Gay Erotic Stories

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Pitu, un macho ibérico de 35 cm.

by Alejandro


Esta historia sucedió hace algunos años: ambos, él y yo, teníamos 18 años y estudiábamos COU. Yo estaba sentado justo delante de él y desde el primer momento me fijé en su potencial: una piel color chocolate tersa y suave, unos ojos grandes y oscuros, unas manos enormes y nervudas, una sonrisa blanca y radiante y un cuerpo de infarto. Siempre llevaba ropas holgadas, por lo que nuca había podido apreciar el tamaño de su miembro, aunque suponía que sería muy grande. De hecho, creo que precisamente por eso llevaba siempre aquellos pantalones tan anchos. Hay que decir que yo tampoco estaba nada mal: por aquel entonces medía casi dos metros, estaba bastante musculado, poseía una larga melena ondulada y de un bonito color azabache y mi verga en erección medía 23 cm. Estaba realmente orgulloso de ella. Desde el principio nos hicimos amigos: ambos éramos buenos estudiantes, pero él me pedía a menudo los apuntes con su voz a la vez grave y risueña y una sonrisa encantadora. Yo se los daba encantado, claro, y delante de él hacía muchas bromas para ganarme su confianza. Nuestra relación transcurrió así durante mucho tiempo, y nos fuimos haciendo cada vez más amigos. Un día quedamos con otros amigos para jugar al fútbol. Hacía un calor infernal y el sol hacía daño de verdad, pero a él, quizá por el color oscuro de su piel, no parecía importarle. Al cabo de un rato empezó a sudar y se quitó la camiseta. A mí casi me dio un colapso: es imposible describir con palabras la voluptuosidad de aquel pecho enorme, ancho como una cama y perfecto para reposar la cabeza después de un buen polvo. Estaba cubierto por un vello rizado y oscuro que le hacía irresistible.Los pezones eran del color del caramelo e igual de dulces, y los abdominales, perfectamente marcados, estaban recorridos por una hilera de pelos negros que llegaban hasta el pecho. Aquella visión me dejó paralizado. Creo que lo notó, pero no dijo nada, sólo se dio la vuelta dejándome ver aquella espalda ancha y aquellos antebrazos gruesos y tan sumamente apetecibles. A partir de aquel día todas las noches soñaba con él y despertaba empapado en sudor, con una erección de caballo. Me masturbaba a todas horas pensando en él y en la maravillosa contemplación de su moreno torso. Para mí sólo existía él: el único, el macho ibérico, el semental, mi ideal de hombre en todos los sentidos. Un día quedamos en su casa para estudiar juntos, cosa que hacíamos a menudo. Normalmente lo hacíamos en mi casa, pero aquel día sus padres no estaban y me ofreció que nos fuéramos a la suya. Aquella tarde, muy nervioso, me duché, me afeité y me puse la ropa más ajustada que encontré en mi armario. Después me dirigí hacia el lugar en el que vivía. Cuando llamé a la puerta tardaron un poco en abrir. Después me abrió él: estaba increíble, con una camiseta blanca ajustada que dejaba entrever sus duros pezones y unas calzonas.Era la primera vez que no llevaba pantalones, por lo que me quedé asombrado al ver un enorme bulto que recorría todo el muslo hasta llegar a más de la mitad de la pierna. Imposible, pensé, eso no puede ser su verga. ¿Es que mi semental particular guardaba aquella maravilla en su interior? Sólo de pensarlo tuve una erección inmediata, cosa que me puso en una desagradable situación. Menos mal que él en seguida añadió: "Oye, que se me había olvidado que venías y estoy un poco sucio. Ponte cómodo, que voy a ducharme". Acto seguido despareció, quitándose por el camino la camiseta y mostrándome de nuevo su torso hercúleo. Yo me senté en el sofá intentando que me bajara la erección, pero era imposible hacerlo mientras oía el ruido de la ducha y me imaginaba a Pitu desnudo, con aquel pedazo de cipote que ya había podido intuir. De repente me percaté de algo: ¿Podía oir el ruido de la ducha?; ¿es que acaso no había cerrado la puerta del cuarto de baño? Un idea cruzó por mi cabeza, aunque la deseché inmediatamente. Pero no podía dejar de pensar en acercarme allí y verle en la ducha. Valía la pena arriesgarse, y así lo hice. Me acerqué lentamente al baño y encontré la puerta abierta. Asomando apenas la cabeza pude ver que se encontraba de espaldas por la posición de su brazo y me asomé un poco más. ¡Dios mío! Que visión más maravillosa. El culo de Pitu era el más maravilloso de todos los que había visto en mi vida. Los traseros más afamados no podían compararse con aquel par de cachas carnosas y morenas, musculosas y prietas. Pitu continuaba enjabonándose sin darse cuenta de mi presencia, frotando sus glúteos con sus enormes manos. Yo estaba extasiado, pero huí de allí inmediatamente cuando él hizo un gesto de darse la vuelta. Al cabo del rato apareció enfundado en un albornoz que ponía de manifiesto un enorme bulto en la entrepierna. Parecía un poco triste. Cuando le pregunté qué le pasaba, me contestó: "¿sabes?, esto no se lo he contado a nadie, pero te lo diré a ti porque eres mi mejor amigo. Ayer intenté hacer el amor con una chica y no pude, y es la tercera vez que me pasa". "¿Y eso?", pregunté yo interesado. "Pues nada", siguió él, "que cuando intento penetrarlas se mueren de dolor y tenemos que dejarlo. Verás, mi pene es un tanto... grande, y las chicas no lo pueden recibir entero". "Ah, ¿sí?", respondí haciéndome el sorprendido. "Sí. Mira". Justo después de decir esto, y para mi disfrute, se abrió el albornoz y dejó ver su polla, que incluso completamente fláccida mediría más de 20 cm. "Es increíble", contesté babeando. Después ya no pude resistir más y me abalancé sobre él, besándole fuertemente en la boca. Él se quedó paralizado al principio, y cerró los labios, pero luego entreabrió la boca y me metió la lengua hasta la garganta. Jamás me habían besado así. Estuvimos un rato dándonos el lote y después el me alzó en vilo y me llevó al cuarto de sus padres(ya he dicho que yo medía más de dos metros, pero él era un Sansón). Me dejó tumbado en la cama de matrimonio y se despojó del albornoz delante de mis hambrientos ojos. Durante unos instantes me recreé en la contemplación de aquel cuerpazo con el que tantas veces había soñado. Su pene aún no estaba erecto, pero era enorme, incluso me asustó. Sus piernas perfectamente torneadas estaban firmes, y su maravilloso pecho respiraba agitadamente, cubierto como siempre de aquel manto de vello oscuro y rizado. Sus pezones estaban erectos y más oscuros que de costumbre... Acto seguido se tumbó en la cama a mi lado y comenzó a desnudarme lentamente con los dientes. Al mismo tiempo masajeaba mi paquete, algo completamente inútil puesto que yo ya tenía la erección más fuerte de mi vida. Cuando me quitó los calzoncillos y ambos quedamos desnudos, la comparación fue inevitable. Mi enorme tranca de 23 cm parecía la de un bebé comparada con su gigantesca herramienta, gruesa como un bate de béisbol y más larga de lo que pueda recordar. "35 cm", dijo él. Aquello me excitó todavía más, y decidí llevar yo la iniciativa. Lo tumbé boca arriba en el centro de la cama y le hice un gesto para que se dejara llevar. Él aceptó, mostrándome su blanca sonrisa. Empecé besando de nuevo sus jugosos labios, penetrando hasta lo más hondo de su húmeda garganta. Después lamí su cuello, tremendamente grueso y fuerte, y después todo el cuerpo, dejando las zonas más apetecibles para después. Continué con los pezones, pellizcándolos y lamiéndolos, hasta que el vello de alrededor se erizó. Bajé por la hilera de vello hasta el ombligo, en el que metí la lengua,después de apartar su polla, notando un sabor viril y masculino. Luego tomé aliento y me decidí a enfrentarme a aquel monstruo oscilante, que llegaba a la mitad del pecho. Era increíble, nunca había pensado que semejante superdotado estuviera tan cerca de mí en la clase. Tomé su polla entre mis manos (aún así sobraba la mitad de la tranca) y comencé a masturbarle. Estuve así una media hora y Pitu no se corría.Yo estaba maravillado,porque casi me estaba corriendo de hacérselo a él. entonces cambié de estrategia y traté de introducirme aquel mostrenco de 35 cm en la boca. Cuando ya me llegaba a la campanilla no me había tragado ni la mitad de su miembro, así que decidí introducirlo aún más. Cerré los ojos para reprimir la fatiga, y cuando ya pensaba que me estaba llegando al estómago, sentí el olor de su vello púbico en mi nariz. ¡Me la había tragado entera! Con la boca completamente llena debido al grosor de la verga de Pitu, comencé a hacerle la mejor mamada del mundo, con objeto de que se corriera de una vez, pero fue inútil. Cuando ya pensaba que iba a vomitar de un momento a otro, me saqué la polla de la boca y le dije, algo enfadado: "¿Tú que pasa, que no te corres nunca?" Él se incorporó lentamente y contestó, con una radiante sonrisa: "¿Me toca a mí ya?" Yo asentí. Entonces se levantó de la cama con su miembro llegándole casi hasta los pezones y me agarró salvajemente para colocarme en el centro de la cama. Después me untó de saliva todo el cuerpo y me mordió los pezones hasta hacerme daño. Luego cogió mi polla, de algo más de la mitad de longitud de la suya, y comenzó a masturbarme con su enorme mano, que ocupaba casi toda mi verga. Cuando le grité entre espasmos que estaba a punto de correrme la apretó fuertemente y se me pasaron las ganas. Después decidimos descansar un poco para proseguir más tarde, y en ese tiempo volví a mamársela salvajemente, pero no echó ni una gota. Cuando él hubo decidido que quería seguir, me agarró por la cintura y me colocó boca abajo sobre las sábanas. Suavemente me susurró: "ahora voy a intentar follarte, aunque no creo que pueda". Con sus enormes brazos musculosos me abrió el culo y me metió la lengua hasta el fondo. Suerte que yo me había duchado y lo tenía completamente limpio. Al cabo de un rato de lubricación me metió un dedo, luego dos, tres, y finalmente la mano entera. Yo no podía creer que tuviera su inmensa mano metida en mi ano, sorprendentemente flexible. Lo increíble fue que seguidamente siguió el mismo proceso para introducir su otra mano. El dolor fue insoportable. Llorando, le pregunté por qué me hacía aquello, a lo que respondió: "Si quieres que te meta mi tranca debes pasar esta prueba". Al cabo de unos minutos dio la preparación por acabada y, después de masturbarse ansiosamente, se dispuso a penetrarme con su grueso instrumento. Me puso a cuatro patas, tomó impulso y de un solo golpe me la metió hasta el fondo, dejando escapar ambos un profundo grito de dolor, que pronto se vio convertido en inmenso placer. La sorpresa fue que, cuando miré para atrás, vi que la mitad de su verga aún estaba fuera. Entonces dijo: "Ahora verás para lo que sirvió lo de antes. ¿estás preparado?" "¡¡¡Sí!!!" "¡¡Pues toma!!", gritó, respirando acalorado, mientras de otro golpe seco me metía los 15 cm restantes. Yo me sentía completamente atravesado por el poder de aquel macho sudoroso. Pensaba que en cualquier momento me iba a salir su tranca por la boca. Entonces empezó el traqueteo: Pitu comenzó o meter y sacar su polla mientra yo me asfixiaba. Tras unos minutos pegó su pecho velludo a mi espalda y tomó con sus enormes manos mi miembro viril, que comenzó a masturbar. Entonces, dije confusamente :"aún no me la has mamado". Pitu se detuvo apenas unos segundos, me dio tres o cuatro enculadas y sacó su pija. "La verdad es que nunca lo he hecho. a ver, date la vuelta" Yo le hice caso inmediatamente. Él se lanzó hacia mi pinga y se la tragó de una vez, dejándome impresionado. Pero cuando comenzó a chuparla no pude pensar más. ¡Cómo la mamaba aquel pedazo de macho ibérico! En cada movimiento me llevaba al éxtasis, hasta que dijo: "Oye, no quiero acabar así, date la vuelta que te voy a encular de una vez". Se masturbó durante unos segundos y luego repitió sus palabras. De nuevo le presenté mi culo totalmente abierto. El puso el extremo de su polla en mi ano y gritó "allá voy", justo antes de metérmela de un solo golpe. Lo que vino después fue un éxtasis de enculadas y gemidos, hasta que, súbitamente, me corrí en medio de increíbles espasmos, soltando más semen de lo que había echado en toda mi vida, poniendo perdidas las sábanas. Pitu continuó follándome durante un cuarto de hora más. Cuando ya pensaba que nunca se correría, unos tremendos jadeos me avisaron: Pitu reventó dentro de mi cuerpo en innumerables chorros de semen. Durante tres minutos se estuvo corriendo en mi culo, expulsando lo que a mí me pareció al menos un litro de caliente y espeso semen. Después cayó agotado sobre mí, aplastándome con su peso. Una hora después, los dos desnudos pero limpios después de habernos duchado juntos, yo reposaba mi cabeza sobre su torso viril. "Te quiero", susurré. Él asintió con un gruñido, mientras yo pensaba que algún día tendría la oportunidad de encular a aquel fogoso semental.


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Esta historia sucedió hace algunos años: ambos, él y yo, teníamos 18 años y estudiábamos COU. Yo estaba sentado justo delante de él y desde el primer momento me fijé en su potencial: una piel color chocolate tersa y suave, unos ojos grandes y oscuros, unas manos enormes y nervudas, una sonrisa blanca y radiante y un cuerpo de infarto. Siempre llevaba ropas holgadas, por lo que nuca

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