Gay Erotic Stories

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Problema de DOS

by Fritz


Esta es la historia de uno de mis mejores amigos y lo que le paso un día hace un par de meses. Gaby estaba tan cachondo, que la verga le iba a hacer un gran agujero en sus pantalones de mezclilla de un momento a otro. Era un sábado por la noche, y llevaba recorriendo el centro de la ciudad, mas de una hora, en busca de un hombre, que le ayudara a sacar toda esa energía que llevaba por dentro. De pronto y saber como se encontró frente a un Bar, el Oasis, uno donde solo suelen entrar hombres rudos. Tengo que aclarar que Gaby, no era de aspecto suave, es un chico de 23 años, de 1.80 metros de alto, con un cuerpo bien trabajado por las pesas y con un tremendo culo que le hace ver super estupendamente bien, además posee un formidable bronceado gracias a sus largas caminatas a solas por la playa cuando los fines de semana se retira a su casa de la costa. Luego de estacionarse, frente al bar; este sitio era uno de los pocos al cual no había entrado nunca, pues la reputación del lugar no era muy buena, mas esa noche lo último que le importaba a Gaby, era la reputación de algún lugar, lo único que deseaba era a un hombre de verdad, que le supiera satisfacer sus necesidades de carne (masculina). Gaby bajo de su auto, y puso una mano en su entrepierna, mientras se dirigía a la entrada del bar, esto le aceleró mas la sangre, a medida que su gran herramienta respondía a sus caricias, se sintió repentinamente mejor. Al fin y al cabo, si era verdad lo que le habían dicho, encontraría allí un buen trozo de carne. Volvió a acariciarse, mientras pensaba en el hombre que esperaba encontrar. Su macho ideal tenía unos diez años más que él, tendría barba, o al menos bigote, y un pecho tapizado en pelos, con tetillas a las que les encantase que las chuparan. También habría de ser poseedor de una verga circuncisa, y que fuese un buen tipo por encima de todo. Gaby tenía el tipo de miembro que siempre hacía suplicar a los hombres que se los follara, y había tenido sus buenas aventuras. Pero el hecho es que le encantaba que le follasen a él, y que fuese una pinga gorda y dura, que le rompiese el culo. Cuanto más dura, y más grande, mejor. Podía oír la música del discreto edificio, y cuando estuvo ante la puerta, olió a sexo en el aire. Se tiró de la barbilla y suspiró con fuerza, emborrachándose con aquel salado aroma a hombre. El miembro le tembló en respuesta. El lugar estaba atestado de cuerpos sudorosos, de hombres que trabajan en construcciones cercanas, de conductores de camiones, de vendedores; y cuando sus ojos se acostumbraron a la escasa luz del lugar, vio pectorales que sobresalían de las ajustadas camisas de trabajo, de aquellos hombres de la construcción, también observó que la mayoría de ellos se les veía el bulto, muy bien marcado; y se preguntó: ¿Dónde carajo se esconden estos tipos en la semana?. Un tipo grandote le empujó, se volvió lentamente y pidió disculpas, entonces sonrió, echandole al cuerpo de Gaby, una larga mirada, antes de desaparecer en el mar de carne que llenaba el pequeño lugar. Gaby pidió una cerveza y comenzó a devorar con los ojos las inquietas formas del personal. Todos ellos vestían unos T-Shirt, ajustados al cuerpo, lo cual hacía mas evidente sus pectorales y sus hermosas formas. Entonces vio el cartel anunciando que esa noche era día de dos cervezas por el precio de una. Wow, pensó, con razón estaba tan lleno, lo extraño era que no hubiera ninguna mujer atendiendo entre tanto hombre, la cosa estaba media sospechosa... Estaba empezando a sentir la fiebre, moviéndose con la música y sintiéndose con ansias de establecer contacto. Sus ojos otearon el extremo opuesto de la barra, y luego se volvieron hacia un rincón oscuro donde dos hombres altos estaban charlando. Uno estaba de espaldas a Gaby y el otro, el que le quedaba de frente parecía estar escuchando un largo sermón acerca de algo. De repente sus ojos se cruzaron con los de Gaby y se fijaron en él. Las pelotas se le encogieron. El hombre no era el ideal de Gaby, pero estaba dentro de sus expectativas. Tenía la edad y el cuerpo adecuados, y su pelo rubio y corto salía de su gorra, de entre su camisa a medio abrir, se le notaba que tenía el pecho tapizado en pelos, aquel era un monumento. Aún así Gaby se relamió de gusto al pensar en las tetillas de aquel hombre. El tipo medio sonrió a Gaby y le dijo algo a su compañero, se volvió, y a Gaby le saltó el corazón, ¡Allí mismo estaba el hombre de sus sueños!, aquel hombre debía tener unos cuarenta años, usaba una camisa de cuadros sin mangas, de la cual le sobresalían unos grandes brazos, y de las aberturas de ella se asomaba un pecho inmenso, cargado de vellosidades. Su pelo era negro, era tan corto que parecía calvo, y su rostro estaba ensombrecido por una espesa barba negra que le subía hasta las mejillas. Parecía un condenado oso, y Gaby casi pudo oír cómo le gruñía ordenes al oído. Las pelotas se le encogieron de nuevo. Mientras Gaby miraba, con la verga picándole, sus ojos vagaron hasta la entrepierna del desconocido. Allí había carne para dar y vender, debajo de los pantalones vaqueros, y Gaby observaba ahogándose en su propia baba, cuando la mano del tipo acarició aquella generosa protuberancia. Hizo un guiño en dirección a nuestro amigo y le dedico una sonrisa. Cuando los dos hombres cabecearon mirándole, los pies de Gaby se movieron por su cuenta, se sentía como si fuese flotando hacia el hombre de sus sueños, pero entonces fue cuando supo que lo que quería tenía una especie de precio. No importaba. Hubiera hecho cualquier cosa con tal de aquel macho le trabajara las entrañas. "Soy Luis Fernando", dijo el oso, dándole un fuerte apretón de manos. "Este es mi compañero, Raúl". "Gaby", dijo él. ¿En que andan muchachos? Luis, puso un poderoso brazo alrededor de Gaby y le atrajo para sí. ¿A ti que te parece muchacho?. El corazón de Gaby iba a mil. Este tenía aliento a cerveza de varias horas, pero se veía en sus cabales todavía; Luis, dijo: estabamos tomando un par de cervezas para matar el tiempo, y divertirnos un rato; el simple roce de las poderosas manos de aquel hombre le estaban poniendo fuego en el cuerpo. Tosió y le dio trago a la cerveza. Se nos ocurrió que podrías acompañarnos a mi casa a seguir tomando cerveza pues aquí hay mucha gente, Gaby volvió a tragar saliva, tan excitado estaba que tenía problemas para pensar con claridad y aceptó sin pensarlo dos veces. Raúl era muchisimo mas atractivo de cerca. No había sido arrinconado por dos sementales desde hace una eternidad, y el culo ya estaba empezando a picarle. Entonces, donde vives, dijo Gaby a Luis, a lo cual este respondió, "a unas calles de aquí". Gaby terminó rápidamente de tomarse la cerveza que tenía en la mano y siguió a los dos poderosos cuerpos, que ya habían emprendido la salida hacia la puerta. Al llegar afuera, pensó que los dos tipos le habían jugado sucio y se habían escapado, pero al mirar delante de si, ahí estaban aguardándole, recostados a su auto, como si ellos supieran que ese era el auto de Gaby. Este, entró al auto y seguidamente lo hicieron sus nuevos amigos. Luis empezó a tocarle el paquete; "parece que el niñito tiene un juguete muy grande. ¿Cuánto. "Veinte centímetros", dijo Gaby. Hmmmmm, comentó Raúl, acercándoseles por la parte de atrás. Una vez que llegaron al apartamento de Luis, este saco tres cervezas de la nevera y se fueron a tirar sobre la alfombra que cubría toda la estancia, del apartamento, Raúl fue el primero en sacarse la camisa que cargaba, y quedó solo en los vaqueros que llevaba; su bragueta abultaba de forma obscena, como una enorme salchicha hinchando sus pantalones desteñidos. Raúl se le acercó y movió la cabeza en dirección a Gaby. "Cuánto crees que mide, chaval". Gaby tembló, con los ojos pegados a aquello tan indecente. Su obsesión por Luis comenzaba a menguar ahora que veía lo que Raúl tenía para ofrecer. Cuando no obtuvo respuesta, Raúl se bajó la cremallera y se la sacó. "Veintitrés centímetros bien gordos, cariño. ¿Crees que podrás con ella?". La idea de semejante trasto le dio a Gaby el coraje para responder con seguridad. "Puedo con todo lo que tengas, tío". Agarró la herramienta de Raúl y la masajeó. Estaba igualmente embelesado por su longitud que por su grosor. "La cosa es que quiero que uses esa cosa para ensancharme del todo el ojete", le dijo. Raúl miró a Luis, que tenía una mano dentro de los pantalones, "¿Has oído eso colega?". "Lo he oído", Luis, se acercó y frotó su bragueta contra el culo de Gaby, lo hizo con rudeza, haciendo que Gaby gimiera mientras se inclinaba para lamer el trasto de Raúl. Mientras Gaby hacía eso, Luis se la sacó también y frotó la hinchada cabezota contra el prieto trasero del chico. Gaby meneó el culo en respuesta, lo que indicó a Luis que le bajara los pantalones y los calzoncillos. Se relamió de gusto cuando vio desnudo el culito de Gaby. Era alto y firme, como ya dije, y no podía aguantarse las ganas de probarlo. Le dio un par de cachetes en el culo a Gaby, que se meneó con gusto. "Saquémonos la jodida ropa y vamos a la cama", gruñó. Los tres dejaron un rastro de camisas y jeans del salón al dormitorio, Gaby se echó sobre la cama y miró excitado cómo el musculoso dúo se unía a él. Había comenzado a pensar que Raúl estaba como un tren, pero cuando vio el arma letal que colgaba entre las piernas de Luis, reconsideró su postura. "¿Cojones, que gorda la tienes!" "Es mi orgullo y mi alegría, chaval", dijo Luis, acariciando aquel calibre veintisiete centímetros sin circuncidar sobre la cara de Gaby. Este intentó alcanzarla con los labios, pero el hombre era demasiado rápido para él. "Aun no, amigo. Chúpasela primero a mi compañero de faenas"... "¡Sí, señor! Gaby se apresuró a llenarse la boca con la carne caliente de Raúl. Deseó poder desencajar sus mandíbulas como una serpiente para poder manejar mejor aquel enorme falo. "Sí", susurró Raúl cuando la húmeda boca de Gaby le engullo. "Chúpamela, chico". Gaby tragó mientras aguantaba la respiración, ansioso por acomodar aquel monstruo. Sabía que necesitaba controlarse con todas sus fuerzas si aquella cosa iba a entrarle garganta abajo, pero tras varios fallidos intentos lo logró. "Mira esto, compañero", dijo Raúl cuando sintió su glande deslizarse más allá de la boca de Gaby, "se la está tragando toda", "el chico es buen chupa pollas" concedió Luis. Miró a Gaby como felaba a su compañero de trabajo y se arrodilló, metió la mano entre las piernas de Gaby y empezó a meneársela como si estuviera ordeñando. Entonces le golpeó en el culo con el largo nardo, lo que hizo a Gaby gemir de éxtasis. El culo se le hacía agüilla por una picha, y sentir cómo le rozaba las cachas le estaba poniendo más cachondo que el infierno. Mamó a Raúl con más fuerza. "Eso es", dijo Luis, "Trágate todo el rabo de mi compañero, "Sí, así, muy bien"; Luis le dio un par de vergazos y le agarró las cachas con ambas manos. Las apartó y exploró con ambas manos. Las apartó y exploró la región de su rosado ano. Cuando el dedo encontró su objetivo, Gaby casi se deshace, se movió para atrás mientras Luis empujaba, y su culo tembló en una mezcla de dolor y placer cuando el grueso dedo de Luis se introdujo hasta el nudillo. Mientras Gaby se tragaba la espada de Raúl, Luis jugaba con su culo a placer; al cabo de un ratito, decidió que el agujero del chico necesitaba unas lamidas, así que le separó más las piernas y adelantó la lengua por el centro. Gaby aulló, ahogado, y chupó con más fuerza si cabe. La sensación allá atrás era tan intensa que no tenía certeza de lo que Luis estaba haciendo. El tipo había hundido finalmente dos dedos en el hambriento agujero y los estaba abriendo. El ano de Gaby se ensanchó, listo para que le diesen caña. "Venga", suplicó mientras dedicaba una tanda de atenciones a las enormes bolas afeitadas de Raúl. "Dame ese enorme rabo. ¡Rómpeme el culo, tío!". Luis rió cuando tres dedos se adentraron en el recto de Gaby, con fuerza, estaba complacido de ver cómo su objetivo se agrandaba, pero quería que Raúl lo abriera un poco más. "Vamos compañero", le dijo a Raúl, "Tu te la follas primero". Raúl se la sacó de la boca a Gaby lo tumbó de espalda, con manos fuertes, agarró las rodillas de Gaby y se las llevó hasta los hombros, el agujero de Gaby estaba expuesto, abierto y vulnerable, y tembló un poco cuando Raúl puso en posición su gordo salchichón y empujó. "¡Muy bien!", exclamó Luis al ver a su compañero penetrar a Gaby, "¡ábrelo para mí, colega!" Gaby gimió y enredó sus piernas alrededor de la cintura de Raúl, le sujetó con fuerza mientras su culo recibía las fuertes embestidas, se sintió hambriento de polla, y miró a Luis con ojos suplicantes. "Mete esa tranca de caballo en mi garganta", imploró, "quiero hacerlo con los dos, muchachos". Ambos le dieron tralla a Gaby por los dos sitios a la vez, ocasionalmente acercándose tanto como para manosearse a gusto, mientras llenaban el culo y la boca del chico de carne gorda y caliente. Gaby estaba en el séptimo cielo, sabía que no iba a aguantar mucho antes de correrse, pero estaba decidido a esperar, también se había propuesto acoger el nardo de Luis ojete adentro. Miró a uno y a otro, y fue como si Luis hubiera podido leer sus libidinosos pensamientos. "Vamos, colega", le dijo Luis a Raúl, "Cambiemos de puesto y acabemos con él". Gaby tembló de pavor cuando Luis se la apoyó en el destrozado culo y empujó. Gimió y se agitó con fuerza, a medida que aquel gigantesco misil encontraba el blanco programado, con algunos fuertes empellones, Luis estuvo dentro del chico, y sus cojones descansaron sobre el sudoroso trasero de Gaby. "Oh, sí", gimió Gaby mientras la polla le goteaba fluido seminal, sorprendido de ver cómo Raúl se lo recogía con los dedos y lo lamía con fruición. "¡Esto es demasiado!". "Aún no has visto nada", dijo ausente, Luis. Raúl era un tipo agresivo, pero Luis era un monstruo de la jodienda. Sus poderosos embistes levantaban a Gaby de la cama, él cerró los ojos, casi en trance, tragando con avidez aquella verga que le estaba echando el polvo definitivo de su joven vida. Luis estaba ya casi fuera de control, Gaby vio una expresión ausente en los ojos del hombre, mientras le martilleaba con todas sus fuerzas, los músculos se le hincharon, y todo el cuerpo le brillaba con el sudor. Raúl y Gaby también estaban empapados, la habitación olía a hombre y a sexo duro, y los tres boqueaban en busca del aire que les catapultaría a la explosión final. En un movimiento rápido, Raúl saco su verga de la boca de Gaby y se colocó detrás de Luis, en posición para penetrarlo, y sin reparó le clavó su verga hasta el fondo logrando abrirse campo a través de sus gruesas nalgas con una facilidad increíble y en ese momento, "Joder, tío", masculló Raúl mientras descargaba el primer chorro de semen en las entrañas de Luis, "jódelo, tío. ¡Mierda, me vengo!". Al sentir este fluido caliente dentro Luis alcanzó el punto máximo y logró abrasar las tripas de Gaby con un baño de leche caliente; al sentir todo aquel zumo de hombre llenándolo todo, su propio miembro explotó también como un volcán, salpicándolo todo hasta que Raúl luego de sacársela a su compañero, se la agarró para exprimir las últimas gotas, fue entonces cuando los tres se derrumbaron, exhaustos y respirando con fuerza. Luis fue el primero en reincorporarse y al ver semejante espectáculo de cuerpos masculinos, solo sonrió...


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