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Detonador, Parte 2

by Cyrano IV


Detonador, Parte II Bueno, seguimos. Por primera vez en años me encontraba desnudo (salvo por el detalle del calcetín) en presencia de una mujer, en una habitación que no fuese un consultorio médico, desde aquellos no tan remotos días de estudiante cuando mis amigos "straight" se confabulaban (a estas alturas no sé si contra mí o a favor mío) y se las ingeniaban para llevarme casi a rastras a cuanto burdel conocían para que me "curara". Claro que yo siempre la regaba... ¡Terminaba haciéndome amigo de las mujeres! Intercambiábamos recetas, me contaban su vida y sus sueños, fumábamos, pero de aquello... ¡Pues nada! En una ocasión, uno de esos amigos, tal vez el más querido pero también al que más le costaba aceptar que yo "botara la segunda" (según sus propios términos mecanicistas) entró conmigo para demostrarme cómo se cogía una mujer e intentar animarme con su ejemplo. ¡Fue muy excitante! Acabé cogiéndomelo mientras él se cogía a la chica, quien por cierto recibió una "bonificación especial" para no contarle a los otros amigos de grupo que mi "maestro" había aprendido conmigo que funcionaba muy bien tanto con corriente alterna como con directa. Era evidente que a Alonso no le causaba ninguna gracia la idea de hacer el amor con otro hombre, pero de ser cierto lo que me había dicho en el baño del aeropuerto, le debía más de una a Laura y por lo menos hacía el intento de pagarle, pues bien podía haberle dicho a ella que yo no había aceptado, pero ahí estábamos los tres. Sin embargo, su actitud me hacía temer que después de todo no se realizaría mi ilusión de darme la gran revolcada de mi vida con el hombre de mis sueños. Laura era la única que parecía estar gozando un imperio, mirándonos alternamente, entre divertida y sádica al uno y al otro. ¿Quién daría el primer paso? Laura, por supuesto. "¡Alonso...!" (voz plañidera de niña mimada que amenazaba hacer pucheros) "¡Me prometiste que lo harías esta vez, con Sergio no tienes excusas, tú mismo me dijiste que él si te gustaba, que lo encontrabas lindo...!" Alonso suspiró profundamente y me miró con resignación. Ya yo no tenía claro qué se traían estos dos entre manos y las palabras de Laura me alarmaron, pues la explicación de la niña curiosa no me convencía. ¿Qué tal si eran dos vampiros bisexuales y cínicos, como Catherine Deneuve y David Bowie en "El Ansia"? ¿O una parejita encantadora como aquella de "Natural Born Killer"? No obstante mis aprehensiones, me aproximé a él y, como tratando de palpar su aura, lo fui tocando muy sutilmente con las yemas de los dedos. Acaricié su rostro (él tendía instintivamente a retirar la cara) y sentí la enervante textura de papel de lija que los cañones de la barba le daban a su cutis. Deslizar mis dedos por los vellos de sus antebrazos era como recibir miles de microdescargas eléctricas, el recorrido de mis labios por su pecho, sus tetillas y su abdomen le provocaba reflejos espasmódicos que yo también experimentaba quizás por mera empatía, su escroto, originalmente distendido y colgante, se replegó al yo besarlo hasta formar un esferoide, pero su verga permanecía cabizbaja y meditabunda, admirándole sus bellos pies, como caballo bebiendo agua. Al igual que haría quien apura un bebedizo amargo de un solo trago para no prolongar el mal rato, Alonso me saltó encima y me abrazó, cerrando los ojos tan fuerte que parecía que iba a chocar contra un árbol... me besó, un beso postizo, de telenovela, con los dientes apretados. Con todo, el contacto de su piel y sus pelos con mi cuerpo, poder apretar sus nalgas a manos llenas, la presión de su verga contra la mía, percibir sus aromas tan intensamente... todo eso provocó que me derritiera en su abrazo, lo cual, sumado al intento por mi parte de meter mis piernas aún más entre las suyas, causó que perdiésemos el equilibrio y cayéramos de platanazo sobre el colchón, casi aplastando a Laura y partiéndole estrepitosamente dos patas a la oxidada estructura de tubos de la cama, desarmándola. Nos dio un ataque de risa a los tres, al punto que llorábamos, más aún cuando el encargado del hotel vino a ver qué ocurría e intentó desalojarnos y hasta amenazó con llamar a los de "seguridad interna" (tal vez unas cucarachas coprófagas comandadas por una rata). Laura le dio el equivalente a unos 25 dólares y el encargado le dijo que así... pues si, que podíamos hacer todo el ruido que nos viniera en gana y romper lo que se nos antojara. ¡Gran cosota! ¡Si allí todo ya estaba roto! La risa relajó las tensiones. Alonso me dijo, despeinándome juguetonamente con sus dedos: "De verdad que eres 'lindo', como dice Laura. ¡Ven acá, tratemos de nuevo!" Esta vez puse todo mi esmero en meter mi lengua profundamente en su boca, forzar su arquería y marcarle el gol, mientras mi mano confirmaba que su verga seguía sin erguirse. Yo quería fundirme con él, sorberlo como el aire, como humo y rápidamente me zafé del abrazo y dirigí mi boca hacia su verga (no sé quién me dijo que eso era una válvula neumática para meter y sacar el aire, como en las llantas). Alonso me tuvo un rato jugando al gato y al ratón sobre aquel plano suavemente inclinado en que habíamos convertido la cama. Agitaba su cañón frente a mi cara y cuando yo iba a engullirlo, rápidamente lo retiraba. Juego peligroso, pues cuando logré atraparlo, pues... ¡le mordí el prepucio accidentalmente! (¿Vieron para qué sirve el prepucio?) Alonso soltó una retahíla de "tacos", alguno inéditos, que me hubiese gustado anotar (ya saben, para usarla en medio del tránsito pero tachando los que hacían referencia a mi mamá...), se puso de pie de un salto, más por el susto y la sorpresa que por el dolor (¡no llegué a circuncidarlo!) y, con expresión enfurruñada, en voz baja le dijo a Laura, ignorándome: "¿No te parece que ya he hecho bastante? ¡Te advierto que esto no me está gustando, con este pendejo no va a funcionar! ¡Desiste de una buena vez!" Ella sonrió con expresión felina y negó con la cabeza: "¡Tanto peor, mi amor! ¡Un trato es un trato, esta es tu última oportunidad!". ¡Cabrón arrogante! Comprendí que para él, "buen muchacho", "profesor distraído" y "lindo" eran sinónimos todos de "pendejo", de "tonto útil", eso era lo que él veía en mí. Tal vez así lo tenía planeado desde un principio, contando con que yo sería sólo un bobo anteojudo, tan fácil de manipular como un "tamagotchi", que le serviría para montar su farsa. Probablemente insistiría en demostrarle a Laura que él al menos lo había intentado (fuese lo que fuere que pretendiera intentar), sin importarle un carajo dejarme a mí compuesto y alborotado y con los crespos hechos, pues en su plan no entraba la posibilidad real de involucrarse sexualmente ni conmigo ni con ningún otro tipo. Eso explicaba entre otras cosas la elección de aquel hotel paupérrimo siendo un hombre pudiente; nadie gasta mucho en montar una tramoya como aquella... Laura decidió actuar de árbitro. Tomó nuestros penes en sus manos, los manipuló dulcemente y nos besó al uno y al otro en la boca. Me ocurría todo lo contrario que a Alonso... ¡Esto me estaba gustando! ¡Motín a bordo! Me sorprendió la suavidad de aquellos labios sin maquillaje, tan diferentes a los de las mujeres que yo conocía antes y tan opuesta a la sensación casi correosa que tanto disfruto en los labios masculinos. Igualmente, la sedosidad de su piel, la blanda firmeza (o la firme blandura, como gustéis) de sus carnes, su aroma... ¡Coño, Laura! Besar esos senos y chupar sus pequeños pezones fue toda una experiencia... pero no. Al mirar de nuevo a Alonso recordé quién y qué era yo y por qué se suponía que estuviese allí, además, ahora tenía una por cobrarle. Hasta entonces yo había sido muy pasivo, cómo él esperaba que fuese, si no hacía algo heroico, a lo sumo lograría mamarme un chorizo aguado, a la carrera y después de mucho rogar antes que me dijeran "¡Adiós y gracias!" y me dieran una patada en el culo. ¡Para recibir patadas y terminar dándome pajazos me quedaba en mi casa! ¡No joda! Lo empujé sorpresivamente, haciéndolo caer de espaldas sobre el colchón y levanté sus piernas. Él tal vez pensó que yo sólo quería mamarle el salami, así que a regañadientes se dejó hacer, pero se equivocaba... Clavé la mandíbula entre sus nalgas, haciendo pulso para separar aquellos glúteos hercúleos que ponían todo su empeño en permanecer juntos. Alonso protestaba, amenazándome con matarme a coñazos para que me retirara y trataba de alejarme dándome manotazos y patadas. "¡No! ¡El culo no! ¡Laura, eso no está en el trato! ¡Lauraaa!" Ella aplaudía y daba saltitos de alegría en el colchón al tiempo que le agarraba los brazos y me ayudaba con su influencia a mantenerlo acostado de espaldas, como en la lucha libre: "¡Eso es, Sergio, sigue, sigue, así, eso es lo que quería ver hace tiempo!" Alonso trataba de incorporarse y Laura, con la potestad "dominatrix" que ejercía sobre él, lo obligaba a permanecer como estaba, arrodillándose con las piernas a ambos lados de la cabeza del troglodita aquel. Así, fui mamando, lamiendo, mordisqueando, besando, soplando, inflando, halando los pelos con los dientes, aspirando ese excitante aroma almizcleño de culo pulcro, pero culo al fin de cuentas, forzando el esfínter con la lengua y recordando, cada vez que tenía que escupir hacia los lados como un mismo comemierda, por qué a esa especialidad se le conoce como "El Beso Negro" Yo mordía sus nalgas y le metía dos dedos en el ano como anticipo de lo que pensaba meterle más adelante. Le separé los muslos al punto que casi lo descoyunto y ahora aplicaba el tormento en el perineo, la verga y el escroto, sus vellos se me atascaban entre los dientes y al arrancárselos, Alonso gritaba como un energúmeno. Cada nuevo intento suyo de parar la música era reprimido con una advertencia de Laura y con sonoras nalgadas, tampoco faltaban los pellizcos. "¡Ah, "Dream Man"! ¿Creíste que yo era sólo un pobre pendejo? ¡Toma otra!" Él sería grandote, pero yo no soy ningún ente subdesarrollado, así que el tipo ya tenía ese culo rojo encendido como faro de radiopatrulla, parecía que le hubiesen aplicado colorete en las nalgas y esa visión aumentaba mucho mi excitación. Mi verga estaba a punto y Laura estaba que ardía. De rodillas, como ya dije, con la nariz de Alonso metida entre sus nalgas, se acariciaba la vulva con los dedos, tenía la mirada perdida y vidriosa y exhalaba profundos gemidos entrecortados mientras Alonso pedía clemencia desde los sótanos de su mujer (se oía como si estuviese metido dentro de una lata). Su verga indiferente comenzó a dar señales de que la resurrección de la carne era inminente, pues ya no se bamboleaba como gelatina como cuando comencé a ladrarle en la cueva... Bueno, ya que estaba tan cerca ¿por qué no hablar un ratito por el micrófono? ¡Siempre tuve vocación de locutor! Acerqué sólo la punta de mi lengua a su glande y con regocijo pude constatar que tenía unas gotas de moco preseminal. Eché hacia atrás el prepucio, me relamí de puro gusto, inspiré profundamente y...¡A mamar, muchachos! Mientras hacía bailar mi lengua en su glande, mantenía el dedo medio de la zurda dentro de su culo como promesa de "boy scout" de que regresaría pronto y entretanto continuaba mi danza lingual alrededor de la corona y el frenillo. Poco a poco el gigante iba despertando, si bien luego desfallecía y eso me frustraba, pues yo había vocalizado más que el flautista de Hamelin y esa condenada verga no terminaría de resucitar ni que el ángel de la trompeta le interpretara "Hello Dolly". Al borde del paroxismo, levanté la vista y le pregunté a Laura: "¿Es seguro que funciona?" Ella simplemente sonrió y se encogió de hombros. ¡Vaya! Parece que las vergas ya no las hacen como antes... ¡Qué desperdicio! ¿Habría caducado la garantía? Bueno, en todo caso mi corazonada se había hecho realidad: "Te mamarás un chorizo aguado..." ¿Quién me manda a dármelas de profeta? (ahora sólo faltaba la patada en el culo). Resignándome al hecho de que aquello era un "cazzo" perdido, pero con esa sensación deliciosa que nos deja en la boca el largo roce con un glande, opté por cambiar el curso de la profecía... Escupí densos hilos de saliva y flema entre sus nalgas, hice otro tanto en mi miembro tumefacto, inspiré profundamente y... ¡Marcha! Al sentir la embestida de mi lanza en ristre contra su "tercer ojo", el hijo de puta cerró las nalgas y el ano cual bóveda de banco. "¡Alonso, so cabrón, no lo hagas más difícil! ¡Así me desuelle la verga, tarde o temprano entrará completica ¡Ugh!... y corres el riesgo que te desgarre el esfínter!" Laura musitaba en éxtasis "¡Alonso, amor... ¡ ¡Colabora...dame ese placer...!" Desde su calabozo cárnico, Alonso sólo respondía: "¿Mmmm? ¡¡¡Mmmm!!! ¡¡¡%+&^^#@*///$*!!!" Yo empujaba con todas mis fuerzas, sudando como un fogonero ¡Era como tratar de cogerse a "Robo Cop"! Repentinamente Alonso aflojó la tensión de sus músculos, esfínter incluido. ¡Me fui hacia delante de golpe y casi le meto hasta las bolas! Él gritó como ha de haberlo hecho aquel rey medieval francés a quien le metieron una barra de hierro al rojo vivo "...por do más vergüenza hubiere". Afortunadamente el culo de Laura actuó como sordina, amortiguando un alarido cuya ultrafrecuencia ha de haber hecho a las ratas saltar desde la azotea. ¡Prueba superada! ¡A bailar Rock 'n Roll! Movía mi pelvis en círculos (más bien elipses) crecientes al más puro estilo Elvis y reía para mis adentros pensando como el ano de Alonso quedaría distendido por un tiempo a un diámetro varias veces el original. No entiendo mucho de fisiología sexual femenina, pero si Laura no estaba experimentando un orgasmo digital (o sea, provocado por un dedo), entonces tenía un ataque epiléctico. Las convulsiones de Laura y los feroces embates de mi ariete contra el culo de Alonso formaban tal jaleo que la cama (lo que quedaba de ella) producía una cacofonía estruendosa de chirridos, repiques, tañidos y golpes. Los quejidos de Alonso, los gemidos de Laura y mis propios gruñidos constituían la letra de esa opereta de matadero. Al fin eyaculé, arqueando la espalda hacia atrás en medio de violentos espasmos para expulsar toda la carga de semen que guardaba desde semanas antes. El recto de Alonso se inundó y en mis propias bolas pude sentir que mi esperma ardiente rezumaba de su ano. Por un instante me desconecté del mundo, pero al regresar sentí temor de que el 'Cro-Magnon' aquel, libre al fin su culo de mi bastón de mando, fuese a cumplir sus amenazas paleolíticas y a darme unos cuantos buenos (y tal vez merecidos) coñazos en venganza por las nalgadas, los pellizcos y la cogida (¿Qué culpa tiene uno de entusiasmarse?) Laura yacía desmadejada como gata soñadora cerca de la cabeza de Alonso, quien sudoroso y jadeante, permanecía también tirado como pelota desinflada sobre el colchón, los brazos abiertos en cruz, el culo encendido por dentro y por fuera y meneando suavemente las caderas como si aún se lo estuviesen cogiendo. Me apuré en vestirme sin siquiera limpiarme la verga, con intenciones de salir disparado y ganar la calle cuanto antes mejor. Pero no fue necesario. Alonso, con su falo titánico enhiesto ahora en toda su olímpica majestad y divino esplendor, se dirigió a Laura eufórico, ignorándome nuevamente, como si yo no estuviese allí: "¡Funcionó, Laura, tenías razón! ¡Mira!" (mostrándole orgullosamente su airoso obelisco de carne). En un salto digno del "Cirque du Soleil" se fundieron en un abrazo ardiente que vaporizaba sus sudores y se dedicaron a follar tan enérgicamente que el naufragio de cama sonaba ahora como ferrocarril pasando por un puente. Rodaron por el plano inclinado, continuaron en el mugroso piso y al fin estallaron en un orgasmo simultáneo que hasta parecía generar ondas expansivas en el vaho maloliente de aquella habitación sin aire acondicionado, gimiendo, gruñendo y aullando como animales salvajes... Comencé a entender qué estaba ocurriendo y el papel que yo había jugado en todo esto. Yo había sido el detonador, el que desató la reacción en cadena (fisión) necesaria para que la 'Bomba H' (fusión) estallara. Algún bloqueo tendría Alonso que requirió que yo lo desvirgara de ese modo para entonces él poder cogerse a su amada Laura ¡Y el Cielo me libre de jugar al psicoanálisis! Bien que les sirvió el pendejo éste después de todo, pero no me quejo, la paga fue buena. No todos pueden decir que hayan logrado cogerse al hombre de sus sueños, aunque... (música de piano, por favor, un 'Nocturno' sería perfecto) ...yo tampoco podría decirlo. El hombre de mis sueños debe ser algo más que un bello montón de carne y pelos con una vergota... Tendría que modificar mi listado de especificaciones. No me crean si no quieren (total, ni yo me lo creo...) pero el par de hermosas bestias lúbricas aquellas seguían en pleno follaje cuando decidí dejarlos solos. Al abrir, encontré a dos tipos y una gorda con las orejas pegadas a la puerta y casi caen dentro del cuartucho al perder el apoyo y el equilibrio. Les sugerí cordialmente que se fueran a hacer puñetas, cerré la puerta de un golpe sin mirar atrás (por lo cual me pisé un dedo) y me fui.

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