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Miguel

by Fernandop


Miguel

Sonñ el teléfono y una voz profunda, nasal me hablñ. Yo no pude identificarla, pero algo me la recordaba:

-Hola, ¿cñmo estás? -¿Quién habla? -¿Ya no te acordás de më? -Sinceramente… -Soy Miguel!!

ÿÿÿÿMIGUEL!!!! Al oër su nombre todo se me vino a la cabeza. Reconocë esa voz que tanto me atraëa hace un tiempo atrás y con cuyo dueïo nunca pude tener nada.

-¿Miguel? ÿQué raro que me llames! -La verdad es que estuve dando vueltas un poco antes de hacerlo. -¿Qué necesitás? ¿Pasa algo? -En realidad së. Quiero verte. -¿Verme?

Parecëa ayer cuando su mujer me decëa al teléfono que él no querëa hablar más conmigo, des-pués de que me hubiera cortado y yo, tonto de më, volvë a llamarlo. Fue como si me hubiera clavado una puïalada.

-¿Verme? -Si, verte. - ¿Y para qué? Si mal no recuerdo vos no querëas hablar más conmigo. - Së, sobre eso quisiera hablar con vos. Es que… -¿Qué? - ¿Por qué mejor no lo hablamos personalmente? ¿Tenés algo que hacer esta noche? - No, no tengo nada planeado. - Bueno, entonces te paso a buscar como a las 9 y hablamos. ¿Te parece? - De acuerdo, espero que no te arrepientas en el medio. - Te aseguro que no, no lo voy a hacer - Hasta la noche entonces. - Hasta la noche.

Colgué y me senté en un sillñn a pensar en esa llamada tan inesperada. Cerré los ojos y mis recuerdos comenzaron a bullir en mi mente. ÿMIGUEL! El hombre más lindo que habëa conoci-do y con el cual soïaba todas las noches, a pesar de que hacëa más de dos aïos que no lo veëa y que era objeto de mi bþsqueda de placer solitario querëa hablar conmigo… ¿Para qué?

Pero esa pregunta desapareciñ de pronto al recordar aquel dëa en que lo conocë cuando hice seïas a un taxi y lo conocë. Era la persona más hermosa que hubiera conocido hasta aquel dëa. Alto, cerca de 1,90, cabello castaïo claro, largo hasta los hombros, ojos celestes, y una sonrisa que le iluminaba la cara cada vez que lo hacëa. Me llevñ hasta mi casa, mientras hacëa algunos comentarios que ya no recuerdo porque estaba absorto mirándolo y él supongo que se habrá dado cuenta porque cada vez que sus ojos miraban por el espejo retrovisor mi mirada estaba allë.

Desde ese dëa se transformñ en mi chofer particular. Me llevaba a mi trabajo dos o tres veces por dëa, dependiendo de mis horarios. Pero nos veëamos todos los dëas, y cada vez que subëa a su auto nos saludábamos dándonos la mano como si recién nos viéramos y yo trataba de dejar un poco más mi mano apretada contra la suya.

Asë fue pasando el tiempo. Cada vez me gustaba más. Y cada vez nos hacëamos más amigos. Nos contábamos nuestras cosas. Aunque era él quien más hablaba. Me contñ que era casado y que tenëa un hijo, situaciñn que me ponëa más morboso aþn, que sus cosas no iban del todo bien, a veces venëa y compartëa conmigo su þltima pelea con su mujer. Y yo me morëa por decir-le algo, pero habëa algo que me lo impedëa. Nuestra amistad se fue haciendo asë más fuerte a medida que nos pasaban las semanas y nos veëamos diariamente, salvo los fines de semana en que no nos veëamos y lo extraïaba a muerte.

Me llevaba a mi trabajo y cuando no salëamos a dar vueltas en el auto por la ciudad. Junto con él conocë sitios a los que no habrëa llegado nunca por su lejanëa. Una vez vagamos por la costa del rëo y nos bajamos y estábamos allë parados en un rinconcito oculto a la vista de todos mi-rando el rëo y me animé a cruzar mi brazo por su cintura y hacerle un comentario sobre lo que estábamos viendo, pero rápidamente me separé, como para que pareciera algo casual.

Todo iba bien hasta que un dëa no llegñ a buscarme. Preocupado porque él siempre era muy puntual llamé a la central de taxis y me dijeron que no trabajaba más. El alma se me vino al suelo ya que no sabëa como comunicarme con él. Sentëa ganas de llorar cuando en otro auto me iba al trabajo, pensando en que ya no lo verëa.

Bueno, para no hacer la historia muy larga diré que empecé a buscar informaciñn hasta que di con su nþmero de teléfono y lo llamé. Hablamos, me explicñ que su esposa iba a tener otro hijo (se imaginan como me sentë, no?) y que habëa conseguido otro trabajo donde ganaba más. Me pidiñ disculpas por no haberme avisado a tiempo y quedamos en hablarnos. Y asë lo hicimos durante un tiempo.

Un dëa me invitñ a cenar a su casa. Pero yo rechacé la invitaciñn diciéndole que como casi no la conocëa a su mujer (sñlo la habëa visto una vez) no me iba a sentir muy cñmodo y le propuse que saliéramos a tomar algo alguna noche. Dijo que verëa cuando podrëa y asë siguiñ nuestra comunicaciñn telefñnica sin que saliéramos hasta que un dëa lo llamé, a esta altura tenëa cierta confianza con su mujer con quien habëa hablado algunas veces, y cuando le pasñ el teléfono se cortñ.

Volvë a llamar y me volviñ a atender su mujer y cuando le dije que se habëa cortado la comuni-caciñn me dijo que en realidad la habëa cortado él porque no querëa hablar más conmigo. Mi corazñn se destrozñ al escuchar aquellas palabras, pero qué le iba a hacer? Colgué y casi me puse a llorar de la pena.

Ya habëan pasado más de dos aïos desde aquel dëa. Volvë a la realidad y a preguntarme qué querrëa Miguel ahora al llamarme.

Estuve todo el dëa inquieto. Y me preparé para encontrarme con él. Querëa que me viera bien. Querëa que ese muchacho de 24 aïos al que no pasaba dëa que no recordara, me viera a më, bas-tante más grande que él como alguien atractivo. Me afeité, me baïé, me preparé como si fuera a pasar algo. Por fin me puse aquel perfume que una vez me dijo que le gustaba.

A la hora puntual apareciñ en su auto. Cuando lo vë no puedo explicar la sensaciñn que sentë. Pero era como si estuviera en otro mundo. Me saludñ dándome la mano, e inclinándose hacia më me dio un beso, algo muy comþn entre los hombres de mi paës, cosa que no habëa hecho nunca antes. Estaba tan lindo como lo recordaba. Cuando me mirñ me deshice y toda la bronca que tenëa por haberme dejado tanto tiempo desapareciñ.

- Bueno, dñnde querés ir? Vamos a tomar un café? - Si es muy importante lo que tenés que decirme mejor estar en algþn lugar tranquilo. -Tenés razñn. Mejor demos una vuelta por la costanera mientras hablamos.

Y empezñ a hablar, a contarme de cñmo le iban las cosas. De lo bien que le iba en el trabajo, pero de lo mal que andaba su matrimonio a pesar del nacimiento de su hijo más pequeïo. Hasta que le pedë que me hablara de lo que realmente me implicaba.

- Es que tengo que pedirte perdñn. - ¿Por qué? - Por haberte hecho a un lado. Me di cuenta de que vos eras un apoyo muy grande para më. - ¿Y por qué lo hiciste?

Titubeñ. – Es que…. - ¿Qué? - Es que tuve miedo. Sentëa que me pasaba algo con vos y sentë miedo de eso que no habëa sen-tido antes por ningþn hombre. Y mi sentido machista me dijo que debëa alejarme de vos. Que si lo hacëa se acabarëa todo. Y asë fue el primer tiempo. Pero después, pasados los meses y mis cosas no se mejoraban me encontré pensando en vos de nuevo. Y cada vez más. Pero no te bus-caba porque tenëa miedo a tu reacciñn. Creëa que me ibas a rechazar y tenëa miedo de sumar otro conflicto más a los que ya tenëa con mi mujer. Varias veces me encontré levantando el telé-fono para llamarte, pero finalmente no lo hacëa. No me animaba. Hasta que tomé fuerzas y lo hice. Y me arrepiento de no haberlo hecho antes. Mirá, me di cuenta de que quiero estar con vos. Que me atraés de una manera que va más allá de nuestra amistad. Nunca pensé que le iba a decir esto a un hombre. Pero te quiero. Y me mirñ con esos ojos azul profundo que remeda-ban las olas del mar.

Mientras decëa esto su mano se posaba sobre la mëa que estaba sobre mi pierna. Y sus dedos se entrelazaban con los mëos, mientras tomaba por una calle que yo habëa recorrido antes con él y paramos frente al hotel donde yo tantas veces pensé que me hubiera gustado entrar con él.

Todo estaba implëcito. Ninguno de los dos dijo más nada hasta que entramos al hotel y llega-mos a la habitaciñn.

Nos bajamos del auto. Y ahë pude volver a contemplarlo bien, con esos jeans y esa remera ajus-tada que le marcaban bien todos los mþsculos de su cuerpo y el hermoso paquete objeto de mi deseo.

Me tomñ de la mano y entramos en la habitaciñn. Apenas cerrñ la puerta se dio vuelta y me apoyñ contra la misma y me besñ. Casi me desmayo de la excitaciñn. Aquello que habëa soïado desde hacëa tanto tiempo se estaba concretando. Lentamente empecé a quitarle su remera. Cuando lo hice me quedé asombrado de la forma que habëa tomado su cuerpo. Empecé a acariciarlo. Él hizo lo mismo conmigo. Volvimos a besarnos y comenzamos a desprendernos nuestros cintos. Nos ëbamos desnudando uno al otro mientras nos besábamos desesperadamente, como si fuera el dëa final.

Cuando quedamos los dos en boxers me agarrñ de la mano y sin hablar nos acercamos a la ca-ma. Nos acostamos mientras seguëamos besándonos y nuestras manos bajaban lo þltimo que tapaba nuestros cuerpos y descubrë ese miembro duro ya totalmente de unos 20 cms., circunci-dado.

Ya totalmente desnudos y cñmodos en la cama empezamos a descubrir nuestros cuerpos, be-sándonos y acariciándonos. Sus piernas entre las mëas, las mëas entre las de él, rodando en la cama. Y sus besos. Su lengua que entraba en mi boca y jugaba con la mëa y me hacëa sentir en otro mundo.

Hasta que empezñ a bajar recorriendo todo mi cuerpo con su lengua y jugando con mis vellos. Pasñ por mis tetillas y siguiñ bajando hasta que llegñ a mi pija, mientras yo acariciaba su cabe-llera. Nunca me la habëan chupado de aquella manera, parecëa que sabëa lo que hacëa a pesar de que era la primera vez que lo hacëa. Jugaba de tal manera con su lengua en mi pija que era un placer enorme, pero que fue indescriptible cuando toda su boca cubriñ mi miembro formando primero como una capa de vacëo y después empezñ a pasar su lengua, jugando con el tronco y con el glande. Pronto sentë que empezaba a perder el control y se lo dije. Me hizo seïas, sin sacar mi pija de su boca, de que siguiera. Asë que acabé dentro de su boca y él se tragñ todo mi semen.

Volviñ a subir y comenzñ a besarme nuevamente. Yo sentëa el sabor agridulce de mi semen en su boca y sentëa su pija dura estrecharse contra mi cuerpo, mientras deseaba tenerlo dentro mëo.

- Quiero entrar en vos, me dijo suavemente. - Es lo que estoy esperando. Te estaba esperando desde hace tanto tiempo, Miguel. Pero sé cui-dadoso. Nunca nadie entrñ antes.

Entonces buscñ el lubricante que estaba sobre la mesa de luz y empezñ a lubricarme con un dedo, después con el otro hasta que logrñ una buena dilataciñn. Y yo boca arriba, con mis pier-nas sobre sus hombros me preparaba a recibirlo.

Su pija era larga, ya lo dije, pero por suerte también era fina y su cabeza puntuda, como si fuera un taladro. Yo sentëa temor pero también felicidad de saber que ese hombre, por el que tanto me sentëa atraëdo, estaba por penetrar en më. Su cabeza empezñ a entrar lentamente en më. Fue muy cuidadoso, lentamente la cabeza se hizo paso y yo sentë un dolor impresionante, pero a medida que avanzaba sentëa una mezcla de dolor y placer indescriptible. Él comenzñ un juego de mete y saca hasta que la metiñ toda y sentë sus huevos contra më.

El rato que estuvo entrando y saliendo de më fue como si no estuviera en este mundo. Tan grande era el placer de sentirlo adentro mëo y de escuchar todas las cosas dulces y cochinas que me decëa y que cada vez me excitaban más. Y mirar esa cara de éxtasis mientras me cogëa era el complemento de aquel momento. Hasta que empecé a verle un gesto de tirantez en el rostro, sus ojos se cerraron, su boca se abrëa y jadeaba y yo sentëa que adentro mëo un calor muy gran-de lo inundaba todo. Acaba de terminar dentro de më, mientras yo también lo hacëa mojando todo su cuerpo.

Saliñ de më con su pija dura todavëa y yo rápidamente me avalancé sobre ella chupándola y saboreando los þltimos restos de su semen. Mientras se la chupaba limpiándola totalmente sen-tëa sus dedos que jugaban con mi pelo, lo que excitaba más aþn.

Cuando terminé fui subiendo hasta llegar a su boca y comencé a besarlo yo y estuvimos jugan-do un tiempo asë, hasta que me abrazñ y me puso bien contra él y asë nos quedamos descansan-do, mi cabeza sobre su cuerpo, sus dedos en mis cabellos, mientras él me hablaba y me contaba más de su vida y me decëa lo bien que se sentëa en ese momento.

Esa noche fue el placer total. Me cogiñ tres veces, una de ellas en el jacuzzi. Y si bien yo no lo cogë a él, porque me dijo que no estaba preparado todavëa para eso, no me importñ. En realidad no sé si quiero cogerlo. Pero së sé que me satisface mucho que él lo haga conmigo.

Estuvimos casi hasta la madrugada en el hotel cogiendo y jugando con nuestros cuerpos. Y no iba a ser esa la þltima vez.

Si les gustñ pueden escribirme a fern_pon@hotmail.com

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