A los 18 me atraían los chicos bellos, mayores que yo. Recuerdo que después de la actividades deportivas, solía quedarme en el vestuario espiando a los chicos desnudos en las duchas y los vestuarios. El sólo ver me excitaba. Creía hacerlo muy discretamente y que nadie lo notaba desde mi escondite. Estaba equivocado, cuatro chicos del último año de bachillerato me habían pillado y se habían confabulado contra mí. La tarde de un sábado se demoraron más de lo normal en las duchas, así que salimos después que todos los demás habían se habían marchado. Yo marchaba sumido en mis pensamientos, recreando las imágenes que instantes antes me habían hecho ver : Cuatro maravillosos chicos desnudos jugueteando con sus miembros en las duchas del vestuario. De pronto, mis pensamientos se desvanecieron. Mis cuatro héroes me agarraban, ataban, colocaban vendas adhesivas sobre los ojos y la boca, y me forzaban a entrar a un automóvil. Viajamos largo trecho, durante el recorrido me pinchaban con la punta de navajas y me decían que me iba a recibir mi castigo por ser marica y haberlos estado espiando. Me llevaron a una casa aislada fuera de la ciudad. Allí me colocaron una soga al cuello, me desnudaron completamente. Me quitaron el adhesivo de los ojos y la boca. Pude ver como pasaban la cuerda por encima de una viga del techo y la halaban hasta hacerme estar en puntillas para evitar ser ahorcado. Me hicieron beber cerveza y luego una bebida alcohólica fuerte. Mientras me pinchaban con las navajas y proferían amenazas cubrieron todo mi cuerpo con espuma de afeitar y comenzaron a rasurarme. No hubo un milímetro de mi cuerpo ni un solo vello que escapara de sus filosas navajas. Uno propuso rasurarme las pestañas y cejas pero los otros dijeron que con el cuerpo era suficiente y que estaban ansiosos por comenzar la diversión. Lo que realmente comenzó fue mi martirio. Me pararon detrás de una poltrona, me ataron cada pie a una pata de la misma, con lo cual como era bastante ancha mis piernas quedaban inusualmente separadas. Luego me obligaron a doblar mi cuerpo hacia adelante sobre el espaldar y ataron mis manos a las patas delanteras. Mis nalgas quedaron en todo lo alto y mi cuerpo aprisionaba mi miembro y mis bolas contra el borde superior del respaldo. Era realmente una posición incómoda. Los vi despojarse de sus ropas y extraer de los pantalones las gruesas correas que portaban. Luego sentí como las usaban sobre mí. Turnándose comenzaron a descargar correazos sobre mis nalgas, uno tras otro, el dolor que sentía era indescriptible. Si había alguna parte de las nalgas que estuviese más pálida por haber recibido menos castigo, apostaban a ver quien acertaba sobre ella. A veces tardaban mucho en lograr un acierto y yo debía recibir muchos golpes en sus intentos. Dejaron de golpearme y uno de ellos vino a la parte delantera, halando mis cabellos me levantó la cabeza a la par que me preguntaba: Tienes sed? A mi respuesta afirmativa abrió mi boca y orinó dentro de ella. Luego se me acercó otro y me dijo que el me quitaría el mal sabor del orine, Se arrodilló en el sofá y me pidió que le mamara el miembro. Me resistí pero tuve que acceder ante la presión de una navaja sobre los ojos. Me iba indicando paso a paso lo que deseaba que le hiciera: lamerlo como un helado, chuparlo, succionarlo, etc. Sentía como su miembro crecía en el interior de mi boca y como él sosteniendo mi cabeza con las manos con movimientos rítmicos lo introducía hasta mi garganta. Me era difícil respirar. De pronto sentí como su miembro explotaba y un chorro de semen entraba en mi garganta. Tragué semen y escupí lo que pude. Vi que todos los otros se habían desnudado y los vi que estaban excitados. Uno se me acercó y me dijo: Has hecho mal, eso no se escupe, es leche, pura vitamina. Ahora veremos si puedes escupir el mío. Se colocó detrás de mí y comenzó a presionar su miembro contra mi ano virgen sin lograr introducirlo. De repente hoy que uno de ellos le gritaba al compañero: Déjame ayudarte, yo se como tratar es tos casos rebeldes. No podía imaginar que me haría, yo trataba de relajarme y permitir la penetración pero el contacto de sus cuerpo contra mis nalgas reavivaba mi dolor y me hacía contraer el esfínter impidiendo ser penetrado. Se arrodilló detrás de mí y empezó a lamer todo el recorrido entre el escroto y el ano. Luego a pasar su lengua húmeda en saliva alrededor del ano y a introducir en éste la punta de su lengua. Sentí una sensación de placer que nunca había sentido, mi cuerpo vibraba con el movimiento de su lengua, me relaje totalmente y deseaba sentir más y más. Luego dirigiéndose a su compañero le dijo: Ya está listo, ponte saliva y méteselo. Este así lo hizo. Sentí como entraba la cabeza. Me produjo un dolor intenso que luego fue pasando al irse acostumbrando el esfínter a su nuevo diámetro. Luego sentí como se abría paso dentro de mi centímetro a centímetro, hasta que estuvo todo dentro de mí y sus bolas chocaban con mi culo.. Empezó luego a sacar y meter su pene con movimientos rítmicos, primero lentos pero que luego se hicieron cada vez más rápidos, hasta que se vino dentro de mí ala par que me decía: A ver como escupes éste. Yo tenía pensamientos y sentimientos confusos y contradictorios, sentía inmenso dolor en mis castigadas nalgas, el esfínter anal aún me dolía, había perdido mi virginidad, pero el contacto de su miembro contra mi próstata (en ese entonces, no sabía que era) y el frotar mi miembro contra el respaldo de la poltrona me había excitado al punto de que yo también había eyaculado. Ese fue para mí sólo el comienzo, mi boca y mi culo sirvieron de albergue a sus miembros tantas veces como quisieron. Muchas veces ambas aberturas estuvieron simultáneamente ocupadas. Yo había perdido la noción del tiempo, no sabía cuantas horas llevaba atado en esa posición, ni cuanto alcohol me habían hecho beber, sólo sabía que me dolía todo el cuerpo y la cabeza me explotaba. Me había quedado dormido cuando de sentí que caían baldes de agua helada sobre mí. A la vez que me decían despierta que ya nos vamos. Los vi a todos bañados y vestidos. Me indicaron que debía olvidar lo ocurrido o ellos lo divulgaría en todo el colegio y yo sería el hazmerreír de todos y que en el futuro debería complacerlos cuando así lo requiriesen. Para no que olvidara lo que podrían hacerme de nuevo decidieron volver a acariciar mis nalgas, pero esta vez usaron una raqueta de ping pong. Afortunadamente la superficie de la raqueta era mayor que la de las correas y necesitaron menos golpes para igualar el color de toda la superficie. Me desataron, me hicieron vestir, me vendaron los ojos y me condujeron al automóvil. Me quedé dormido y así me abandonaron cerca del colegio. Sobra decir que pasé una semana sin poder sentarme, y más de un mes usando franelas de manga larga y cuello tortuga para ocultar la falta de vellos en mi cuerpo. Durante meses todas las noches me despertaba con pesadillas que revivían el horror sufrido. Mi personalidad cambió dejé de ser el chiquillo juguetón y extrovertido para convertirme en un ser reservado, sumiso y temeroso. Ellos cumplieron su palabra, nadie en el colegio nunca supo nada. Yo tuve que cumplir con la mía: Durante más de un año, semanalmente uno o dos de ellos venían a buscarme.
