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Un Puto Muy Legal (2)

by Absalon


Un PUTO MUY LEGAL (2) por: Absalñn

Yo lo admito, como lo admitë ante Chrissie: mi trabajo no es el que más me podrëa autorrealizar y todas esas payasadas que lees en Vogue, pero me lo paso como una puta y me pagan mejor de lo que podrëa imaginar. Tony alababa mis progresos: gracias a mis conocimientos lingùësticos (y no hablo del griego ni del francés) mi lista de clientes se ampliñ a varios polëticos europeos de paso por Madrid, africanos en busca de negocio e incluso algþn que otro árabe, turistas acaudalados, mmmmh, me merezco la medalla al mérito ciudadano del Ministerio de Asuntos Exteriores. Chrissie temëa que mi trabajo me pudiera perjudicar en el futuro. Starfucker, just like my daddy is, selling his baby. Pero como sigue la canciñn, mi oficio corre por las venas de mi familia y al fin y al cabo ser abogado es sñlo una prostituciñn legal y financiada por el estado al servicio del dinero más poderoso. Como yo hacëa ahora, siendo un puto de lujo. Por si fuera poco, el estado apoyaba mi trabajo al financiar la Iglesia y asë promover la insatisfacciñn sexual del pueblo espaïol.

Chrissie me miraba extraïada tras hacer la comida: -Ahora que han terminado las clases, ¿volverás a Leñn? -No. ¿Volverëas tþ a Valencia? -Como camarera ahora tengo más trabajo que nunca. -Pues yo también tengo mi trabajo. -¿Cuándo lo dejarás?- Chrissie negaba con la cabeza-. Sabes que algþn dëa te acabará manchando. -Ya me manchan. ¿Has oëdo hablar de los blow-jobs? -Me refiero a la mierda. Vas a necesitar algþn dëa un buen abogado. -Llamaré al hijo de puta de mi padre.

Mi padre. Mi primer objeto de deseo y mi primera decepciñn. Alto, de envergadura (en-verga-dura) tan amplia como la mëa, canoso, barbudo. Atractivo. Como para echarle un buen polvo. Si no fuera porque es un cerdo homñfobo que me sacñ a patadas de la Universidad Catñlica de Ávila y me echñ a Madrid. Bueno, me ha salido bastante rentable en realidad el que me pillara chupándosela al chofer. ¿Esconde un deseo homosexual oculto? Esperaremos a que viaje a Madrid para saberlo.

Llamada de Tony. Un buen perfil. Carles. De origen barcelonés, pero desde 5 aïos reside en Madrid. 45 aïos. Profesiñn: funcionario. La þnica pega es que me ha alquilado para dos dëas, y eso (aparte de costarle un pastñn) me da mal rollo. ¿Cñmo podré aguantar al mismo tëo tanto tiempo? ¿Y si es un tarado mental? El rollo positivo es que los catalanes me ponen a mil por hora, con ese acento tan duro, esas vocales abiertas, esos cuerpos mediterráneos morenos, masculinos, velludos… Acepté.

Hora: 16:00 h. Me habëa depilado y preparado para todo lo posible, incluso Chrissie me habëa prestado el spray antivioladores. Me habëa vestido como Carles me habëa pedido. Era muy extraïo, yo sabëa que los barceloneses son una gente muy rara porque viven en una gran ciudad pero son felices y montan en bicicleta, pero este tëo escapaba a los lëmites de mi comprensiñn. ÿMe habëa pedido que vistiera normal! Bueno, habëa escogido unos vaqueros caëdos que le sentaban especialmente bien a mi culo duro, y que dejaban asomar mis boxers negros ajustados a mi plano vientre lampiïo, tan sñlo una estrecha franja desde el ombligo hasta mi pubis angelical. Además de un jersey recién comprado en Glam, je suis tres chic.

Tony me indicñ que Carles me estarëa esperando sobre las cuatro en Vázquez de Mella. Realmente estaba preocupado. Puedes ser muy profesional y follarte apasionadamente a cualquier impotente si sñlo tienes que aguantarle 4 horas, pero era la primera vez que hacëa un servicio tan largo. Este trabajo no siempre era tan apasionante como pudiera parecer en un principio (sobre todo después del principio que tuve), a pesar de que Tony me habëa intentado tranquilizar. Segþn él, lo bueno de los espaïoles es que a diferencia de los otros clientes europeos, sñlo pensábamos en follar y no tendrëa que darle charleto al kiski en cuestiñn.

Vázquez de Mella. Escenario de mis correrëas adolescentes de finde. Pero ahora era tan sñlo un lugar donde quedaba con mis clientes para ir al Ricks o al Long y luego follármelos. Segþn Tony, Carles llegarëa con unos pantalones negros y un polo igualmente negro. Menos mal que no estamos en verano.

Llegué un poco antes de las cuatro; me gusta otear el territorio con ventaja, sorprender a los transeuntes antes de que los dedos de la moral pþblica amenacen con decapitarme. Desde una esquina puedes espiar la siempre escondida insania de tus vecinos. Desde ninguna esquina puedes comprender lo que piensan las personas. Para mi sorpresa, Carles me estaba esperando. Por supuesto que no le conocëa, pero sñlo un tëo vestido de negro como un murciélago que te mira con esa sonrisa de "baby, yo sé quién eres y a ti te gustarëa conocerme, je-je-je" podrëa ser uno de mis apestosos clientes. No, no era el prototipo de hombre mediterráneo ansioso de sexo que estaba esperando. Más bien era el caso del paciente que aguarda en la consulta del urñlogo para que le dé viagra. El pelo era aceitoso, su boca viscosa y tuve que ocultar mis náuseas. Su cara no era arrugada, sino reseca como la de una salamandra hedionda y humedecëa sus labios sin ninguna gracia babeando cual caracol. ¿45 aïos? Mi bisabuelo conserva mejor aspecto.

Oculté el desagrado, soy un puto feliz. Me aproximé al hombre nauseabundo cuando una mano fuerte, decidida, me detuvo. Me giré. -¿Quién eres? Ante më tenëa a uno de los hombres más guapos que hubiera conocido. Su cabello estaba cuidadosamente peinado a raya, pero un aire indñmito hacëa que el pelo no se revelara como la pradera de gomina viscosa de la que tanto hacen gala los pijos, sino que aþn conservaba un aire audaz, como su fiera mirada, desgarradora hasta el tuétano mas reconfortante. Sus ojos eran marrñn oscuro y ligeramente almendrados, de los cuales nacëan unas sexys patas de gallo cuando sonreëa como ahora. El rostro era duro, pero al sonreër dejaba espacio para un remanso de belleza masculina, morena, la carne era morena y apretada, lo poco que se podëa ver a través del polo rojo y los pantalones negros hacëa que me mojara como en mucho tiempo no me mojaba. Unas canitas salpicaban su pelo negro de nieve, pero esto sñlo le dotaba de una gracia mayor. -Perdñname- casi dice perdñnama-, pero tþ debes ser David, ¿no? Yo soy Carles, es que no me he podido cambiar de ropa, menos mal que he adivinado que eras tþ.

Yo no podëa decir nada, pensar nada, salvo devorar aquellos fuertes muslos embutidos en un pantalñn negro de corte chinos. -¿Eh? Së, soy David, creë que…- le seïalo el contrariado ejemplar de mediocridad. -ÿNo, yo soy el auténtico Carles!- se rëe travieso (un tëo de 45 aïos que aþn se carcajea como un chaval, esto së que me pone). El acento catalán es inconfundible en su voz aguda, pero de macho maduro, y me excita. ¿Cñmo gemirá el tëpico "Ah, ah, ah" en la cama? -ÿPues no sabes cuánto me alegras!- rëo yo también. Él mira al viejales babeante. -¿Pensaste qué?

Asiento, él rëe aþn más en respuesta. Se dobla de la risa y yo admiro como puedo un culo durësimo y muy redondo que muero por azotar y abrir. Un buen hombre comprensivo es lo que necesita un chico rápido como yo. -Creo que es ahora cuando te acompaïo hasta mi coche- me tomñ del brazo camino del parking de Vázquez de Mella. Ay, qué delicia, sus brazos eran duros y su pecho compacto. No podëa sino frotarme contra él como perra en celo aunque él lo notara, lo cual me daba igual porque notaba en su mirada que también él me desnudaba con la mirada. No era para menos. Dos hombres guapos, morenos, contraste del mar de Barcelona con las llanuras de Madrid, mi juventud contra su madurez, hombrëa contra hombrëa. Apenas llegamos al parking él me mirñ extraïado después de cháchara fþtil mas deliciosa. Hacëa tiempo que no me reëa tanto por tantas tonterëas. Su ceïo inquirëa: -Eres el chaval más simpático que he encontrado en Madrid. Casi pareces barcelonés. -Serás tþ el que se ha vuelto madrileïo- oculté mi amor por la perla del mediterráneo.

ÿVaya pedazo de buga! Un esplendente chryssler voyager SE. -Ahora mismo, te abro, David- comentñ galán mientras abrëa el maletero. -Por më ábreme todo. -Para eso tendrëas que tener algo que jamás hubieran abierto- replicñ desabrido Mr Hyde.

Yo que he sido el más chulo de Madrid me sorprendë sumiso y desarmado ante él. -Era broma, chaval- me da una palmada en el hombro. Joder, parezco un puto crëo, que no un crëo puto en compaïëa de este tëo. Ojalá no se pase el finde vacilándome porque yo soy un muchacho inocente en el fondo, muy en el fondo. -¿Y ahora?- no habëa abierto la boca desde su chanza. -Ahora nos vamos tþ y yo a un pueblecito de la sierra, a refugiarnos en su chimenea, a pasear desnudos, y a… relajarnos, coïo, que parece que no se te puede gastar una broma. -Së, së, por supuesto… ya te la devolveré. -Éso espero. La vida demasiado en serio es un coïazo- entonces së sonreë.

Puso en marcha el coche y para mi sorpresa sonñ en la radio:

"I don't like my country, isn't fun my city, I wanna live in Tromaville"

-¿Te gustan las Killer Barbies? -Me encanta el rock. Cuando era más joven le daba a los Kinks, Led Zeppelën, Frank Zappa, luego Black Sabbath, Los Ramones… ¿Y tþ? -Yo soy del grunge: Nirvana, Soundgarden, Radiohead, Smashing Pumpkins, Dover… -¿Dover? -Joder, todos los viejos rockeros sois iguales… -¿A quién llamas viejo?- me toca el sexo suavemente mientras salimos de Madrid. Su mano me acaricia desde la base del pantalñn hasta la punta de mi sexo que poco a poco va perdiendo su caracterëstica flaccidez hasta que queda duro, enhiesto tras el pantalñn. Sus ojos marrones me miran pëcaros mientras suspiro de placer en vahëdos que exhalo entre temblores hasta que por fin despierto y aprieto los muslos del conductor, muslos fuertes, vigorosos que despiertan en él su sonrisa. Asciendo mi caricia a través de su cara interna cuando me reprende: -Espera, no quiero que nos matemos. Deja que te toque. ¿Asë que te van las hermanas Llanos? -Las hermanas Llanos, no- suspiro porque me soba los huevos con ternura-, que soy gay, pero su mþsica së. -Sñlo falta que también sean de tu agrado los Linkin Park. -No, gracias, paso de Backstreet Boys con guitarras. Él rëe. -Eso está mejor- abandona mi cuerpo-. Desnþdate. Reclina el asiento y desnþdate, suavemente, deja que el aire acaricie tu cuerpo y te limpie. -¿Eso es una indirecta referida a mi higiene personal? -Desnþdate. Baja un poco la ventanilla. -¿Y los demás conductores? -Desnþdate. Deja que el Sol vea esos cueros tuyos. Yo también quiero verte.

Tenëa mis reparos, tenëa miedo, no sabëa quién era él, ni siquiera si era otra broma suya, pero tenëa muy claro que como lo volviera a intentar lo iba a pagar muy caro, por muy cliente que fuera. También tenëa pudor; yo era puto, pero sabëa muy bien lo que me podrëa acarrear ser sorprendido en esa actitud por nuestros cuerpos (enfermos) del estado. Que para algo soy preabogado. Y aborrezco el histrionismo del exhibicionista.

-Ten calma, David. Deja que el aire se lo lleve todo. Deja que el Sol te acaricie. Quiero verte- repuso calmado. Adelante, pensé. Es casi como "Lucëa y el sexo". Deja que el barro se lo lleve todo. Deja que el Sol te seque y se lleve los malos augurios.

Presto, me quité el jersey azul. Bajé un poco la ventanilla y Carles subiñ la temperatura del climatizador. El aire frëo de noviembre erizaba mis pezones rosados pero pronto me sentë en calma. No tenëa frëo. Carles me miraba ansioso a través del cristal, sus ojos de topacio nerviosos. Recliné el asiento hacia atrás y casi me tumbé. Lentamente desabroché mis zapatos y los abandoné atrás, con mis calcetines. Mis pies blancos, inmaculados irrumpieron frescos al apoyarlos voluptuosamente sobre la guantera y los relajé. Carles los repasñ con la punta de sus dedos. -Espera a que termine- le dije misteriosamente tranquilo, como si el tiempo y el espacio se hubieran detenido en torno nuestro. Obedeciñ.

Desabroché el cinturñn y lo sostuve entre mis manos, al final lo apretaba contra mis pezones ya duros y me procuraba placer ëntimo cerrando los ojos. Humedecëa mis labios de delirio y arrojé el cinturñn con rabia, por el placer recuperado después de tanta actividad mecánica. Me di cuenta de que Carles giraba su cuello y de que su entrepierna se habëa alterado ante el enorme sexo que allë habëa despertado. Me giré hacia él, mis mþsculos definidos, mi vientre plano seducëa a mis vaqueros para que me abandonaran. Con un gesto lento los bajé hasta mis pies y masajeé mis muslos cremosos. Dejé también los vaqueros y me abandoné al placer del viento frëo que erizaba mi vello y finalmente me despojé de los boxer negros, dejándole ver mi perfil perfecto, el pubis oscuro, el sexo protegido, sñlo las pelotas emergiendo levemente detrás de los muslos flexionados, mis manos contra las rodillas. Ahora së me acariciaba con las puntas de los dedos, desorbitado, como para asegurarse de que el calor de mi cuerpo era real. -Gërate- ordenñ. Sometë mi cuerpo y a su voluntad y abrë mi torso, mi pelvis hacia él, mi sexo reposa encima del muslo izquierdo. Después de torcerse hacia un desvëo me mirñ a më y a mis ojos. Ya no oëa la mþsica. -En verdad eres bello. -Y tþ hermoso.

Me mirñ intrigado. A më me saliñ espontáneo, como agua de torrente, porque cuando lo vi la primera vez lo pensé. Qué hermoso es este hombre, qué hermoso es… -¿Te libero de esa presiñn?- le pregunto. -No, quedarëa muy ridëculo vestido y con mi polla saliendo de los pantalones, como cualquier pelëcula porno vulgar. -No quedarëa desnuda… -Ya te encargarëas tþ de cubrirla con tu boca, ¿no David? Tranquilo, ya me verás. ¿Te parezco hermoso? -Mucho, más de lo que pudiera describir. Y asë era, yo desnudo me sentëa mucho más vestido que él. Yo tenëa a mi lado el viento y el Sol, tocando cada poro de mi piel. Él sñlo tenëa mis miradas para cubrirse. -¿A qué te dedicas?- pregunté para romper el hielo. -Soy funcionario del Estado. -¿Qué tipo de funcionario? -Oh, nada divertido- sonriñ-, estoy relacionado con el banco de Espaïa y con ese tipo de negocios. ¿Y tþ? Porque no me creo que sñlo te dediques a esto. -¿Por qué crees que me deberëa dedicar a algo más que a "ésto"? ¿Qué te parece que es mi trabajo? -Bueno, no te ofendas, nen. Pero me pareciñ desde que te vi que tenëas algo especial que los otros chicos no tenëan. En cuanto a tu trabajo, mejor me callo lo que me parece.

En algo tenëa razñn. Llevaba tanto tiempo acostándome con tëos que habëa perdido el norte de mi vida. De querer ser abogado laboralista habëa pasado a ser un puto. -Ojalá tengas razñn y no lo digas sñlo para confundirme. ¿Qué viste en më de especial? -Eso me lo deberëas contar tþ. ¿Qué estudias? -La gramática parda- le respondë desde mi observatorio desnudo. -Creë que como todos estos chicos, tþ también estudiabas… -Y segþn Tony, yo creëa que ésta era tu primera vez con un puto. -Ah, së- sonriñ-, pero es lo que dicen, dime, ¿qué estudias? -Derecho. -Mmmh, la profesiñn del futuro, mejor no me meteré contigo. ¿Quién es Tony? -Mi chulo, ¿no te atendiñ él? -No, fue una chica rubia, muy joven, se llamaba… -Carla. -Exacto, gracias. -¿Por qué gracias? -Por ser suspicaz. Ya veo que vas a ser buen abogado, si algþn dëa necesito tus servicios te llamaré, pero por ahora, requiero otros. Y otra cosa, jamás vuelvas a referirte a ti mismo como un puto, ¿de acuerdo? Odio esa palabra.

Antes de llegar a la casa, Carles me pidiñ que me vistiera: -Para que mi nen no coja frëo en su culito.

Lento y receloso me vestë delante de él. Ya no me observaba, pero percibëa otras miradas invisibles en su ventear, en su escucha, quizás su sabor era amarillo u rojo. La casa era cercana a Lozoya, una de esas deliciosas fincas que hallas en el ascenso a Navafrëa. La sierra de Madrid no está poblada por gente cultivada, y es preferible vestirse a ser apedreado. Llegamos a su finca, se llamaba "El bosque" y te la puedes encontrar antes del parque natural. Entramos y Carles apagñ el coche. Silenciosamente seguëa a mi guëa conducirme hasta su humilde morada, una finca lujosa que harëa las delicias de todos los jñvenes forzados a vivir con sus padres. Yo sñlo tenëa ojos para aquel cuarentñn de muslos fuertes y culo prieto. Cerrñ la puerta de su hogar.

-No habrá sirvientes. Espero que no te importe- comentñ el gentil. -Para nada, de hecho odio a los sirvientes metijones, salvo cuando hay que follárselos- sonreë. -¿Te gusta follar, eh, muchacho?- inquiriñ sardñnico. -Para eso me has traëdo aquë. -Para eso y más. ÿDesnþdate otra vez!

Yo le miré sorprendido, mas él sonriñ: -Vamos a ver de que estás hecho niïo. Yo soy el cliente y te quiero ver en bolas- callé, conocëa el significado de sus palabras. -De acuerdo, seïor; el gran cliente-picha es el rey y sus ñrdenes son deseos para më.

Me desnudé de nuevo, mas esta vez decidë que no iba a elaborar mi desnudo. Arrojé el jersey a un mueble de la entrada, tiré a un lado los pantalones y me desprendë de los boxer, verbigracia. -¿Más cñmodo? -Menos mal que tienes calefacciñn.

Sabëa que a Carles le gustaba lo que contemplaba con tanta fijaciñn, ¿a quién no le molarëa un joven veinteaïero en la flor de vida, de carne cremosa y de sexo rosado contorneándose en torno suyo? Era un poco más alto que Carles, pero nuestros ojos quedaban casi a la misma altura. Sus ojos marrones, sedientos bebëan de mis lagunas verdes y me decëan que me querëa bajo sus piernas, su sexo contra mi culo, su sexo contra mi boca, su saliva participando de las humedades que albergo en mi boca de fresa, por qué no, þltimo tabþ secreto entre tþ y yo, besos protagonizados por nuestros labios. -Tñcame. -¿Qué? -Puedes tocarme si quieres. Pero si comienzas, no puedes parar. -Mmmh. -No podrás parar.

Se acerca y comienza a sujetar mi rostro cuando le paro de lleno con mi ëndice advertidor: -Pero antes el seïor deberá desnudarse también.

Carles sonriñ. -Vale.

Me pongo cachondo sñlo con su aceptaciñn y espero el espectáculo. Las pocas arrugas que ya posee el rostro de Carles se embellecen con su sonrisa de hombre maduro y experimentado, pero ahora con un matiz pëcaro que me cachondea. Levanta el polo rojo de la discordia poco a poco, primero uno de los lados dejándome ver su flanco izquierdo, de vello moreno, de carne masculina y dorada, ahora su flanco derecho y un delicado ombligo como una guinda de topacio. Juguetea con el polo un poco más y riendo lo saca más allá de sus hombros. Su pecho, fuerte y amplio, pero no de muïeca de gimnasio sino de hombre, pezones de vivo color para recordarme su origen mediterráneo, los þltimos bermellones abandonan sus cabellos negros tan poblados de canas como el ébano de vetas y observo, admiro, gozo el ser masculino. -¿Qué tal por ahora, nen? -Siga seïor, que se va a ganar una recompensa.

Se quita los zapatos dejando ver unos pies de pescador, más blancos que el resto de su piel pero delicadamente tallados, con la lënea del vello que nace de las piernas propia de los hombres auténticamente velludos. Me mira con suficiencia y comienza a desprenderse de los pantalones estþpidos, ÿfuera todo! Estoy harto de ver esas ropas y quiero verte desnudo. Desabrocha el pantalñn y los baja sinuoso sentándose en una silla adyacente. Me muerdo los labios, ÿno lleva ropa interior! Y está de puta madre, sus muslos y pantorrillas son de ese vello negro que me apasiona, su pubis es oscuro, no puedo verle, maldita silla, su vientre sensual, masculino, se da la vuelta y veo el culo más bello del mundo, fuerte, musculoso y alto, el culo de un Apolo maduro, se da la vuelta, su pubis es un intrincado bosque de maleza alabastrina, con calientes laderas que despiertan la erecciñn de mi sexo, se levanta, saludando arremangándose la cabeza, descubriendo el capullo rojo y hþmedo, ansioso de conocer la polla morena que va contra më, esa pedazo de polla barcelonesa, bien erguida, de cabeza enorme y roja, como la punta de una lanza, es enorme, gruesa y bien torneada para la caza de muchachos ansiosos por ser empalados, los cojones cuelgan como frutos repletos de miel, qué ganas tengo de beber de ellos. No hablamos, para qué, no hay tiempo que perder, acudo hasta él, casi me humillo hasta sus rodillas varoniles, me recoge, me recoge y me besa.

La primera vez que Carles me besñ no lo recuerdo como el mejor beso de mi vida, porque cada vez que me besñ parecëa insuperable, ni tampoco como un beso excitante y perverso, sino como la llegada de algo anhelado desde hace mucho tiempo, incluso desde antes que le conociera. Era simplemente, pasiñn y yo querëa comérmelo. Sus manos contra mi cuello y mis tersas nalgas, las mëas en su nuca y abarcando su tripita sexy, daba igual , nos besamos como dos locos, me arrebataban sus morros, su aliento, el sabor de su boca, de su lengua moviéndose dentro de më, de mi lengua arrebatando la no-virginidad de su cavidad bucal, nuestra saliva moviéndose al compás de nuestros labios, pequeïos besos en mi cuello, mordiscos inocentes en sus labios, disfrute del lñbulo de la oreja, de los mordiscos y de los chupetones. Nuestras pollas se encontraron a punto, mojadas, las cabezas enfrentadas, la suya un poco más grande que la mëa, quizás no es la más grande, pero së la más bonita, se la cojo, te la cogë, Carles mëo de mi pollñn, y la masturbé porque daba gusto sentir tu precum en mi mano, tu polla candente, tu cipote moreno, me agaché y allë mismo me la introduje como pude en la boca, era grande, lo hice a la fuerza, quizás te molestñ pero pegaste un brinco cuando mi intimidad fue violada y tu picha hizo tope en mi garganta, dolorosa, pero no importaba, chupe tu enorme polla hasta la extenuaciñn, te la saqué y lamë esos huevos, mientras los lamëa le sacaba brillo a tu polla que bien lo merecëa, tþ suspirabas de gozo yo apretaba contra më tus nalgas para que tu polla me follara la boca más hondo, me encanta tu sabor, salado y picante, tu olor, ese sudor, mi saliva junto a tu precum, yo sintiendo en mi boca como se hincha esa cabeza roja tuya, araïo tus nalgas, me la meto hasta donde puedo, me levantaste: -Vamos al salñn, mi nen, allë estaremos más cñmodos.

Vamos, y por el camino nos vamos magreando, nos pegamos cariïosos tirones de la polla para masturbarnos, aunque nuestras manos también aprisionan nalgas, velludas y morenas las tuyas, lampiïas y cremosas las mëas, tþ ya metes un dedo por mi ojete, cuando me tiras al sofá y te lanzas luego a por më, nos besamos y nos masturbamos, polla contra polla, boca contra boca, metes tu polla entre mis muslos y me follas asë, mientras yo hago lo mismo contigo, te cojo de esas nalgas duras y te acerco a më hasta que nuestras pieles se funden, tu lengua penetrándome hasta la médula, cuando te incorporas y dejas caer de rodillas tu enorme polla hasta më, te sientas a horcajadas encima de mi cuello, dominándome, devoro tu polla en un instante cuando me agarras de los cabellos y la sepultas dentro de më, si la dejo paso a tus huevos, los chupo, juego con ellos mientras la chupo pausado masajeándola con mi lengua, asë, lentamente, introduciendo todo cuanto puedo de ella en më, dejándola descansar y luego sacando todo su jugo con mis carrillos, porque es tan dulce tu polla, qué bien sabes, tþ gimes. -Muy bien, David, muy bien, mi nen…

Mejor sabes tþ, pienso mientras lamo los cojones que te cuelgan y que se pliegan arrugados al pasar mi lengua por ellos, asë los abandono por detrás y mientras beso tu pubis velludo y aromatizado dejo caer mis dedos como por casualidad en tu culo y comienzo a palpar ese ojete de mis deseos, estás hþmedo y peludo por aquë, amor, tþ me adivinas: -Ya veo por donde vas, nen- rëes-, pues toma de esto.

Aþn sujetando mi cabeza te incorporas para que chupe tu culo, lo paseas de delante atrás y de detrás adelante, la punta de mi lengua saluda tu entrada, abres y cierras momentáneamente tu esfënter para dejarme catar por unos segundos la miel de tu culo, la aprisionas y saboreo tu ano, te levantas y ahora te sientas mirando a mis pies en mi boca, manejo tu culo a mi voluntad, separo esas nalgas velludas y ahora tengo a mi disposiciñn el objeto de mis deseos: tu ojete, que beso delectuoso y lameteo a gusto, te follo con mi lengua: -Asë, nen, dame más, mi niïo, asë…

El lamento placentero de esta lengua suplicante me cachondea más, ensalivo uno de mis dedos y te lo meto fácilmente, llego a tocar tu prñstata carnosa, dispuesto a sacarte todos los jugos como sea. Voy a follarte, cliente mëo. Te meto otro dedo y además de los masajes en tu culo voy dilatando tu esfënter, tu ojo es moreno y fuerte pero te da gusto el que trabaje con él. Arrebatas mis manos y me miras salaz a los ojos: -Vamos a hacer que este bello nen disfrute con su trabajo.

Tu mirada de sátiro me paraliza y acto seguido te agachas hasta comerte mi polla, las masculinas quijadas se zambullen en mi pubis y la chupas, ÿjoder, cñmo la chupas! Tu boca es una puta aspiradora, parece que me la vas a arrancar, pero me encanta, te la metes toda en la boca y chupas mi polla hasta que casi estallo. Mientras, me abriste de piernas y jugabas con mis cojones, traccionándolos, masajeándolos, hasta que uno de tus dedos adivinñ el camino que lleva a mi culo y allë lo sumergiste, yo gemë de placer… -Oh, papito, qué rico me lo haces…

La frase de oro que a todos los maduros les pone como a una moto a ti te hizo estallar; me metiste varios dedos, todos los que podëas, escupëas en tu mano para lubricarme, hasta que tuve 3 dedos tuyos en mi culo al mismo tiempo que tu boca hacëa estragos en mi polla tiesa. -Joder, Carles, que me corro…- te sacaste mi polla de tu boca: -Ése es el objetivo, nen- me sonreëste rijoso y con una babilla de mi precum resbalando por la comisura de los labios que recogiste con tu lengua-, qué bien sabes, niïo. -De niïo, nada- se me escapñ. -Ahora comprendo porque todo estaba tan bueno aquë abajo… era un hombre lo que me estaba comiendo, y no un niïo- me miraste enigmático-. En ese caso, pasaré a mayores.

Dicho y hecho tu culo prieto anduvo hasta un mueble de donde sacaste el lubricante. -¿Quieres jugar a ser un hombre, David?- me abrë de piernas ante él. -Hazme lo que te dé la gana, Carles. Tþ eres el jefe y estoy deseando que me la metas hasta la garganta, hasta que me salga tu leche por las orejas. -Te voy a follar como nadie lo ha hecho. Acuéstate boca arriba en el suelo y ábrete de piernas, patitas al hombro- dijiste desafiante.

Së, seïor, con la de veces que he deseado encontrarme con un tëo asë y voy a dejar pasar esta oportunidad. Me miraste divertido: -Casi pareces una mujercita. -En ese caso más te vale ser hombre y follarme como tal. Vamos, Carlitos, fñllame.

Para qué iba a decir más, te abalanzaste echando un chorro de lubricante en la punta de tu precioso rabo y empujaste como un toro hasta arrebatarme mi culo, lo hiciste tuyo, me doliñ al inicio, yo que creëa que me dilataba perfectamente fui reparado allá donde fui violado. Sentëa tu polla introducirse dentro de më mientras chillaba y chillaba, no podëa más de tanto dolor, pero luego el fuego que hacëa mi ano arder se convirtiñ sñlo en placer, puto placer, me sentëa como una puta, la más puta de las putas, empalada para gloria oficial de mi macho, Don Carles. Tu polla me taladraba cual brava Black&Decker reconvertida en presto martillo neumático, yo resistëa los embates de tan ardiente verga, te echaste encima de më y en ese momento me comiste los labios, me chupaste el cuello rompiste mi tronco en dos para subirme al cielo con un mordisco a la yugular. Yo exhalaba por mi culo aquellos humores que sñlo los hombres follados por hombres pueden impregnar y te pedëa: -Más, más, Carles, fñllame más…

Me la sacabas y me la volvëas a meter de una precisa estocada. Ya no sentëa dolor ni nada parecido porque incluso tu gruesa cabeza entraba limpia. -Uff, qué tëo más calentito estás hecho, nen… Quédate tumbadito boca arriba- como pude, extasiado te obedecëa y reposé mis piernas en el suelo-. Éso es, nen, éso es…

Entonces ocurriñ lo mejor del dëa. Tþ, que me habëas follado rompiéndome el culo como nadie me lo habëa roto hasta la fecha prendiste mi polla y te sentaste en ella sin apenas cambiar tu rostro. -Fñllame nen, ahora. Dame placer anal- tu culo estaba tan caliente y me aprisionaba como si tuvieras manos allë dentro. Tu ojete era tierno pero fuerte y me excitaba sentir los pelos de tus nalgas contra mis muslos. -Uff, lo que tþ digas…

Carles, te comenzaste a mover como un zorro viejo, macho experimentado en recibir vergazos, arriba y abajo, tu gran polla se abatëa con cada movimiento de tus caderas, yo me incorporé y me agarré a tus pezones, tiré de ellos, quizás me pasé pero es que ÿeran tan grandes! Me quedé prendido de ellos y de tu pecho, aquello te puso más cachondo y te la meneabas al mismo tiempo que te la metëa, tu polla chorreaba presemen que me dabas a probar, mmmh, ÿqué rico! Ya no podëa más, eres demasiado para më, barcelonés putñn y me corrë inundándote de semen, te llené todo el ojete, entonces tþ abriste los ojos como platos, sentirëas mi semen corriendo dentro de ti, y suspirando David me lanzaste unos gruesos lefazos a mi pecho y a mi cara que me apresuré a beber sediento cual leche condensada, y tal era, pues aunque a veces desconcertante, has acabado siendo el hombre más dulce. -Siento…-gime, gime, follador-… que haya sido todo tan rápido…- suspirabas mientras te sacabas mi polla y (oh, increëble) empezaste a recoger mi leche y bebértela. -No importa…- qué bien me ha dejado, dos sesiones más con éste y adiñs al spa-… si todo estaba muy rico- me abalanzo como un poseso sobre su polla para limpiarla con la lengua. Ñam, ïam. -Me encantas, David. -Eres la hostia, Carles.

Tþ y yo nos besamos. Durante largo rato no se oyñ nada en la sala salvo el beso. No nos movëamos, extáticos, del suelo. Después, pequeïos besos, tiernos, sobre el cuello, en las orejas, y de nuevo otro gran beso, en que nos revolvëamos como dos niïos que han hallado un tesoro: el otro. Poco a poco, comenzamos a salir del sueïo. Tþ me pediste: -¿Te importarëa dejar la maleta sin deshacer? Quiero verte desnudo todo el rato- huy, qué bien, pensé. Como esto sea recëproco va a haber huelga de pollas caëdas. -Yo haré lo que me pidas… -Quisiera que tþ estuvieras a gusto. Si quieres, yo… -¿Tþ? -También puedo estar desnudo. -En ese caso no sé si podré aceptar el dinero- sonreëste, quizás ya me habëas seducido. -Sñlo quiero que estemos a gusto. -Si tþ también te desnudas… bueno, së, qué leches, yo te devoro a ti… -Y yo te como- me besaste muchas veces; perdë la cuenta. -Joder, Carles, asë da gusto trabajar. -Ya te digo, nen- entonces no comprendë del todo esta frase.

¿Qué les puedo contar de ese fin de semana? Cuando la fortuna sonrëe al puto éste olvida pronto su edad de ocaso y su fenecimiento. Algo asë me pasñ con Carles, pocas veces habëa estado con un hombre tan bello, pero nunca, oigan, nunca con un hombre como él. Puedes follar como mucho unas cuantas horas al dëa. Pero el resto no vas a mirar a las musaraïas o hablando con voces que sñlo tþ oyes. Tþ y yo hablábamos de los griegos y entonces, desnudos, escenificábamos, tu pecho contra el mëo, sentëamos ambos miembros erectarse en la refriega. No hay un poro mëo que tus labios no sienta. -¿Vas a volver a Barcelona? -Sñlo si trabajas también allë. ¿Parlas català? -Pues no, sñlo un poco de leonés. -¿Leonés? -El dialecto de mi tierra. -¿No eras madrileïo? -Los madrileïos somos un poco de todos los lados.

Y entonces tþ me besabas y chupabas mi pecho. Yo correspondëa mordiendo tu cuello moreno, besando tu pecho curtido, cuidando que no se me escapara ni uno solo de los vellos, deleitándome en tus pezones. De pronto éramos un 69 y sentëa tu boca succionándome, tu polla invadiendo mi boca, me esfuerzo porque no puedo con ella, me llena la boca y me invade el cuerpo. También damos cuentas de los culos, yo lamo el tuyo, hþmedo, incitante y tþ devoras el mëo, metiéndome varios dedos. Allë, en la cama, frente a un espejo, te tumbo de lado y eres el primero en ser penetrado, levanto uno de tus muslos y empujo mi cabeza contra tu culo, poco a poco mi cipote entra en tu agujero moreno, estás muy caliente allë dentro. Te abro más de piernas y observo tu rostro en el espejo, suspiras de placer y te relames del gusto mientras sobo tu maciza polla. Pronto descabalgo, quiero que me folles y me tumbas boca abajo, me metes poco a poco tu polla para enrabietarme, ÿmétemela de una vez! Al fin me la metes hasta la empuïadura y comienzas un ritmo lento mas demoledor, que me hace gozar como nunca, eres un maestro en esto de follar. Te sostienes sobre tus brazos, como si hicieras flexiones y admiro esos fuertes mþsculos que me sostienen, miro a mi lado, al espejo y contemplo ese bamboleo de tus nalgas introduciéndome toda tu verga, tus pelotas quedan fuera y chocan contra las mëas, yo también me muevo y estrangulo tu polla cuando sale con mi esfënter. Más tarde me tumbo boca arriba y te tiendes sobre më, ambos con las piernas abiertas, nos besamos, tan cerca que quema tu aliento y nos jalamos mutuamente las vergas hasta que nos corremos, manchamos todo, pero nos refocilamos en las manchas de rica leche. No decimos nada. Sñlo hay besos.

Más tarde, en una de las galerëas, nos abrazamos con el mismo forro nñrdico para aventurarnos al exterior. -Nos estamos abrazando con la misma manta, mi nen- me dijiste mordiendo mis labios-, eso significa que nos vamos a pelear. -No te entiendo- me reflejé en tu boca. -Decëan los antiguos que no se podëan secar dos amantes con la misma toalla, ni abrazar con la misma manta. -Ya, pero nosotros no somos amantes, sñlo un guarrillo y su cliente- te respondë, frëo, pretendëa hacer un chiste mas frunciste el ceïo. -Quizás tengas razñn- dijiste algo más en catalán, no recuerdo el qué y te marchaste dejándome con el nñrdico mientras admirábamos los árboles. ¿Por qué? Deseé tu efigie desnuda caminando por el frëo, tus nalgas tersas rojas contra el aire ártico. Te seguë y alcancé justo cuando tu sexo se habëa empequeïecido. -¿Qué te pasa?- inquirë, aunque ya presentëa la respuesta. -Nada, mi nen, nada- evitaste mi mirada.

Me aburrëa y me espantaba el tener que consolarte, lo admito. Tiré el nñrdico, estábamos en casa. -Cuando la gente dice que no le pasa nada, miente. -No puede pasar nada donde sñlo hay nada. Mira cñmo se me ha quedado la polla, parece un garbancito- toqué tu sexo helado. Lo abrigué con las manos, como a un pájaro herido. Lo besé hasta que recuperñ su calor-. Eso es, mi nen, abraza a mi pájaro, a mi polla. Abrázame a më.

Te abracé, Estabas muy frëo. Recogë el nñrdico y te calenté. -Antes estaba bromeando, Carles. Së, como dos amantes- te besé y calenté tu cuerpo con el mëo-. Tienes razñn, catalán. -Olvëdate de eso- me obligaste a recostarme en un alfombra contigo- y fñllame ahora más que nunca.

Tu cuerpo masculino se abriñ en dos siguiendo a tus piernas. Apoyé mis hombros en ellas y lentamente introduje mi miembro en seco. Te doliñ un poco, pero sonreëste cuando me detuve quieto dentro de ti, mi polla llenándote por completo. Sentëa contra mi pecho tu torso velludo, tan fuerte, tan de macho, tus pezones contra los mëos, te doblé un poco para besarnos mientras te la metëa, te follaba, te hacëa el amor. Nuestros huevos se encontraban cuando mi polla hacëa tope en tu culo, los pubis juntos, tus manos apretando mis nalgas contra tu pelvis, mis manos acariciando tus muslos, besándonos, tu culo, caliente como nunca, con sus vellos que me hacen cosquillas. Aspiré el olor de tus canas y cuando te miré a los ojos te llené el culo de mi leche, me corrë, tu esfënter estrangulaba mi cabeza al salir, repleto te dejé de mi semen. Te besé tierno, por aquéllo que me habëas dado y porque me apetecëa, a qué coïos vienen tantas razones. -Quiero que me folles, Carles- me tendë de espaldas a él y pasé mis dedos por mi ojete-. Sé un buen chico y destroza el coïo de este hombre. -Será un placer. Pero antes, te vendaré los ojos- respondiste malévolo.

Acepté. Un païuelo negro sellñ mi visiñn y eso es todo cuanto pude ver. Me encontraba sentado… -¿Dñnde estás, Carles?

Una risa a mi espalda fue la þnica respuesta. De repente, noté cñmo abrëas mi boca y después tu culo, un poco irritado, pero del cual goteaba un lëquido familiar, lo probé tal y como tþ querëas… mmmh… era mi semen. Ahora saco la lengua y pruebo, consuelo a lengùetazos tu agujerito, cuando de pronto lo abandonas y mi boca se abre violenta para cobijar tu polla. Me coges de la nuca y (presumo que tþ estás de pie) me follas por la boca, saliva y precum caen por mi barbilla. Te sales. Me tiras al suelo, opones mis manos a mi espalda y me besas. Noto dos labios, una lengua que chupan mis pezones, algo hþmedo recorre mi torso (¿tu lengua o tu polla?), llegas a mi sexo ahora flácido que es acogido por una cavidad hþmeda y candente, tu boca, te detienes, elevas mis piernas y me metes un dedo mojado por el culo, paras, me dejas con la miel en los labios, y una lengua mojada se pasea por mis muslos, noto que me coges de las rodillas, llegas a los pies y me zozobras, vuelves a mis alturas, tomas mis manos y las conduces hasta tu pecho. Descubro otro Carles: hay una pradera de vello suave y sedoso, que va desde casi tu…garganta, së, nace un poco más abajo de la garganta, me guëas, me deshago de tu abrazo y te exploro yo. Tu espalda es fuerte mas lisa, bajo un poco más allá de tus pezones (que los he asido lo demuestran tus quejidos), la pradera sigue siendo fuerte, pero más blandita, me apetece reposar allë mi cabeza, mmmh, que bien se está aquë, con mis mejillas llego a una pequeïa depresiñn peluda, esto de debe ser tu ombligo, giro el rostro y lo lamo, ahora së voy sobre seguro, prosiguen mis manos y hallo dos salientes ñseos: tus caderas. Las peino con la punta de los dedos, tu pubis es peludo mas suave, los alborotados vellos rizados son besados al mismo tiempo que me doy cuenta del poderoso olor de tus pelotas mojadas, lo aspiro como el más deseado de los perfumes, mis manos describen los cërculos de tus caderas hasta arribar a tus nalgas, las toman de abajo, de los lados y finalmente las separo… un poco arriba… un poco abajo… -ÿTe encontré!- exclamo al horadar su agujero masculino y tþ rëes.

Mi cabeza por fin se decide a buscar a tu polla, a despecho del dolor de mi garganta al engullirla toda de una tacada. Mis manos bajan más y no encuentran nada. Asustadas, reculan y son tus muslos lo que toco. Te la chupo asë, te saboreo, salado y amargo cuando: -Voy a inundarte ese culo de leche.

Me inmovilizas, yo me dejo hacer porque me da tanto morbo someterme a ti. Cuando menos me lo espero levantas mis piernas y las sujetas contra tu propio cuerpo. Mis manos son sujetadas por las tuyas, me he olvidado de tus fuertes brazos, también mmmh, së, tus axilas también son olorosas, pero me excitan, me encienden, me has abierto de piernas y me estás sujetando por las muïecas, ¿para qué? De pronto tu polla se introduce como una estaca dentro de më, me la metes toda de una vez, me duele mucho. Siento que tu cuerpo cae sobre më y aplasta mis piernas. Me la has metido bien hondo, los noto por tus huevos golpeando mis nalgas levantadas. Bien me follas, te desplomas sobre më y aceleras el ritmo, eres bestial, me estás follando, me besas, me jodes, me enculas como nadie y mientras tu lengua entra en mi boca y se entiende con la mëa noto como un torrente de lava espesa hincha mi culo. Te dispones a salir, pero lo impido anudando mis piernas en torno a tu tronco. No hasta que mi culo haya absorbido toda tu lefa. Me siento lleno, y no sñlo de tu polla. -Te quiero- musitas. -¿Qué? -Nada. -Mentira. -Otra más, qué importa. -Yo también- respondo meloso. -¿Së?- contestas animado como un niïo y me desatas el païuelo. Observo tus ojos henchidos de felicidad. -Së- respondo pletñrico. -Entonces habrá que celebrarlo, mi nen.

Nos levantamos eufñricos y cogemos dos botellas de champagne de la nevera. Corremos hasta el jacuzzi, hþmedos y con los rabos colgando. Nos metemos dentro, un poco de paz.

Después nos duchamos. Yo te lavaba y tþ me enjabonabas. Una vez que te hube enjuagado te besé los pies, ¿recuerdas, Carles? Entonces recibë la meada en mi cara. Jamás me habëan meado, me parecëa una cerdada, pero cuando tþ lo hiciste me pusiste muy cachondo. Recogëa tu pis con mi pecho, mi abdomen, incluso con mi cara, aunque jamás llegñ a la boca, después supe que aquello no te hubiera gustado. Me limpiaste con agua: -Lo siento, pero no sé por qué, cuando te he visto allë arrodillado, me has puesto a mil y he sentido que tenëa que hacerlo. -No te preocupes, si me ha gustado.

Nos besamos. Entonces fue cuando tþ también te mojaste: te meé encima apuntando con mi polla a tu cara. Te reëas y te besé, incluso antes de limpiarnos. Nos la chupamos, de tan cachondos que estábamos.

Asë pasaron los dos dëas, seïores, más otros detalles que ignoraré por poco erñticos, aunque muy placenteros igualmente… El domingo los dos estábamos tristes; me acompaïaste hasta tu garaje. Allë me esperaba una de las þltimas sorpresas: -¿Ves este coche?- me seïalñ un Golf nuevo-. Es para ti, por los servicios prestados. -No puedo aceptarlo- mi padre me enseïñ a no aceptar los regalos la primera vez. -Es para ti. Yo no lo voy a usar, y me sobran coches que luego me arrepiento de haberlos comprado. Anda, cñgelo. -Venga, vale- cogë las llaves; mi padre no habëa dicho nada de la segunda oportunidad. -También te quiero pedir otra cosa- Carles parecëa triste-. Quiero que dejes la prostituciñn. -Claro, ¿y de qué vivo? -No va a ser bueno para tu carrera. Además, yo… quiero que te vengas a vivir conmigo, nen. -Me estás vacilando. No me conoces de nada. -Me es suficiente lo que sé. -¿Y qué hago con mi vida, sabes que comparto piso con una amiga? -Ella puede buscar otros pisos. Yo no te pido que abandones a tus amigos, pero së que sñlo folles conmigo. -Déjame que me lo piense. -Deja que te dé mi nþmero. -Sabes que eso no puede ser. -Sé que lo quieres.

Cuando abandoné la sierra de Madrid aquella noche en mi flamante Golf, en mi corazñn ardëa un nþmero y en mi mente una promesa que aþn no habëa recitado, pero cuyo contenido conocëa demasiado bien. Nunca valë para ser un puto profesional. Sñlo para puto. Escogë uno de mis discos y lo puse en el coche. Justo en ese momento: Starfucker, just like my daddy is, Selling his baby, yeah. So gonna strike a deal with him, Make him feel like a Congressman.

Së, Tori.

(Continuará) Absalñn mabarakin@yahoo.es, o si prefieren contratarme: putodelujo@yahoo.com


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