Gay Erotic Stories

MenOnTheNet.com

Mi Sobrino Preferido

by Luigi


El es hijo de mi hermana. Se llama Héctor, y desde que él era un niño, lo he querido mucho. Soy ocho años mayor que él, y siempre me ha divertido, además de que me simpatizaba por travieso, y me parecía un niño muy bonito. Cuando me vine a la ciudad para estudiar, aunque seguí en contacto, éste se limitaba, porque sólo ocurría cuando yo iba a nuestro pueblo. Pero en todas estas ocasiones, además de seguir la amistad, comencé a desarrollar una afición erótica por mi sobrino. Recuerdo que cuando él tenía unos trece o catorce años, cuando lo veía jugar a la orilla del mar, sólo con su traje de baño, luciendo su espigado y a la vez musculoso cuerpo, yo tenía que ir a mi baño a masturbarme. !Cuántos años me masturbé a su salud! Con enormes esfuerzos, me abstuve de tocarlo, para no corromper al hijo de mi hermana, sin embargo pude lograrlo, porque como él vivía en un lugar y yo en otro, sólo lo veía a veces. El problema se agravó en una ocasión en que me visitó para hacer los trámites de ingreso a la universidad. Vino a la ciudad, y se hospedó en mi departamento. Vino con un amigo, un chavo rubio no tan alto como mi sobrino, pero bastante guapo, que se llama Mauricio. El día que llegaron, salimos a cenar y a tomar unas cervezas, y regresamos al apartamento como a las once y media de la noche. Yo me fui a mi recámara, y ellos a la otra. Como a las doce y media, oí risas y ruidos inequívocos: estoy seguro de que estaban cogiendo o cuando menos, fajando, pero como los dos eran menores de edad (aunque por muy poco tiempo), no quise tomar ninguna medida. Estuvieron varios días en mi departamento, mientras hacían los trámites para ingresar a la universidad, y cuando los concluyeron, regresaron al pueblo. Sin embargo, sin que ellos lo supieran, mientras estuvieron conmigo, para mí fue un suplicio, porque salían del baño encuerados o con muy poca ropa (una toalla chica, por ejemplo), sin inhibición alguna, y exhibían la extraordinaria belleza de sus cuerpos sin recato alguno. Yo me sentía enfermo de ver esas bellezas, sin poderlas tocar. Tiempo después, en el pueblo celebramos los dieciocho años de Héctor y de Mauricio su amigo, que los cumplen con seis días de diferencia. A las dos semanas, me cayeron nuevamente de visita, pero ahora por diez días, pues estaban de vacaciones. Yo decidí que ya había tenido suficiente con lo que tuve que sufrir unos meses antes, y que ahora los niños pagarían su hospedaje. Los invité a cenar a un excelente restaurante japonés, y regresamos al departamento como a la una de la mañana, con bastante alcohol en las venas, pero con mucha estamina para disfrutar. Llegamos, y seguimos tomando. Yo me aseguré de que hubiera suficiente alcohol, como para apagar la sed de los dieciochoañeros, seguro de que ellos, con sus mangueras, apagarían mi sed insaciable. Al rato, Mauricio nos dijo que estaba muy cansado, y se fue a acostar, y Héctor y yo seguimos tomando y platicando. Como hacía calor y como ya nos íbamos a acostar, pude usar eso como excusa, y empecé a quitarme la ropa, al igual que él, que se quedó sólo en calzones, unos Calvin Klein atléticos y blanquísimos, que sólo hacían más tentadora la mercancía, y encima se puso una bata, sin atársela. Le pregunté si le acomodaban esos calzones, porque parecían algo apretados, sobre todo del paquete. Me dijo que sí, que eran comodísimos porque estaban pensados para hacer ejercicio con ellos, y que por lo mismo, eran de algodón con licra. Al decírmelo, se sobó el paquete, cuyo tamaño aumentó visiblemente, aunque sin llegar a tener el tamaño que después alcanzaría. Tengo que describirles ahora a Héctor. Es un chavo de dieciocho años recién cumplidos, que mide 1.84 mts, piel muy blanca, pelo café claro, ojos verdes, nariz recta, boca delgada pero grande. Usa pantalones talla 32. Tiene unas piernas gruesas como de futbolista (de hecho, él juega futbol), y velludas, con vellos ligeramente más obscuros que el color de su pelo, y un abdomen de lavadero, con un pecho lampiño y marcado, y con unos hombros “boluditos”, unos brazos torneados y musculosos y un culo sensacional, redondo, pleno. Ésto último, además de heredarlo de mi familia, también proviene de la perfecta musculatura del niño. Cualquier persona más o menos observadora, podrá constatar que difícilmente, las piernas y las nalgas son de distinta calidad: generalmente, cuando se tienen buenas piernas, se tienen buenas nalgas, porque el grupo muscular es el mismo. El cuerpo atlético de Héctor, proviene de su afición por los deportes. Es excelente defensa en el futbol, ha sido siempre seleccionado en su colegio, y además, es notable clavadista, lo cual no es muy común en chavos de su estatura, pues generalmente son más bajos. Este último deporte, ha hecho que cada músculo de su cuerpo esté perfectamente marcado y definido. Pues bien, les decía que, al platicarme acerca de sus calzones, Héctor tuvo una mediana erección. Decidí que dieciocho años de abstinencia, habían sido demasiados, y decidí llevar la conversación hacia temas de sexo, para excitarlo. ¿Has tenido ya experiencias sexuales?, le pregunté. “Sí”, respondió. ¿Muchas?, pregunté. “Algunas”, me dijo. ¿Interesantes? “Fantásticas” ¿Por qué fantásticas? “Entre otras cosas, porque la naturaleza me dotó en serio, con lo cual no tengo nunca problemas para conseguir pareja, o para coger o para que me la mamen” No seas payaso, le dije, ni presumas lo que no tienes. Claro que lo tengo, me dijo, ¿quieres ver? Sí. Se abrió entonces la bata, y bajó el resorte de sus calzones, con lo cual brotó la verga más grande que yo he visto en persona alguna, en vivo. Lo más asombroso del caso, es que todavía no la tenía completamente erecta, sino que estaba justo en el nivel de dureza que resulta delicioso, cuando vas a mamar. Yo me quedé mudo. Imagínense ustedes el nivel de excitación que yo tenía, estando frente al muchacho que había deseado por años, sólo por ver la belleza de su cara y de su cuerpo, y deseando ardientemente disfrutarlo, y que ahora no sólo estaba frente a mí, sino que exhibía un equipo descomunalmente grande. Me quedé sin articular palabra, con la boca seca por la emoción. Él se rió, y con un rápido movimiento, se quitó los calzones, y me dijo: “pinche Luis, desde hace años he observado cómo me ves. Sé que nunca quisiste tocarme porque yo era menor de edad. Muchas gracias. Sin embargo, tu sabes lo que yo te quiero. Tú sabes que tu eres como mi padre, que me has dado todo, y que nunca has pedido nada a cambio, y a partir de hoy, yo quiero empezar a corresponderte.” “Desde que cumplí como quince años, tuve mi primer experiencia. La tuve con Raúl, el que era portero del equipo de fut. Él me había visto bañarme, y un día me esperó, y allí empecé”. ¿No has tenido experiencias heterosexuales?, pregunté. “Claro, pero de una o de otra forma, es curioso, pero un hombre aprecia más un equipo como el mío, que una mujer. Yo creo que eso es, porque las mujeres se van más por el lado emotivo, y los hombres, puramente por el sexo. Pero no vine aquí a hacer análisis sociológicos. Tengo que confesarte que siempre he querido disfrutar de tu cuerpo, y que además de quererte, te deseo. Por eso, invité a Mauricio a venir para acá, porque también el quiere coger contigo. Sin embargo, el estreno es sólo para mí, ¿quieres mamármela?”, preguntó, mientras se acomodaba en el sofá. En ese momento, me arrodillé ante él, y tomé con ambas manos su bellísima verga. Larga, gruesa, circuncidada, de un color rosado que sólo adquiría un matiz más obscuro en la cabeza. Ciertamente que nunca he visto a mi cuñado desnudo, pero si Héctor heredó esto de la familia de su padre, mi hermana me da entre lástima, y envidia. Lástima, porque generalmente, aunque todos ambicionamos ser poseídos por una verga así, es difícil soportar el dolor que te provocan, y envidia, porque el placer es directamente proporcional al tamaño. Lamí entonces su verga, que como ya dije, no estaba completamente erecta. Sentí en mi boca la suavidad de su piel, y sentí cómo, dentro de ella, iba creciendo el champignon con el que se coronaba semejante pieza de carne. La saqué de mi boca, y con la lengua recorrí desde el escroto, hasta la cabeza. Luego, recorrí varias veces el contorno de la cabeza, introduciéndola y sacándola repetidamente de mi boca. Mordí con suavidad el tronco, y seguí introduciéndola y sacándola. Sin embargo, tuve el problema del tamaño, porque por más buen mamador que seas (y yo lo soy), un equipo de ese tamaño, a fuerzas te provoca asfixia. Héctor se revolcaba de placer. Al rato, nos fuimos a mi cuarto, y allí me aventó a la cama boca arriba, se sentó a horcajadas sobre mi pecho, me abofeteó con su inmenso instrumento, y me lo dió a mamar otra vez, hasta que se vino abundantemente sobre mi cara y pecho. Luego, él me la estuvo mamando un buen rato. No cabe duda que sabe hacerlo. Después, me comenzó a lamer el culo. Es una delicia. En un poco tiempo más, Héctor nuevamente tenía una erección impresionante. Me puso jalea lubricante, y comenzó a dedearme, primero con uno, hasta terminar con tres dedos, y me dijo que era para prepararme. Cuando él juzgó que ya estaba listo, me puso una almohada debajo de mi cintura separó mis piernas y las pasó por encima de sus hombros, y puso la cabeza de su verga en mi entrada. Presionó ligeramente, pero a pesar del lubricante, no entró. Presionó un poco más. Sentí como mi ano se abría para dar paso a la enorme cabeza de su verga. Me dolió bastante, pero él se quedó quieto, y me empezó a besar apasionadamente. Cuando me distrajo con los besos, sin previo aviso, de un sólo golpe me metió lo que después supe que medía veintiocho centímetros. El dolor fué intenso, quizás no había sentido uno así jamás. Grité, y le dije que me la sacara, pero él sólo se rió, y al tiempo de volverme a besar, me dijo que me relajara, que pronto pasaría el dolor. Honestamente, a esas horas, yo no sabía qué estaba más ardiente, si el abrazo de un hombre así, y los besos apasionados que me daba, o el fuego que sentía en el culo, con una lanza así clavada. Sin embargo, el niño era ya un maestro, porque mantuvo la penetración a fondo, con lo que mi culo empezó a acostumbrarse, y en el momento exacto, comenzó el metisaca. Héctor disfruta, y hace que su pareja disfrute del tamaño de su miembro. Recuerdo todavía la increíble sensación que me embargaba al sentir cada centímetro de su verga entrar y salir de mi cuerpo. Recuerdo también, cuando la metía a fondo y empujaba para obtener mayor rigidez, la sensación del ensanchamiento de su cabeza dentro de mí. El constante metisaca, y la fricción de su abdomen sobre mis huevos, produjeron sus efectos. Todos ustedes habrán observado que por lo general, cuando coges con un hombre, al que se la están metiendo, de ordinario no la tiene parada. Sin embargo, en ocasiones, cuando te excita mucho tu pareja y cuando tiene una verga muy grande y sabe usarla, te fricciona la próstata, lo cual te provoca una erección. Bueno, pues al rato de que Héctor me estaba cogiendo, sin necesidad de manipulación, me vine como catarata sobre mi propio abdomen. Héctor me poseyó por mucho tiempo, ahora no sé cuánto, pero sí mucho, porque cada vez que él sentía que se venía, se esperaba para prolongar el placer de los dos. Mucho rato después, sentí la furia de sus embestidas, mientras yo estaba en el paroxismo del placer. Me penetró hasta el fondo, y comencé a sentir dentro de mí la abundantísima eyaculación que tuvo. Después, los dos quedamos exhaustos, casi un tanto dormidos, pero para mi fortuna, él decidió no sacármela. Así estuvimos mucho rato, hasta que él comenzó a tener otra erección, lo cual le permitió cogerme nuevamente. Esto sucedió en mayo de 1999, y en agosto, tanto Héctor como Mauricio, se mudaron a mi departamento, porque ingresaron a la universidad. Apenas llevo unos meses de placer, pero ha sido el Nirvana. No somos celosos, por el contrario, nos gusta que los otros dos cojan entre ellos, así es que un día cojo con uno, otro con el otro, y otro con los dos. Amigos, les recomiendo muchachos así, nuevos, que traen la leche entera. Yo acabo de cumplir veintisiete años, pero no tenía una idea muy precisa de cómo se es de caliente cuando se tienen dieciocho años. Son incansables. En estos poco más de cinco meses, he recibido más metros de verga que los que me habían metido en toda mi vida. Soy feliz. Luego les escribiré, para platicarles mis experiencias con los dos. Due to international translation technology this story may contain spelling or grammatical errors. To the best of our knowledge it meets our guidelines. If there are any concerns please e-mail us at: CustomerService@MenontheNet

###

1 Gay Erotic Stories from Luigi

Mi Sobrino Preferido

El es hijo de mi hermana. Se llama Héctor, y desde que él era un niño, lo he querido mucho. Soy ocho años mayor que él, y siempre me ha divertido, además de que me simpatizaba por travieso, y me parecía un niño muy bonito. Cuando me vine a la ciudad para estudiar, aunque seguí en contacto, éste se limitaba, porque sólo ocurría cuando yo iba a nuestro pueblo. Pero en todas estas

###

Web-02: vampire_2.0.3.07
_stories_story