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Niño Prodigio

by Luis Macías


NIÑO PRODIGIO Yo sé que quizás muchos de ustedes lo consideren como algo no muy correcto, pero el caso es que a mí, además de ligues ocasionales, siempre me ha gustado acudir a servicios de escort boys, sobre todo cuando uno conoce la calidad de la mercancía que surten en determinados lugares. Lo considero mejor, porque siendo, como es, que lo que busco es únicamente sexo placer, me parece estúpido involucrarte en una relación que exige cierto nivel de afectos, amores y desamores. Por eso, prefiero el sexo pagado, que en cuanto terminas, se acaba, y no requiere más esfuerzo que sacar la cartera, pagar, y listo. Por supuesto, soy muy selectivo. No es cuestión de que cualquier servicio me satisfaga. Para decirlo en términos empresariales, podría decir que mis proveedores, sólo manejan carne de primerísima calidad. Creo que tienen niveles inferiores, pero como me conocen, me mandan sólo carne de primera. La semana pasada, había asistido a una comida con abundancia de vinos y licores, y poco antes de salir del lugar en que ésta se había llevado cabo, hablé por teléfono con mi proveedor favorito, pidiéndole que me mandara algún chavito para que me atendiera. Una hora más tarde, cuando llegué a mi departamento, ya me esperaba un jovencito bellísimo, no muy alto, en la puerta del lobby de los departamentos, que me dijo que se llamaba Álvaro, y que lo mandaba Héctor. Yo, como decía, llegué bastante bien servido, por lo que aunque me encantó la cara del niño y su porte general, a diferencia de lo habitual, decidí que en lugar de descubrir uno a uno sus encantos, a éste simplemente lo dejaría hacer. Por ello, me desnudé, y sin desnudarlo a él (cosa que siempre me fascina hacer), me tendí en la cama boca abajo para que me masajeara, mientras yo me adormilaba, pues con lo que había bebido, ciertamente no estaba para proezas. Noté que el muchachito se quitó parte de la ropa. De reojo pude percibir que se quedó sólo en calzones. Se subió un poco sobre mí, y empezó a masajearme, dándome un masaje delicioso, profundo y detallado, en los hombros y en las piernas. Cuando llegó a las nalgas, empezó a masajearlas a fondo, y luego comenzó a masajearme el culo. Luego, noté que se quitó sus calzones. Siguió masajeándome el culo, y después, tomándome con las dos manos por ambos lados de la cadera, hizo que levantara un poco las nalgas, con el propósito evidente de penetrarme. Me gustó la idea de recibirlo, casi sin haber platicado, y sin mucho de lo que los gringos llaman foreplay. Por eso, levanté las nalgas para permitirle la penetración. Pensé que era buena idea descubrir con el culo, lo que el niño tenía para ofrecer, en la convicción de que evidentemente, no sería demasiado, pues este jovencito apenas rebasaba el 1.70 Mts. de altura. Lo que siguió después, jamás lo hubiera soñado. Tomó un poco de jalea, y me puso, evidentemente para permitir la penetración. La aplicó a conciencia. Cuando yo ya sentía que tenía suficiente, sentí que este niño me volvía a untar la jalea, utilizando su puño cerrado. Antes de que yo pudiera reaccionar, me di cuenta de mi error. No. El niño no me estaba aplicando la jalea con el puño, sino con el instrumento más grande que me hayan metido en el culo. En efecto, el niño éste, posicionado correctamente, presionó un poco, con lo cual sentí cómo mi ano se distendió y se relajó, e introdujo únicamente la cabeza de su enorme víbora. Todavía, en cuanto penetró la cabeza, este niño puso más dura aún su verga, con lo que la cabeza se expandió dentro de mí. Grité, por supuesto, pero eso a él no pareció importarle. Volví a gritar, y le dije: “pendejo, no me gusta el fist-fucking”, pero me dijo: “No, lo que te estoy metiendo no es el puño. Es mi verga”. De inmediato traté de huir hacia la cabecera de la cama, pero él, mucho más hábil, sin sacar ni un milímetro de su monstruo, me persiguió hasta que al llegar hasta la cabecera. Allí, sin tener yo ya ninguna escapatoria, se afianzó de mis caderas, y clavó lentamente, pero sin ninguna compasión, uno a uno, los veintinueve centímetros que, después supe, medía su hermosísimo monstruo. Fuera de bromas, creí que algo me pasaría del dolor tan profundo. Con el culo retacado de verga (como siempre había soñado, la verdad sea dicha), sintiendo el profundo dolor de tener dentro de mí a la verga más grande que yo haya conocido, volví a gritar, y pedí clemencia, pero Álvaro sólo se rió, y me dijo que Héctor (el dueño del escort service), lo había mandado, con instrucciones precisas, y que no regresaría allá, hasta que yo me hubiera vuelto loco. Todavía me dijo: “dice Héctor que tú le habías pedido un cabrón que hubiera tenido excelentes calificaciones en el colegio, pero que le dijeran el burro. Bueno, yo no tuve buenas calificaciones en el colegio, aunque sí me decían el burro, tanto por las bajas notas, como por ésto”. El jovencito era un verdadero prodigio. Si bien es cierto que con la penetración por poco y me desmayo del dolor, en unos minutos (terribles, es cierto, pero que se los deseo a cualquiera de ustedes), cambió el brutal dolor, por un placer al que para describir con justicia, tengo que decir que era del tamaño de la verga que me metió. Lentamente, hizo que cada centímetro entrara y saliera de mi culo unas mil veces. ¡Qué placer!. Lo asombroso, es que duró mucho. Les prometo que cuando menos, duró quince minutos dentro de mí sin venirse, y sin quedarse quieto más que el tiempo necesario para detener su eyaculación, cada vez que se acercaba a ésta. Pasado ese tiempo, sin sacarme el enorme leño (de hecho, usándolo como eje para girarme), me hizo voltearme boca arriba para besarme, en medio de lo cual empecé a sentir dentro de mí unos enormes chorros de semen. El niño tenía tanto, que todavía me la sacó y uno de los varios chorros que le salieron, fue a dar a mi cara, que luego lamió, comiéndose su propio semen. Finalmente, con el enorme leño, presionó mi verga erecta, provocándome una eyaculación abundantísima. Después de venirnos los dos, descansamos un rato, pero como a la media hora, honestamente, yo quería más, así es que se la empecé a mamar. Soy magnífico mamador. De hecho, puedo presumir de ser una garganta profunda, pues con la mayor parte de hombres con los que cojo, al mamárselas puedo comérmela toda. Sin embargo, con Álvaro no tuve posibilidades de hacerlo, porque con un trozo de lomo como ése, no viviría para platicarles esto, y aunque esa clase de muerte resulta ciertamente deseable, prefiero vivir para seguirlo contratando. Para no hacerles el cuento largo, déjenme decirles que con el instrumento de Álvaro, lo puedo tomar con las dos manos, y todavía me sobra mucho. En las otras veces que he cogido con él (por supuesto, con esa tuve para contratar al menos un servicio semanal con él), me fascina que cuando no la tiene erecta, me abofetee con ella. Si consiguen un amante muy bien dotado, háganlo; se los recomiendo de verdad. Como les digo, recibo a Álvaro al menos una vez a la semana, de manera que en otra ocasión, les contaré mis otras experiencias. Due to international translation technology this story may contain spelling or grammatical errors. To the best of our knowledge it meets our guidelines. If there are any concerns please e-mail us at: CustomerService@MenontheNet

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