su garganta lo más profundo que pude. Mi verga se embutió entre sus amígdalas, hasta sentir el fondo de su garganta, pero todavía no fue suficiente, por lo que alineó su tráquea para evitar el ángulo que impedía que mis testículos descansaran finalmente en su barbilla. Una vez dentro de él inicié el movimiento pendular, follándolo por la boca. Sus vías respiratorias estaban obturadas por completo, mi verga estaba atascada en ellas pero estaba tan bien lubricada que no me costó imprimir un, lento al principio, movimiento de balanceo a mis caderas, columpiando mis testículos y haciéndolos "despegarse" y adherirse a su chorreante barbilla en un contrapunto de movimiento de contraste simultáneo entre ellos. Con este vaivén mi verga salía 10 centímetros y luego recuperaba el terreno perdido. Mi placer era enorme al sentir la distensión, el ensancharse, el entreabrirse, la dilatación, cómo todas sus mucosas bucales daban de sí y abrían paso a mi verga. Para evitar daños cerebrales a Ernesto seguí el mismo ritmo que cuando se reanima a alguien con una parada cardio-respiratoria: seis penetraciones hasta la empuñadura y una retirada hasta que solo mi voluminoso glande estaba dentro de su boca, luego una pausa para que tragara los centilitros de nuestros líquidos que no lograban encontrar salida y un breve pero profundo resoplido, un aspirar - expirar. Era entonces cuando volvía a ensartarlo y retomaba mi ahora más veloz oscilación dentro - fuera de su cuerpo. Mis manos se llenaron de nuestros humores y al restregarlas por su nuca y el resto de su cabeza empapé sus cabellos de tal forma que parecía que había tomado una ducha, pero con aceite, haciendo más difícil para mí la sujeción de su cabeza para que no retrocediera ante mis embestidas. A continuación todo fue una continua repetición de acciones: clavar - sacar, hincar - sacar, punzar - sacar, atravesar - sacar, aguijonear - sacar, apuñalar - sacar, encajar - sacar, introducir - sacar, meter - sacar, empujar - sacar, zampar - sacar, rajar - sacar, impeler - sacar, espichar - sacar, chuzar - sacar, hundir - sacar, clavar - sacar, ensartar - sacar, pinchar - sacar, embutir - sacar, encajar - sacar, incrustar - sacar.Por su parte Ernesto engullía, tragaba, gemía, succionaba, se atragantaba, sorbía, chupeteaba, se sofocaba, se atragantaba, devoraba con ansias, se ahogaba, pulía mi pene, friccionaba mi escroto, a veces reculaba, babeaba, suspiraba cuando podía, gimoteaba, sollozaba.

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La Importancia de Follarse a Ernesto, Part 2

Lo encontré desnudo, recostado en la cama. Fue entonces cuando hice un inventario de sus atributos físicos: Su mirada ausente y semblante melancólico, su pelo castaño muy corto y disparejo peinado hacia adelante. Sus orejas grandes y pegadas al cráneo. Sus cejas eran cortas y oblicuas, casi diabólicas pero sus ojos color miel le daban un toque apacible y sereno. Su nariz era larga

La Importancia de Follarse a Ernesto, Part 3

Yo estaba tan pendiente de mis sensaciones táctiles y visuales que casi no reparaba en mis bramidos estentóreos, mis roncos gruñidos de placer. Violentos bufidos y rugidos se escapaban de mi garganta acompañando cada golpe de mi pene. Tampoco reparé entonces en el espeso vaho que nos rodeaba, húmedo, cálido, penetrante, acre, áspero, incisivo, picante. Tan denso que casi se podía

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