-Por aquí -nos dijo Carlos. Miré a los dos lados, Nacho me imitó. Entonces los tres nos metimos en el rincón. Ahí no hacía frío, bueno, casi. Menos mal que era verano. Y lo que yo quería era ver ano del Carlos. -¡Andale, cabrón, muéstranos qué tienes! -le ordené a Carlos. Me solté el cinturón y abrí el cierre de mi pantalón. Nacho de nuevo me imitó, su verga seguía parada, la mía estaba tomando un descanso. -¿Y ustedes? -nos preguntó Nacho se quitó su camisa y luego la playera, estaba sudando de la emoción. Yo también, pero el estaba mas ansioso que yo. Entonces mi quité mi playera y la tiré sobre mi chamarra. Carlos se quitó su bata de servicio. Abajo nomás llevaba los pantalones, hinchados de la bragueta. Tenía una sombra de vello enmedio del pecho que descendía hasta su pantalón. Era un poco más musculoso que yo, más prieto y un poco más bajito. Después de encontrarnos cogiendo (a Nacho, mi ex-compañero de clases) y a mí, Carlos se había quedado de una pieza. Cuando me le acerqué y le planté su besote, rompí el hechizo de su asombro y nos guió hasta un lugar donde no nos verían. Nos dijo que nos pusiéramos los pantalones para poder salir pues los demás de la limpieza nos podrían cachar. Así lo hicimos, yendo la parte trasera de la estación, llegamos al vestidor (o algo así) mismo que estaba cerrado por alguna razón y el no tenía la llave. Por lo tanto, todavía teníamos el riesgo de que nos cacharan. Nacho se puso indeciso otra vez. Yo no, yo luego luego me eché encima de Carlos, besándolo, frotándome contra el. El me agarro las nalgas (lo cual no es mi mejor atributo) y yo lo abracé, moviéndome para rozar su vello con el mío. Se sentía bien rico. Nacho se empezó a masturbar. -Ayuda a mi amigo -le dije a Carlos. Carlos olía a sudor, eso despertaba mis ansias animales y se me antojaban sus nalgas redondas. -Ahorita, primero -me besó- déjame estar un poquito más. ay güey, sabes chido. Le di un zape al Nacho y reaccionó. Se acercó por atrás de Carlos y restregó su boa en el trasero del prieto. -Cójanme, por el culo, por la boca. -¿Eres primerizo? -le pregunté -La neta sí. -Pues ya vas. A ver, Nacho, te toca adelante, no vaya a ser que se la metas hasta la garganta. -No, esa, así de grande, se me antoja. -No'mbre. Si te la mete, no vas a poder ni caminar. Mejor yo primero. -Pinche Julián, si la tuya está grande también. -Pero es la mas chica de las dos. -Andale pues, güey, métemela toda. -Vas a chillar, pinche Carlos y vas a querer más. Pero déjanos verte la verga. Carlos por fin se quitó los pantalones. Era normalita, más chica que la mía pero más gruesa. Gruesa, gruesa y olía a animal. quise mamársela, pero cuando se puso contra la pared y abrió las piernas, más se me antojaron sus nalgas. Nacho se puso en su posición, ya no se podía esperar y Carlos se la tragó y empezó a chupar. -Ay, pérate cabrón, nomás no uses los dientes, cúbrelos con los labios. Me puse mi condón super lubricado. Me valió lo que hicieran, yo agarré las nalgas del chavo y las separé fuerte. Carlos gruñó. -No te resistas, suavecito, concéntrate -le dije mientras metía mi miembro por su culo. Estaba bien apretado pese a que lo hice despacio. -Ay, más lento, aguantaaaa. -Síguesela mamando, puto -le ordené. La metí más pero como que no cabía,le faltaba lubricante a lo mejor. Pero pues ni modo. Empecé a hacerme atrás y adelante. -Ay, pinche carlos, no muerdas, cabrón, ay. -Perdón, perdón. ¡Aaaah! Los músculos empezaron a ayudarme en vez de pelear contra mí. Aumenté la velocidad un poco. Que nalgas, dios, que nalgas tan hermosas, redondas y con casi nada de vellito güero, nomás se sentía al rozarme la piel. El Nacho dejó de quejarse y empezó a disfrutar. El que más ruido hacía era Carlos, quien mugía entre más lo penetraba. oímos pasos y los tres nos quedamos de piedra. ¡En la madre! Me quise echar a reír por la cara de Nacho, pero me di cuenta de que los tres estábamos en peligro y tres veces más se la metí y saqué a Carlos antes de sacarla y darle su bata. El se ponía su tenis y la otra pierna del pantalón para subírselos. -Rápido cabrones, que hay viene. Carlos se abotono como pudo y lo aventé a la entradita del rincón, donde ya no lo podíamos ver pero si escuchar. Nacho y yo nos pegamos a la pared con nuestras cosas pegadas a los pechos. Aproveché para frotarle su vergota a Nacho. -Pérate, pinche Julián -me aguanté la risa, pero no las ganas. -¿Por qué jadeas tanto Julián? -Es que... ando malo. Por eso ya mero me voy. -Ah, yo también ya me iba, pero vine a recoger unas cosas -se acercó, ahora si que me espanté y dejé de manosear a Nacho. -Este... es que... -Qué pasa. -Lo andaba buscando doña Vicky para eso. -Aaah, que bueno que me dices. Ok, gracias. Se fue el tipo y regresó Carlos. Se quitó la ropa otra vez frente a nuestros sorprendidos ojos. -Orale, que tal si regresa. -No, doña Vicky no vino, en lo que la encuentra... Ni tardo ni perezoso, agarré a Carlos y lo penetré otra vez. -Toda, síguele. Tu también, güerito, vente pa'ca. Y pa dentro. Que nalgas, que hombre. Hacía tiempo que no me cogía unas jugosas como estas. Sabrosas. Y el ano apretándome la verga bien rico. Los tres sudábamos un montón, las gotas de mi frente resbalaban entre los vellos de mi pecho y caían sobre la fuerte espalda de Carlos. De pronto, Nacho se sacudió víctima del orgasmo. -¡Trágatelo todo! Así lo hizo el musculoso chavo. Nacho se salió y se puso los pantalones, yo estaba a punto de venirme pero Carlos andaba un poco atrás. Así que lo ayudé agarrando su miembro y sobándoselo al tiempo que lo penetraba. Soltó un gemido como de vaca. Luego otro y otro hasta que se vino casi al mismo tiempo que yo. -Oooh, qué chingón, qué chingóóóóóónnn... Nacho me plantó un beso y me jaló los vellos de una tetilla. Le lamí casi hasta la campanilla y lo solté. -¿Qué tal, Carlos? ¿Te gustó? Carlos eructó. Nosotros reímos. -Provecho. Ja, ja, ja. Se ruborizó, como si nos hubiera ofendido o algo, pero cuando Nacho lo besó, supo que no había que perdonar nada. Intercambiamos números de teléfono para citarnos en unos días, quizás en el mismo lugar. Nacho y yo salimos y tomamos un taxi. -No tengo donde quedarme. -¡Cabrón así que por eso...! -le acaricié la cabeza pese a que nos miró raro el taxista y le indiqué a donde irnos. La historia del metro termina ahí, con Nacho como mi compañero de cuarto y Carlos mi nuevo amante. Pero hay más que contar de este, su servidor, Julián o Jerry pa los cuates. Si te gustó la historia, escríbeme a asmodeus_fire@yahoo.com Due to international translation technology this story may contain spelling or grammatical errors. To the best of our knowledge it meets our guidelines. 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