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Cálidas Vacaciones En Una Isla, Part 1

by M. H.


Parte primera: Uno de los huéspedes me da una bienvenida caliente No quería un hotel de lujo para turistas en la playa. Prefería un casa de huéspedes particular en el centro de la ciudad. Por eso llegue con el bus desde la terminal del aeropuerto al centro de la ciudad y me puse a caminar por sus calles con mi mochila al hombro. Debido al cálido clima que me esperaba no necesitaba mucho equipaje. Caminé unas tres cuadras y de pronto vi un cartel de „Pensión". Subí al primer piso, toqué al timbre y me recibió un portero-conserje-cocinero-mesero (pues hacía de todo) de edad mediana, moreno, sin afeitar. Después de indicarle que buscaba alojamiento para diez días me llevó a un cuarto sencillo, pero muy limpio, en el que había una cama grande, un armario, una mesa y dos sillas, además de un lavabo. „Los baños están en el pasillo, hay dos, pero sólo tenemos 8 piezas y de momento dos libres", me indicó señalándome que las puertas de los baños y duchas eran las que estaban junto a mi pieza, al final del pasillo. Acordamos el precio y me deseó una feliz estadía, poniéndose a mi disposición para lo que hiciera falta. Cuando salió del cuarto me puse a sacar de la mochila unos calzoncillos y una camiseta, pues al caminar había sudado bastante. Hacía calor. Me quité todo lo que llevaba puesto encima, a excepción de los calzoncillos, y me tiré encima de la cama para descansar un rato. La puerta la había dejado entreabierta para que el aire circulara mejor, pues no había aire acondicionado. Desde la cama pude ver que de vez en cuando alguien pasaba por mi puerta para ir al baño. Un hombre algo mayor, un jovencito rubio, un muchacho bastante moreno, con bigote, algo mayor que yo, o sea que quizás tendría unos 35 años. A este último lo vi pasar tres veces y cada vez que pasaba se quedaba mirando al interior de mi habitación. Lo único que allí podía ver era que yo estaba acostado sobre la cama con los brazos y piernas en cruz y que sólo tenía puesto un slip. Al cabo de un cuarto de hora pasó otra vez por la puerta en dirección al baño y esta vez ya no llevaba su pijama sino sólo un slip bastante parecido al mío. Al regresar del baño parece ser que se resbaló con algo en el pasillo. Es posible que hubiera agua de alguien que se había duchado y salió descalzo sin secarse bien. La cuestión es que al resbalarse se cayó de rodillas golpeando la puerta de mi cuarto, que se abrió del todo y el moreno con bigote estaba medio dentro. Yo me incorporé y medio sentado le pregunté si se había hecho daño. Como se tocaba una rodilla me levanté y le ayudé a levantarse, él se agarró a mí y me pidió que le ayudara a sentarse en mi cama. Allí se sentó a los pies de la cama y me pidió disculpas, diciéndome que me echara de nuevo sobre la cama, que tendría que estar cansado del viaje, y que él ya se iba a su cuarto en seguida, que ya se estaba reponiendo del golpe. Yo me acosté de nuevo, el morenazo se seguía frotando la rodilla, decía que le dolía. Así es que levanto su pierna y la puso sobre la cama. Empezó a mover la rodilla y los pies para ver si todo estaba en orden. Sentí la planta de su pie en mi pecho. En ese momento sentí como una oleada de calor en mi interior y noté con algo de vergüenza - me imagino que mis mejillas se enrojecieron - que el paquete se me agrandaba. Como mis calzoncillos eran bastante ajustados no quedaba mucho espacio disponible. Disimuladamente me coloqué mejor la polla para que tuviera sitio, pero se me agrandaba tanto que se me salía por el borde de arriba por mucho que estirara la tela en dirección a mi ombligo. El morenazo se dio cuenta de mi estado pero también disimulaba. De pronto observé que su paquete también había crecido bastante. El seguía quejándose de la rodilla. De golpe se cerró la puerta por un golpe de viento. El morenazo trataba de buscar una posición correcta para rodilla y cada vez que la movía su pie seguía rozando mi ombligo y mi pecho. La situación era bastante embarazosa, pues acababa de llegar a la pensión y no sabía que tipo de huéspedes había allí. En el momento de querer levantarme se me agarró a mis pierna y haciendo un gran esfuerzo se echó de lado, se acostó del todo y ahora el pie de su pierna accidentada y el de la otra estaban frente a mi cara. Las rodillas en mi abdomen y sus muslos rozando mi paquete. El estado de excitación en que me encontraba y el agradable aroma de sus pies empezaron a hacerme enloquecer. Acercó más uno de sus velludos pies a mi cara, su planta me apretaba ahora la nariz y la boca. El seguía como quejándose y yo estaba medio borracho. Humedecí mis labios con la lengua y comprobé que la sensación de tocar con ellos la planta del pie era muy agradable. Entonces con la punta de la lengua empecé a lamerle disimuladamente la planta. En este momento el empezó a moverlos, pues parece ser que tenía bastantes cosquillas. Y de pronto se agarró a mis pies y empezó a lamerme y chuparme los dedos. Mis pies no estaban nada limpios después de un viaje tan largo, pero el sudor y sobre todo el sudor entre los dedos de los pies debe tener efecto medicinal, ya que de pronto se le olvidó que le dolía la rodilla. Esta sesión en la que ambos estuvimos lamiendo y chupándonos los pies locamente, me sirvió mucho para relajarme de tan largo viaje, y pronto empezamos a tocarnos los paquetes respectivos. No sé quien de los dos empezó, pero estábamos tan armonizados, que bien puede ser que empezáramos los dos a descubrir qué es lo que cada uno teníamos dentro del slip. Bueno, lo primero que hicimos fue liberar a los dos monstruos que se hallaban oprimidos por la tela y acomodarnos ahora de tal forma que pudiéramos proseguir el juego de pollas con nuestras bocas. El 69 fue magnífico en todos los sentidos y yo no paraba de acariciar los muslos tan velludos del morenazo y sus bolas tan redondas y apetitosas, ayudándome siempre con la lengua para llegar a su ingle con la nariz para quedar extasiado del olor y con la lengua para lamerle esa mezcla de sudor, orina y semen que afortunadamente tenía y que tanto me gusta. La lengua del morenazo - todavía no sabía su nombre - era muy sensual y tenía mucha práctica, pues la chupada que me dio fue extraordinaria en todos los sentidos. Entre sus manos, sus labios y su boca me calentó tanto que mi sangre parecía superar el punto de ebullición. Pero si excitante era lo que me hacía, excitante era igualmente su polla, de tamaño normal, pero bien dura, en un mar de pelo negro y fuerte que al acercarme me hacía cosquillas en la cara. Lo primero que hice fue olerla, besarla y lamer el capullo, dándome cuenta que tenía un muy agradable sabor salino a orina fresca. Le lamí todo el resto de orina que le quedaba en los pliegues de la piel que cubría su capullo y que serían de las varias meadas que echó al pasar por mi puerta al baño. Le bajé la piel del todo y le seguí limpiando bien el capullo a la vez que procuraba aspirar su aroma a macho, que cada vez me enardecía más. Estuvimos un buen rato chupando, en mi cara sentía los golpes de su cadera, pues empezó a cogerme por la boca como un energúmeno que no folló en toda una semana. Cuando sentía que se iba a correr procuraba soltarme de su verga, para que reposara un momento y se alargara el placer. Pero el morenazo volvía y volvía a insistir, no paraba de cogerme y de sacar y meter su polla hasta mi garganta. Entre el placer de la verga que tenía en mi boca y los rítmicos y cada vez más veloces movimientos de su boca llegó el momento de la explosión. Casi simultáneamente empezamos a soltar chorros de semen. Su semen era un sabroso néctar. Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, ninguno de los dos nos tragamos la leche del otro. La conservamos en la boca. Nos sentamos y nos unimos en un apasionado beso, en el que se entremezclaron nuestras lenguas, nuestro semen y nuestra saliva. Lo repartimos todo como buenos amigos y empezamos a tragar. Después nos abrazamos fuertemente, nos entrelazamos las piernas y comprobamos que nuestras pollas volvían a crecer. Lo que siguió pasando esa mañana y durante mis vacaciones en esa isla tan afortunada para mí lo contaré en la segunda parte. Si alguien quiere escribirme, me alegraré y le contestaré. mario98@members@gayweb.com

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Cálidas Vacaciones En Una Isla, Part 2

Parece ser que no buscar un hotel de lujo para turistas en la playa fue una buena decisión. Acerté bastante con alojarme en una casa de huéspedes particular en el centro de la ciudad. Al portero-conserje-cocinero-mesero (pues hacía de todo) de edad mediana y moreno, que generalmente estaba sin afeitar, lo veía de vez en cuando en sus quehaceres, pero era más bien parco de palabras,

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