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Efectos De Un Buen Masaje

by M. Huidobro


Mi historia tuvo lugar en un hotel bastante bueno al que me tuve que desplazar para asistir a una exposición de obras de ingeniería industrial. Yo tenía entonces 22 años y viajé con un matrimonio (mi jefe y su esposa). Al volver el primer día al hotel - bastante cansado después de toda la jornada - me fui directamente a la sala de masajes. Un muchacho de unos 23 años, fuerte, musculoso y vistiendo shorts, me recibió, me dijo que me quitara la ropa y me echara sobre la mesa de masajes. Sin mediar palabra empezó con su trabajo, estando yo boca abajo con los brazos colgando a ambos lados de la mesa. Al llegar a la altura de mi hombro, el fornido masajista colocó sus piernas a cada uno de los lados de mi brazo. Con sus movimientos me rozaba el brazo con sus piernas y sus muslos. Yo naturalmente no me inmuté, me quedé quieto, a la expectativa, gozando del contacto que se producía con su piel velluda y las cosquillas que me producía su vello. El roce era cada vez más intenso y el placer también. Yo coloqué entonces mi mano de tal forma que en unos de sus movimientos le tocara la pantorrilla, que era muy fuerte y musculosa. Y, casi simultáneamente, yo le agarré su pierna y el apretó fuertemente sus muslos, oprimiendo mi brazo. El estremecimiento que sentí fue inmenso. Así continuo un poco el masaje. Después dio la vuelta a la mesa y se pasó por detrás de mi cabeza al otro lado de la mesa de masajes, momento que tuvo que haber aprovechado para bajarse la cremallera, ya que de pronto veo como me pone sobre ella, a la altura de mi cara, su enorme polla tiesa, larga, circundidada y bastante gorda. Cuando yo ya me imaginaba que empezaba la "fiesta", tocaron a la puerta, el se guardó inmediatamente tan preciada joya y se subió rápidamente la cremallera. Entró un colega, hablaron de sus cosas y él continuó el masaje sin que pasara mas nada. Cosa que me decepcionó. Al día siguiente andaba con la idea de volver al gimnasio y sala de masajes. Pero me lo pensé mejor. En vez de bajarme a la sala me fui a mi cuarto y pedí por teléfono que el masajista subiera a mi pieza. ¡La cara de sorpresa que puso el tío al verme! ¡Lo que yo me alegré al ver que era el mismo! El se quiso poner manos a la obra inmediatamente y sacó un frasco de aceite para masajes. Yo le dije que primero se quitara la ropa, que así estaría más cómodo, pues en esos días en California hacía mucho calor y el aire acondicionado no era muy bueno. El lo agradeció y se quitó su camiseta. ¡Le vi unos pectorales velludos muy fuertes! Le dije que se quitara los pantalones también, pero el no quería. Al final accedió cuando le dije que se pusiera una toalla alrededor. Fue al baño y volvió con sólo una toalla alrededor de sus caderas. Parecía un gladiador dispuesto para la lucha. Se acercó a la cama, en la que yo ya estaba desnudo pero cubierto con una sábana. Me quitó la sábana y pudo ver que yo andaba ya pero que muy cachondo. Me dijo que me diera la vuelta. Como la cama era muy ancha, y yo estaba acostado en el centro, él se subió a la cama, se puso encima de mi, con una rodilla a la izquierda y otra a la derecha, y empezó con el masaje. Su toalla iba resbalando y de pronto se la quitó. Yo sentía en mis nalgas y muslos el agradable calor de sus velludos muslos y de sus huevos, y poco a poco el de una polla que cada vez se hacía más grande y se volvía más tiesa. Me hubiera gustado volverme para olérsela y metérmela en la boca, pero el masajista se echó de pronto con su pecho velludo sobre mi espalda - que agradable sensación - y empezó a hacerme masaje en el cuello y en los brazos. Yo estaba, a la vez, relajado y excitado, fantaseando, sintiéndome muy a gusto bajo ese cuerpo de macho divino. Y de pronto pasó lo que menos me podía imaginar. El - que ya tenia un rato grande su polla apuntando mi culo - me dio con ella un terrible empujón. Así, con todas sus fuerzas, consiguió meter su polla en mi culo, sentí un enorme dolor - pues aunque ya había hecho el amor con otros chicos, hasta ahora nunca me habían penetrado. En el momento en que empezó a cabalgarme sentí un enorme placer cada vez que sacaba su verga casi del todo y volvía a meterla. Los rítmicos golpes de su cadera y de sus huevos me enardecieron de tal forma que por los movimientos de mi polla con el colchón cuando el me cabalgaba, me corrí, justo en el momento en que noté como el me penetraba más y más y me soltaba sus chorros de semen a la vez que empezó a gemir de gusto. Después el cayó extenuado sobre mi espalda y con la polla dentro de mi nos quedamos un buen rato descansando, él me mantenía bien agarrado con sus fuertes brazos y muslos, sus pies sobre la suela de los míos, acariciándolos de vez en cuando. Fue la última noche antes de iniciar el viaje de regreso con mi jefe y su esposa. Durante el viaje comentamos novedades de la exposición y detalles técnicos. Yo, además, no paraba de soñar y pensar en esta experiencia, y en la exposición del año siguiente.


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Efectos De Un Buen Masaje

Mi historia tuvo lugar en un hotel bastante bueno al que me tuve que desplazar para asistir a una exposición de obras de ingeniería industrial. Yo tenía entonces 22 años y viajé con un matrimonio (mi jefe y su esposa). Al volver el primer día al hotel - bastante cansado después de toda la jornada - me fui directamente a la sala de masajes. Un muchacho de unos 23 años, fuerte,

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