Gay Erotic Stories

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Y si todo fuera mentira

by Franbel


Es americano. El típico americano que uno se imagina después de ver fotos y fotos de modelos yanquis. Es guapo, no joven, quizás pase de los cuarenta años. Pelo rubio, corto, cortado al estilo militar, como un erizo. Facciones duras, angulosas, marcadas. No lleva bigote, pero no le sentaría mal. Es de esos tipos que pueden permitirse llevar bigote y no parecerse a la típica imitación del macho-gay. Camisa a cuadros rojos y negros, acentuando la impresión del vaquero. Curiosamente lleva los botones abrochados, incluso el ultimo, debajo de la nuez de adán de su garganta. Quizá acostumbrado a llevar esos cordones al cuello y al notar que nadie los lleva aquí, decidió en ultimo momento quitárselos, olvidándose de aflojar la camisa. No importa, sigue siendo atractivo. Rápida mirada a sus piernas. Pantalones vaqueros azules. No se podía esperar otra cosa. Bajo mas la mirada, esperando ver las típicas botas con espuelas y franelas. Menos mal, no las lleva. Viste unos mocasines marrones, con cordones y suela ancha. Subo la mirada y me detengo en su entrepierna. Debajo de un cinturón grueso de cuero negro, ahí donde esta el cierre en forma de herradura, se levanta un prometedor abultamiento. No es exagerado, no es escandalosamente grande, pero es excitante. No puedo precisar de que lado carga. Tiene un pequeño montículo en la cima de esa protuberancia, indicando que ahí debe encontrarse la cabeza de su miembro. Al menos es lo que yo intuyo. Levanto la vista y tropiezo con su mirada. A pesar de que me ha cogido en flagrante su rostro infunde cierto bienestar. Me mira por un instante fijamente. Yo desvío mi mirada, tímidamente, pero no puedo evitar volver a centrarla en su cara. Observo que él sigue mirándome. Una incorregible inocencia resplandece en sus ojos azules de niño, y su boca, aun en reposo, exhibe una sonrisa cordial y desenvuelta. Yo me quedo serio, no le devuelvo la sonrisa, en cambio enfoco mis ojos, dando la impresión de que estoy intentando asociar su cara con la de algún conocido. No lo aguanto mucho, nunca se me ha dado bien el teatro. Cambio de táctica y le devuelvo la sonrisa, la misma clase de sonrisa, que no compromete a nada. Al menos así lo pienso yo. Él no lo entiende así. Cree que se la he devuelto. Coge su botella con la cerveza que estaba bebiendo y se me acerca, ampliando su sonrisa. Yo espero expectante. No tengo ni idea de sus intenciones, aunque me las imagino y las deseo. Llega a mi lado, posa su cerveza al lado de la mía. Adelanta su mano y se presenta: - Name's Sean. N'yours?- No le entiendo en un principio, aunque deduzco que se llama John o algo parecido. Por inercia le respondo: -My name is Javier - y enmudezco mientras nos estrechamos la mano. - Nice't meet you. Where're from? - Me cuesta entenderlo, tiene un acento demasiado americano, o mi inglés es demasiado pobre. Me inclino por lo segundo, y más bien por intuición que por deducción, le contesto: - Thank you. I am from the Canaries - le respondo sin disimilar el orgullo que me produce. Por cortesía me intereso por su origen - And you, from where do you come? - Dallas, Texas.- responde John, que es como le he 'rebautizado' - Know it? - me pregunta inmediatamente después. - I have never been in the States- le respondo acordándome de haber escuchado en alguna película que debo decir únicamente 'states' en lugar de usar la abreviatura 'USA' o incluso todo el nombre completo 'United States of America'. Pienso que le da un toque menos ignorante a mi pobre ingles. - You should. Nice place. No cedo en la defensa de mi tierra y le contesto. - I suppose that they are like my islands. - Maybe - me contesta sin aflojar su propio ego. A continuación me desbarata mi orgullo, preguntándome: - Where are they? Claro, no puedo esperar que un americano conozca las islas como lo hacen los europeos. Ellos tienen suficientes destinos turísticos, mundialmente conocidas mecas de encuentro gay. Pienso en San Francisco, Key West, Miami, incluso Fire Island, recordando una canción de los setenta de Village People. No puedo esperar que sepa que Gran Canaria, junto con Ibiza, Sitgés y quizás también Mykonos son destinos sobradamente conocidos y que atraen a una buena y variopinta multitud de gays europeos. - In Spain. You know? South Europe! - le respondo, indicándole incluso donde se halla geográficamente. Para no liarlo omito precisar que las islas se encuentran más cerca de Africa que de Europa. No quiero que se rompa mucho el cerebro intentando ubicarlas. Además, mi subconsciente me advierte que puedo estar hablando con un racista. Seguro que si le digo lo de Africa, volverá a mirarme de nuevo, intentando infructuosamente localizar en mis facciones algún rasgo africano. No puedo evitar que prejuzgándolo me convierta yo también en compañero de su cuestionable e intolerante superioridad. Será por los celos que tengo de no poseer la piel más oscura, las carnes más fibrosas, y el pene más … grande. - ¡Seguro! España, bonito país. A mí me gustar mucho. Vaya, el yanqui habla español. Lo miro sorprendido y al mismo tiempo mi cara se ilumina. - Do you speak spanish? Le pregunto, cauteloso, pensando que puede ser que solo conozca esas pocas palabras y alguna más, aprendidas en algún apéndice multilingue de su guía de viaje, donde también intentan explicarle como pedir una hamburguesa y una coca cola en otros cinco o seis idiomas más. Suficiente para internarse en el baturrillo cultural de la vieja Europa, según publica la contra portada de esa misma guía. - Solo un poquito. Mi amigo ahorita es de México. ¿OK? - me responde en 'spañish' y le descubro un gracioso acento mejicano. Me pregunto a mí mismo si debo continuar en ingles o en español. Al fin y al cabo estoy aquí en Edimburgo para aprender ingles, pero la comodidad y la curiosidad por ver todo lo amplios que son sus conocimientos de mi lengua, me vencen y continuó en español: - Méjico, bonito país también- le respondo intentando devolverle la cortesía que tuvo al calificar mi país del mismo modo, e inmediatamente recuerdo que el no es mejicano, sino tejano. Intento rectificar y le digo, con lo poco que sé de Tejas, principalmente de las series de televisión norteamericanas. - Pero Texas debe ser también muy interesante. Y muy prospero.- Pienso en el petróleo, al fin y al cabo tengo coche y quien sabe, a lo mejor él tiene incluso un pozo. Desecho estos pensamientos egoístas y le pregunto: -¿Por cierto, como esta Jota Erre, sorry, quiero decir 'Chei Ar'? Se queda un momento dubitativo pero enseguida se ríe de mi broma, captando enseguida que mis conocimientos de su país se limitan a lo que recuerdo de 'Dallas' y quizás 'Dinastía'. Me enseña una dentadura de ensueño, blanca y con los dientes bien alineados. Le envidio y cojo el paquete de tabaco del bolsillo de mi camisa. Me mira pero no dice nada. Le ofrezco uno y lo rechaza poniendo cara de asco. Vaya me he topado con uno de esos fanáticos no fumadores, pienso, pero me da igual. Al fin y al cabo es con mi salud con la que juego, y, además, me apetece. Lo enciendo y le doy una pequeña calada, intentando exhalar el humo hacia un lado, evitando que le envuelva la cara. Imaginó que agradecerá mi esfuerzo, pero para mi sorpresa se disculpa diciendo que tiene que ir al excusado. Observo como se da la vuelta y se dirige a los baños. Le chequeo el trasero. Me gusta también. Un buen trasero, sí señor. Sus nalgas se ajustan a la tela de los pantalones como si fueran dos globos, no mejor aun, me recuerdan a dos medias mitades de un melón. Apetitosos, no lo puedo negar. Me fijo en su forma de caminar. Me gusta también. Parece un vaquero, y recuerdo uno de esos mitos que dicen que los que tienen las piernas arqueadas, suelen tener un buen pene. Yo no creo responder a ese mito, tengo un buen aparato, pero no tengo las piernas en forma de arco. De todas formas me excito pensando que puede ser verdad. Le sigo con la mirada hasta que desaparece por la puerta de los servicios. Miro a mí alrededor, escrutando el ambiente. Nada excitante. Los mismos tipos de siempre, charlando con otros tipos igual de sosos. No sé que me ha empujado entrar una noche más en este antro. Me río de mí mismo cuando intento justificarme diciéndome que es para socializarme. Como se puede uno socializar con la música a todo volumen y cuando realmente lo que buscas es encontrar un buen cuerpo anónimo con el que compartir el colchón. Termino el cigarrillo y lo apago en el cenicero inmaculado. De pronto me pregunto, si su necesidad no habrá sido debido a que le disgustó que yo fumara y tomo las de 'villadiego'. Me tranquilizo al observar la botella de su cerveza al lado de la mía, todavía medio llena. Pienso estúpidamente en la teoría que dice que un optimista la vería medio llena mientras que un pesimista la vería medio vacía. Sonrío pues mi primer pensamiento fue la de verla medio llena. Reconfortado conmigo mismo por ser un buen optimista, sigo esperando. Tomo la decisión de no volver a fumar mas en su presencia, por lo que rápidamente enciendo otro, y le doy unas buenas caladas antes de que regrese. Me sabe a gloria, disfrutándolo y pensando que será el ultimo. Casi lo termino, cuando lo veo salir del baño detrás de otro chico. Ambos se sonríen y yo me mosqueo. Mi mente empieza a divagar y consulto el reloj, intentando calcular mentalmente el tiempo que ha estado en el baño. Pronto me doy cuenta de que me es imposible, pues no tome la precaución de mirarlo también cuando entró. Además, a que viene este súbito ataque de celos, pienso. Apago rápidamente el cigarrillo dejando la colilla aplastada junto a la anterior, en el ya menos inmaculado cenicero de cristal. Me hubiera gustado que algún camarero, de esos que pululan por todos lados pidiendo paso a través de la gente cuando el local esta lleno pero que nunca se les ve cuando el local esta medio vacío, que tenga la delicadeza de vaciarlo. John llega a mi lado y me sonríe de nuevo. ¿Tú tienes un sitio donde ir? Me sorprende su rápida y directa pregunta. A esto lo califico yo ir al grano y dejarse de boberías. - Si claro, a mi apartamento, Vivo con mis compañeros, pero tengo mi propia habitación, no hay problemas. - Le contesto hablando despacio, casi pronunciando sílaba a sílaba cada palabra, para que me entienda bien. - Estupendo. Let's go now? - No sé si me lo pregunta o me lo ordena. Me da igual. El tipo me gusta, y yo no voy a poner trabas. Salimos del local; él detrás, siguiendome. Me despido del portero, cincuentón y gordo con su gorra de adolescente cubriéndole la calva. Para no desentonar con la imagen que intenta lograr, la visera le cubre la nuca. Pero es simpático y nunca me cobra la entrada. Le digo: - Bye - y le dedico una sonrisa de las mías, de esas que no comprometen. O eso creo yo. El aire fresco choca contra nuestras caras. Inhalo profundamente, en parte por respirar aire puro, en parte intentando quitar el aliento a tabaco que aun puedo tener. El aire de mis pulmones se condensa y forma una nube de humo frente a mi cara. Noto que hace frío, y meto las manos dentro de mi abrigo. Lo miro y observo que ha hecho lo mismo, metiéndolas en su gabardina roja. - 'Sorry', no tengo carro. ¿Estar muy lejos, quizá un 'cab'?.- Me pregunta tiritando. - No solo a diez minutos caminando. Nos vendrá bien un pequeño paseo. Bueno para despejarnos.- Le respondo haciéndome el macho. Yo tampoco tengo coche y también tengo escalofríos, pero quiero aparentar que soy fuerte y no le temo al frío. Él asiente, y me sigue. Repaso mentalmente su rápido cambio de comportamiento. Me gusta la gente determinada, pero también me gusta el juego de la seducción. No le doy mas importancia, el tipo me gusta y no suelo desaprovechar una buena ocasión, y esta sin duda promete. Donde me alojo no hay ascensor, como en todos los edificios antiguos de este barrio. Y el apartamento de mis amigos es el '4FA' es decir, que esta en el cuarto piso, primera puerta. Me engaño a mí mismo diciéndome que los médicos recomiendan las escaleras, y engullo los tres primeros pisos trepando los escalones de dos en dos. John me sigue. El muy desgraciado es capaz incluso de subirlos de tres en tres. Cuando llegamos al rellano del tercero, yo con la lengua intentando salir de mi boca, decido no malgastar mis fuerzas en esta demostración y subo los restantes como un señor, buscando el apoyo de la barandilla. John aprovecha y aplastándose contra mi espalda me ayuda empujando mi cuerpo. Si lo hubiera sospechado antes ni loco me habría esforzado tanto con los anteriores pisos. Casi estaba tentado a bajar de nuevo y comenzar con su ayuda la ascensión hasta el cuarto. Llegamos al apartamento. Abro la puerta despacio, procurando no hacer ruido. Le invito a pasar sin encender las luces. No quiero despertar a mis amigos. Cierro de nuevo la puerta y cogiéndole de la mano lo guió hasta mi cuarto. Entramos y vuelvo a cerrar la puerta. Solo ahora enciendo una pequeña lampara cubierta con un pañuelo de color naranja, que únicamente consigue difuminar la oscuridad. Me gusta el ambiente que crea. Me evita tener que afrontarme a las sorpresas que nuestras caras nos puedan deparar, después de que el efecto del alcohol haya casi desaparecido. A veces me ha pasado, y me extraño como he podido ligar con ciertos extravagantes. Dicen que el alcohol tiene efectos camaleónicos sobre las personas. Yo soy partidario de esa teoría. También dicen que el alcohol es el peor enemigo de la virilidad. A dios gracias aun no es mi caso. Me pone más cachondo. - Great - dice John cuando ve la amplia cama de matrimonio. Gracias a dios tuve la intuición de hacerla antes de salir, dejando también el cuarto ordenado. Me gusta causar buena impresión. Le pregunto si quiere tomar algo, por educación, pero presiente que después de haber entrado casi a escondidas, no seria muy atinado pedirme que vuelva al peligro fuera de la habitación. Pensara que me pueden secuestrar o algo por el estilo. Después de agradecer diciendo que no le apetece nada, me agarra y me estrecha contra su cuerpo. Noto su calor contra el mío. Sus manos recorren mi cuerpo, mientras me besa en la boca. Introduce su lengua buscando la mía. Me gusta el sabor a cerveza y al chicle que estuvo mascando mientras veníamos hacia aquí. Nos quitamos los abrigos. Nos quitamos las camisas. Admiro su torso musculoso, con una pequeña cantidad de vello oscuro, afianzando la imagen de macho que me había formado. Sin ser voluminoso, su cuerpo es atlético, como a mí me gusta. Nos quitamos los zapatos. Él se queda con los calcetines puestos, mientras empieza a desabrocharse el cinturón. Le digo que me deje hacerlo a mí. Pone ambas manos alrededor de su cintura. Me inclino y admiro la pinta que tiene ahora. Parece un Sansón, mirándome desde su pedestal. Me excito. Le aflojo el cinturón, deslizando la lengüeta a través de la hebilla. Meto mi mano por encima de su cintura, atrapando casi sus calzoncillos. No es esa mi intención por el momento. Me apodero con la otra mano del botón que cierra la cintura de los pantalones, desabotonándolo. Lo libero del ojal. Separo la costura que cubre la abertura vertical de sus pantalones y descubro que lleva cremallera. Bien más fácil, pienso. Acerco mi cara a su bragueta, busco con la lengua la pestilla de la abrazadera del cierre de la cremallera. La encuentro y la tomo entre los dientes, aprisionándola. La deslizo lentamente hacia abajo. El olor a masculinidad me llega hasta la nariz. Lo aspiro. Me gusta. Descubro poco a poco la tela de sus calzoncillos. Son de algodón color blanco. Cuando alcanzo el final de la cremallera la suelto. Con mis manos separa los dos paños de sus pantalones, dejando a la vista sus calzoncillos. Deslizo las perneras de su pantalón a través de sus muslos, hacia abajo hasta alcanzar las rodillas. Él sigue aun de pie, con las manos en las caderas, la cabeza inclinada mirándome. Observo la protuberancia que su miembro forma debajo de la tela de los calzoncillos. De nuevo veo un pequeño y húmedo montículo sobre el bulto que su sexo forma en los calzoncillos. Calculo que no debe estar empalmado, pues no aparenta ser tan exagerado como cuando llevaba los vaqueros puestos.. Acerco mi cara y le beso ese bulto. Mis labios entran en contacto y noto que me he equivocado. Esta empalmado. Por lo menos la carne ahí escondida esta dura y caliente. Me sorprendo pero no lo rechazo. El tío me gusta. Abro la boca y engullo su carne aun oculta por la tela de sus calzoncillos. Aprieto el duro tallo entre los dientes, mordiéndolo cariñosamente. John despega las manos de su cadera y las posa sobre mi cabeza. Me empuja hacia su entrepierna, aplastando mi cara contra ella. Con la nariz pegada a su bajo vientre, noto las cosquillas que me hacen su vello rubio y encaracolado. Mis ojos están a la altura de su ombligo que distingo pequeño y abultado, contrario al mío que forma un pequeño cráter. Creo que me voy a quedar sin aire. Ladeo un poco la cabeza y consigo respirar. Sigo lamiéndole el miembro todavía resguardado dentro de sus calzoncillos, pero presiento que quiere liberarse de su prisión. No le hago caso, sigo manteniéndolo dentro de mi boca. Mi lengua saborea el sabor del algodón mezclado con mi propia saliva y el flujo de su pene. Lo dejo bien empapado, mientras mis manos recorren sus muslos de arriba abajo y de abajo arriba. Tropiezo con la curva que forma sus nalgas. Suavemente deslizo mi mano dentro de los calzoncillos, por detrás. Mis manos entran en contacto con los duros músculos de su trasero. Le noto el trasero suave al taco, como la piel de un bebe, pero duro y sin vello. Paseo mis manos por sus glúteos, aprisionándolos. Son pequeños, cada nalga me cabe en la palma de mi mano. Deslizo la tela, dejándolos al aire. John gime, yo sigo lamiéndole el miembro, sin dejar de acariciar su trasero. Intenta quitarse los calzoncillos. Se lo impido al no separarme de su miembro. Lo intenta de nuevo. Le retiro las manos y se las vuelvo a colocar sobre mi cabeza. Desiste expectante. Suelto su pene y busco la cinta elástica que le rodea la cintura. La cojo entre los dientes y la deslizo hacia abajo, liberando su erección. Apenas le sobresale del vello oscuro. Sus testículos en cambio se presentan grandes y colgando. Recorro con mi lengua la piel arrugada hasta llevar a sus pelotas. Las noto hinchadas y las meto en mi boca. Juego con ellas como si fuera un chupete dentro de mi boca. Él se coge con dos dedos el miembro y empieza a masturbarse, encima de mi cara, frente a mis ojos. Le dejo hacer, ya le he hecho sufrir bastante. Mis manos encuentran la roseta de su grieta trasera. La recorro suavemente con la yema de mi dedo índice, sin presionar. Él se relaja y afloja la presión que había mantenido hasta ahora con sus nalgas. Presiono un poco la pequeña abertura. Creo que me dejaría que le metiera un dedo, pero desisto. Tengo otros planes con John. Quiero que me penetre, no penetrarlo yo a él. Me envalentono, su miembro seguro que me entrara fácilmente, sin dolor. Dejo las agradables sensaciones que el roce de mis manos me proporcionaba sobre su trasero. Suelto la bolsa de su escroto, dejando que los testículos vuelvan a colgar de nuevo. Me dedico a su miembro. Lo meto al completo dentro de mi boca, procurando producir bastante saliva con la que embadurnarlo. Me es fácil tenerlo al completo de mi boca, no es muy grande y tampoco es muy grueso. Intento algo que hasta ahora nunca había hecho. Abro mas la boca y empujo sus testículos también dentro de ella. Aleluya, lo consigo. Es increíble la sensación que tengo al sentir tanto su duro miembro como sus testículos dentro de mi boca. Maliciosamente pienso que con morder fuertemente seria capaz de castrarlo completamente con mis dientes. Alejo inmediatamente este ultimo pensamiento, por cruel y porque no me interesa. Aun me tiene que dar el placer que he decidido sacar de él. A pesar de encontrarme arrodillado frente a él, con sus partes mas intimas dentro de mi boca, en una posición de sumisión, me siento superior a él. Soy yo el que decido, soy yo el que le esta dando el placer que yo quiero darle. Le miro a la cara. Tiene los ojos cerrados y se esta mordiendo los labios. No sé si esta pensando lo mismo que yo, o esta sumergido en su propia fantasía. No me importa. Dentro de poco le voy a hacer co-protagonista de la mía. Me atraganto cuando John empuja su miembro dentro de mi boca. Noto que se me están formando unas pequeñas lagrimas en mis ojos. Noto también que enrojezco. Separo la cara de su entrepierna, recuperándome de la invasión a la que voluntariamente me había lanzado. Suelto sus testículos y su miembro, que se me presenta quizá un poco más largo de lo que recordaba. Me pregunto si será un efecto óptico, o si su pene aun me sorprenderá mas, aumentando de tamaño. Me quedo mirándolo, como hipnotizado durante unos breves segundos, esperando que se produzca alguna metamorfosis en él. Nada, falsa alarma. Unicamente se ha endurecido y esta más empinado, bailando frente a mis ojos que le siguen en ese movimiento de arriba abajo y de abajo arriba. No sé si John lo hace intencionadamente, o es debido a algún efecto mecánico de su erección. A pesar de haber estado con tantos hombres íntimamente a lo largo de mi vida, soy consciente de lo poco que se sobre el comportamiento del cuerpo humano. Dejo que su pene siga bailando y me levanto poco a poco, sembrando una hilera de pequeños besos sobre su bajo vientre y sus abdominales. Puedo contar cada uno de ellos. Noto la definición de los mismos y vuelvo a envidiarle. Siempre me han excitado vientres lisos y duros, bien trabajados como los de John. Sé el esfuerzo que cuesta conseguirlos y mantenerlos en el gimnasio a base de continuas y repetitivas flexiones con las manos detrás de la cabeza. Lo sé porque yo también las he hecho, y reconozco que de todos los ejercicios es el que menos me gusta, aunque sea el que más me atrae. Decido que en la próxima visita al templo de las placidas torturas haré doble sesión de abdominales. Sigo plantándole besos, asciendo hasta alcanzar su pecho. Me enredo con la lengua entre el poco vello que le crece encima. Huelo el aroma que despide. Me recuerda a un perfume que no llego a localizar en mi memoria. De todas formas me gusta, es un perfume masculino, no es ni viril ni me recuerda al olor de las viejas lociones para después del afeitado, con lo que me enfrentaba cada vez que entraba en el baño después de mi padre. Solamente es masculino. O eso es lo que yo intento creer. Es difícil describir un olor, más difícil aun es evocar la diferencia entre un perfume de hombre y otro de mujer, los perfumes son cosas tan subjetivas. Todo el mundo lo capta diferente, lo describe de una u otra forma que fácilmente me harían pensar si no estamos oliendo de diferentes envases. Yo solo sé que aun lo recuerdo en mi mente, y seria capaz de reconocerlo enseguida. Medio embriagado por el perfume continuo mi ascensión por su torso, desviándome hacia sus tetillas. Alcanzo primera la izquierda, que tanteo con la punta de mi lengua. También esta erecta y me recuerda a los botones redondos de las calculadoras de bolsillo. La aprieto con la punta de la lengua, esperando escuchar el resultado de mi operación. Efectivamente, como si fuera el sonido de una calculadora, John gime. Repito la operación y vuelve a gemir. Sonrío divertido, y decido probarlo con el otro botón. Debe tener algún fallo mecánico, pues su tetilla derecha no esta rígida como la otra. Es mas chata. Se la chupo intentando que se endurezca. Lo consigo después de lamérsela durante unos segundos, pero sigue muda. Por mucho que apriete el botón, John no gime. Me lanzo de nuevo a la otra. Noto que sigue dura y aprieto con la lengua. Tampoco gime. O se ha quedado sin pilas, o he introducido una operación errónea. Me olvido, un poco desilusionado, de mi juego con los botones y asciendo por su pecho llegando hasta los hombros. Los noto duros y tensos. Me acerco a su cuello a través de un tendón, que le sobresale como una cuerda. Meto la lengua dentro de la hendidura y se la empapo. Alcanzo el cuello y noto por primera vez que mis mejillas se frotan contra algo rasposo. Es la barba que le empieza a salir. Dentro de unas horas necesitara afeitarse de nuevo. No obstante pienso que tal y como esta ahora me excita mucho. Su piel esta cambiando, ya no es tan suave y sedosa. Ahora es mas, como decirlo, ¿masculina?, ¿Viril?. Llego hasta sus mejillas, igual de rasposas. Froto mi cara contra su cara. Alcanzo su oreja. Introduzco mi lengua por su pabellón auditivo y le doy vueltas y vueltas. John gime de nuevo. He descubierto el interruptor de la calculadora. Él me lo agradece estrechándome con sus brazos. Noto como sus manos me aprisionan el trasero, estrujándolos fuertemente. Me levanta del suelo, tensando sus brazos por el esfuerzo. Su pecho también se endurece. Yo suspiro, me siento como una mujer aupada por un macho de verdad. John entra en acción y me besa el cuello. Siento que me da pequeños mordiscos. Lo dejo hacer, no me importa si luego tengo marcas. Uno de esos mordiscos ha sido doloroso. Se lo indico desprendiéndome de él, consiguiendo poner de nuevo mis pies sobre el suelo. Me mira sorprendido. Me froto el sitio donde me ha mordido, poniendo cara de sufrimiento. Lo capta inmediatamente. Pone cara de niño bueno que ha cometido una fechoría y suplica un perdón posando sus labios sobre el mismo lugar que antes había maltratado, dejando escapar un beso suave. Le agarro la cara y le devuelvo el beso entre los labios. Sonríe de nuevo, seguro de si mismo, de haber logrado mi perdón. Si él supiera lo que yo dejaría que me hiciera, solo por ver la expresión que pone su cara. Creo que lo sabe, o lo intuye. Seguro que es una técnica que le ha dado buenos resultados. Conoce el efecto que causa la compasión en la gente. Recupera su iniciativa y me estrecha de nuevo. Mis pantalones le molestan tanto como a mí. Decido desprenderme de ellos. Mientras nos seguimos besando, aflojo el cinturón. Desabrocho la bragueta. Llevo uno de esos chinos con botones, me cuesta aflojarlos. Su pene se inmiscuye en mi operación, me presiona el dorso de la mano. Lo agarro y lo estrecho, mientras consigo soltar el ultimo botón. Deslizo los pantalones junto con mis 'boxers'. Me gusta utilizar este tipo de ropa interior, holgada y que no me presiona mis genitales. Es una gozada sentir como mi miembro esta suelto dentro de ellos y como se balancea. Sin mirarlo sé que aun esta fláccido, muy al contrario del de John, que ahora se presiona contra mi bajo vientre. No me importa. Sé que pronto adquirirá su erección, cuando sienta el de John dentro de mí. Ya son muchos años compartiendo todo, para no conocerlo. John baja su mano y empieza a jugar con el. Aun flojo sé que es más largo y más grueso que el suyo. Agradezco que aun no se haya empalmado, no quiero que John se haga a la idea de alojarlo dentro de su ano. Yo lo he pensado primero. De todas formas el manoseo que John le esta aplicando ha conseguido despertarlo, y empieza a hincharse. Estoy seguro que duplica el tamaño del de John. Presiento peligro. Por favor que no se ponga de rodillas y empiece a chupar, ruego a mi casi olvidado Creador. Me adelanto y soy yo quien de nuevo se inclina y toma su pene en la boca. El me deja lamérselo durante unos minutos y luego me levanta de nuevo. Me empuja hacia la cama y me tumba sobre ella. El se coloca encima de mí y me acaricia todo el cuerpo. Mueve sus caderas, frotando su miembro contra mis testículos. A pesar de ser pequeño, esta duro y me hace daño de vez en cuando al aplastar mis pelotas. Aguanto el dolor, y consigo deslizar su pene entre mis piernas. Las junto aprisionándolo entre ellas. Empieza a moverse deslizándolo entre ellas. Me gusta. Me siento mujer y le pregunto: -¿Te gustaría follarme? - Su cara se ilumina, dice que sí inmediatamente. No sé si se ha alegrado de que pueda penetrarme, o ha respirado aliviado de que no le hubiera propuesta que yo le penetrara. Inmediatamente me doy la vuelta, le enseño mi trasero. El se levanta de la cama y busca algo en su pantalón. Lo encuentra y vuelve de nuevo a la cama. Es un preservativo. No trae lubricante. Yo sé que en el cajón de la mesa tengo bolsitas de lubricante, pero no me preocupo en ir a buscarlas. Pienso que un poco de saliva y considerando el tamaño de John no tendré necesidad. John se coloca el condón, que debe ser de los estrechos, pues se ajusta a su miembro como una segunda piel. Es de color negro, como esos que pregonan tener sabor a chocolate, a limón, incluso a güisqui. Es una pena que mi trasero no sepa distinguir sabores, seguro que me haría disfrutar el doble. Saliva un poco y me embadurna la abertura. Yo me relajo, colocándome a cuatro patas, deseando que me penetre de una vez. Quiero sentirlo totalmente enterrado dentro de mí, cabalgándome ferozmente. Quiero imaginármelo como lo que es. Un vaquero sobre su caballo, mientras galopa por las Montañas Rocosas, o el Gran Cañón, que más da, cualquier escenario de las viejas películas del oeste me vale, siempre y cuando él sea el jinete y yo la yegua. Por fin noto su miembro buscando la abertura por la cual desaparecerá dentro de poco. La encuentra y de acuerdo a mis fantasías, me penetra de una sola estocada. Yo me tenso, aprieto los músculos de mi trasero, intento expulsarlo. A pesar de haberlo deseado no lo esperaba y me ha dolido. Le pido que pare, pero que no la saque, y deje que me acostumbre. En ese momento entiendo la palabra inglesa 'stroke' que significa al mismo tiempo 'golpe' y 'caricia'. No le veo la cara, pero imagino que de nuevo tendrá esa de niño malo que ha cometido una fechoría intentando aparentar lo contrario. Le tranquilizo con la intención de calmarme a mi mismo también y levantando mi trasero le encomino a que reanude su misión. Primero suavemente y cada vez con mas brío e ímpetu me penetra una y otra vez. Aprisiona mis caderas y las empuja contra su pelvis. Empezamos a sudar. Yo me admiro que a pesar de su tamaño, sea capaz de hacerme disfrutar tanto. No sé si a él le pasara lo mismo, pero no me importa mientras yo siga disfrutando. Es todo un experto, sabe como reducir el ritmo de las embestidas cuando presiente que va a derramarse. Cuando consigue calmarse remete su miembro de nuevo, con vigorosas invasiones, en mi estrecho conducto. Le escucho gemir. Yo me mantengo mudo, apretando los dientes. Sigo sorprendido de su fuerza. No quiero que acabe nunca. Podría estar toda la noche dejando que él metiera su embolo una y otra vez en el cilindro en el que se ha convertido mi trasero para nuestro común placer. Se lo hago saber estrechándome contra él. John empieza a respirar entrecortado. Adivino que esta próximo y me preparo. Le suplico que no lo saque. Quiero tener la impresión de que me va a preñar, como si fuéramos dos animales perpetuando la especie. En una ultima embestida hunde su miembro dentro de mí y siento como se derrama en mi interior. Noto la humedad recorriendo mis entrañas. Me extraño; sé que lleva condón. Disfruto de esta nueva sensación. Me maravillo de la cantidad de semen que ha sido capaz de producir para conseguir que yo tenga esa sensación. Noto cada una de sus erupciones, creo que llego a contar cinco o seis, y no solo por los espasmos de su cuerpo. Es una sensación nueva que nunca he logrado tener por culpa del látex. Por fin he conocido lo que es sentir como alguien te inunda por dentro. Notar como su semen riega mi interior es algo indescriptible reservado únicamente a los que lo han disfrutado. John se deja caer sobre mi espalda extasiado. Me besa la nuca. Con su pene aun duro dentro de mí me masturbo hasta mojar la sabana. Me relajo mas que satisfecho. Ha sido un polvo digno de figurar en mi álbum de recuerdos preferido, en un lugar de honor, 'of course'. Él saca su miembro de mi trasero asegurándose de que no se quede dentro el condón. - ¡Oh, oh! - exclama y mantiene la respiración. Me doy la vuelta extrañado y veo su cara de consternación. Descubro el motivo de su preocupación. El condón se le ajusta a su pene como un anillo de goma. Ha debido romperse en mi interior al penetrarme salvajemente como yo le había solicitado. No ha debido resistir el ímpetu y la fuerza de sus acometidas. Me tranquiliza de mil formas, diciendo que se había hecho la prueba hace poco y estaba limpio. Yo le quito el susto diciéndole que yo también. Le aclaro que no me importa, tengo mi propia teoría al respecto. Da si crees firmemente que lo vas a coger. Yo me he mentalizado de que tengo que ser inmune. Y si todo fuera una mentira…

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Paseando despacio imitando el gancho que tienen los guapos al caminar fue dirigiéndose hasta los urinarios. A pocos metros antes de llegar se detuvo. Justo a un lado de la entrada le llamó la atención un chico disfrazado de torero. No es que el disfraz fuera elaborado, mas bien era bastante sencillo. Pero había que reconocerle que con los pocos materiales que utilizó, el parecido era

Y si todo fuera mentira

Es americano. El típico americano que uno se imagina después de ver fotos y fotos de modelos yanquis. Es guapo, no joven, quizás pase de los cuarenta años. Pelo rubio, corto, cortado al estilo militar, como un erizo. Facciones duras, angulosas, marcadas. No lleva bigote, pero no le sentaría mal. Es de esos tipos que pueden permitirse llevar bigote y no parecerse a la típica imitación

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Web-01: vampire_2.0.3.07
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