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Ritual Irrenunciable

by Rodolfo de Orduña


Cada viernes por la tarde se repetía el juego de las sensaciones encontradas. Por un lado la fatiga acumulada de una semana de trabajo, pero por otro el intenso deseo, más bien pasión, de impartir y guiar ese seminario semanal. Tal vez hoy descubriría porqué, de entre todas las funciones que desempeñaba en la universidad, esta implicaba un ritual casi irrenunciable. El inicio de la reunión transcurrió como de costumbre, dificultad para centrar el tema que debía discutirse en esa oportunidad. Pero ya lograda la dinámica que le encantaba en este tipo de reuniones y habiendo confirmado que tenía todo bajo control, tuvo el margen para tratar de descubrir de una vez por todas la razón del inexplicable gozo que este seminario le provocaba desde hacía meses. Explotando la seguridad en sí mismo, manejaba el grupo a su antojo. Lo mismo conciliaba posturas opuestas con solo algunos comentarios, que derrumbaba los argumentos aparentemente más sólidos. Fue durante uno de esos silencios que tanto disfrutaba provocar, cuando descubrió el indicio que buscaba: se trataba de Eduardo el chico que no apartaba un segundo la mirada de su profesor favorito. ¿Cómo no lo había descubierto antes? El experimentado doctor Juan Carlos, el viejo lobo de mar que presumía de una sensibilidad sobrenatural para detectar cualquier señal de seducción. En cuestión de segundos se pasó mentalmente el vídeo de las sesiones anteriores. Claro desde el inicio lo había detectado; alto, piel clara, lindos ojos, con brazos y piernas muy fuertes, extremadamente bien parecido. Ahora lo recordó con su contacto visual directo y asintiendo permanentemente, ¿Cómo lo había pasado por alto? Una vez aclarado el panorama disfrutó aún más el final del seminario. Puso a prueba su excelente lenguaje corporal y siempre encontró una respuesta positiva de Eduardo que no quitaba la vista de los genitales de Juan Carlos, este aprovechaba cualquier pretexto para escribir en el pizarrón y así dar la espalda al grupo después volteaba repentinamente para comprobar que Eduardo le comía las nalgas con la mirada. Esto era el preámbulo ¿de qué? se preguntó Juan Carlos. No quería esperar más, por lo que aceleró el final de la sesión. Al final se formó como de costumbre un grupo de alumnos que deseaban resolver algunas dudas, la enorme presencia de Eduardo era obvia. Juan Carlos resolvió todo lo más rápido que pudo hasta quedar a solas con Eduardo. El profesor no solía intimidarse con los hombres altos y corpulentos, pero tener un ejemplar como este tan a la mano le hacía transpirar de una forma inusual. No había duda era claro que el interés del descomunal potro estaba más en penetrar con su arsenal las redondas nalgas del profesor, que en comprender los intrincados contenidos de la materia. Sin rodeos el profesor propuso que revisaran algunos libros que estaban en su oficina. Recorrieron apresuradamente el corredor, al llegar Eduardo cerró la puerta y se abalanzó sobre su atractivo profesor, este confirmó que su labor de enseñar nunca acabaría. Lo contuvo con cariño y le explicó las delicias de disfrutar los preludios. Empezaron de pie acariciándose la entrepierna, con besos suaves, espirituales, balanceándose hacia atrás y hacia delante, abrazándose estrechamente. Llevaron a cabo toda clase de caricias, todo tipo de besos, muy profundos besos en la boca. Se tumbaron en el sofá de la oficina y comenzaron a desnudarse mutuamente sin dejar de estrecharse. Eduardo subió encima para estar pecho contra pecho y besar a su experto amante con pasión y encajarle el pene entre los muslos. Se manipulaban los testículos con suavidad. Juan Carlos se arrodilló y comenzó a chupar la abultada y tensa verga del alumno, después dejó que su boca resbalara entre los muslos, musculosos y velludos. Regresó al excelente miembro lo tomó de la base y colocó la punta en su boca y la empezó a mover de arriba abajo. La mano proporcionaba la presión necesaria y la boca suministraba la lubricación. Jadeando intensamente Eduardo se incorporó y tomó el culo del maestro abriéndolo para masajearlo con la lengua hasta que lo sintió suficientemente relajado, acercó su enorme verga y Juan Carlos se la guió hacia adentro lentamente, comenzaron con movimientos cuidadosos y lentos, al cabo de unos minutos el pene entraba y salía con facilidad, al maestro le encantaba ser jodido boca abajo con largas y profundas embestidas, cooperando con movimientos armónicos, pero también quería apreciar la cara de profundo placer que adivinaba por el jadeo del enorme joven en su nuca. Se separaron y Juan Carlos volteó veloz para permitir que el desesperado pupilo le tomara las piernas y las descansara en sus hombros. Se mantuvieron jodiendo en esta posición hasta que Eduardo aumentó el ritmo de sus jadeos, era el aviso de una eyaculación como nunca había tenido, alcanzó a desparramar el sustancioso semen en el pecho y la cara de Juan Carlos, volvió a ensartar la verga y continuó besando y absorbiendo la leche para compartirla en hermosos besos con el satisfecho profesor. Este le recordó que era solamente la primera lección de este apasionante tema. Due to international translation technology this story may contain spelling or grammatical errors. To the best of our knowledge it meets our guidelines. If there are any concerns please e-mail us at: CustomerService@MenontheNet

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