Gay Erotic Stories

MenOnTheNet.com

Aaah sabor a paleta de limon

by Rup07000


La paleta de limñn sabëa a jugo recién exprimido, la forma de chuparla le recordaba una y tantas veces que con esa misma lengua habëa saboreado distintos penes rëgidos y palpitantes, de distintas formas, de variados colores y obvio, de sabores que le habëan dejado huellas en la mente.

La superficie de la lengua, recibe un frëo torrente de formas ácidas y dulces, no todas las paleterëas, ni las famosas, ni las menos, tienen estas delicias, usan distintos métodos, distintos ingredientes, secretos, hechizantes. Sentado en el plástico blanco disfrutaba, sin ver que los demás comensales, de otras mesas, observaban el ritual, de chupar, absorber sin aire, tal y como si no fuera la paleta. Alguien lo observaba, ni tan joven, como era que introducëa su paleta, como la lengua deslizaba el hielo, los labios sometiendo, el olor a través de ese vapor que las cosas duras emiten al contacto.

Justo cuando introducëa ávidamente la paleta, voltea y ve el hilo de saliva, que su espectador producëa. Justo cuando ve los ojos, cambia la mirada instantáneamente, como es el ritual al miembro del otro, observa un severo bulto, aumentado por las poses de la luz que alumbra el pantalñn.

Casi se atraganta de semejante espectáculo, que sin querer habëa provocado. Su propio gusto transfigurado en una acto sexual para el que observa. Sonrëe y recibe una amplia recepciñn. No solo el pene está erecto, observa en la camiseta de su cuate, dos pezones en estado máximo y unos bëceps con vena azul en estado de nerviosismo o de estallamiento.

Caray y ahora que, tres cuadras lo alejan de su departamento, viene el lëo mental de la apuesta, me seguirá o no me seguirá. Se levanta, paleta en mano, a la calle, sonriendo al distinguido pþblico. Caminando, voltea tëmidamente, viendo que detrás de si lo observan, o más bien, le observan las nalgas de pants al caminar. Tres y media cuadras lo separan, tres y espera a la vuelta de la media, surge una figura, helado en mano y una bolsa plástica con varias de agua. Muestrario de colores naturales, blanco de limñn, como el de la boca, moradas, verdes, amarillas, cafés.

Lo más difëcil de un encuentro asë, es no ser tan obvio y dejarse llevar. Abre la puerta, en la acera de enfrente, él de las paletas. Sigue sonriendo y el clásico pensamiento, me siguiñ y ahora qué.

Deja la puerta abierta del edificio al miedo, al nerviosismo, a la excitaciñn. Sube treinta y dos escalones, Se oye un ruido de puerta cerrándose, que consideraciñn. Abre dos chapas y empuja la madera. La paleta apenas subsiste, pero no deja de chupar. Puerta abierta y el destello ajeno de inteligencia, te traje otras de las que te gustan tanto. Carcajada mutua. Que hacer con un rorro desconocido, bueno, poco conocido, lo de la paleterëa cuenta. El estrecho pasillo invita al agasajo, pasa por favor, esta es tu casa. Toma la bolsa y elige el amarillo, la piïa, la rasposa, la extrae y la pone en la boca ajena, cierra la puerta y la vuelve a tomar, pero con la boca. Sonidos guturales de exaltaciñn y de dame chance de dejar esto en tu congelador. Pasillo estrecho, recuerdas. Topa con un brazo, con un pecho, con un talle, con un beso de paleta de piïa. De quitarla y ponerla, la piïa en trocitos, va de boca en boca, que pensarás de mi, que soy un pinche loco, porqué todo parezco, menos loca. Muerde el hielo y con el pedazo recorre el pecho, deshace el calor, el sudor de la axila. El olor a casi nuevo de la camiseta, junto con el olor a piïa, entra en los pelos observables de la axila. Huele a nada, recién baïado, porqué el sabor a trabalenguas de ingredientes de desodorante, sabe feo. Por el brazo embate la lengua, ya casi sin hielo, pero frëa. Un sinfën de poros se contraen, este chavo se está excitando, se pone la piel como odian las mujeres con celulitis.

Y mientras tanto, se deja lengùetear, ambos brazos a los lados en la pared izquierda del pasillo estrecho, creo que casi se viene. Tomo el palito de la paleta, porqué el otro palito, se ve en la poca luz, magnánimo. Lo abrazo y estruendosamente goza, lo palpo y delicadamente, casi con miedo me entalla.

Pase mágico y tomo otro hielito, mordido de la paleta, y acaricio sus oëdos. Se curva de pie, me avienta a la pared derecha del pasillo estrecho. Cariïosamente me comenta, no mames, me voy a venir. Toma ambos extremos de la camiseta blanca y los sube por los brazos. Ángel mëo, déjate saborear. Aparece un pecho, estñmago y ombligo poco, pero suficientemente pelechado, es decir, no del pelo que se enriza, sino del pelo que parece de durazno, salvo que éste es oscuro, corto y suficiente. Lo conduzco a la pequeïa sala-comedor y estudio, donde un sillñn, pero una amplia ventana me expone y lo expone al curioso. Cierro las persianas verticales que ocultan este lado derecho de la sala y dejan entrar suficiente luz para admirarlo. Desarmo el sillñn y aparece la cama, trucos de mago moderno, La superficie lo llama y él atento lo cumple. Chin, no cabe, pero lo suficiente para que admire de su cabeza a sus tenis. Me subo y sin forzar la paleta mucho, la deposito en su matorralito de pelo en su ombligo. Me bajo, semejante peso de ambos hace crujir la sala. Me hinco a mi ángel. Más lengua no podrëa tener. Sabe a piel fresca, sabe ahora a piïa, sabe a hombre caliente, huele a pene desfollante. Su bien abrigado pantalñn se desata y mi lengua avanza en las grandes montaïas y cordilleras que su erecciñn provoca.

No descuido nada, ni el hielo de la paleta, ni su boca ávida. Y la paleta, cae a la alfombra, tan bien que me estaba cayendo el piïazo. Corro a la cocina, en tres pasos y extraigo el tamarindo, sabor cachondo de mi tierra caliente. Cambio de sabor mi vida, muerdo y coloco en posiciñn el pedazo en mi boca. Me dirijo a su cara, embebo la nariz, raspo el tamarindo en su barbilla y por þltimo, en su boca, abierta llena de saliva. Beso y saboreo a mi hombre tamarindo. Se deshace el sabor y el hielo en nuestro calor. Muerdo el tamarindo hecho paleta y sabes que, voltéate. Obediente, me muestra su espalda y oigo que algo hace clic, tanto tenis, como poco a poco el pantalñn me muestran su truza impecable, sin manchitas delatoras, sin nada, también blancas. Tomo el bocado de paleta, ya pensando que me voy a entumecer, busco algo más caliente. Encuentro un punto de calor, entre los hombros y las nalgas, entre los pies y sus muslos. Aprieta el colchñn, se contorsiona impecable, aquë ya no me sabe igual, me sabe a ese sabor a harina cruda, que abunda en la cocina. Atrás abunda el pelo en las impecables piernas, ñrale, ni un granito en ninguna parte. Poco pelo en la espalda. Con detenimiento, toma una calceta y vuela, toma la otra y también. Insñlito, pero yo no me he quitado nada, salvo la pena, de tocar con mi lengua el ángel. Sube sus nalgas y aprovecha para hacer volar lo þltimo que quedaba. Ahora el de la saliva abundante, soy yo. En un uno, dos y tres, me desvisto. Me quito hasta la cadena. Me subo a él, invocando las paletas. La de tamarindo, recibe una mordida más, que deposito en su espalda, junto con mi ombligo, Tan calientes estamos que ni chista, me encorvo y recojo el sabor. Otra mordidita y lo deposito entre ambas nalgas. La introduzco mi lengua entre dos perfecciones. Las contorsiones continþan. Mi erecciñn, gracias al ángel de la paleterëa, esbelta, dura como me gusta. Me levanto y lo volteo. Observo que no son trece, ni quince, deben ser veinte de largo y chorro de largo. Una mordida a mi paleta, desquicia sus testëculos, casi sin bello. Es esa erecciñn que con nada se baja, Por lo tanto tomo mi paleta, la de tamarindo y la compacto en mi mano. Rocëo las perlas y los esquimales en su imponente aparato. Abro la boca y mágicamente se convierte en mi paleta, sin mordidas trato de deshacerla, de explotarla. Siento el sabor del lëquido preseminal en el tamarindo, sabe dulce como él. Ya no queda hielo, solo pequeïos grumitos de precum con tamarindo, que sabor, paténtalo mi ángel.

Siento en mi pelo chino, unas manos acariciantes, fervorosas de más. Esto ha sucedido en un espacio de tiempo, desconocido, yo cuál mi paleta favorita, me la meto hasta el tope de mi garganta. Me está enloqueciendo su sabor y más sus contracciones que anuncian la gran llegada de esperma. No me los quiero tragar, sin antes saborearlos, por lo que su glande permanece entre mis dientes y mi lengua.

Y los torrentes llegan, el rëo se abre. No mames, el sabor es ahora a yogurt, medio ácido, medio lechoso, medio a tamarindo, medio a limñn. Pasa de mi boca a mi garganta, me invade el olor a sexo de hombre. Le invade el placer bien dado.

Quedo desmayado en medio de la sala, ha sido demasiado.

Amanezco desnudo, con un agradable sabor en la boca, con una colcha. Pero, ya sin él. Ni nombre, ni apellido, solo mi perfecto ángel, que me mandaron para hacerme feliz.

###

1 Gay Erotic Stories from Rup07000

Aaah sabor a paleta de limon

La paleta de limñn sabëa a jugo recién exprimido, la forma de chuparla le recordaba una y tantas veces que con esa misma lengua habëa saboreado distintos penes rëgidos y palpitantes, de distintas formas, de variados colores y obvio, de sabores que le habëan dejado huellas en la mente. La superficie de la lengua, recibe un frëo torrente de formas ácidas y dulces, no todas las paleterëas, ni las

###

Web-04: vampire_2.0.3.07
_stories_story