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La Importancia de Un Cacahuate

by Enanokil


Por el Gran Enanokil PRIMERA PARTE. ERNESTO ESTÁ A MIS PIES, IGUAL QUE LOS OTROS En efecto, Ernesto estaba a mis pies, suplicandome de rodillas que me lo follara. Me fumé un cigarrillo mientras dejaba que el muchacho, totalmente enloquecido por el trabajito de ablandamiento a que lo sometí los últimos quince días, me lamiera cada uno de los dedos garrudos de mis pies. Yo mismo me desabroché el cinturón y dejé caer los pantalones sobre la cabeza del pobre diablo. El joven reaccionó abrazandose a mis piernas velludas y musculosas y las acarició tembloroso. - Ha llegado el momento -sonreí. Había domado a un cabrito arisco y rebeldón y comenzaba a paladear una victoria homérica. Estaba acostumbrado a ejercer este poder sobre los demás, pero Ernesto era algo especial. Me había costado un huevo el conducirlo a semejante estado de ansiedad y locura por mi verga. Quien me oye hablar así podría pensar que soy un acomplejado que presume de poder. No, no, ni lo piensen. Al contrario, quien me conoce de verdad, me tiene por el tipo más cabronamente prendado de si mismo con toda razón. Un físico de gimnasio caro, una cartera llena de billetes y tarjetas de crédito, un alto puesto en la compañía, un olor a macho semental que enloquece a la vecindad a ochocientos metros a la redonda cuando estoy en brama (esto es siempre) y que no apagan ni los bomberos. Y añadan a todo esto un comportamiento de inteligente patán. Fuera de cierto detallito insignificante, nadie que yo conozca se me compara en nada de nada. Bueno, ni siquiera en esa menudencia que a cualquier buey le llevaría al suicidio. Por el contrario, soy un tipo que ha hecho del poder sobre los demás su modo natural de ser. Escribo estas notas para mi propio deleite. Las titularé "La importancia de un cacahuate." SEGUNDA PARTE: COMO ES QUE SUPE QUE TENIA UN CACAHUATE Es cierto, nada vale menos que un cacahuate; pero, tratándose de mí, un cacahuate suele tener un valor estratosférico. Mis admiradoras y admiradores estarían de acuerdo en que cotizara en la bolsa de valores y pagarían cualquier precio por comprar las acciones. Pero, bueno, no suelo darle gusto a nadie, pues los demás me valen un cacahuate y solo me importo yo mismo. Si suelo cojer de modo insaciable a muchachas y muchachos (de dieciocho para arriba, por supuesto) no es para darle gusto a nadie, sino para satisfacer el enorme deseo sexual que me llena. La legión de admiradores y admiradoras que anda tras de mis atributos sexuales, ha sido atrapada en mis redes, por esas mismas artes maliciosas que usé con Ernesto. Ya saben ustedes, se hizo público el escándalo, y todo mundo se enteró de cómo lo maltraté en la Feria Mundial, lo oriné un par de veces y le eché un pedo en la cara impregnandolo de mi característico olor de semental de tal forma que no se le quitaba tres días después ni tallandose la piel con lija de agua. Siempre he sido un tipo superior. Cuando nací y mi padre me vió por primera vez y se asomó a buscarme los genitales tuvo un momento de duda, pero acabó por encontrar las canicas y la tierna manguerita que entonces me servía para hacer pipí, y respiró aliviado. A los doce años de edad me planté en la casa de la vieja puta del pueblo y le estampé en la cara un billete de alta denominación. Se tiró a mis pies y comenzó a desatarme los zapatos, me besó los pies, me lamió las piernas y cuando me bajó el calzón exclamó: - Bueno, bueno, ¿y cuando te caparon? Quiso echarme a patadas del lugar, pero le tiré otro billete a la jeta y acabó lamiendome no solo el sexo sino hasta el culo. Sí, sí, es hora de decir que en lugar de una polla como todos yo tenía unos buenos testículos de toro, pero solamente un cacahuate, bueno eso dijo la puta, pero para quien no conozca los cacahuates (¡suele pasar!) diré que yo tenía una verga pequeñita y delgada que en plena erección parecía un dedo meñique. Con el tiempo me crecio otro centímetro y engrosó como el dedo pulgar, pero desde aquella lejana época de mi iniciación sexual, comprendí que tendría que buscar formas sofisticadas y pervertidas de acción sexual. Me aficioné a los gustos más depravados y me hice un verdadero artista en el ejercicio de mi aparato sexual, adquiriendo tal destreza que podía manejarlo no como cualquier tipo usa su pene, sino como un artista maneja el pincel. Me metía en las hembras o en los machos y les movía mi manguerita adentro de tal modo que, aunque apenas les alcanzaba el punto G o la próstata, con eso tenían para ponerse a aullar y acabar chorreandose hasta por las orejas. TERCERA PARTE: MI FAENA CON ERNESTO El joven ingeniero ya estaba desnudo y suplicante cuando dejé que me bajara los calzones y abriera los ojos asombrado. No lo podía creer. Sencillamente esperaba encontrar otra cosa. Si Ernesto hubiera tenido a otro hombre con semejante picha enfrente suyo, seguramente que se hubiera echado a reir o se hubiera levantado indignado. Ya me lo sé y tengo bien estudiado el asunto de modo que sé que en ese preciso momento a unos tipos hay que azotarles un billete en la cara o a otros hay que darles un auténtico putazo en el hocico, para dominarlos plenamente. Pero Ernesto era especial y para él tenía yo un numerito también especial. Antes de que pudiera apartar la vista de mi diminuta pero recia erección, mi pene abrió su boquita y soltó una especie de trompetilla que desconcertó todavía más al muchacho. Aprovechando ese momento de descontrol, mi verga empezó a danzar como una serpiente encantadora, sin dejar de apuntar provocativa a los ojos del muchacho. Y a la cuenta de tres, el joven ingeniero ferial, quedó totalmente fascinado, encantado. No debo decir hipnotizado porque técnicamente no estaba hipnotizado, pero para que se me entienda imaginen que dije hipnotizado en lugar de fascinado. Y a partir de ese momento se entregó a mi placer como hacia mucho tiempo, desde que conocí a Ernesto en la empresa, supe que tenía que ocurrir. Mi pene encontró entonces una nueva fuente de placer y de perversión metiendosele en la fosa nasal derecha en donde embonada a presión. Antes había sido perfectamente chupado y paladeado en la boca de Ernesto, lubricandose con sus propios jugos y las babas del muchacho. Luego penetró la punta de mi verga en la fosa nasal lubricada por sus promios mocos y comenzó la faena, clavandome poco a poco y sacando mi miembro otro poco para volverme a clavar más y más hasta topar con el tabique nasal, casi lo derrumbo del empuje, pero, por suerte para Ernesto, era todo lo que podía alcanzarle. No pueden darse idea del placer perverso que disfrutamos ambos entonces. Basta decir que mis testículos de toro expulsaron tal cantidad de semen y fluidos prostáticos que probablemente le llenaron el cerebro antes de volcarse afuera por la otra fosa nasal. Por supuesto, la fosa nasal le quedó totalmente desflorada y agrandada y tuve que cogermelo en otro momento por la otra fosa nasal a fin de emparejarlo. Desde entonces he comprendido que el poder lo es todo, no importa que se tenga un cacahuate entre las piernas. Si tienes ganas de sentirte Ernesto, búscame: encontraré el modo de pervertirte mejor. "GRAN ENANOKIL"

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