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Mi Primera Orgía, Parte 1

by Jotauve


Mi Primera Orgía He disfrutado tanto y me han calentado tanto las historias que he leído en Menonthenet, que por corresponder a quienes han escrito y para animaros a los demás, no me resisto a contaros alguna mía, de las que me han sucedido en la realidad. Son historias de una persona normal en todos los sentidos. No soy un veinteañero que provoca el deseo de carne joven y fresca, ni un cachas. Paso de los cuarenta, y mido una talla normal; ya luzco algunas canas en las sienes, pero estoy bien conservado, tengo un rostro agradable y una sonrisa y una mirada atractivas. Lo que os voy a contar hoy es mi primera orgía. Me gusta ir a la sauna. Me relaja mucho, me permite ir casi desnudo por los pasillos y estar desnudo en la sala de vapor. Pero sobre todo me ofrece la posibilidad de ver machos espléndidos en toda su belleza, y ligar y echar un polvo con alguien de vez en cuando. En una de estas visitas, estaba sentado en una zona oscura de la sala de proyecciones viendo una película pornogay. Se plantó ante mí un tío. Era alto, bien plantado, pero no reparé en él hasta que lo tuve delante. Intuí que me estaba mirando. Le cubría, como a mí una ligera toalla, pero la tenía subida y su polla, completamente tiesa, se abría paso por una abertura. Se fue acercando hacia mí, hasta que sus piernas rozaron las mías. Instintivamente alargué el brazo y puse en la palma de mi mano aquella estaca. Era consistente, y tan suave que mis dedos se deslizaban por ella como por la seda. Era un regalo apetitoso para la vista y para el tacto y ¡lo tenía ofrecido en mi propio plato!. Tenía que ser buenísimo también para el gusto, así que lo atraje hacia mí. Alargue la lengua para lamer su extremo; noté su estremecimiento y eso me animó a proseguir la exploración de esa pieza. Mientras mis dedos tocaban por debajo sus pelotas y apuntaban a su ano, la punta de la lengua se paseaba libremente arriba y debajo de su verga. El tío resoplaba de gusto, y yo, que ya estaba cachondo por la película, me iba sintiendo cada vez más acalorado, pero me contuve: quería disfrutar aquel manjar y hacer que reventara a chorro. Puse mis labios sobre su glande, le agarré de las nalgas y con un empujón metí su polla, toda entera, hasta el fondo de mi garganta. Mi nariz sentía el cosquilleo de su vello púbico y mi labio inferior tocaba sus huevos. Comencé lentamente a meter y sacar su polla de mi boca; mis labios la apretaban y mi lengua no dejaba de correr, arriba y debajo de ella, dentro de la boca. Bruscamente se separó de mí, y de aquel grifo salió buen chorro de líquido blanco. Se sentó junto a mí. Estaba sonriente y relajado. Pude verlo mejor entonces. Tenía un gran bigote, y parecía de mi edad . Era alto, fuerte, bien cuidado. Me besó en la boca con ternura, con agradecimiento. Has estado de fábula, tío...., me dijo. Soy muy bueno mamando, ¿verdad?, le respondí. Iniciamos una conversación intrascendente, pero que me llevó a saber que se llamaba Arturo, que estaba de paso en mi ciudad, que había venido a la sauna con su novio. Éste, Alberto, estaba ligando por ahí. En éstas se presentó su chico. Al verlo noté en mi interior una vibración especial. Alberto era un joven de veintitrés años, muy cuadrado, con una barba de perilla y poco pelo en la cabeza. Me saludó muy cariñoso, cuando me lo presentó Arturo y le comentó la buena mamada que le había hecho. Nos explicó que andaba tras un macho que le gustaba para joder con él pero se le escapó. Aproveché la ocasión para proponerles un trío. Aceptaron sin dudarlo, y nos metimos los tres en una cabina. Las toallas que nos cubrían empezaban a alzarse por la fuerza de la erección de nuestras pollas. Abrazados los tres, nuestras lenguas salieron al exterior buscándose mutuamente, mientras íbamos acariciando nuestras espaldas y nalgas. La excitación iba en aumento. Alberto me volvió la cara para besarme en la boca y meter en ella su lengua. Aquella lengua tan cálida explorando mis recovecos me volvía loco. Dejé a Arturo para abrazar a Alberto y dedicarme libremente a aquel putito tan cariñoso. Mordí sus labios carnosos, apreté con mis labios su lengua y saboreé aquel pedazo de carne que llenaba toda mi boca. Gemíamos de placer. Estábamos tan atornillados o tan fundidos en el beso que nos bebíamos la saliva el uno del otro. Maldecía interiormente que mi lengua no fuera el doble de larga para llegar hasta su garganta. Arturo sonreía viéndonos más que cachondos, y nos tenía a los dos abrazados mientras nos besaba el cuello y las orejas. ¡Pobre Arturo! Lo habíamos marginado. Nos dedicamos los dos a besarle. Sacó su lengua y la devoramos ávidamente a la vez Alberto y yo, lo que nos permitía besarnos los labios y rozarnos las lenguas de nuevo. Cedí a Alberto la posibilidad de besar profundamente a su novio. Eso me permitió lamerles mientras la cara y el cuello. Había sido un comienzo fenomenal. Nos separamos ligeramente y nos echamos a reír: aún estabamos enrollados en nuestras toallas, aunque de bien poco servían porque nuestras vergas estaban totalmente salidas y duras. Nuestras manos pugnaban por acariciar aquellas estacas vivas, por tocar los huevos que nos colgaban cargados por la leche que almacenaban. Echamos las toallas sobre la cama. Arturo se tumbó boca arriba; quería otra mamada, así que Alberto y yo nos tumbamos junto a él, cada uno a un lado, para repasarle todo el cuerpo con la lengua. Se merecía nuestros besos. Su larga polla estaba tan caliente que parecía que las venas le iban a explotar. Mientras Alberto le comía el glande, yo me dedicaba a los huevos y subíamos o bajábamos por el tronco arropado por las lenguas. Nos excitaba la emoción temblorosa de Arturo. Después de un buen rato de mamada, noté unos dedos en mi culo. Alberto me estaba pidiendo sin palabras que le abriera mis entrañas. A una pregunta sin palabras respondí con una sonrisa y un beso cálido en la boca. Deseaba tanto tener a ese putito dentro de mí, como él meterse en mí. Me tumbé sobre Arturo, a lo largo de su cuerpo para que Alberto pudiera follarme a gusto encima de su novio. Me ensalivó el ano y fue metiendo despacio un dedo, dos... hasta que inició el ataque con su buen pene. Ese hijo de puta sabía follar a pesar de ser tan chiquillo. Me arrancó gritos de dolor y de placer. Aquella polla dentro de mí me enloquecía; mis ojos salían de sus órbitas, me faltaba aire para respirar, reventaba desde dentro. Arturo me apretaba contra su cuerpo de modo que nuestras pollas estaban bien presionadas entre sí por nuestros vientres y se iban friccionando mutuamente al impulso de los rítmicos golpes de la polla de Alberto dentro de mi culo. El éxtasis fue total y simultáneo en los tres. Alberto me dejó toda su leche dentro de mí; pero Arturo y yo nos regamos mutuamente de semen. Estabamos exhaustos. Pero Arturo tenía más ganas de sexo. Yo también. Quería explotar todo el placer de unos tíos tan buenos y no dejar una gota de leche en los huevos. Alberto se puso a cuatro patas para que Arturo lo jodiera por el culo. Me encantó la nueva postura porque me pude poner bajo Alberto para hacer con él un 69. Fue divino. Mi lengua pudo recorrer el tronco del miembro de Alberto, lamerle sus cojones y los de Arturo, a pesar del movimiento del mete-saca. Mi polla se derretía en la boca de Alberto; La tenía tan excitada que me dolía: era como si necesitara romper los límites de los 15 cms que me mide cuando la tengo tiesa. Alberto era también un maestro del lametazo, que a su vez estaba recibiendo una lección magnífica en su verga y por su culo. Nos corrimos de nuevo como si no lo hubiéramos hecho antes. Con nuestros besos se mezclaron nuestras leches; nos succionamos las lenguas para no perder una gota. En lugar de relajarnos nos deseábamos de nuevo. Y como locos, ciegos de deseo, acariciábamos lo que se nos ponía por delante, mamábamos lo que estaba al alcance de la lengua, jugábamos con los huevos o frotábamos pollas; estábamos entregados los tres al placer de los otros; los tres nos poseíamos sin reservas. Había sido tan fantástico que decidimos vernos de nuevo los tres. Me invitaron a su casa. Como en la casa de Arturo vive un antiguo novio suyo que tiene pareja, intuí que la orgía que podríamos montar marcaría época. En una próxima entrega estoy dispuesto a continuar la historia y contaros la orgía de los cinco. Pero antes me gustaría saber si os mi relato ha estimulado, o qué os ha parecido mi historia de hoy, que es absolutamente real. Eso me ayudará a redactar la segunda parte. Escribidme a: jotauve@hotmail.com

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