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La Importancia de Follarse a Ernesto, Part 2

by El Gran Danakil


Lo encontré desnudo, recostado en la cama. Fue entonces cuando hice un inventario de sus atributos físicos: Su mirada ausente y semblante melancólico, su pelo castaño muy corto y disparejo peinado hacia adelante. Sus orejas grandes y pegadas al cráneo. Sus cejas eran cortas y oblicuas, casi diabólicas pero sus ojos color miel le daban un toque apacible y sereno. Su nariz era larga y perfilada y a continuación, casi inmediatamente emergía su boca abultada y carnosa como si tuviese dos labios inferiores, como un niño enfadado, con una perilla incipiente que le daba un aire rudo al contexto y concordaba con la simetría de su barbilla cuadrada. Su pecho estaba afelpado con una pelusa suave y más clara que el color de su cabello, que bajaba en rectángulo hasta sus genitales. Su pecho era amplio, magro y sus pectorales compactos, no voluminosos pero bien definidos. Sus tetas eran ovaladas y con aureolas grandes y sonrosadas, con pezones claros, puntiagudos, elevados. Su ombligo era casi horizontal, como una sonrisa o una cortada en su plano abdomen. Su cintura no era fina, mientras que una de sus piernas estaban flexionadas hacia arriba, su otro pie hacía las veces de silla pues estaba escondido debajo de sus nalgas desnudas, desde donde asomaba el hueco de su culo con algunos pelos retorciéndose en su contorno. Reclinado a un lado, recostado sobre uno de sus codos, estaba tonteando con su pene semi-erecto, de tamaño convencional, tocándose en la unión de sus depilados testículos con su pene y luego bajando sus dedos en una sola y continua caricia hacia el hoyo de los placeres, rozando su contorno con la yema de los dedos pero no decidiéndose a insertar sus dedos en él. Todo sucedió como una maquinaria de relojería, pues entré en escena en el momento adecuado. Si bien es cierto que al verlo desnudo y en lo que parecía el comienzo de una paja, estuve a punto de dar media vuelta y salir de allí, no porque tenga nada en contra de que otros hombres hagan con sus pollas lo que deseen, sino porque sencillamente no despierta en mí ningún deseo. Bastante tengo con procurar darle placer a mi polla cuando ésta me lo exige, ¡Y vaya tirana que es la mayoría de las veces !, como para tener que preocuparme de las de los demás. Lo que hizo que me quedara a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos fue el que en ese momento tiraba la foto de Mónica y luego de cambiar el foco de su atención a su culo se volteó hacia la mesa de noche y cogió una revista, que resultó ser la que publicaba un reportaje sobre mi carrera y con una gran foto mía en la portada. "Vaya, vaya" Me dije, mientras sacaba la vídeo cámara de su estuche y la encendía. En esta lucha yo había ganado, y entonces comprendí la actitud de Ernesto al comienzo de nuestro viaje. Era un momento íntimo, de reflexión, duda, lucha interna, deseo contenido, culpa y placer. Todo esto sin que pareciera darse cuenta de lo que hacía, pues sus ojos estaban desenfocados y miraban en otra dirección, quizás hacia adentro, a los pensamientos que en ese momento cruzaban su mente contradiciendo todo aquello que había aprendido como su identidad sexual, luchando contra lo que había sido desde su desvirgamiento hasta la actualidad, con sus 23 años: Toda una década de heterosexualidad incuestionable. Y todo ello debido a mí, a mi sola presencia y a mis ferormonas que lo habían estado enloqueciendo desde que nos conocimos. Ello era obvio pues poco a poco la atención de su mano se centraba en derredor de su ano y se preocupaba menos de su pene que comenzaba a languidecer. Al mismo tiempo que acariciaba el borde de su ano su cuerpo se estremecía con ligeros espasmos. Poco a poco la atención de su mano se centraba en derredor de su ano y se preocupaba menos de su pene que comenzaba a languidecer. Mientras veía la foto de la revista se llevó los dedos de su mano derecha a los labios y empezó acariciarlos suavemente, apenas rozándolos con la yema de los dedos, haciéndole entrecerrar sus ojos y producirse un ahogo tal que necesitaba respirar por la boca. Introdujo la punta de su dedo índice en su boca y lo mordisqueó apaciblemente, con gusto. Empezó a jugar con su lengua, lo lamió y finalmente lo introdujo por completo en su boca, cerrando sus labios en torno a él. Añadió su dedo medio y empezó a pulirlos e impregnarlos con abundante saliva imprimiendo un vaivén ralentizado y sensual, como quien chupa regaliz. Separó sus pringados y chorreantes dedos de su boca y los dirigió hasta su ano, donde su saliva los hacía deslizar con mayor facilidad sobre su ano, y luego desaparecieron dentro de él. Su cuerpo se estremecía con un ligero espasmo y cuando finalmente sus dedos empezaron a ir más lejos, o mejor debería decir más adentro de lo que él jamás había imaginado, empezó a oírse un suave y ronco gemido. Con este ruido se terminaron de derrumbar los últimos muros de lo que hasta entonces había sido su intachable "masculinidad". Y es que una vez que un hombre se abre a una nueva idea ya no se puede hacer nada para dar marcha atrás. Sólo era necesario que me acercara, bajara mi cremallera y dejara escapar ese monstruo rígido que buscaba una manera de liberarse, coger a Ernesto con ambas manos por la cabeza y llevarlo hasta mi erguida polla para que la mamara y luego..., bueno, mejor luego... Sería "demasiado fácil" y no tendría ningún mérito y no es que me estuviese arrepintiendo por tratarse de un hombre. Tengo claro que mi picha es para espicharla, que hay huecos mejores y otros no tanto para tal efecto. También tengo claro que un culo y una boca son unas buenas alternativas de un jugoso coño y que entre los de un hombre y los de una mujer, a estos menesteres, nunca he visto ninguna diferencia funcional. No lo había hecho con un "hombre" porque simplemente las mujeres tienen un hueco "extra" que da valor añadido y aumenta el número de variaciones, combinaciones y permutaciones y además, a los hombres les "sobra" carne en donde debería haber un coño. Pero en esta últimas 24 horas, me había percatado de lo que va esto. Esto va de poseer, de dominar, someter, doblegar, rendir, apoderarse, domar, de imponerse, de reducir la voluntad ajena, de violentar una resistencia, de vencer a un enemigo. Follarme a Ernesto era un acto que me proporcionaría PODER sobre él. Y esto tiene más valor añadido para mí que si tuviese media docena de coños repartidos por su cuerpo. Como dije, conquistar el poder sin sentir resistencia no tiene para mí ningún aliciente, mejor sería "jugar con la presa" un poco antes de hincarle los dientes. Pero antes tenía que darle un alivio transitorio a mi urgida polla. Regresé al cuarto de baño, me escupí en la mano y me masturbé violentamente mientras visionaba la imagen del culo de Ernesto. "Un polvo menos" me dije. Siempre he considerado un desperdicio , la mayoría de las veces imperdonable, lo que en tiempos de Onán llamaban "verter afuera" . Pero sólo estaba posponiendo el verdadero placer. Limpié la lluvia de semen que escurría por el espejo, el lavamanos y la pared. Sin lavarme las manos, que emanaba un fuerte olor a polla, semen y saliva, guardé mi aliviada verga y regresé a la puerta de entrada del piso. Introduje de nuevo la llave, abría y cerré la puerta haciendo todo el ruido que antes no había hecho y encendí las innecesarias luces. De inmediato los débiles gemidos provenientes de la habitación de Ernesto cesaron y fueron sustituidos por unos ruidos rápidos y desordenados. Avancé a grandes pasos hasta su habitación. " ¿Quién coño está ahí? Ernesto, ¿eres tú?" Pregunté con voz de enfado. "Sí, so,so,soy yo" Escuché a mi vez. "Tú tienes que estar en un restaurante en este momento, ¿no es cierto?" Dije entrando ya en la habitación y viéndolo enredado en el edredón, sus pantalones en el suelo. Seguí hacia la cama pasando y pisando por encima de la foto de Mónica. Estaba pálido y sudoroso. Su cara de asombro y vergüenza era todo un poema. Esto estaba resultando realmente divertido. Pero tenía que aprovechar ese estado psicológico en que se encontraba para mortificarlo más y sacar ventaja. "Yo, yo,... yo..." sus ojos daban vueltas como queriendo hacer arrancar a su paralizado cerebro, tratando de encontrar una explicación no ya creíble, sino cualquiera con tal de poder formar una frase coherente y ganar tiempo. "Tú regresaste a cambiarte los pantalones, y luego..." dije para echarle una mano mientras pateaba con la punta del pie los famosos pantalones. "Sí, y luego... eh... me sentí mal, no he tenido ... ánimos para salir de nuevo". Replicó, ya más aliviado. "¡Oh! Realmente luces mal, estás pálido y parece que estás acalorado" Dije burlonamente sentándome en el borde de la cama. "Veamos si tienes fiebre" y al mismo tiempo le puse la mano sobre su frente Fue un chispazo lo que se produjo. Yo sentí su sobresalto y él el olor despedido por mi mano. Pareció reconocerlo, aspiró varias veces para comprobarlo y retiró su frente de mi alcance con brusquedad. "Nada de eso" dijo casi gritando "estoy mejor que nunca" "¡Me alegra, y tanto! Dije sonriendo. "pues quiero ver la agenda de mañana ahora, así que, levántate y tráeme el laptop". Dije en tono sereno pero firme. "Un momento, sólo tengo que vest..." dirigiendo su mirada por encima de mí, en busca de sus slips y pantalones que yo había arrojado al centro de la habitación. "¿No has escuchado? He dicho AHORA." En un tono que no admitía réplica. "¡Pero estoy desnudo!" Realmente ridículo, pero fue lo que dijo casi como una súplica y al instante de decirlo ya estaba arrepentido de haberlo dicho. "¡La 'señorita' está desnuda!" Dije en falsete. Lo cogí por debajo del brazo con firmeza y de un solo tirón lo incorporé. "Número 1: NUNCA me hagas esperar cuando te pido algo para AHORA. Número 2:A pesar de toda la ineficiencia que has demostrado en todo el día, espero que no seas tan inútil para no poder andar e ir desnudo al mismo tiempo. Número 3: Si ya has visto mi polla hace un par de horas y no se ha acabado el mundo no creo que ahora suceda nada porque enseñes tu culo cachondo y tu triste pellejo fláccido. Así que no me toques las pelotas y haz lo que te he ordenado inmediatamente." Finalicé acompañando mis palabras con una de mis miradas y un fuerte empujón que lo sacó de debajo del edredón y lo puso en pie de espaldas a mí. Allí estábamos los dos, él avergonzado por su desnudez y la torpeza de lo que había dicho y hecho, humillado por haberle recordado la escenita del aseo, detestándome por doblegarlo a mis caprichos, odiándose por haber sentido esa "debilidad" por mí antes de que entrara en la habitación, pisoteado su orgullo por haberlo zarandeado como a una puta histérica. Odiaba al mundo, me aborrecía a mí, pero sobre todo se detestaba a sí mismo por haberme deseado entre sus nalgas, dentro de su culo, por haber revivido la imagen de mi polla mientras se chupaba los dedos e incrustarlos en su ano. De no haber estado de espaldas a mí habría visto rodar esa lágrima de ira, rabia, odio. Lo que sí vi fueron sus puños crispados, cerrados con fuerza, blancos y con sus uñas encajadas. Y ese magnífico trasero. Con nalgas relucientes, musculosas, redondeadas, abultadas y cubiertas de una felpilla suave. Lo vi dudar, no sabía si voltear y tratar de matarme a golpes, si abrir simplemente la ventana y tirarse por ella o dominarse como pudiese y hacer lo que le ordenaban. Finalmente luego de un tenso minuto de inmovilidad, se limpió la cara y caminó hacia el escritorio sin voltear y dijo: "Como Usted diga 'Amo'" En el tono más sarcástico y belicoso que pudo. Con lo que consiguió terminar de excitarme. "¡Que te den por el culo! Dije de inmediato, haciéndolo voltear para mirarme al oír decirme esa frase con lo que no se fijo en sus pantalones tirados en medio de la habitación, enredándose con ellos, dando un traspié para caer redondo de bruces. Salté de inmediato junto a él , como si fuese en su auxilio, y premeditada y alevosamente dirigí mi zapato con todas mis fuerzas sobre sus testículos que se entreveían entre sus separadas piernas y los aplasté con ensañamiento. Fue placentero sentir sus huevos machacados bajo mi pie. Supongo que el segundo desmayo del día le impidió siquiera gritar. Otra vez lo levanté en un abrazo de oso por la espalda y lo incorporé, pero no se mantenía en pie, por lo que lo pequé a mi cuerpo y lo llevé arrastrándolo al baño donde, con su culo carnoso convenientemente apoyado sobre mi polla, mientras que con un brazo le sostenía a la vez que y le daba cachetes y con la otra abría la llave del agua, y le tiraba agua a la cara. Mi polla quería romper la tela que la separaba de su recto. Sentía que chorreaba líquido preseminal y que si no pensaba en otra cosa terminaría dándole en ese mismo momento lo que este maricón quería para estrenar su culo. Así que apoyé su trasero sobre mi cadera, liberando la presión del bulto que se empezaba a levantar como una tienda de campaña en mis pantalones y me imaginé a la Reina Isabel II cagando desnuda con los calcetines, el sombrero y su inseparable bolso puestos. Como antiafrodisíaco es tan bueno que debería patentarlo. Mientras seguía murmurando: "Todo está bien, tranquilízate. Vuelve en ti." Los quejidos, esta vez de dolor, hicieron que me concentrara de nuevo en Ernesto, quien aunque todavía confuso acerca de lo que le había sucedido o simplemente dónde estaba, ya abría los ojos y empezaba a querer ponerse en pie. Dibujé la mejor cara de "padre-abnegado-preocupado-por-su-retoño-herido" que pude y me retiré un par de pasos. Este momento se podía tornar violento, me dije, pero el estado mental de Ernesto, previo al "incidente", su caída y su posterior desmayo lo tenían tan abrumado que no relacionó mis andanzas con algo premeditado, sino que lo vio como un flujo continuo de dolorosos accidente. Le di un albornoz y le pregunté: "¿Cómo estás, tío?". Estos acercamientos funcionan para romper la tensión. "¡Ay,... Joder Macho... ay! Muy adolorido. ¿Anotaste la matrícula del coche que me atropelló?" Fue lo primero que se le ocurrió decir. Nos carcajeamos a todo pulmón. Actitud que sólo interrumpió para volverse a quejar esta vez por su labio inferior que empezaba a hincharse. "Ven conmigo a la cocina..." Lo dejé sentado a la mesa de la cocina . Salí con el pretexto de ir en busca de unas toallas al baño, aunque mi verdadero propósito fuese hacer unos arreglos que más tarde me concederían horas de gran satisfacción personal para mí y de denigrante humillación para Ernesto. Para algo era ingeniero en Telecomunicaciones y disponía de una maleta entera llena de innumerables e impresionantes juguetes electrónicos. Al cabo de un rato llegué con las toallas que procedí a llenar con cubos de hielo y se las entregué para que se las aplicara en las partes afectadas. Le vi dar un brinco al sentir el frío en los testículos. Anda a tu habitación que yo me encargo de conseguirte lo que necesitas" Dije mientras lo llevaba cogido del brazo hasta la puerta. _"Buena señal"_ pensé _"Obedece de buena manera. Está dejando las cosas a mi control". Diez minutos después aparecí en su habitación diciéndole: "He llamado a unas viejas conocidas. Vienen en camino con comida y un coño caliente para cada uno de nosotros: Ingrid y su hermana Berta. Es un viejo remedio familiar para reconstituir hasta a un muerto". Y sin darle tiempo a replicar continué "Te dejo, voy a ducharme y a ponerme algo más cómodo". 55 minutos después abría la puerta a las chicas que llegaban con unas pizzas y varias botellas de vodka y ginebra. A esas horas de la noche es todo lo más que uno puede exigir. Estas chicas sabían lo que hacían y para lo que habían venido. Comimos y casi antes de terminar arrastré a Ingrid a mi habitación. Cogiendo mis genitales por encima del albornoz, frotándolos de arriba a abajo y sonriendo de una manera cómplice le piqué un ojo a Ernesto y dije: "Es la hora de la herramienta". Ingrid tuvo una larga noche y fue víctima, muy a su gusto, de una paliza sexual que todavía recordarán ella, los vecinos y Ernesto. Si la chica hubiese continuado así algún rato más creo que hubiese venido la policía. Berta apareció a los 40 minutos y se unió a nosotros. Sus razones fueron, a su decir: "Ese amigo tuyo es un maricón, ya lo tenía cachondo pero en lo que se oyeron los gemidos vuestros y el chirriar de vuestra cama al otro lado de la pared, se desinfló por completo y ningún truco fue suficiente para revivirlo. Luego me empujó, abrió una botella de ginebra, empezó a beber y a llorar ¡Incluso antes de emborracharse! Así que he venido donde está la acción." De esta forma, Berta también recibió el mismo tratamiento que su hermana. Lo cierto es que mientras las penetraba analmente no era a ellas en quienes estaba pensando. Estaba eufórico, pues había añadido otra humillación más al maltrecho Ernesto. Si después de leer esto has deseado haberte llamado Ernesto, sabes que tu amo está aquí: gran_danakil@latinmail.com

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"Llegó el momento" pensé mientras cogía por los cabellos a Ernesto para obligarlo a levantar la cabeza y mirarlo fijamente a los ojos. "Sí, todo está a punto. Me pertenece" Empujé vigorosamente al suelo su desnudo y sumiso cuerpo hasta tenerlo de rodillas ante mí. Mi polla empezó a erguirse y a apuntar directamente a su objetivo. Muy pronto Ernesto vería cumplidas sus fantasías con

La Importancia de Follarse a Ernesto, Part 2

Lo encontré desnudo, recostado en la cama. Fue entonces cuando hice un inventario de sus atributos físicos: Su mirada ausente y semblante melancólico, su pelo castaño muy corto y disparejo peinado hacia adelante. Sus orejas grandes y pegadas al cráneo. Sus cejas eran cortas y oblicuas, casi diabólicas pero sus ojos color miel le daban un toque apacible y sereno. Su nariz era larga

La Importancia de Follarse a Ernesto, Part 3

Yo estaba tan pendiente de mis sensaciones táctiles y visuales que casi no reparaba en mis bramidos estentóreos, mis roncos gruñidos de placer. Violentos bufidos y rugidos se escapaban de mi garganta acompañando cada golpe de mi pene. Tampoco reparé entonces en el espeso vaho que nos rodeaba, húmedo, cálido, penetrante, acre, áspero, incisivo, picante. Tan denso que casi se podía

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