Esta es la historia de cómo mi mejor amigo y yo llegamos a intimar más allá de lo que se considera "propio de una buena amistad." Hace ya varios años que conocía a Teo. Al principio él y yo éramos sólo buenos amigos, pero poco a poco fui convirtiéndome en su mejor amigo y él en el mío. Yo ya me había dado cuenta que tenía tendencias homosexuales, pero hasta entonces mi atracción hacia otros hombres no había sido más fuerte de lo que era mi atracción hacia las mujeres. De hecho tampoco me sentía muy atraído por las mujeres, y yo me lo explicaba a mí mismo diciéndome que yo era un ser poco sexual. Uno de aquellos años, en Navidad, Teo me invitó a pasar las fiestas con él . Por primera vez en mi vida me lo pasé bien en Navidad. Una mañana, al bajar las escaleras al baño le miré, salía del baño en ese momento, de pronto se me cayó el alma a los pies. Me di cuenta de que estaba enamorado de él, enamorado completamente. Sin embargo no le dije nada. Tampoco le dije nada durante mucho tiempo. Pasaron varios años, en los cuales mi amor por él se fue haciendo más fuerte y más intenso. Aprendí a disimular mis sentimientos hacia él, le quería tanto que no estaba seguro, a pesar de desearlo, de querer que él fuera también homosexual. Me gustaba ver su inocencia, observar su atractivo en las chicas, su masculinidad innata. Pero una noche me quedé a dormir en su apartamento después de haber salido hasta tarde, tuve que dormir en la cocina-comedor, pues el apartamento era muy pequeño, y sólo tenía un dormitorio. Por la mañana Teo se levantó a preparar el desayuno e irse al trabajo. Yo estaba aún medio dormido, y le dejé hacer lo que tenía que hacer sin casi abrir los ojos. Cuando Teo terminó de desayunar, se acercó al colchón donde dormía yo a despedirse. Yo le dije que pasara un buen día y que probablemente le vería por la tarde, entonces él se tumbó junto a mí, haciendo el payaso, diciendo - oh, adiós, ya no te veré más- y me abrazó. Yo no sé por qué sucedió en aquel momento lo que no había sucedido hasta entonces. Sin pensarlo, aún lleno de sueño, respondí al abrazo que me daba y le besé en la boca con fuerza. Él se puso rígido en intentó liberarse, pero yo no le dejé. De pronto, se volvió a relajar, separó sus labios de los míos y me miró a los ojos de un modo muy intenso. Lentamente, volvió a acercar su boca y me besó de nuevo muy dulcemente. De pronto todas las ganas acumuladas durante años despertaron. Salté sobre él y le abracé con fuerza. Bajé mi mano por su cuerpo hasta el muslo, rodeé este y le puse la mano sobre los genitales. Bajo la ropa sentí su pene creciendo hasta formar una erección fuertísima. Normalmente no me dejo llevar inmediatamente por mis instintos sexuales, pero en esta ocasión la atracción era irresistible, era toda la pasión contenida durante años. Acerqué mi cara hasta la bragueta de su pantalón y la hundí entre sus piernas, sintiendo sus órganos bajo la tela. - Te quiero, Teo, te quiero. No sabes cómo. No sabes cuanto tiempo hace que deseaba esto. - Yo también te quiero, pero no sabía que te pudiera desear así. Me gustas mucho. - Y tú a mí. Me gusta todo de ti. Te necesito. - déjame hacer... Él asintió. Con prisa le desabroché el cinturón, bajé la cremallera y abrí los pantalones, sobresaliendo sobre sus calzoncillos blancos contemplé su órgano erecto y alzado. Le bajé los pantalones y los calzoncillos. En el camino de vuelta besé todo el lado interno de sus piernas y muslos hasta llegar a los testículos. Abrí mi boca y rocé con mis labios sus testículos, él se estremeció y me acarició el hombro. Me abracé a su cintura y empecé a besarlo. Él se dejó hacer, con los ojos cerrados, suspirando suavemente. Por fin tenía el objeto de mis deseos entre mis manos, grande, carnoso, caliente y vivo, y sensitivo: tocándole notaba como todo el cuerpo de Teo se estremecía. Con la yemas de los dedos empecé a aprender a conocerlo, su longitud, su tacto suave y un poco rugoso, su olor, con los labios reconocí su sabor, su posición; cómo salía con fuerza de entre los testículos, y el vello oscuro y muy espeso que lo rodeaba. ¡qué piernas más bonitas tenía, fuertes, largas y cubiertas de un vello rubio espeso pero casi invisible! Qué maravillosa masculinidad se desprendía de todo el conjunto. Las piernas que sujetaban con fuerza el torso blanco. El vientre suave y cariñoso. Su sexo en la encrucijada de su cuerpo como un animal poderoso pero tranquilo, inquietante, amenazador, externo pero llave a los sentimientos más internos. Lo cubrí de besos y lo lamí como si fuera un dulce. Dejándole desnudo de cintura para abajo, empecé a acariciarlo con fuerza, hundiendo mi cara en su carne, le besé el vientre, plano y suave como una cama, bajé con la punta de la lengua hasta el pene, rodeé su base y le besé los testículos, rodeé sus nalgas con mis manos, empecé a lamer su pene y lo introduje en mi boca, primero el prepucio, que me dejó un sabor salado y profundamente masculino. Después fui dejándole entrar cada vez más profundo dentro de mí, mientras con la lengua lo saboreaba. Él empezó a mover sus caderas, levantó y separó sus rodillas, y yo me quedé en medio de sus piernas, desnudo como estaba, dándole placer, sin pensar absolutamente en nada más que en aquel acto, que tanto placer me daba y le daba a él. Mientras él empujaba su órgano dentro de mí con más fuerza y menos vergüenza yo iba dejando que entrara más y más dentro de mí, hasta la garganta. Él empezó a jadear. Mientras le chupaba, con las manos le acariciaba las nalgas y le tocaba el culo. Empecé a sentir unas ganas enormes de penetrarlo, pero obviamente él no estaba preparado para ello, su culo estaba limpio, seco y apretado, nada hubiera podido entrar allí sin algún tipo de lubricante. Con la lengua le lamí el culo mientras seguía dándole placer con la mano. De pronto sus jadeos empezaron a hacer más agudos, yo me apresuré a volver a introducir su miembro en mi boca, él me tomó la cabeza con sus manos y volvió a dirigirla hacia su culo, mi mano hacia su pene, y empezó a moverse más despacio, pero en movimientos más largos y más rítmicos, sus testículos empezaron a ponerse muy duros, preparándose para lanzar su carga, yo le abracé con fuerza, y le lamí furiosamente, empujando mi cara en su abertura, él empezó a moverse espasmódicamente y a dar pequeños gritos cada vez más fuerte, yo volví a introducir su pene en mi boca, quería tenerlo en mí en el momento en que llegara al orgasmo. Entonces cesó un momento de respirar, luego hizo una larga inspiración, y después mientras expulsaba muy lentamente el aire, eyaculó en mi garganta, muchas veces, como empujado por corrientes eléctricas. Eyaculó gran cantidad de semen, como si llevara "ahorrando" años. Aún después de terminar siguió un rato moviéndose lentamente, hasta detenerse por completo. - oh, ha sido magnífico, ha sido magnífico, oh, que bien. - susurró - - te quiero - le contesté - - Yo también. - Teo, quiero ...entrar en ti - Espérate un poco... - No puedo...esperar...casi. Teo rió levemente, casi sin ruido. Se acercó a mi boca y me besó. Yo respondí a su beso y me pegué a su cuerpo. Con los labios empezó a recorrer mi cuerpo y a explorarme con sus manos. Al principio muy suavemente pero luego con más rudeza. Bajó su mano hasta mis testículos y los abarcó con la mano. Con sus dedos largos y finos me cogió con mucho cuidado el pene y lo acarició. Con cuidado lo acercó hacia su boca y lo besó con sus labios gruesos y rojos. - Eso me gusta mucho, Teo. - Eres muy guapo, ¿Sabías? ¡Cómo me gusta tocarte.! Al igual que yo empezó a descubrir mi cuerpo y a deleitarse en él como si fuera un dulce, me besó todo el cuerpo, se echó sobre mí y nuestros labios se unieron en un largo y sabroso beso. Sus órganos reposaron sobre los míos y empezamos a acariciarnos los testículos rozando los suyos con los míos. Sólo los testículos. Eran ligeramente fríos, y duros. Hace un momento los suyos estaban llenos de semen que ahora todavía estaba en mi boca. Yo levanté mis piernas en el aire y él deslizó sus órganos, hasta mi abertura. Tomó su pene y lo apoyó entre mis nalgas, dejándolo allí se acarició él mismo con la punta de los dedos. Llegando hasta su prepucio, que se apoyaba justo en mi abertura. Yo estaba a punto de correrme sin más. Empujó el dedo y entró en mí mientras me besaba la boca. Con la lengua me exploraba imitando el pene en un acto sexual mientras con el dedo me daba un suave masaje en el ano. A continuación bajó acariciándome con sus labios por la barbilla, el cuello, el pecho, la barriga, el ombligo , la fina línea de pelos que guiaba hasta mi pene, la base de mi pene, los testículos, abrió la boca y me chupó los testículos, los lamió, subió hasta mi glande e introdjo mi pene en su boca, apretando fuerte con sus labios húmedos, y empezó a chupármela rítmicamente, introduciéndola muy profundo, hasta su garganta. Era fabuloso. - bien, teo, sigue... bien ...bien Yo movía mi pelvis al ritmo de su boca, empecé a sentir el orgasmo acercarse... - para Teo, para, oh, oh, ay Él giraba su legua sobre mi glande y hundía toda su cara entre mis piernas, - por favor Teo, para, para. Le agarré los hombros y le aparté de mí. - Teo, no puedo más, quiero entrarte. Teo se separó de mí y se levantó, se acercó al mueble de la cocina, donde guardaba un tubo de crema para las manos, lo cogió y volvió al colchón. Me entregó el tubo, se tumbó de espaldas y dobló las piernas, separándolas, sin decir nada. Yo me volví a arrodillar entre sus piernas, le separé aún más los muslos, y con cuidado situé la boca del tubo en su abertura, separándole las nalgas. Empujé ligeramente, introduciendo el tubo de crema en su abertura, y apreté, hasta vaciar parte del tubo. Después lo saqué, puse crema en la palma de mis manos y se la extendí sobre la abertura y toda la entrepierna. Luego le metí primero un dedo y luego dos, y extendí la crema tanto por su interior como por el exterior. Aún con un par de dedos dentro de él, me eché sobre su pecho, con la mano libre le levanté una pierna, hasta colocarla sobre mi hombro; él hizo lo mismo con la otra, y después cogí mi propio órgano, y mientras mantenía su abertura ligeramente abierta, empujé ligeramente dentro de él. Al primer empuje Teo se sobresaltó y se agarró a mis muslos. mirando hacia abajo ví mi propio pene, ancho y largo bajo mi vientre a punto de abrirse paso en su cuerpo. Empujé suavemente, levantándome un poco para entrar en mejor ángulo y empecé a desceder en el interior de su cuerpo. La crema facilitó enormemente el descenso, empujé con mis caderas y de una vez, muy lentamente, entré hasta el fondo. Una vez allí, saqué mis manos de su entrepierna, y me abracé a él. De pronto me entraron ganas de llorar. Le besé, le besé con más y más fuerza sin moverme dentro de él, solamente sintiendo la misma penetración, su piernas sobre mis hombros, su piel contra la mía, su maravilloso olor. Le miré a los ojos, y él también estaba llorando, pero sonriendo. Empecé a moverme, y él gritó bajito, y luego se calló y cerró los ojos. Era exactamente como había imaginado, pero un millón de veces más rico en sensaciones. La imaginación se concentra siempre en un detalle sólo a la vez, y va pasando de uno a otro sin lógica. La realidad era magnífica, apabullante. Yo empecé a hacerle el amor con gran intensidad, no solamente entrando y saliendo dentro de él sino girando mis caderas para sentir mi piel contra la suya. Rápido, despacio, tenso, relajado. Un placer inmenso se extendió por todo mi cuerpo, saliendo de mi pene, acumulándose en mi ingle y desde allí electrificando mi piel. Al cabo de un rato empezó a gustarle también porque volvió a jadear como antes y a responder con sus movimientos a los míos. Su órgano estaba de nuevo totalmente erecto sobre su vientre. Él se lo cogió y empezó a masturbarse rápidamente. Nos mirábamos a los ojos y sonreíamos. Mientras yo le hacía el amor apasionadamente, él seguía masturbándose y apretándome entre sus piernas. Nuestros cuerpos se llenaron de sudor. De pronto sentí como si fuéramos un único cuerpo, que se revolvía sobre la cama emitiendo enormes olas de placer, un único cuerpo lleno de deseo, de amor, de sueños, de imágenes anteriormente fantasiosas que de repente se hacían realidad. No sé cuanto tiempo tardé en alcanzar el clímax, al mismo tiempo me pareció larguísimo y muy corto, sólo sé que de repente él gritó, volvió a gritar y se arqueó como sacudido por una corriente eléctrica, y en ese momento yo empecé a verterme entero dentro de él, en olas, en un orgasmo como jamás había conocido, el orgasmo continuaba y continuaba, cada vez más fuerte. De pronto, como si hubieran detenido la cámara, vi que él también se estaba viniendo, y que tenía el pecho lleno de semen, y que seguía saliendo, y entonces el placer estalló por completo en mí y empecé a gritar. Luego estábamos juntos en la cama, abrazados, no me acuerdo de cómo nuestros cuerpos se separaron, sólo sé que mi piel aún se estremecía, y que no iba a separarme nunca de este hombre. Al cabo de un rato me desperté al sentir su mano acariciarme. Le miré y le ví explorarme con sus labios a flor de mi piel. Sentí su respiración sobre mí. - Ahora te toca a ti Teo, quiero sentirte. - le dije- Ël tomó el tubo y un poco de crema entre sus dedos y me la puso en la abertura, luego hizo igual que yo y me puso crema dentro. Yo levanté mis rodillas y le ofrecí mi cuerpo. Ël se apoyó sobre mis muslos y de pronto sentí su pene grande y redondo contra mi culo. Me dio miedo, me pareció enorme. Sentí como tentaba hasta empezar a entrar. Miré hacia él, y ví sus hombros y sy pecho blanco y lampiño y su vientre plano y redondeado que acababa entre mis piernas, se inclinó hacia mí y me besó, y al enderezarse empujó con fuerza. Mi cuerpo empezó a abrirse al entrarme él, dolía pero al mismo tiempo era hipnotizante. Era como si entrase un tren en mí. De pronto, pasada la entrada a mi cuerpo, la penetración fue más rápida y el sentimiento mucho más intenso, de pronto sentí algo extraño dentro de mí, completamente dentro de mí, algo grande y cálido, hasta que sentí sus testículos pegados a mí. - me gusta -dijo- sentirme dentro de ti. Cuidado ahora - advirtió - Entonces tiró hacia atrás y eso no me gustó, dolió mucho, pero él apretó sus piernas y me sujetó con sus brazos. Le miré a los ojos y se me saltaron las lágrimas. El empezó a entrar y salir lentamente, con mucha ternura. Al cabo de un rato dejó de dolerme y sentí una sensación muy cálida. De hecho empezó a gustarme, era algo muy intenso. Él me hacía el amor despacio, moviéndose en ondas lentas. Parecería que durmiese si no fuera porque me miraba a los ojos. Poco a poco aprendí a responder a sus movimientos y le seguía el ritmo, mientras nos acariciábamos el cuerpo. Se movía unas veces más rápidamente y otras lento, en ondas como un mar tranquilo. Cambiaba cada poco de posición, más sobre mí o casi totalmente echado hacia atrás, hasta que antes de venirse se echó sobre mi pecho y me apretó con sus hermosas piernas, acercó sus labios a los míos y mientras apenas los rozaba abrió la boca, se tensó y sin emitir un sonido se vino dentro de mí. Al terminar exhaló el aire contenido en sus pulmones y se dejó caer sobre mí. Después de eso nos quedamos a vivir juntos e hicimos el amor muchas, muchísimas veces. Somos muy felices.