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En el Cervantino...

by Addso de Melk


Estudiar Ciencias de la Comunicación tiene ciertas ventajas; es una carrera en la que hay que estar al día y actualizarse sobre la marcha. O al menos ese era uno de los muchos pretextos que les dábamos a los profesores en la Universidad para que nos movieran los exámenes de fecha, y pudiéramos ir al Festival Cervantino en GTO, con la idea falsa de tratar de entrevistar a algunos artistas o de obtener reseñas de los eventos. Y todo eso lo hacíamos... durante el camino de regreso. Aquel año, como otros muchos, los compañeros organizaron un viaje, y ahí vamos todos. Aquello era un hervidero de gente de primero a noveno semestre, con ganas de pasarla bien y olvidarse de las prácticas de la escuela; era mi tercer Cervantino al que iba con mis dos amigos del salón, y camaradas de juerga: Jorge y Raúl, y el primero del hermano de este, Rubén, que estaba próximo a salir de la prepa y había que entrenarlo en los “importantes eventos universitarios”, como les había dicho Raúl a sus padres para que lo dejaran acompañarnos. No les voy a salir con la clásica: “a mi nunca me había pasado por la cabeza”, o “hasta ese momento yo era derecho”. No, a mi siempre me han gustado los chavos; pero siempre me han gustado más jóvenes. Carne fresca... tal vez por eso me llevaba bien con Jorge y Raúl, porque eran de mi edad y las constantes desveladas les daban un aire de gente mayor que me aburría; eso mantenía al señor libido bajo control. Pero no pasaba lo mismo con Rubén, que era el niño perfecto: alto, delgado, cabello lacio y negro, (y aquí es donde debería decir que “muy trabajado en el Gym”, pero las mentiras me dan flojera) y unos ojos de pícaro que me encantaban. Durante todo el viaje fui platicando con Rubén; en el asiento de enfrente a nosotros iban Raúl y Jorge, todos con la reglamentaria cerveza en la mano y las pláticas del cada año: -Esta obra va a estar muy buena, solo que es en la plaza y por la mañana. -¡No wey! Pues luego me la cuentas porque voy a estar bien crudo. -¿Vamos a ir al concierto de la noche? -¿Y perdernos la peda? ¡Cada año estas mas raro! Por supuesto que el raro era yo, y esa expresión cada vez se hacía más común aplicada a mi; estaba seguro que mis amigos sabían de mis inclinaciones (luego me enteré de que así era), pero parecía no molestarles ni preguntaban nada, y a mi no me interesaba andarlo gritando, así que aquel era un pacto entre caballeros. Llegamos al hotel e inmediatamente nos instalamos los cuatro en una habitación. A Raúl y Jorge estaba más que acostumbrado a verlos antes o después de darse un baño, pero a Rubén... bueno, eso era otra cosa. Soy de los que piensan que no hay nada más excitante que una piel húmeda y un cuello con pequeñas gotitas de rocío que se le escaparon a la toalla y acarician el torso de arriba abajo. Bien, pues parecía que estaba yo contando los ríos que se formaban en el cuello de Rubén, que recorrían sus hombros, rodeaban sus pectorales y se acumulaban en su ombligo, para llenarlo, desbordarlo y de ahí perderse en su bóxer, esquivando algunos finos vellos. -¡Hey dormido! ¿Te bañas tú o lo hago yo? La voz de Jorge me obligó a apartarme de la clase de hidrografía, y contesté tartamudeando que me tocaba a mi. Todos rieron burlándose; era seguro que habían notado mi cara de estúpido mientras veía a Rubén. ¡Ya me quemé! pensé, y no precisamente con el agua caliente. Aquella primera noche fuimos a una disco que estaba como todo Guanajuato: llena a reventar. Soy enemigo jurado de los antros, pero no tenía otra opción más que acompañarlos y tomarme cualquier cerveza que mis amigos pusieran en mi mano. Ellos siempre empezaban a tomar junto conmigo, pero si ligaban a alguna chava, se iban dejando la libación en la mesa y ¡desperdiciar es pecado! Así que, por lo regular ellos terminaban con su ligue y yo con una borrachera bastante regular. Es vez no fue la excepción, solo que no estábamos en una mesa, y yo estaba acompañado. Rubén pretextó que no quería bailar y se quedó conmigo, hablando y acercándose peligrosamente a mi cuerpo, cada vez que alguien intentaba pasar por detrás de nosotros. ¡Vade Retro Satanás! Aquel niño me excitaba más de lo socialmente permitido; su playera negra me rozaba el brazo y aquello me ponía nervioso; sus jeans del mismo oscuro color parecían contagiar a los míos de una corriente eléctrica poco usual. Nuestros codos se apoyaban en un pequeño barandal y su aliento me daba de lleno en la cara: - Yo puedo acompañarte a la obra, al concierto y a las exposiciones, o a donde quieras ir... “¡No seas cabrón! ¡Te lo dice en buen plan!” La vocecita de mi hombro derecho se esforzaba en hacerse escuchar por encima de la música, y de la otra voz que venía de otro lado (no sé si del otro hombro o más abajo de la cintura) “¡Ni madres! ¡Te está soltando el can, y grueso!” Este diálogo me estaba mareando: “Pero, ¡si es el hermanito menor de tu amigo!” “Si, pero ya llora...” Por más que quisiera escuchar a mi conciencia, la voz de mi hombro izquierdo se veía apoyada por los empujones que me propinaba Rubén cada vez que aquella cantidad de gente se movía. Me embriagaba aquel aroma a loción para después de afeitar que rodeaba a Rubén, y algo se endurecía dentro de mi pantalón mientras deseaba despeinar aquel cabello tan bien acomodado hacia atrás y pegadito con gel. Las palmaditas en la espalda, los abrazos amistosos y los apretones en los brazos se repartían al mayoreo. Si no estuviera tomado tan rápido, la temperatura de mis manos habría calentado de inmediato mi cerveza. -¡No mames! ¿Porqué se van? Apenas van a ser las doce y esto se va a acabar hasta bien tarde. - Es que este wey ya anda bien ebrio, y se me hace mala onda dejarlo solo; además no estoy bailando con nadie. Mientras Rubén discutía con Jorge sobre mi estado etílico, Raúl me echaba unas miradas de “¡como serás cabrón!” que al principio me sacaron de onda, pero luego sonrió con aquella picardía que, me estaba enterando, era rasgo de familia: -Déjalos, nosotros nos quedamos. Y si nos va bien, tal vez no lleguemos al hotel, pero les hablamos antes, para avisarles donde nos toca dormir. Todo esto lo había dicho Raúl mientras bailaba con una güera y me dirigía un guiño, no sé si de complicidad o de entendimiento; pero creyendo contar con la bendición familiar, me sentía un poco más seguro. Caminamos las pocas cuadras que nos separaban del hotel, y mil ideas empezaban a oprimirme la cabeza... la de pensar, porque la otra ya estaba bastante oprimida. - ¡Quién te viera tan serio! ¿eh? ¿Siempre te pones así? Ahorita verás como me pongo y como te pongo, cabroncito. - No, como crees. Lo que pasa es que casi no comimos y se me subió rápido. Pero debiste haberte quedado con los chavos, no creas que me pierdo. - No, ya sé; pero si te pierdes... pues ¡nos perdemos juntos! Agradecí en silencio que el brazo de Rubén rodeara mis hombros, porque sentía como si fuera a caerme. A estas alturas del partido ya me valía quien era el hermano del niño aquel. Solo quería llegar a la habitación del hotel. - ¡Apaga la maldita luz! Dije yo, recostado en la cama y con un brazo sobre los ojos. - ¡Servido el señor! Se burló Rubén mientras apagaba la luz y se sentaba a mi lado. Ya llegaste sano y salvo. - Yo si, pero ¿y tú? ¿Estarás a salvo? - Eso depende de ti. Aquella sin duda era mi línea para actuar, y me lancé sobre él para besar esos labios entreabiertos que ya esperaban mi acercamiento; sus manos se posaron en la parte baja de mi espalda y las mías lo tomaban de la cabeza para hacerla girar, mientras su lengua recorría le interior de mi boca. - ¡Cálmate wey! Que me vas a romper el cuello. - Tienes razón; además, es otra cosa lo que te quiero romper. Lo reconozco; puedo ser muy vulgar cuando ando caliente, pero la risa de Rubén me indicaba que a él no le desagradaba aquel rasgo de mi personalidad. Nuestras lenguas siguieron acariciándose por unos minutos más, hasta que la mía decidió (sí, ella sola) empezar a hurgar dentro de su oreja izquierda. Los gemidos de Rubén se confundían con la música de una estudiantina que iba pasando por la calle, mientras mis manos intentaban deshacerse de la combinación de lycra y algodón que aprisionaba su torso. Tuve que dejar mi lugar junto a su oreja para darle oportunidad a que levantara los brazos y poder quitarle la negra playera que me había enloquecido con su tacto durante la noche. Volví a tener frente a mi aquel pálido pecho adolescente, y mi lengua fue remarcando los surcos que por la tarde hubiera recorrido el agua de la regadera. Al saborear su cuello, mi nariz se recreaba de nuevo con aquel aroma de loción para después de afeitar que, desde entonces, se convirtió en mi afrodisíaco preferido. Mis dientes se apoderaron de su tetilla izquierda y le daban pequeños jalones al ritmo que imponían los gemidos del hermano de mi amigo... ¡En la madre! ¡La estoy regando! ¡Cuando Raúl se entere no me la voy a acabar! Como si Rubén leyera mi pensamiento, empezó a quitarme la camisa lentamente, para después recostarme sobre la cama; se sentó sobre mi paquete mientras se movía rítmicamente. ¡Ultimadamente madre! ¡Que se encabrone! Además su hermanito no es precisamente un santo... No parece que lo esté pervirtiendo o enseñándole nada nuevo. Bueno, parece que nunca le habían pasado la lengua por las axilas, pero de ahí en más... Ahora era la boca de Rubén la que estaba sobre mi cuerpo y se divertía dejándome pequeñas marcas con sus dientes en el pecho. Su lengua remolineaba en mi ombligo y aquello me hacía retorcer de placer. Sus manos parecían no poder estarse quietas e iban de mis hombros a mis piernas, hasta que al fin se detuvieron sobre mi cinturón; las mías no quisieron quedarse atrás y empezaron a imitarlas. Ambos pantalones bajaron al mismo tiempo y soltamos una risa al darnos cuenta de que aún teníamos puestos los zapatos. Nos sentamos al borde de la cama y nos los quitamos. - Espera... le dije mientras iba a mi maleta y metía una mano en ella. - ¡Vaya! Ya venías preparado ¿eh? Dijo al ver los condones y el lubricante que dejaba junto a la lámpara, sobre el buró. - “Hombre prevenido usa condón”. Además prefiero tenerlos y no necesitarlos, que necesitarlos y no tenerlos. Pero aquel era un mal momento para las discusiones filosóficas, y él pareció entenderlo así, estando él sentado en la cama y yo de pie, pues empezó por agarrarme el pene con su mano izquierda, mientras tocaba el suyo con la derecha. Mi bóxer empezaba a estorbarme, y el suyo ya no era el punto final de miles de pequeños ríos, si no una montañita bastante apetecible. Su mano dejó el lugar a su boca y la humedad que se me marcaba en el bóxer ya provenía de dos lugares, así que preferí sacármelo y sentir directamente la calidez de su boca. Ahora mis manos lo tomaban de la nuca y lo obligaban a comerse todo aquello... confieso que no es mucho, pero es suficiente. Después de algunos minutos, lo separé de mi, y pude volver a ver aquellos ojos que me encantaban, acompañados por una gran sonrisa que terminaba muy cerca de la rosada cabeza de mi verga. Me incliné lo suficiente para besarlo y quitarle su bóxer; ahora era a mi a quién le tocaba saborearlo. Me arrodillé entre sus piernas e intenté tragarlo todo de una vez; otra confesión: no era muy bueno en eso; yo decía que era por falta de práctica... aquella noche se me acabó ese pretexto. Rodamos sobre la cama y ambos nos llenamos la boca con suficiente carne como para no hacer mucho ruido. Estaba a punto de venirme en la boca de Rubén, pero aún no era tiempo. Volví a pensar en Raúl y en la cara que pondría cuando se enterará. ¡Ahora si me gané la chinga que me va a poner! o que me van a poner, porque de seguro que Jorge le va a ayudar. De nuevo pareciera que aquel niño me leía el pensamiento y me beso los labios con gran ternura. Después fue con pasión y volví a olvidarme de mi amigo, pues estaba mordiéndole la espalda a su hermanito; una espalda amplia y suave simétricamente dividida en dos. Mi lengua bajaba por aquella división como por una resbaladilla, y al llegar a la suave curva de sus nalgas eran mis dientes los que empezaban a marcarse, “cómo los ganaderos de mi tierra hacen con lo que es suyo”, pensé. De nuevo mi lengua (aquella noche la usé más que en cualquier examen de expresión oral) salía de la boca buscando la calidez del ano de Rubén. No tardó mucho en encontrarlo, y de nuevo los gemidos se mezclaban con las canciones que subían desde la calle. Entrar y salir acariciando las lampiñas paredes de aquella redondez, se convirtió en una deliciosa adicción para mi desde el momento en que el primero de mis dedos, cubierto de lubricante, le hubo penetrado. Hasta cuatro dedos de mi mano izquierda se perdieron en el interior de Rubén que seguía jadeando de aquella maravillosa manera. Se volteo quedando boca arriba sobre la cama y tomó un condón del buró. Me lo puso, no sin algo de problemas y colocó sus piernas sobre mis hombros. Un poco más de lubricante me ayudó a penetrarlo por completo; sus ojos estaban cerrados y su boca abierta mientras mi verga se abría paso a través de su cuerpo. Me incliné hasta alcanzar sus labios con los míos. Mi pene se enterraba en su cuerpo rítmicamente y nuestras lenguas se unían, cuando de pronto siento un dedo que intentaba entrar en mi; relajé mi esfínter y lo dejé pasar. Me excitaba sentir un dedo suyo dentro de mi, mientras lo penetraba. Luego fue más excitante al sentir varios de sus dedos. De nuevo estaba a punto de eyacular; así que me volví a detener, pero esta vez para ponerle un condón a Rubén. Me puse en cuatro y el se situó detrás de mi. Debo decir que aquí fue un poco más brusco, ya que me dejó sentir toda la longitud de su verga de un solo tirón; me puse algo tenso, pero recordé que aquello solo era momentáneo. Además ese dolor valía la pena. En la pared estaba el espejo de la habitación que nos regalaba una imagen en la cual mi culo era penetrado por la verga del hermano de mi amigo. Antes de venirse salió de mi y, acostándonos juntos, nos bañamos mutuamente con abundante esperma. - ¿Bueno?... ¡Ah! Si... ¿con la güera y con su amiga, wey?... bueno, solo váyanse con cuidado... ¿Traen condones? OK... No, todo bien... ¡Ya te dije que bien!... Como a las diez ¿no? Para desayunar en el mercado... Sip, yo le digo... ¡Nos vemos! - ¿Era tu hermano? - Si - ¿Qué dijo? - Mmmm... dijo: ”Me saludas a mi cuñado”. rene_mxmx@yahoo.com.mx


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