Gay Erotic Stories

MenOnTheNet.com

Mis Vecinos, Parte 1

by CarloMagno


Mis Vecinos, Parte I. Erotic Stories Erotic Stories MIS VECINOS I: Ventana a la azotea Esto ocurrió hace unos meses. Vivo en una casa de dos plantas, y decidí usar el cuarto vacío que dejó mi hermano al irse de casa para implementar una pequeña oficina. Como el cuarto era demasiado oscuro decidí mandar hacer una ventana. Bien, tres semanas después todo estaba listo... Pequeño detalle: la flamante ventana nueva proporcionaba suficiente luz, pero no una excelente vista (hasta ese momento), pues sólo miraba a la azotea de la casa vecina. Por años había vivido allí una pareja de jubilados, y la verdad, su azotea era un caos, llena de muebles y cachivaches viejos, expuestos a la intemperie. Con razón ninguna de nuestras antiguas ventanas daban hacia allí. Carajo, un gasto más, comprar una cortina tipo persiana para evitarme el paisaje muerto. Un buen y feliz día, los esposos Jiménez, mis vecinos se marcharon. La verdad es que nunca los traté a fondo así que no los extrañaría, pero me intrigó saber quienes serían los nuevos habitantes de esa casa. Llegaron sólo algunos días después, un grupo de muchachos. Provenían del interior del país, al parecer de padres con buena condición económica. Llegaron justo durante las vacaciones de medio año. Así que tuvieron tiempo suficiente para hacer la mudanza. Eran -son- tres chicos fornidos: Javier, altísimo, rubio, de 22 años aproximadamente, y un cuerpo glorioso que denotaba muchas horas al día en la piscina; Marco Antonio -menor por dos años que su hermano- una copia exacta de Javier, salvo que era un poco menos alto, y mucho más fornido, y Sandro, que según me enteré posteriormente, ha sido amigo desde la infancia de ambos, y que al venir a estudiar a la capital, se mudó con ellos. Su cuerpo bronceado y el bulto que se podía notar en su bragueta, lo hacía el más sensual de los tres, aunque de rostro era sencillamente normal. Con ellos llegaron otros amigos, que sólo permanecieron el tiempo que duró la mudanza, y luego se marcharon. Lo realmente interesante empezó a ocurrir cuando Sandro decidió poner orden en la azotea. Era domingo. En realidad hasta ese momento no les prestaba mucha atención, ocupado como estaba en mi propio trabajo. Pero cuando me canso suelo entrar un rato a Internet, chatear con algunos amigos, o intercambiar imágenes eróticas de chicos copulando y mamando. Con frecuencia me suelo sobar el pene por sobre la ropa, e incluso si no hay de dónde escoger me masturbo. Podía escuchar a Sandro deshaciéndose de toda la basura y muebles. Aquella tarde en especial tenía una erección terrible, con las fotos que unos amigos me habián enviado por mail. Desabotoné la bragueta, saqué la verga y empezé a darme un pajazo de padre y señor mío. Todos podemos sentir ese algo cuando alguien nos observa. Yo lo sentí. Desde la azotea vecina, Sandro había dejado de mover los trastos viejos y sólo limpiaba repetidamente un cuadro, apoyandose contra el muro a media altura, mirando hacia mi ventana, con un overall de jean, como aquellos que usan -o usaban, no sé- los carpinteros. Su torso se veía sudoroso y brillante, revelando los profundos surcos que separaban sus músculos. La persiana me permitía verlo, y la verdad es que no estaba seguro que él había podido observarme, pero seguía allí. La sangre me copó el miembro. Alargué la mano con cuidado y tiré un poco del cordón, para que la persiana dejara entrar más luz. Me acerqué más a la ventana. Sí, él podía verme. Hasta entonces no habíamos intercambiado mas que un par de saludos allá afuera, pero me sonrió con la confianza de viejos conocidos. Soltó lo que tenía entre sus manos, y empezó a acariciarse el pecho con fuerza, se apretaba los pequeños y oscuros pezones, hasta que empezó a soltar uno de los tirantes del overall, e introdujo su mano. Recién en ese momento caí en cuenta que yo seguía con el pene afuera. Miré los alrededores. Nadie más a esa hora. Sandro pasaba repetidamente la lengua por sus labios, mientras allá bajo la tela su mano empezaba a moverse rítmicamente. Descorrí plenamente la persiana y me puso un poco de saliva en la mano para masturbarme como nunca. Sandro retrocedió un poco, se bajó por completo la prenda que lo cubría junto con los calzoncillos, dejandome apreciar el más glorioso miembro que hubiera contemplado antes, ni siquiera el de Alberto -quien me inició en esto- podía compararse. Era hermoso. Retrocedió otro poco y se sentó sobre un montón de amarillentos libros. Liberó sus tobillos de la ropa, y completamente desnudo, empezó a masturbarse, mientras que con la mano libre empezó a sondear su propio ano. Para ello debió levantar y separar la pierna izquierda, dejando sus testículos y trasero a disposición de mi vista. Mojó dos dedos en saliva, y empezó a darse un masaje anal, que ya lo quisiera para mí mismo. La cabeza estaba a punto de explotarme. ¡Yo debería estar allá, junto a él! decidí imitarlo y empezé a explorarme el culo. Lo hacíamos con urgencia, como si la vida se nos fuese en ello, agitando las caderas, al ardiente sol y el perezoso silencio de domingo de tarde. Eyaculamos sólo con unos segundos de diferencia, él primero. Llevó su mano a la boca y lamió hasta la última gota de semen. Hice lo mismo. Era la primera vez que probaba mi propio semen, pero en este momento casi místico, este no era mío sino su semen que bebía con ansias. Esto era demasiado, necesitaba tener ese cuerpo abrazado al mío. Le hice señas para que viniera a mi casa. Sandro estaba completamente bañado en sudor y polvo. Me hizo señas dándome a entender que no podía, que mejor fuera yo a la casa de él, dentro de un rato. ¿Que si dudé en hacerlo? ¡Coño, por supuesto que no! Me acomodé la ropa, limpié como pude el estropicio causado por el semen, esperé un rato y sigilosamente salí. La ansiedad me sobrecogía. Nunca habiá entrado a casa de los vecinos. Iba a tocar la puerta, pero esta ya se hallaba abierta. -Pasa hombre, cierra la puerta que ya voy- se escuchó la voz desde un pasillo al fondo. Así lo hice. Esperé un par de minutos, mientras examinaba la disposición de la sala. Sandro no salía -¿Qué haces?- grité. No hubo respuesta. Empezaba a desistir cuando apareció. Sólo llevaba una toalla cubriéndolo. Recién salía de la ducha. Esta era la presentación oficial, pues todo lo que hasta entonces sabía acerca de los nuevos vecinos era por boca de mi hermana menor. Me dió la mano efusivamente, me invitó a sentarme y me ofreció una Coca-cola. Se dirigió a la cocina y yo lo seguí. Estuvimos charlando un buen rato, sin mencionar en absoluto el incidente de la azotea. Pero en un momento dado, se incorporó de su sitio y se sentó a mi lado. Tomó mi rostro con su mano y sin aviso me besó, despacio, dulcemente, sin osar siquiera juguetear con la lengua, hasta que con la mía le hice entender que podía hacerlo. Apretó con fuerza mi bragueta y empezó a desabrocharla. Retiré la toalla de su cintura. Ambos teníamos la verga erecta, y por lo visto, la presentación oficial sería completa..... (Continuará......) 1998, CarloMagno. Si deseas hacer una sugerencia o comentario acerca de esta historia, por favor, escribe a href="mailto:carlomagno_1@yahoo.com">carlomagno_1@yahoo.com size="2">.


###

2 Gay Erotic Stories from CarloMagno

Mis Vecinos, Parte 1

Mis Vecinos, Parte I. Erotic Stories Erotic Stories MIS VECINOS I: Ventana a la azotea Esto ocurrió hace unos meses. Vivo en una casa de dos plantas, y decidí usar el cuarto vacío que dejó mi hermano al irse de casa para implementar una pequeña oficina. Como el cuarto era demasiado oscuro decidí mandar hacer una ventana. Bien, tres

Mis Vecinos, Parte 2

Mis Vecinos, Parte II ...Como ya les contaba mis nuevos vecinos estaban a todo dar. Sandro estaba esa tarde limpiando la azotea y espontáneamente surgió esa atracción que nos hizo masturbarnos uno enfrente del otro, y luego, cuando me invitó a su casa y le encontré cubierto sólo por una toalla, supe que la presentación oficial sería completa... Con toda la agitación

###

Web-04: vampire_2.1.0.01
_stories_story