Gay Erotic Stories

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Mi Primer Relato Gay

by Georgegay


El como dar inicio a un relato erñtico gay, es algo que pienso debe ser una tarea harto dificil. En todo caso, es mucho más sencillo, interesante y atractivo el contar una experiencia personal.

Usualmente, los autores, cuando los relatos están basados en hechos de la vida real, suelen cambiar los nombres de personajes, sitios y lugares. En este caso, sñlo suprimiré los nombres de los artëfices de esta fenomenal historia.

Comenzaremos asë: soy un chico de corta edad, tan corta que me hago atrtactivo para todo aquel a quién se le cruce un mal pensamiento por la cabeza. Realmente hay que reconocer que, diecinueve aïos no son lo mismo para cada persona. En mi caso, pues, son unos deliciosos diecinueve; aquellos de un cuerpo perfecto, porque la naturaleza asë lo ha querido, no porque me haya hecho esclavo de abominables aparatos y ejercicios que convierten al cuerpo de un hombre en una monstruosa fortaleza de fibra muscular, inaccesible y en oportunidades indeseable; una piel blanca, con aquel tono crema del buen ªchantilly» y una contextura magra que concede unas formas ideales; …ÿApolo!, … si, creo que ese será mi seudñnimo, ÿclaro!, … Apolo.

Pues como venëa diciendo, con esa contextura divina y una cara de angel pëcaro, enmarcada en unos lacios rizos castaïos; resultaba, para quienes entre bromas y bromas (ya sabemos que las hay de todos los tipos) me hacëan objeto de frecuentes y elegantes incinuaciones. Estas, venëan de diversos orëgenes: profesores del liceo, allegados a la familia y en gerneral de todo hombre que tuviese este tipo de apetencias o inclinaciones sexuales.

Asë, transcurrëa mi vida, placentera, sin emociones ni devociones, sabiendo que yo era ese ªoscuro objeto del deseo» para muchos y eso me hacëa feliz, al menos eso pensaba yo. Desafortunadamente, siempre existe un pero que viene a complicar las situaciones. Mi vida no era completa, me sentëa en la necesidad de superar una etapa que casi me habëa llevado a un completo estado de frustraciñn; era necesario para më, salir de aquella atmñsfera de virginidad que me envolvëa, que más que una atmñsfera, era una cruel y patente realidad.

Diecinueve aïos de anonimato sexual, no son fáciles de llevar. Entre el terrible temor que producen las mujeres y la loca pasiñn que despiertan en më los cuerpos masculinos musculosos y bien formados ( y aunque parezca contradictorio, ya sabemos que sobre gustos no hay nada escrito), lampiïos, de esos que emanan masculinidad por cada poro de la piel; no me atrevëa a dar el gran paso; y no por falta de proposiciones, no, más bien por falta de desiciñn; tal vez, hasta miedo.

De la casa al liceo y del liceo al a casa, esto sin contar las salidas de los fines de semana: playas y terrazas en verano, discotecas y otros garitos en invierno; eventualmente algþn cumpleaïos en los dëas de semana pero nada más; y claro está, todo esto valiendome del servicio del transporte pþblico y en otros casos del auto-stop. Uno de mis grandes deseos era el de tener mi propio coche, para evitar el , ÿaveces!, desagradable transporte pþblico urbano.

En cambio, habëa otros dëas en los que el transporte pþblico resultaba todo un reto para un chico con mis virtudes y defectos. Apretones y magreos resultaban el gran atractivo de las horas punta. Esto, surtëa un efecto que, muchas veces, llegaba al colmo de pasarme de parada para asë poder seguir disfrutando del toqueteo. Reconozco que aveces éstos, los ªtocamientos» eran mutuos. No vayamos a negar mis queridos lectores que, el sentir una mano de macho, grande, fuerte , musculosa; palpando mi ªderriêre», tierno y carnoso como un jugoso melocotñn; me producëa un grado de excitaciñn, que se manifestaba en erecciones tan pétreas que aveces llegué a pensar que romperëa mis pantalones.

Por cierto, no habëa hecho menciñn de las dimenciones de mi cetro, que duro, purpureo y brillante, igualaba en centimetros mi edad. He de reconocer que mi falo no es de lo más prominente que se haya visto, pero tampoco es nada despreciable, siempre y cuando haciendo honor a la verdad se menciones su grosor y su prominente nabo, grande como un champiïñn de buen tamaïo.

Pero, disculpenme ustedes seïores por desviarme constantemente del tema. Decëa yo, que una cosa es sentir la manaza de un coloso palapando mi culete, y otra mucho muy diferente sentir la presiñn de una pelvis cruzada por algo duro, muy duro, grande y además grueso … ah!, ésto es como para volverse loco !!!. Solo de recordarlo se me hace el … … … la boca agua !!!.

A decir verdad, eran los momentos en que agradecëa al cielo la existencia de ese cañtico servicio de transporte pþblico; encontrarme como reza el refranero popular ªentre la espada y la pared», (que de espada aquello sñlo tenëa el tamaïo), me hacëa desvanecer de deseo. Asë pues, que con la mayor sagacidad y cautela hacëa llegar mi mano hasta aquello que ejercëa tan deliciosa y grande presiñn sobre mi ªderriere» y zas! atraves de la tela del pantalon que , desgraciadamente en la mayoria de los casos resultaban ser tejanos, podia cerciorarme ,muy gratamente, de la rigidez y dimenciones de ªaquello».

A estos episodios autobusescos hay que agregarles la pimienta del cuidado que hay que tener para que no te pillen ªipso – facto», aunque los intentos aveces resulten inutiles. He de agregar que, en mas de una oportunidad en estas acciones se cuela algun ªvoyeur», que no con menor placer, mira y observa; pero pueden aparecer los mas osados, quienes extienden la mano a la entrepierna mas accesible, casi siempre resulta ser la mia y con mucha prisa y sutilidad palpan, tocan y magrean a gusto, pero, repito, siempre con muchësimas prisas.

Escribiendo estas lineas, me viene a la memoria el episodio con aquel mocetas guapo, mediterráneo, el cabello negro, largo y lacio; y una barba de tres dias, que lo hacia irresistiblemente varonil. Era verano y hacia una calor que derretëa; él iba vestido de lino color hueso, de pantalon muy holgado y americana; bajo esta, una camiseta negra muy pero muy ajustada al torso. Para variar, al subir al colectivo, mis ojos se clavaron en aquel muïecazo. He de reconocer, que en esta oportunidad el magreo no me tomñ por sorpresa, ya que fuë yo quien propicio la situaciñn. En medio de la apretujada multitud, me fui deslizando entre paquetes y mas paquetes hasta ubicarme lo mas cerca posible a mi objetivo. Yo, para esta oportunidad, iba muy veraniego con unos shorts de confeccion propia, hechos de unos tejanos viejos, que me venian muy pero que muy ajustados, tan ajustados como cortos, de hecho si hubiese llegado a llevar algþn ªduro» en el bolsillo se hubiese visto si lo llevaba de ªcara o cruz». Una camiseta muy amplia, que se deslizaba y dejaba al desnudo uno de mis hombros, mis ªRay-Bans» de ultima moda y unas sandalias artesanales, que me venian de perlas; asi pues, al primer frenazo bruzco que nos ofrecio el chofer, me ubique de canto al objetivo. Se abrieron las puertas del autobus, y lejos de bajar alguno de los ya apretujados presentes, sucedio lo contrario, subieron unos cuantos más; y asë la situaciñn se hizo mas tensa y apretada de lo que ya era.

Mis caderas estaba a la altura de su pelvis, cabe decir que yo era una decena de centëmetros más bajo que él. Asë pues, al ponerse en marcha el autobþs comenzñ la fricciñn que yo tanto anhelaba. Mis caderas se encontraron incrustadas en su bajo vientre, mi brazo y hombro se hayaban casi fundidos en su torso. El hizo unos vagos e inutiles esfuerzos por separarse, pero resultaron fallidos. En efecto, a los pocos segundos, de encontrarnos en aquella situaciñn comencé a sentir el péndulo que endureciendose lentamente oscilaba entre sus piernas. Un nuevo intento por separarse, cuando ya su endurecido miembro se recargaba sobre la parte superior de mi muslo, asë lo constaté cuando al bajar la mirada note la prominencia que deformaba la linea de aquellos pantalones de perfecto corte y vaporosa tela. El corazñn comenzñ a latir con fuerza y rapidez; la saliva se me atragantñ en la garganta y un sudor frëo cubriñ mi cuerpo. Levanté la vista y nuestras miradas se cruzaron al momento de que su enorme y fuerte mano se posaba en mi culete, proporcinandome suaves y a la vez enérgicos apretones. Con vertiginosa rapidez, su dedo medio encontrñ el delicioso canalete que separa los dos hemisferios de mi trasero. Me sentë desfallecer, la respiraciñn totalmente alterada; al igual que la de él; asë pues, con no poco esfuerzo, acomodé mi mano derecha, con la izquierda baje la cremallera y con cuidado me introduje en aquel delicioso mundo de calor, rigidez y masculinidad.

Lo que mis ojos, con placer, habëan visto bajo la tela del pantalñn, mi mano con mucho placer lo constataba en esos instantes: duro, muy duro, grande, grueso y fibroso; un glande suave, esponjoso, con enorme forma de champiïñn, envuelto en esa humedad algo pegajosa y resbaladiza que en ªesos» momentos brota cristalinamenete en forma de perezosas gotas de la cþpula del templo del placer.

A las fricciones ayudaron los vaivenes del autobþs. A los pocos minutos, ambos estabamos sumergidos en un estado de delirante excitaciñn; las, hasta entonces, perezosas y cristalinas gotas, se habia convertido en un manto de humedad que cubria buena parte de mi mano y dedos; y muy pronto el volcán hizo erupciñn, escupiendo grandes chorros de caliente semen.

Al abrirse de nuevo las puertas del autobþs, bajamos con inucitada rapidez. Fue cuando supe que se llamaba Yanis, y que me invitaba a continuar lo ya iniciado en su piso de ªsoltero».

Me negué agradeciendo la cálida y cordial invitaciñn, alegando la necesidad de asisitir a la ªarchi»conocida reuniñn familiar , que siempre juega el papel de pretexto en tales circunstancias.

Aþn guardo con ilusiñn en mi billetera, su tarjeta con el nþmero telefñnico y la inscripciñn:

Yanis, … Siempre tuyo!

Si la historia fue o no de tu agrado, si piensas que me conoces, si quieres contactar, si crees haber adivinado de donde soy o simplemente si te apetece decirme o hacer algo demi conocimiento, estoy y estare abierto a todo y todos georgegay@yahoo.com

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Mi Primer Relato Gay

El como dar inicio a un relato erñtico gay, es algo que pienso debe ser una tarea harto dificil. En todo caso, es mucho más sencillo, interesante y atractivo el contar una experiencia personal. Usualmente, los autores, cuando los relatos están basados en hechos de la vida real, suelen cambiar los nombres de personajes, sitios y lugares. En este caso, sñlo suprimiré los nombres de los artëfices

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